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Año 5 238 – 4 de Diciembre de 2011 
JOSÉ PASSINI  
passinijose@yahoo.com.br 
 
Juiz de Fora, MG
(Brasil)
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 


José Passini

Kardec y su visión del futuro

Al hacernos un análisis de la personalidad de Kardec, buscando conocerle la cultura, aliada a la profunda identificación con el Evangelio, no debemos tener por objetivo sólo homenajearle la memoria. Debemos verlo como alguien que vino para cumplir una promesa de Jesús. Debemos evaluarle la estatura espiritual, no sólo para nuestro encantamiento, sino a fin de concienciarnos de nuestra condición de beneficiarios de su obra, de ese acervo inmenso de esclarecimientos, que marcaron efectivamente una nueva etapa en la evolución humana.

Es necesario que pensemos en Kardec en su época, a fin de evaluarle el avance en el tiempo en relación al pensamiento predominante de entonces. Necesitaríamos, todos nosotros, tener la posibilidad de transportarnos, de caminar para el pasado, a fin de sentir la época, con sus costumbres y, principalmente, con sus limitaciones. Sólo así podríamos observar con justicia el avance del pensamiento de Kardec en relación a sus contemporáneos, y hasta de muchos de los actuales pensadores de las siembras religiosas, políticas y sociales.

La Iglesia, recién salida de la Inquisición – en Portugal terminó, por decreto de la Regencia, en 1821 – aún imponía terriblemente su poder. En los países, dichos católicos, no había separación entre el Estado y la Iglesia. Para tener una idea de ese poder, es sólo recordar que el 9 de octubre de 1861, en España, fueron quemadas, en una plaza pública, 300 obras espíritas, legalmente importadas de Francia, el así llamado el Auto de fe de Barcelona. En 1864, la encíclica Cuanta Cura condenó la tolerancia religiosa. Y ese empeño en mantener el poder no se restringió al siglo XIX, pues en 1906 dos encíclicas del Papa Pío X, Vehementes nos y Gravissimi Officii, condenaron la separación entre Estado e Iglesia.

En España, en 1931, se hizo la laicización del poder civil, con la limitación de los poderes de la Iglesia. Infelizmente, en 1953, durante la dictadura de Franco, mediante acuerdo con la Santa Sé, volvió el Catolicismo a ser declarado religión única de la nación española. En Portugal, durante la dictadura de Salazar, en pleno siglo XX, fue cerrada la Federación Espírita Portuguesa, y todos sus bienes fueron confiscados. En Francia, el clima era un tanto diferente, pero no mucho. Se tiene en cuenta las persecuciones y los ataques sufridos por Kardec.

El descompás entre la religión y la ciencia se vuelve cada vez más agudo

Sin embargo, a pesar de la fuerte presión dominadora ejercida por la Iglesia, en el sentido de ser mantenida su versión del Cristianismo, durante el siglo XIX, en algunas partes de Europa ocurría una liberación casi rebelde de muchos intelectuales, en relación a las predicaciones religiosas, que ya no más conseguían convencerlos. El descompás entre la religión y la ciencia se hacía cada vez más agudo, ensayar un desencanto que llevó a muchos Espíritus lúcidos a la toma de posiciones eminentemente materialistas, creando el ambiente para el surgimiento del Positivismo, doctrina que busca la superación de los estados teológico y metafísico, negando todo lo que no fuera físicamente mensurable, y preparando el terreno para el materialismo del siglo XX.

En el campo social, el mensaje religioso servía sólo para aparentar el egoísmo vivido por los poderosos, sin que hubiera la mínima acción en el sentido de amenizar la inhumana y angustiosa situación de las clases trabajadoras, principalmente de los obreros. Es de esa época la famosa frase atribuida a Karl Marx: “La religión es el opio del pueblo.” Y realmente lo era, pues se constataba fácilmente la inmensa distancia que había entre el mensaje simple, fraterno, amoroso y actual de Jesús, y aquello que era ofrecido como Cristianismo por la Iglesia, totalmente comprometida con el poder temporal.

Kardec no se curva a la Iglesia, pero no adhiere al materialismo seco y destructivo, como tantos pensadores de su tiempo. Su visión de misionero le permite discordar de aquello que la Iglesia ofrecía como verdad y le posibilita una propuesta religiosa a ser experimentada principalmente fuera de los templos. Una religión a ser vivida en clima de libertad, tanto en el área del sentimiento, como de la razón, conforme las enseñanzas y ejemplos de Jesús.

Delante de la actuación de Kardec, sería difícil encuadrarlo en las áreas del conocimiento humano. Se revela como teólogo al dialogar con los Espíritus Superiores acerca de Dios, demostrando independencia y superioridad de pensamiento en relación a sus contemporáneos, cuando formula la pregunta: “Que es Dios?” 1 Eso dicho en una época en que grandes pensadores estaban aún dominados a la idea de Dios antropomórfico, portador de limitaciones humanas, en cuanto a la forma y a los atributos.

La reencarnación, hasta entonces, le merece un análisis claro e irrefutable

El Codificador demuestra que su visión de Dios es cósmica, y está en perfecta consonancia con los avances de la Astronomía, que, caminando al frente de las religiones, ya hube demostrado a aquellos “que tienen ojos para ver” que el Universo conocido era mayor que el Dios enseñado por ellas.

Sin embargo, su concepción científica de la grandeza cósmica de Dios no le impidió de rescatar la figura del Padre justo, providencial, amoroso e infinitamente misericordioso, conforme las enseñanzas de Jesús, contraponiéndose frontalmente a la creación nefasta de los teólogos: el Infierno de penas eternas, dentro del contexto cristiano. En ese campo, revela el Codificador su condición también de educador y de penólogo, al examinar con impecable lucidez temas como Cielo, Purgatorio e Infierno, principalmente en la obra “El Cielo y el Infierno”. Sin embargo, se abrió las puertas del Infierno, demostró que las del Cielo no se abren a costa de oficios religiosos encomendados, de legados post mortem, sino a través del esfuerzo individual, intransferible y consciente de cada Espíritu, conforme sentenció Jesús: “... Si alguien quiere venir en pos de mí, renúnciese a sí mismo, tome sobre sí su cruz y me siga.” 2 La reencarnación, rechazada y ridiculizada a aquella época, le mereció análisis claro, profunda e irrefutable, en tesis que el futuro, que vivimos hoy, ha consagrado como victoriosa, al ver que hasta el presente no existe ningún trabajo serio que la conteste. Por el contrario, con el pasar del tiempo se abultan los trabajos académicos que la comprueban.

Demuestra con claridad la inmortalidad del alma, no sólo como artículo de fe, estribada en dogmas, sino en el campo de la experimentación científica, a través del rescate del ejercicio de la mediumnidad, práctica que sería objeto de estudios llevados a efecto en el área académica, de entrada bajo el nombre de Metapsíquica y, más tarde, de Parapsicología.

Se reveló sociólogo eminentemente cristiano al dialogar con los Espíritus sobre cuestiones sociales, poniendo en evidencia temas que otras religiones sólo décadas más tarde vendrían a discutir.

El trabajo, enseñado en un medio religioso como castigo, es mostrado como oportunidad ennoblecedora de colaboración en la obra de Dios. Por primera vez la relación entre capital y trabajo es tratado en un medio religioso, con serias advertencias a aquellos que, abusando del poder de mando, imponen excesivo trabajo a sus inferiores, pues eran comunes en Europa las jornadas de trabajo que excedían a doce horas.

Kardec incluyó conceptos de moral religiosa en un campo eminentemente social

Por primera vez, en la historia del Cristianismo, alguien crea un ambiente para que los Espíritus Superiores adviertan al hombre, en nombre de Dios, acerca de la responsabilidad en el empleo del poder: “Todo aquel que tiene el poder de mandar es responsable por el exceso de trabajo que imponga a sus inferiores, por cuanto, haciendo así, trasgrede la ley de Dios.” 3 Mientras todas las voces religiosas se callaban, Kardec pregunta a los Espíritus acerca del derecho del trabajador de reposar tras haber dado el vigor de su juventud en trabajo: “¿Pero  qué ha de hacer el viejo que necesita trabajar para vivir y no puede?” 4 La respuesta lapidaría, que debería servir de epígrafe e inspiración para muchos discursos sociológicos y religiosos: “El fuerte debe trabajar para el débil. No teniendo éste familia, la sociedad debe hacer a veces de esta. Es la ley de caridad.” 4 Sólo 31 años tras la edición definitiva de “El Libro de los Espíritus”, la encíclica Rerum Novarum, en l891,  revela algún despertar del medio católico para el tema.

Relativamente a la esclavitud, existente aún en Brasil, en Estados Unidos y en Cuba, los poderes religiosos también se mantenían callados hasta entonces, impedidos de erguir la bandera abolicionista por estar comprometidos con aquellos que se beneficiaban con el trabajo esclavo. Contra ese ignominioso dominio de un ser humano sobre otro, se manifestaron los Espíritus, hablando en nombre de Dios, gracias a la preguntas de Kardec, que, con eso, insertaron conceptos de moral religiosa en un campo eminentemente social.

Nueve años antes de la publicación de la obra “Sujeción de las Mujeres”, de Stuart Mill, que es tenida como una de los motores propulsores del movimiento feminista, Kardec publica el diálogo que mantuvo con los Espíritus Superiores y comentarios suyos, analizando la igualdad de los derechos del hombre y de la mujer, mientras las demás corrientes cristianas mantenían, y aún mantienen en su propio seno, posiciones altamente discriminatorias, en  la que la mujer continúa como subalterna, desagrado de los ejemplos dignificantes de Jesús.

Al preguntar a los Espíritus: “¿Será contrario a la ley de la Naturaleza el casamiento, es decir la unión permanente de dos seres?” 5, el Codificador demuestra conceptuada la boda como acto eminentemente moral, mutuo compromiso asumido en el ámbito de la conciencia de un hombre y de una mujer, por encima de cualquier bendición sacerdotal o de firma de un documento civil.

 “La abolición del casamiento sería, pues, regresar a la infancia de la Humanidad”

Evidenciada por Kardec hace más de un siglo, esa es la visión que se hace hoy, cuando cada vez es más prospera la comprensión de que nadie casa a nadie; las criaturas se casan, y sólo ellas son responsables por el mantenimiento del vínculo libremente establecido. Es digna de nota la posición del Codificador, pues si de un lado esclarece, liberando a la criatura de las cadenas creadas por una bendición sacerdotal – supuestamente dada en nombre de Dios –, por otro, le llama la atención para los compromisos asumidos ante el altar de su propia conciencia. El valor que Kardec atribuye al casamiento está perfectamente explicado en el comentario hecho al tratar del asunto: “La abolición del casamiento sería, pues, regresar a la infancia de la Humanidad y colocaría al hombre por debajo aún de ciertos animales que le dan el ejemplo de uniones constantes.” 6

En una época en que las religiones no discutían el papel de la familia, por juzgarla establecida en función de un sacramento administrado en nombre de Dios – aunque, en algunos casos, incluso contra la voluntad de quien lo recibía –, Kardec, entreviendo actitudes y cuestionamientos futuros, analiza y discute con los Espíritus Superiores el papel de la institución familiar. Obtuvo respuestas esclarecedoras de los Espíritus, situando la familia como núcleo insustituible de la educación humana, núcleo formado no en función de una evolución social, sino decurrente de un designio divino. Por eso, el Espiritismo ya tenía respuesta anticipada a las duras contestaciones que vendrían décadas más tarde, cuando regímenes totalitarios pretendieron instituir un modelo de educación del niño por el Estado y, más tarde aún, a través de las propuestas de “vida libre” llevadas a efecto por los hippies y aquellos que les compartían las ideas.

Al asumir vehemente combate contra la pena de muerte – mientras sectores religiosos se mantenían silenciosos o aún compinchados –, Kardec quita el “no matarás” de dentro de los templos, llevándolo a la discusión penal y social, anticipándose, en décadas, a las campañas que surgirían mucho más tarde.

El inmenso abismo cavado entre la Ciencia y la Religión por los estudios de Copérnico y Galileo se ensanchó aún más con la publicación de la obra “Del Origen de las Especies”, de Charles Darwin. Cupo a Kardec el papel histórico de construir un puente luminoso, conectando Ciencia y Religión.  

El pensamiento de Kardec es una anticipación terrena de los caminos de la Humanidad

Contestando el Creacionismo, pone en evidencia la evolución del Espíritu, que camina pari passu con la evolución física demostrada por Darwin, al tiempo en que rescata delante de la conciencia humana uno de los atributos básicos de un Ser Perfecto: la Justicia. Todo promana de una misma fuente, todos partimos de un mismo punto, dotados de la misma potencialidad evolutiva, conforme enseñaron los Espíritus: “Es así que todo sirve, todo se encadena en la Naturaleza, desde el átomo primitivo al arcángel, que también comenzó por ser átomo.” 7 Por conocer esa luz divina inmanente en toda la creación, es que Jesús lanzó el desafío evolutivo: “Así resplandezca vuestra luz delante de los hombres (...)”.8

No se pretendió aquí hacer un análisis exhaustivo de la obra de Kardec, ni de su capacidad como filósofo, educador, sociólogo o teólogo. Se buscó enfocar sólo el avance de su pensamiento, en relación a sus contemporáneos. Kardec transciende su época, mirando más allá de los intereses, de la cultura, del medio social y religioso en que convive.

Si el Prof. Hippolyte León Denizard Rivail hubiera publicado sus obras sin revelar los diálogos con los Espíritus y su aspecto religioso, por descontado Francia lo habría incluido entre sus filósofos, conforme ya lo hubo hecho entre sus grandes educadores.

En el transcurrir de este milenio, cuando el rencor religioso y el academicismo fatuo se hagan menos presentes, y cuando no más estén tan distanciados de las verdades del Evangelio puro, Kardec ciertamente será estudiado en las universidades, será “descubierto” como un genio del siglo XIX, maravillando Espíritus que ya habrán reencarnado para el establecimiento de directrices educativas de los tiempos nuevos. En esa ocasión, tendrán dificultad en situarlo en una área del saber humano, en base del dominio revelado por él en el campo de la sociología, del derecho, de la educación, de la filosofía y, principalmente, de la teología.

La marca incuestionable de su condición de gran misionero es el hecho de que su pensamiento no está preso al lugar y a la época. Su pensamiento vigoroso se proyecta en el futuro, en una anticipación terrena de los caminos de la Humanidad. Espiritualmente hablando, no es anticipación, es simplemente el recuerdo de los temas humanos que merecieron su estudio, su análisis minucioso, en el Espacio, antes de reencarnar. Guardadas las debidas proporciones, es el mismo fenómeno que se dio con Jesús que, transcendiendo los conocimientos, los intereses, las aspiraciones – la propia cultura de la época –, hizo abordajes de asuntos poco comunes y dejó enseñanzas y directrices evolutivas para los siglos venideros. 

 

Referências: 

O Livro dos Espíritos:

1 - item 1

3 - item 684

4 - item 685 a

5 - item 695

6 - 696 (comentário)

7 - item 540. 

Novo Testamento:

2 - Mt, 16: 24

8 - Mt, 5: 16

 


 


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