WEB

BUSCA NO SITE

Edição Atual Edições Anteriores Adicione aos Favoritos Defina como página inicial

Indique para um amigo


O Evangelho com
busca aleatória

Capa desta edição
Biblioteca Virtual
 
Biografias
 
Filmes
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English    
Mensagens na voz
de Chico Xavier
Programação da
TV Espírita on-line
Rádio Espírita
On-line
Jornal
O Imortal
Estudos
Espíritas
Vocabulário
Espírita
Efemérides
do Espiritismo
Esperanto
sem mestre
Divaldo Franco
Site oficial
Raul Teixeira
Site oficial
Conselho
Espírita
Internacional
Federação
Espírita
Brasileira
Federação
Espírita
do Paraná
Associação de
Magistrados
Espíritas
Associação
Médico-Espírita
do Brasil
Associação de
Psicólogos
Espíritas
Cruzada dos
Militares
Espíritas
Outros
Links de sites
Espíritas
Esclareça
suas dúvidas
Quem somos
Fale Conosco

Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 5 242 – 8 de Enero de 2012 

 
                                                            
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 

La gran corriente

 

Caminando por la calle con movimiento, Clarinha pensaba en cómo hacer para conseguir conseguir algún alimento para llevar para casa.

Estaba cansada y sin ánimo. Nadie la había ayudado. Ya era tarde.

Se acordó de la madrecita enferma que no podía trabajar y sustentar la casa. El padre había desencarnado.

Clarinha hacía días sin ir a la escuela. Como estaban las dos solas, tenía que hacer compañía a la madre. Necesitaba atenderla en sus necesidades, darle agua, hacer un té, suministrarle el medicamento.

Ese día, estaban sin nada en casa. No tenían qué comer y hasta el medicamento se había acabado. Clarinha necesitaba buscarlo en la farmacia.  

Tras mucho pensar, Clarinha decidió que iría a la calle a pedir ayuda a las personas. Había mucha gente generosa que no dejaría de socorrerla en esa emergencia.  

Se acordó de una señora conocida, muy buena, tan pobre como ellas, que tal vez pudiera hacer compañía a su madre. Acomodó las mantas de la madre y la avisó de que tendría que salir un poco.

— Ve, mi hija. No se quedes por mi causa. Tú no has salido de casa y eso me preocupa.

Doña María residía allí cerca. Clarinha fue orando para que la señora estuviera en casa. La señora abrió la puerta, sonriente. Clarinha le explicó la situación y preguntó:

— ¿La señora podría hacer compañía a mamá por algunas horas? ¡Necesito salir y no puedo dejarla sola!

— A buen seguro, Clarinha. Iré inmediatamente. Puedes hacer lo que necesitas sin prisa. Me quedaré con tu madre el tiempo que sea necesario.

Agradeciendo a la señora, Clarinha tomó rumbo a la ciudad. A pesar de no estar acostumbrada a mendigar, la niña estaba resuelta a solicitar la ayuda de las personas. Pero, no era fácil. Llena de vergüenza, llenándose de coraje, Clarinha comenzó a abordar a los transeúntes:

— ¡Una ayuda, por favor!

Pero todos pasaban corriendo, apresurados, sin tiempo para parar; muchos respondían apenas, dejándola más avergonzada aún; otros la trataban con desprecio, algunos con indiferencia y, aún otros, ni la veían.

Con el corazón amargado, Clarinha retenía la voluntad de llorar. Miraba A madres que pasaban con sus hijos, bien vestidos, alegres, satisfechos. Los niños tenían dulces en las manos o chupaban helados que parecían deliciosos, y Clarinha sentía un dolor muy grande en su interior.  

Ella nunca había podido pasear así con su madre, siempre trabajando para comprar lo necesario para casa. Ahora, ni eso. No tenían qué comer y hasta el pan les faltaba.

Las horas habían pasado y la niña estaba exhausta y hambrienta.

Clarinha resolvió volver para casa. Pasó por la farmacia, cogió el medicamento de la madre, que el farmacéutico le vendió fiado, y tomó el rumbo a casa.

En el camino, Clarinha suplicaba ayuda a Jesús. La Navidad estaba aproximándose y la ciudad se mostraba tan bonita, llena de adornos coloreados y luces, sin embargo se sentía triste.

“¡Ayúdanos, querido Jesús! ¡El señor que también era tan pobre, que nació en un establo y tuvo por cuna un pesebre, socórrenos! No pido por mí, sino por mi madrecita que está enferma. Que ella sane y pueda volver a trabajar y a sonreír. Que por lo menos para ella no falte el alimento, para que se levante de la cama y pueda andar.”

Como ya estaba oscuro y la calle desierta, Clarinha dejó que las lágrimas corrieran por su rostro, lavándole el alma. Al llegar a casa, sintió un olorcito bueno de comida. Se extrañó.

Estaba todo arreglado y limpio. Corrió para el cuarto, preocupada por haber dejado a la madre tanto tiempo. Doña María había acabado de dar la cena a la enferma, que mostraba un aire alegre y risueño. Clarinha se disculpó:

— ¡Doña María! Tardé demasiado y abusé de su bondad. Discúlpeme.

Con una sonrisa larga y satisfecha, la señora respondió:

— No te preocupes, hija mía. Me encantó pasar la tarde aquí con tu madre. Dimos buenas risotadas recordando hechos del pasado. ¿Y tú, como te fue? ¿Conseguiste hacer lo que necesitabas?

— No, doña María. No conseguí hacer lo que planeé. Sólo traje el medicamento de  mamá. ¿Pero, como fue que la señora hizo esta sopa? ¡No teníamos nada en casa!

La señora, vivida y experimentada, que había entendido el drama de la familia y la preocupación de la niña, sonriente la tranquilizó:

— Clarinha, yo soy muy pobre, sin embargo tengo buenos amigos. Mandé recado a algunas personas e inmediatamente el resultado comenzó a surgir. ¡Ven a ver!

Doña María llevó a Clarinha para la cocina y, en un rincón, había una gran caja con alimentos: arroz, alubias, aceite, harina, sal, café, macarrones y mucho más. ¡La niña vio, con sorpresa, que tenían hasta bizcochos!

No conteniendo las lágrimas, Clarinha abrazó a la amiga, agradecida por las dádivas. La señora respondió, conmovida:

— Agradécelo a Jesús, Clarinha. Fue él que puso amor en el corazón de las personas que nos ayudaron.

Abrazando a la señora, la niña estuvo de acuerdo:

— Sé que fue Jesús, doña María. Él atendió a mis plegarias. Sin embargo, fue a través de sus manos que él nos socorrió. Gracias.

Todo cambió en aquella casa tras ese día. Los amigos de doña Maria pasaron a visitarlas y se hicieron sus amigos también.  

El día de Navidad, la madre de Clarinha ya estaba curada y trabajando. Todo había vuelto a la normalidad.

Reunieron a todas las familias y decidieron hacer una gran fiesta para conmemorar el nacimiento de Jesús. Y, como no podría dejar de ser, homenajearon el aniversario, ayudando a otras personas necesitadas que, en el momento, pasaban por dificultades.
 

Y Clarinha entendió que todo en la vida tiene que tener amor. Que, amando a las personas, no quedamos solos. Que, saliendo de dentro de nosotros mismos y pasando a dividir nuestros problemas, recibimos ayuda, tanto como llegará el momento en que podremos también socorrer con amor a otros, en una gran corriente de fraternidad y donación al prójimo.

 

                                                         MEIMEI 
                                       

(Recebida por Célia Xavier de Camargo, em Rolândia-PR, em 29 de novembro de 2005.)


 


                                                                                   



O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita