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Estudio Metódico del Pentateuco Kardeciano Português   Inglês

Año 5 242 – 8 de Enero de 2012 

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 

El Libro de los Espíritus

Allan Kardec

(Parte 34)

Continuamos con el Estudio Metódico del Pentateuco Kardeciano, que focalizará las cinco principales obras de la Doctrina Espírita, en el orden en que fueron inicialmente publicadas por Allan Kardec, el Codificador del Espiritismo.

Las respuestas a las preguntas presentadas, fundamentadas en la 76ª edición publicada por la FEB, basadas en la traducción de Guillon Ribeiro, se encuentran al final del texto.

Preguntas para debatir

A. ¿Puede el futuro ser revelado al hombre? ¿Por qué?

B. Kardec resume la pregunta sobre el libre albedrío explicando que existe diferencia en el ejercicio de esa facultad, estemos encarnados o no. ¿En que consiste el libre albedrío cuando estamos en la erraticidad?

C. Según Kardec, ¿en qué consiste el libre albedrío cuando estamos encarnados?

D. ¿Qué es justicia y cuál es su fundamento según la ley natural?

E. Se sabe que el derecho de vivir es el primero de los derechos naturales del hombre. ¿Tiene además el derecho de acumular bienes que le permitan reposar cuando no pueda trabajar más?

Texto para la lectura

508. La expresión “Nacer con buena estrella” viene de una antigua superstición, que relacionaba a las estrellas con el destino del hombre. Alegoría que algunas personas cometen la tontería de tomar al pie de la letra. (L.E., 867)

509. Si el futuro debe permanecer oculto, ¿por qué Dios permite que sea revelado en algunas ocasiones? Dios lo permite cuando el conocimiento anticipado del futuro facilita la ejecución de algo, en vez de estorbar. A menudo, también es una prueba. La perspectiva de un acontecimiento puede sugerir pensamientos más o menos buenos. Si un hombre llega a saber, por ejemplo, que recibirá una herencia con la que no contaba, puede suceder que esa revelación en él despierte el sentimiento de codicia, deseando tal vez, hasta la muerte de aquél a quien heredará. O, por el contrario, esa perspectiva le inspirará buenos sentimientos y pensamientos generosos. Si la predicción no se cumple, allí está otra prueba, que consiste en la manera como soportará la decepción. Pero no por ello dejará de tener el mérito o demérito de los pensamientos buenos o malos que la creencia en la ocurrencia de aquél hecho le hizo nacer en lo íntimo. (L.E., 870)

510. Puesto que Dios lo sabe todo, no ignora si un hombre sucumbirá o no en determinada prueba. Entonces, ¿cuál es la necesidad de esa prueba, ya que nada agregará a lo que Dios ya sabe sobre esa persona? Formular tal pregunta equivale a preguntar por qué no creó Dios al hombre perfecto y terminado, y por qué pasa el hombre por la infancia, antes de llegar a la condición de adulto. La prueba no tiene como objetivo esclarecer a Dios sobre el hombre, pues Dios sabe perfectamente lo que éste vale, sino dar al hombre toda la responsabilidad de su acción, puesto que tiene la libertad de hacer o no hacer. Dotado de la facultad de elegir entre el bien y el mal, la prueba tiene por efecto ponerlo en lucha con las tentaciones del mal y conferirle todo el mérito de la resistencia. Ahora bien, sabiendo de antemano si saldrá bien o no, Dios no puede, en su justicia, castigar ni recompensar por un acto que todavía no se ha realizado.   (L.E., 871)

511. Lo mismo sucede entre los hombres. Por muy capaz que sea un estudiante, por grande que sea la certeza de que alcanzará el éxito, nadie le confiere grado alguno sin un examen, es decir, sin pasar una prueba. (…) Cuanto más se reflexione sobre las consecuencias que tendría para el hombre el conocimiento del futuro, mejor se ve cuan sabia fue la Providencia en ocultarlo. La certeza de un acontecimiento dichoso lo conduciría a la inacción. La de un acontecimiento infeliz lo sumiría en el desánimo. En ambos casos, sus fuerzas quedarían paralizadas. De allí que sólo le es mostrado el futuro como meta que debe alcanzar por sus esfuerzos, pero ignorando los procesos por los que tendrá que pasar para lograrlo. (L.E., 871, comentario de Kardec)

512. Sin el libre albedrío, el hombre no tendría ni culpa por practicar el mal ni mérito en practicar el bien. (L.E., 872)

513. La fatalidad, tal como es entendida comúnmente, supone la decisión anticipada e irrevocable de todos los sucesos de la vida, cualquiera que sea su importancia. Si así fuese el orden de las cosas, el hombre sería una máquina sin voluntad. (…) Semejante doctrina, si fuera verdadera, supondría la destrucción de toda libertad moral; ya no habría responsabilidad para el hombre y, por consiguiente ni bien ni mal, delitos o virtudes. (L.E., 872)

514. Sin embargo, la fatalidad no es una palabra vana. Existe en la posición que el hombre ocupa en la Tierra y en las funciones que allí desempeña, como consecuencia del género de vida que su Espíritu escogió como prueba, expiación o misión. Sufre fatalmente todas las vicisitudes de esa existencia y todas las tendencias buenas o malas que le son inherentes. Pero allí termina la fatalidad, pues de su voluntad depende ceder o no a esas tendencias. Los pormenores de los acontecimientos quedan subordinados a las circunstancias que él mismo crea por sus actos, siendo que en esas circunstancias los Espíritus pueden influir por medio de los pensamientos que le sugieren.  (L.E., 872)

515. Existe fatalidad, por lo tanto, en los acontecimientos que se presentan, por ser éstos consecuencia de la elección que el Espíritu hizo de su existencia como hombre. Puede dejar de haber fatalidad en el resultado de tales acontecimientos, puesto que es posible para el hombre modificar su curso por su prudencia. Nunca hay fatalidad en los actos de la vida moral. (L.E., 872)

516. Es en lo que concierne a la muerte, que el hombre se encuentra sometido, absolutamente, a la inexorable ley de la fatalidad; por eso es que no puede escapar a la sentencia que le marca el término de la existencia, ni al género de muerte que cortará este hilo. (L.E., 872)

517. El sentimiento de justicia está de tal manera en la naturaleza, que os rebeláis ante la simple idea de una injusticia. Queda fuera de dudas que el progreso moral desarrolla ese sentimiento, pero no lo origina. Dios lo puso en el corazón del hombre. (L.E., 873)

518. Los derechos humanos son determinados por dos leyes: la ley humana y la ley natural. Las leyes formuladas por los hombres son apropiadas a sus costumbres y caracteres, y por eso establecen derechos que cambian con el progreso de los conocimientos, no siempre conformes con la justicia verdadera. Además, ese derecho regula sólo algunas relaciones sociales, mientras que en la vida privada hay una inmensidad de actos que son únicamente de la competencia del tribunal de la conciencia. (L.E., 875-a)

519. El criterio de la verdadera justicia está en querer cada uno para los demás lo que se desea para sí mismo, y no en querer para uno mismo lo que se desea para los otros, que no es lo mismo. La sublimidad de la religión cristiana consistió en tomar el derecho personal como base del derecho del prójimo.  (L.E., 876, comentario de Kardec)

520. De la necesidad de vivir en sociedad nace para el hombre la obligación de respetar los derechos de sus semejantes. Aquél que respeta esos derechos procederá siempre con justicia. En este mundo, sin embargo, la mayoría de los hombres no practica la ley de justicia: cada uno hace uso de represalias. Esa es la causa de la perturbación y de la confusión en que viven las sociedades humanas. (L.E., 877)

521. El límite del derecho de una persona llega hasta el límite del derecho que, con relación a sí mismo, reconoce a su semejante, en idénticas circunstancias y recíprocamente. (L.E., 878)

522. Los derechos naturales son los mismos para todos los hombres, desde los de condición más humilde hasta los de posición más elevada. Dios no hizo a unos con un barro más puro que el que usó para hacer a los demás, y todos a sus ojos son iguales. Esos derechos son eternos. Los que el hombre estableció perecen con sus instituciones. (L.E., 878-a)

523. El hombre que practicase la justicia en toda su pureza sería ejemplo del verdadero justo, como Jesús, ya que practicaría también el amor al prójimo y la caridad, sin los cuales no existe verdadera justicia. (L.E., 879)

524. Todo lo que el hombre reúne por medio del trabajo honrado, constituye su legítima propiedad, a la que tiene derecho de defender, porque la propiedad que resulta del trabajo es un derecho natural, tan sagrado como el de trabajar y el de vivir. (L.E., 882, comentario de Kardec)

Respuestas a las preguntas propuestas

A. ¿Puede el futuro ser revelado al hombre? ¿Por qué?

En principio, el futuro es ocultado al hombre, y sólo en casos raros y excepcionales Dios permite que le sea revelado. La razón de ello es que – si el hombre conociese el futuro - descuidaría el presente y no obraría con la libertad con que lo hace, porque le dominaría la idea de que si una cosa tiene que suceder, sería inútil ocuparse de ella, o si no trataría de impedir que sucediese. Dios no quiso que fuera así a fin de que cada uno coopere en la realización de las cosas, incluso de aquellas a las que desearía oponerse. (El Libro de los Espíritus, preguntas 868 y 869.)

B. Kardec resume la pregunta sobre el libre albedrío explicando que existe diferencia en el ejercicio de esa facultad, estemos encarnados o no. ¿En que consiste el libre albedrío cuando estamos en la erraticidad?

El libre albedrío, cuando el individuo está desencarnado, consiste en la elección de la existencia y de las pruebas por las que habrá que pasar. Desprendido de la materia y en el estado de erraticidad, el Espíritu procede a la elección de sus futuras existencias corporales de acuerdo al grado de perfección a que haya llegado y en esto consiste, sobre todo, su libre albedrío. (Obra citada, pregunta 872.)

C. Según Kardec, ¿en qué consiste el libre albedrío cuando estamos encarnados?

Cuando el individuo se encuentra encarnado, el libre albedrío consiste en la facultad que él tiene de ceder o de resistir a las atracciones a las que voluntariamente se somete. Si cede a la influencia de la materia, sucumbe en las pruebas que él mismo eligió. Para tener quien lo ayude a vencerlas, le es concedido invocar la asistencia de Dios y de los Espíritus buenos. (Obra citada, pregunta 872.)

D. ¿Qué es justicia y cuál es su fundamento según la ley natural?

La justicia consiste en que cada uno respete los derechos de los demás. Dos cosas determinan esos derechos: la ley humana y la ley natural. Dejando a un lado el derecho que la ley humana consagra, la base de la justicia según la ley natural está expresada en las siguientes palabras de Cristo: Quiera cada uno para los demás lo que quiere para sí mismo. (Obra citada, preguntas 875 y 876.)

E. Se sabe que el derecho de vivir es el primero de los derechos naturales del hombre. ¿Tiene además el derecho de acumular bienes que le permitan reposar cuando no pueda trabajar más?

Sí, pero debe hacerlo en familia, como la abeja, por medio de un trabajo honrado y no como el egoísta. Incluso hay animales que le dan el ejemplo de la previsión. Lo que por medio del trabajo honrado reúne el hombre, constituye su propiedad legítima, a la que tiene derecho de defender, porque la propiedad que resulta del trabajo es un derecho natural, tan sagrado como el de trabajar y de vivir. (Obra citada, preguntas 880 y 881.)

 

 

 


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