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Estudio Metódico del Pentateuco Kardeciano Português   Inglês

Año 5 248 – 19 de Febrero de 2012 

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 

El Libro de los Espíritus

Allan Kardec

(Parte 40)

Continuamos con el Estudio Metódico del Pentateuco Kardeciano, que focalizará las cinco principales obras de la Doctrina Espírita, en el orden en que fueron inicialmente publicadas por Allan Kardec, el Codificador del Espiritismo.

Las respuestas a las preguntas presentadas, fundamentadas en la 76ª edición publicada por la FEB, basadas en la traducción de Guillon Ribeiro, se encuentran al final del texto.

Preguntas para debatir

A. ¿Qué le sucede al indolente que busca en la vida terrena sólo el descanso y el ocio, no haciendo nada útil al semejante?

B. Sabemos que el arrepentimiento puede darse tanto en el estado corporal como en el estado espiritual. ¿Cuáles son las consecuencias del arrepentimiento en el estado espiritual y cuáles son las consecuencias cuando se da en el estado corporal?

C. La expiación ¿se cumple en el estado corporal o en el estado espiritual?

D. ¿Es suficiente el arrepentimiento para borrar las faltas del Espíritu?

E. ¿Cuál es, según Pablo de Tarso (Espíritu), el objetivo final de la Humanidad y qué cosas son necesarias para alcanzarlo?

Texto para la lectura

620. Las personas que por su carácter, aún sin ser malas, hacen infelices a todos los que les rodean deberán expiar sus faltas delante de aquellos a quienes hicieron infelices, lo cual será para ellos una reprobación. Después, en otra existencia, sufrirán lo que hicieron sufrir. (L.E., 989)

622. Todo Espíritu tiene que progresar incesantemente. Aquél que en esta vida sólo tiene el instinto del mal, tendrá el del bien en otra, y por eso renace muchas veces, pues es necesario que todos progresen y alcancen la meta. La diferencia está sólo en que a unos les toma más tiempo que a otros, porque así lo quieren. Aquél que sólo tiene el instinto del bien, ya se purificó, puesto que tal vez ha tenido el del mal en una anterior existencia.  (L.E., 993)

622. El hombre perverso que no reconoció sus faltas durante la vida, siempre las reconoce después de la muerte, y entonces sufre más porque siente todo el mal que hizo o del que fue causante voluntariamente. Sin embargo, el arrepentimiento no siempre es inmediato. Hay Espíritus que se obstinan en permanecer en el mal camino a pesar de los sufrimientos por los que pasa. Pero tarde o temprano reconocerán haber tomado la senda equivocada y vendrá el arrepentimiento. Para esclarecerlos trabajan los buenos Espíritus, y también vosotros podéis trabajar en ello. (L.E., 994)

623. Existen Espíritus que no se ocupan en nada útil. Permanecen a la expectativa, pero en ese caso, sufren proporcionalmente. Puesto que en todo debe haber progreso, en ellos el progreso se manifiesta por medio del dolor. (L.E., 995)

624. Tales Espíritus desean también abreviar sus sufrimientos, pero les falta energía suficiente para querer lo que les podría aliviar. ¿Cuántos individuos se cuentan entre vosotros, que prefieren morir en la miseria antes que trabajar? (L.E., 995-a)

625. Los Espíritus que, aún estando desencarnados, practican el mal y alejan a los hombres del buen camino, obran así porque en ellos el arrepentimiento es tardío. Puede suceder también que un Espíritu, después de haberse arrepentido, se deje arrastrar nuevamente al camino del mal por otros Espíritus más atrasados que él. (L.E., 996)

626. La oración sólo tiene efecto en el Espíritu que se arrepiente. Con relación a los que, impedidos por el orgullo, se rebelan contra Dios y persisten en sus desvaríos, la oración nada puede y nada podrá, hasta el día en que se produzca en ellos la luz del arrepentimiento.  (L.E., 997)

627. Es necesario entender que el Espíritu no se transforma súbitamente después de la muerte del cuerpo. La muerte no lo torna perfecto inmediatamente. Puede pues, persistir en sus errores, en sus falsas opiniones, en sus prejuicios, hasta que se haya esclarecido mediante el estudio, la reflexión y el sufrimiento. (L.E., 997, comentario de Kardec).

628. Podemos ir rescatando nuestras faltas ya en esta existencia, reparándolas. Pero que nadie crea que las rescataremos mediante privaciones pueriles, o distribuyendo lo que poseemos en  limosnas, después de la muerte,  cuando no necesitamos de nada. Dios no da valor a un arrepentimiento estéril, fácil y que no cuesta más que el esfuerzo de golpearse el pecho. La pérdida de un dedo meñique mientras se presta un servicio, borra más faltas que el suplicio de la carne soportado durante años, con un objetivo exclusivamente personal. Sólo por medio del bien se repara el mal, y la reparación no tiene ningún mérito si no afecta al hombre ni en su orgullo, ni en sus intereses materiales. ¿De qué le sirve privarse de algunos goces fútiles si permanece íntegro el daño causado? ¿De qué le sirve humillarse ante Dios, si ante los hombres conserva su orgullo? (L.E., 1.000)

629. Dar empleo útil a los bienes que poseemos, después de nuestra muerte, es mejor que nada. Pero el problema es que aquél que sólo da después de muerto, es casi siempre más egoísta que generoso. Quiere recoger el fruto del bien, sin darse el trabajo de practicarlo. Doble provecho saca aquél que se priva de algo en vida: el mérito del sacrificio y el placer de ver a los que son felices gracias a él. ¡Ah! Tened lástima de aquél que no conoce el placer de dar; en verdad se encuentra privado de uno de los más puros y suaves goces. Sometiéndole a la prueba de la riqueza, tan resbaladiza y peligrosa para su futuro, Dios tuvo a bien concederle como compensación la dicha de la generosidad, de la que puede gozar ya en este mundo. (L.E., 1.001)

630. Dios nunca obra de manera caprichosa, y todo en el Universo se rige por leyes en las que se revelan su sabiduría y su bondad. (L.E., 1.003)

631. La duración de los sufrimientos del culpable es relativa al tiempo necesario para su mejoramiento. A medida que progresa y que sus sentimientos se depuran, sus sufrimientos disminuyen y cambian de naturaleza. (L.E., 1.004)

632. Al Espíritu sufriente el tiempo le parece más largo: para él no existe el sueño. Sólo para los Espíritus que ya llegaron a cierto grado de purificación, el tiempo se extingue, por decirlo así, ante el infinito. (L.E., 1.005)

633. Los sufrimientos del Espíritu podrían durar eternamente, si fuese eternamente malo, esto es, si jamás se arrepintiese y mejorase, sufriría eternamente. Pero Dios no creó seres destinados a permanecer perpetuamente dedicados al mal. Sólo los creó a todos simples e ignorantes, teniendo todos que progresar en un tiempo más o menos largo, según la voluntad de cada uno. (L.E., 1.006)

634. Eminentemente sabia y magnánima es, pues, la ley que rige la duración de las penas, por cuanto subordina esa duración a los esfuerzos del Espíritu. Jamás le priva de su libre albedrío: si hace mal uso de éste, sufre las consecuencias. (L.E., 1.006)

635. Hay Espíritus en los que el arrepentimiento es muy tardío; pero pretender que nunca se mejorarán sería negar la ley del progreso. (L.E., 1.007)

636. Hay penas que pueden ser impuestas al Espíritu por un tiempo determinado, pero Dios, que sólo quiere el bien de sus criaturas, acoge siempre el arrepentimiento, y jamás es infructuoso el deseo de mejorar que manifieste el Espíritu. (L.E., 1.008)

637. Interrogad a vuestro sentido común, a vuestra razón y preguntadles si una condena perpetua, motivada por algunos momentos de error, no sería la negación de la bondad de Dios. ¿Qué es la duración de la vida, aún cuando ésta sea de cien años, ante la eternidad? (…) La justicia no excluye la bondad y Dios no sería bueno si condenase a penas eternas y horribles a la mayoría de sus criaturas.  (L.E., 1.009, San Agustín)

638. Dedicaos, por todos los medios a vuestro alcance, a combatir, a aniquilar la idea de la eternidad de las penas, idea que blasfema la justicia y la bondad de Dios, simiente fecunda de la incredulidad, del materialismo y de la indiferencia que invadieron las masas humanas, desde que su inteligencia comenzó a desarrollarse.  (L.E., 1.009, Lamennais)

639. Lo que hoy entendéis por eternidad no es lo que los antiguos entendían y designaban con ese término. Consulte el teólogo las fuentes y descubrirá, como todos vosotros, que el texto hebreo no atribuía ese significado al vocablo que los griegos, latinos y los modernos tradujeron por penas sin fin, irremisibles. Eternidad de los castigos corresponde a la eternidad del mal. En tanto exista el mal entre los hombres, subsistirán los castigos.  Importa que los textos sagrados se interpreten en sentido relativo. La eternidad de las penas es pues, relativa y no absoluta.  (L.E., 1.009, Platón)

640. Tender hacia la unidad divina es el objetivo de la Humanidad. Para alcanzarlo, son necesarias tres cosas: la Justicia, el Amor y la Ciencia. Tres cosas le son opuestas y contrarias: La ignorancia, el odio y la injusticia. ¡Pues bien! En verdad os digo, que faltáis a estos principios fundamentales al comprometer la idea de Dios cuando exageráis su severidad. (…) La idea del Infierno con sus hornos ardientes, con sus calderas hirviendo, puede ser tolerada, es decir, perdonable en un siglo de hierro; pero en el siglo diecinueve, no pasa de ser un fantasma vano, cuando mucho, apropiado para asustar a los niños y en el que éstos dejarán de creer cuando crezcan un poco. Si persistiereis en esa mitología aterradora, engendraréis la incredulidad, madre de toda la desorganización social.  (L.E., 1.009, Pablo, apóstol)

Respuestas a las preguntas propuestas

A. ¿Qué le sucede al indolente que busca en la vida terrena sólo el descanso y el ocio, no haciendo nada útil al semejante?

Talvez esa persona haya escogido tal existencia, pero cuando la deja, percibe que no le sirvió para progresar. Entonces, lamenta el tiempo perdido. Se sabe que el Espíritu sólo puede adquirir conocimientos y elevarse ejerciendo las actividades que le corresponden. Si se duerme en la indolencia, no progresa. Se sabe también que cada uno tendrá que rendir cuentas de la inutilidad voluntaria de su existencia, inutilidad siempre fatal a la felicidad futura. Para cada uno, el total de esa felicidad futura corresponde a la suma del bien que haya hecho, y el de la infelicidad en  proporción al mal que haya realizado y de aquellos a quienes hizo infelices. (El Libro de los Espíritus, pregunta 988.)

B. Sabemos que el arrepentimiento puede darse tanto en el estado corporal como en el estado espiritual. ¿Cuáles son las consecuencias del arrepentimiento en el estado espiritual y cuáles son las consecuencias cuando se da en el estado corporal?

La consecuencia del arrepentimiento en el estado espiritual es que el arrepentido desee una nueva encarnación para purificarse. Si el arrepentimiento se da en el estado corporal, el individuo busca progresar ya en la vida presente, si tuviera tiempo de reparar sus faltas. Cuando la consciencia le reprocha y le muestra una imperfección, el hombre puede siempre mejorarse. (Obra citada, preguntas  990 a 992. Ver también ítems 999 y 1.002.)

C. La expiación ¿se cumple en el estado corporal o en el estado espiritual?

En ambos estados. La expiación se cumple durante la existencia corporal mediante las pruebas a las que el Espíritu se encuentra sometido y en la vida espiritual, por los sufrimientos morales inherentes a su estado de inferioridad. (Obra citada, preguntas 998, 1.004, 1.006, 1.008 y 1.009.)

D. ¿Es suficiente el arrepentimiento para borrar las faltas del Espíritu?

No. El arrepentimiento ayuda a la mejoría del Espíritu, pero tiene que expiar su pasado. Pero no pensemos que lo rescataremos mediante algunas privaciones pueriles, o distribuyendo como limosnas lo que poseímos, después de nuestra muerte, cuando no necesitamos de nada. Dios no da valor a un arrepentimiento estéril, siempre fácil, y que sólo cuesta el esfuerzo de golpearse el pecho. La pérdida de un dedo meñique cuando se está prestando un servicio, borra más faltas que el suplicio de la carne soportado durante años, con un objetivo exclusivamente personal. Sólo por medio del bien se repara el mal, y la reparación no representa ningún mérito si no afecta al hombre ni en su orgullo ni en sus intereses materiales.  (Obra citada, preguntas 999, 1.000, 1.002 y 1.007.)

E. ¿Cuál es, según Pablo de Tarso (Espíritu), el objetivo final de la Humanidad y qué cosas son necesarias para alcanzarlo?

Tender hacia la unidad divina, es el objetivo de la Humanidad. Para alcanzarlo, son necesarias tres cosas: la Justicia, el Amor y la Ciencia, y tres cosas les son opuestas y contrarias: la ignorancia, el odio, y la injusticia. (Obra citada, pregunta 1.009, mensaje firmado por Pablo, apóstol)

 

 

 


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