WEB

BUSCA NO SITE

Edição Atual Edições Anteriores Adicione aos Favoritos Defina como página inicial

Indique para um amigo


O Evangelho com
busca aleatória

Capa desta edição
Biblioteca Virtual
 
Biografias
 
Filmes
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English    
Mensagens na voz
de Chico Xavier
Programação da
TV Espírita on-line
Rádio Espírita
On-line
Jornal
O Imortal
Estudos
Espíritas
Vocabulário
Espírita
Efemérides
do Espiritismo
Esperanto
sem mestre
Divaldo Franco
Site oficial
Raul Teixeira
Site oficial
Conselho
Espírita
Internacional
Federação
Espírita
Brasileira
Federação
Espírita
do Paraná
Associação de
Magistrados
Espíritas
Associação
Médico-Espírita
do Brasil
Associação de
Psicólogos
Espíritas
Cruzada dos
Militares
Espíritas
Outros
Links de sites
Espíritas
Esclareça
suas dúvidas
Quem somos
Fale Conosco

Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 5 240 – 18 de Diciembre de 2011 

 
                                                            
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 

La alegría de darse

 

Caminando por la calle, Leonardo pensaba en cómo él era infeliz. De familia pobre, sus padres tenían que trabajar mucho para sostenerlo a él y a la hermanita.  

Así, aunque no les faltara comida, ropa, material escolar y otras cosas necesarias, Leonardo echaba en falta de poder comprar aquellas pequeñas cosas que tanto agradan a los niños.   

Él ya estaba con once años y quería tener lo que sus compañeros tenían: ropas nuevas, un par de tenis de marca, gorra y tantas cosas más.  

Con la llegada de la Navidad, esos pensamientos surgían con más fuerza en su cabecita.

Sus padres siempre le enseñaron que Jesús es el Amigo de todos y que nos ayuda en la medida de nuestras necesidades. Pero Leonardo estaba cansado de esperar una vida mejor, que no llegaba nunca.

Desanimado, él andaba al azar, con la cabeza baja, sin preocuparse para donde estaba yendo. De repente, él se vio en un barrio diferente y mucho más pobre que aquel donde vivía.   

Así, medio perdido, Leonardo vio a un grupo de chicos que se dirigía para un gran barracón un poco más adelante. El grupo mostraba tanta animación que él, curioso, decidió seguirlos. Más cerca, vio que otros niños para allá también se dirigían.

Llegando al barracón, él paró preocupado. ¿Será que hay alguien cobrando entrada? Si lo había, él no tenía dinero para pagar. Se tranquilizó, sin embargo, cuando vio a la puerta una chica bonita y sonriente que decía:

— ¡Sean bienvenidos! ¡Entren y acomódense!

Después, al ver a un niño muy pobrecito llorando, al frente de él, ella se bajó y consoló al chico enjugándole las lágrimas. Leonardo quedó impresionado con el cariño que ella demostró.

Él entró y se sentó a una mesa grande, donde ya estaban otros chicos. Luego, la chica bonita pidió silencio y habló en voz alta:

— En esta Casa, lo que hacemos es en nombre de Jesús, que nos dio todo lo que tenemos. Entonces, vamos a agradecerle por las bendiciones que nos ha ofrecido.

Los niños se callaron y ella hizo una linda oración, agradeciendo al Maestro Jesús por aquella Casa, por las oportunidades que les proporcionaba de poder trabajar, y también por las dádivas que recibían de corazones generosos, que les posibilitaba examinar el resultado a los niños allí presentes.

Después de la oración, comenzaron a servir una deliciosa sopa. Como Leonardo andaba con hambre, él comió y aún repitió, con satisfacción. Después que todos terminaron, los trabajadores de la casa entregaron un paquete con bolas y dulces para todos.                       

Leonardo estaba encantado. Se sintió tan bien en aquel ambiente, con aquellas personas, que sintió voluntad de permanecer allí. Cuando los niños comenzaron a salir, él se aproximó a la chica bonita y preguntó:

— ¿Vosotros hacéis siempre eso? 

— ¿Recibir a los niños y distribuir sopa? Sí, todas las semanas.

— ¿Por qué?

— Porque hemos recibido mucho de Jesús y necesitamos aprender a dividir con quien tiene menos que nosotros. Y, en esta época de Navidad, las personas son más generosas y tenemos más que repartir. ¿Como te llamas?  

— ¡Ah!... Leonardo.

— Mucho placer, Leonardo. Yo soy Renata. Los niños y jóvenes que vienen

aquí son muy pobres y generalmente nada tienen en casa. Por eso, pedimos a las personas de buena voluntad que nos ayuden y, con el resultado de la recolecta, hacemos la sopa y, cuando tenemos otras cosas, como ropas, calzados y dulces, lo dividimos con todos.

Leonardo se despidió de Renata y salió rápido. No quería que ella viera como estaba él emocionado.

De vuelta para casa, pensando en la situación de aquellos niños que había encontrado, Leonardo llegó a la conclusión: él, que tanto protestaba de la vida, tenía todo. En verdad, nada le faltaba, sólo aquellos superfluos que los otros niños tenían y que él también deseaba. ¡Todo eso, sin embargo, ahora le parecía tan pequeño!...

Una nueva comprensión de la vida lo envolvió, con la certeza de que nada le faltaba. Se acordó de los padres que se esforzaban tanto para darle todo, y una inmensa gratitud por ellos tuvo cuenta de su corazón.  

Entrando en casa, vio a la familia reunida e íntimamente agradeció a Jesús por tener a sus padres y por la hermanita.  

— ¿Donde estabas hijo mío? ¡Hace horas que estamos buscándote a ti! — indagó la madre, preocupada.

— ¡No te preocupes, mamá, estoy bien! ¡De hecho, nunca estuve tan bien en toda mi vida!

— Comentó, abrazándola.

Después se acomodó en medio de ellos y dijo:

— Voy a contaros donde estuve hoy.  

Y pasó a narrar lo que había ocurrido. Cuando terminó, ellos también estaban emocionados. Él concluyó:

— ¡Papá! ¡Mamá! ¡Quiero que me perdonen! Siempre fui injusto con vosotros; juzgué que no

tenía nada. Ahora veo que siempre tuve todo. Aquellos niños no tienen comida, ni ropas, y muchos de ellos, ni familia. Entonces, quiero dar un poco de lo que tengo a ellos.

Los padres corcondaron, animados. Y hasta la hermanita quería ayudar.

A la semana siguiente, Leonardo volvió a aquella Casa con su familia y una montaña de ropas, calzados, libros y juguetes, que no tenían más utilidad para ellos.  

Lo más importante: los padres también querían participar ayudando en aquello que fuera necesario.  

Renata, muy feliz, los abrazó, contenta:

— ¡Bienvenidos los nuevos trabajadores de la siembra de Jesús!

Y cuando llegó el Día de Navidad, reunidos en el modesto hogar, la familia conmemoró la venida de Jesús al mundo, con los corazones repletos de íntima alegría, por la nueva actividad de auxilio al prójimo que habían iniciado.  


                                                                 
MEIMEI  


(Recibida por Célia X. de Camargo, en Rolândia-PR, el 21/11/2011.)
 



                                                         
                          



O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita