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Año 5 249 – 26 de Febrero de 2012  


 

Traducción
Elza F. Navarro - mr.navarro@uol.com.br
 

 

La vida después de la vida


La revista Veja, una publicación de las más admiradas de nuestro País, perdió excelente oportunidad de mostrar su respeto a la verdad cuando designó el periodista André Petry, su corresponsal en Nueva York, para tratar del tema que da título a este texto, hecho que se dio en su edición de 15/2/2012, en un extenso reportaje que se inicia, no obstante, con una afirmación muy infeliz: “En los 50.000 años de la historia humana en la Tierra, jamás surgió prueba de que la muerte no es el fin de la línea, pero nunca dejamos de creer en esa posibilidad”.

¿A qué prueba el periodista se refiere?

¿La Biblia no le sirve?

Caso le sirva, podríamos mencionar aquí, de memoria, la aparición de Samuel al rey Saúl, la visita de Elías y Moisés a Jesús y la propia aparición del Cristo a sus discípulos, horas después de tener sido declarado muerto y sepultado.

¿Sirven las comunicaciones recibidas por Chico Xavier?

¿Los centenares de mensajes de padres y madres que reencontraron a sus hijos de nada valen?

¿De algún valor tienen para el periodista los relatos del dr. Raymond Moody Jr. o los de la dra. Elizabeth Kübler Ross?

¿No le sirve, por ventura, el testimonio del cura François Brune expreso en obras en las cuales él atesta, basado en hechos, que los muertos nos hablan?

Es obvio que nada de eso sirve para el sr. André Petry, que ciertamente entiende, como  a muchas personas les gusta decir, que solamente la Ciencia es que puede dar a ese respecto el veredicto definitivo.  

Pero, ¿a qué Ciencia él se refiere?

¿A la Física, a la Biología, a la Química, a la Medicina?

¿Esas asignaturas dichas científicas alguna vez se interesaron en investigar realmente el fenómeno de la muerte y de la supervivencia post mortem?

¿Dónde están publicados los resultados de esas investigaciones?

El lector sabe, sin embargo, que para creer que la vida continúa más allá de la tumba no es necesario que la Ciencia venga a decirnos. Ésta es otra tontería propia de quien escribe sobre asunto que no conoce.

¡Cuantas personas adquirieron esa convicción – no simplemente fe – en función de una ocurrencia trivial!

Lombroso era escéptico, pero no aguantó cuando vio el Espíritu de su propia madre abrazarlo.

En Londrina, un conocido y respetuoso doctor en Matemáticas, ateo y materialista, se transformó cuando se vio delante de su propio suegro materializado, en el salón de su casa, por tres veces, hasta que en la tercera vez caminó y lo abrazó.

Desaparecía allí el materialista, nacía un nuevo espirita.

A respecto del tema, es siempre bueno acordarnos de las sabias palabras de Allan Kardec:

“Se dice vulgarmente que la fe no se prescribe, donde resulta alegar mucha gente que no le cabe la culpa de no tener fe. Sin duda, la fe no se prescribe, ni, lo que todavía es más cierto, se impone. No; ella se adquiere y nadie hay que esté impedido de poseerla, mismo entre los más refractarios.

Hablamos de las verdades espirituales básicas y no de tal o cual creencia particular. No es la fe que compite buscarlos; a ellos es que cumple ir a su encuentro y, se la busquen sinceramente, no dejarán de encontrarla.”(El Evangelio según el Espiritismo, cap. XIX, ítem 7.)

Para eso puede, sí, la Ciencia ayudar, pero la Filosofía y la Religión también pueden, siendo cierto que muchos – como ocurrió con Lombroso y con el matemático a quien nos referimos – llegaron a ella por medio de los hechos, sin que nadie tuviese ejercido influencia para eso. 

                                                           *

El periodista de Veja repite, en verdad, un cliché que es bien caro a los materialistas en general, pero la repetición de ideas así revela tan solamente ignorancia de las investigaciones y de los trabajos que, en el campo de los fenómenos psíquicos, fueron realizados en los dos últimos siglos, principalmente en Europa.

En su libro intitulado Por qué creo en la inmortalidad del alma, obra de 1929, traducida para nuestro idioma por Francisco Klörs Werneck, Sir Oliver Lodge hace observaciones acerca del comportamiento de los que niegan los hechos basados simplemente en prejuicio. Según él, los hombres de ciencia no tienen sino un “conocimiento parcial e imperfecto de los hechos”, de lo que se deduce su descreimiento.

Nacido en 12 de Junio de 1851 en Penkhull, Sttafordshire, Inglaterra, Lodge desencarnó a 22 de Agosto de 1940, a los 89 años de edad, en Amesbury, Wiltshire, en su país natal. Su vida puede ser dividida en dos partes distintas. Hasta los 56 años de edad, granjeó fama mundial como profesor e inventor, en especial en el campo de la radiotelegrafia. Educado en la Grammar School, de Newport, y en la University College, de Londres, se especializó en Física. Profesor emérito, fue hecho caballero por el rey Eduardo VII, en 1902, y recibió grado de doctor en Ciencias por siete Universidades.

Inventor del “coherer”, el primer detector de ondas a ser usado, de relevante papel en la telegrafía sin hilo, fue él el primer científico a enviar mensajes por el telégrafo sin hilo, en 1894, antes de Marconi haberse ocupado del asunto. Y una de sus mayores glorias fue la descubierta de las ondas hertzianas y la manera de detectarlas, descubierta que fue efectuada por Hertz casi simultáneamente, razón por la cual ellas se quedaron asociadas al nombre de Hertz.

De 1901 a 1903, ya estudioso de los fenómenos espiritas, presidió la Sociedad de Investigaciones Psíquicas de Londres, teniendo realizado numerosas experimentaciones con los médium Verall y Leonora Piper y asistiendo, en 1894, con Charles Richet, a algunas de las célebres sesiones de efectos físicos de Eusápia Paladino.

Las pruebas que Oliver Lodge obtuvo de la supervivencia y comunicación de su hijo Raymond fueron de las más vigorosas, y tan evidentes, que dieron origen al libro Raymond, traducido para el portugués por el escritor Monteiro Lobato.

Psiquiatra convicto y erudito, Oliver Lodge, como tantos otros sectarios del Psiquismo Trascendental, admitía la existencia del alma, su preexistencia o supervivencia, y la fenomenología espirita.  

Atestando su convicción en la inmortalidad en diversas obras, como La Supervivencia Humana, La Formación del Hombre y Raymond, Lodge declaró, con claridad, en la última referida: “Jamás oculté mi creencia de que la personalidad no sólo persiste, como aún continúa más integrada al nuestro vivir diario de que generalmente lo suponemos; de que no hay ninguna solución de continuidad entre los vivos y los muertos”. 

En la introducción al libro Por qué creo en la inmortalidad del alma, Lodge afirma: “Conozco el peso de las palabras ‘hecho’ en Ciencia y digo, sin vacilación, que la continuidad individual y personal es para mí un hecho demostrado”.

Si al periodista André Petry el testimonio de Oliver Lodge no tiene gran importancia, él podría examinar las experiencias de otro físico británico – Sir William Crookes – que pesó, auscultó, fotografió el Espíritu materializado de Katie King y presentó el relato de sus investigaciones a la Asociación Británica de Ciencias, sobre las cuales, veinte años después, declaró: “Jamás tuve que cambiar de idea a tal respecto. Estoy perfectamente satisfecho de lo que dije en los primeros días. Es cierto que un contacto fue establecido entre este mundo y el otro.”  

En respuesta a la pregunta si el Espiritismo no había liquidado el viejo materialismo de los científicos, agregó: “Pienso que sí. Por lo menos él convenció la mayoría del pueblo, que sabe alguna cosa relativa a la existencia del otro mundo”. (The Internacional Psychic Gazette, Diciembre, 1917, 61-2.)

No satisfecho con los dos sabios británicos, la revista Veja podría al menos consultar el libro Historia del Espiritismo, escrito por Arthur Conan Doyle, en lo cual el lector exento de prejuicio verá que los fenómenos comprobatorios de la inmortalidad del alma fueron objeto de atención de los sabios más ilustres del mundo, tales como Gully, Elliotson, Challis, Morgan, Wallace, Varley, Lombroso, Zöellner, Carl du Prel, Charles Richet, Aksakof, Rochas y muchos otros, además de Crookes y Lodge.

En el prefacio del libro Researches in the phenomena of the spiritualism, de 1874, Oscar D’ Argonell escribió: “La existencia del alma, que era presentada como un dogma de fe por todas las religiones y que la filosofía nos enseñaba por palabras, es hoy, gracias al Espiritismo, una   verdad científica. Actualmente los sabios dicen que el alma existe porque la ven y la palpan, conversan con ella y le sacan la fotografía. La prueba científica de la existencia del alma y de su comunicación con nosotros es el legado más brillante que el presente siglo va a dejar a las generaciones venideras.”

Es una lástima que la revista Veja no tenga conocimiento de eso.

 

Nota: 

Este editorial es la reproducción casi literal de la carta que enviamos en el día 13 de Febrero a la dirección de la revista Veja. Atendemos, al reproducirla, sugerencia que nos fue hecha por innúmeros lectores que, gracias a la Internet, tomaron conocimiento de la aludida carta.



 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita