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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 5 235 – 13 de Noviembre de 2011 

 
                                                            
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 

Imaginación infantil

 

Daniela, de cinco años, jugueteaba con sus muñecas cuando percibió a un hombre sentado en el sillón de la sala. Él era alto, simpático y sonriente. Como su madre en aquel momento entró en la sala y no dio atención para él, Daniela preguntó en voz baja:

— ¿Mamá, no viste que tenemos visita?

— ¿Visita? ¿Quién, hija mía? — respondió la madre, sorprendida, mirando para la niña.

Y la chica apuntó para el sillón, donde estaba el señor. La madre se volvió para aquel lado.

— ¡Hija, no hay nadie allí!...

La niña miró de nuevo y no vio más al hombre.

— Pero él estaba allí, mamá. ¡Tengo seguridad! ¡Sonrió para mí y estuvo viéndome jugar!

La madre cogió a la hija en brazos, le dio un beso y dijo:
 

— Fijita, es natural tu engaño. Los niños siempre tienen mucha imaginación. Ven a ayudar a mamá a preparar el almuerzo.

Daniela acompañó a la madre, pero quedó pensativa. Ella realmente había visto aquel hombre. ¡No era imaginación! Luego, sin embargo, olvidó el asunto.  

Sin embargo, la situación continuó repitiéndose. La niña veía niños, señoras, viejitos. A veces, eran personas que la dejaban con miedo, pero generalmente eran alegres, agradables y hasta jugaban con ella.  

Cuando contaba lo que estaba viendo, todos reían, diciendo que estaba imaginando cosas. Entonces, por eso, Daniela paró de hablar. No quería que se rieran de ella.

Un día, ella estaba en la cocina viendo a la madre hacer pan, cuando vio a un señor en la puerta. Él la saludó, gentil; tenía los cabellos blancos y los ojos azules. Era tan real, que ella tiró de la falda de la madre y dijo en voz baja:

— ¡Mamá, tienes visita!

La señora acompañó la mirada de la hija y respondió:

— ¿De nuevo, Daniela? ¡No hay nadie allí!

— ¡Hay, sí, mamá! Es un señor de cabellos blancos y ojos azules, ¿no estás viendo? Él dijo que el nombre de él es Guilherme.

— ¡¿Guilherme?!...

— ¡Sí, mamá! Dije que es tu abuelo Gui.   

La madre quedó pálida de repente y cayó sentada en la silla, llorando copiosamente.

— ¡No es posible, hija! Tú no conociste a tu bisabuelo y nunca tocamos el nombre de él.
 

— ¡Mi abuelo Gui está fallecido hace más de quince años!...

La madre, sin embargo, estaba aterrada. ¡Imposible! ¿Entonces su hija estaba viendo personas ya fallecidas? Estaba con miedo y no sabía qué hacer, que actitud tomar.

Temblando, dejó la masa que estaba haciendo, y se quedó allí, sentada. De repente, la campañilla sonó y Daniela corrió a atender. Abrió la puerta y dibujó una linda sonrisa:

— Tía Amélia! — gritó ella, y se tiró a los brazos de la tía, hermana de su madre y que hace mucho tiempo no veía.

La recién llegada la abrazó con amor y preguntó por la madre de ella.

— Ven, tía Amelia. Mamá está aquí en la cocina.

Al ver a la hermana que llegaba, la dueña de la casa cayó en sus brazos, llorando. Intentando

calmarla, Amélia le preguntó por qué estaba llorando y Vilma le contó lo que había ocurrido. Entonces, Amélia sonrió y calmó a la hermana:

— ¡Ah! ¿Es eso? ¡Pero no necesitas estar tan asustada, Vilma! Lo que ocurrió con Daniela es normal. No te quedes preocupada, hermana mía.  

Y Amélia explicó a ella que nadie muere; que todos los Espíritus que dejan el cuerpo, continúan viviendo en otra realidad y pueden comunicarse con los llamados ”vivos”, que están aún encarnados. Explicó que lo que ocurrió con Daniela es absolutamente natural y se llama mediumnidad, que es la facultad de ver y oír a los Espíritus desencarnados. Que, en vez de lágrimas de preocupación, el hecho merecía ser conmemorado con mucha alegría. Finalmente, el abuelo de ellas había venido a tranquilizarlas en cuanto a su suerte, ¡afirmando que estaba bien!

Vilma, más tranquila, había parado de llorar y oía a la hermana, admirada. Después, miró para la hija, disculpándose:

— Perdóname, hija, no haber creído en ti. ¡Pero yo no sabía que eso podía ocurrir!  

— Yo lo sé, mamá. ¡Pero yo también pensé estar viendo gente como la gente, es decir, de carne!

Ellas rieron delante de las palabras de la niña, que recordó:

— Mamá, tu abuelo Gui también dijo que íbamos a recibir visitas hoy, ¿recuerdas?

— ¡Es verdad! ¡Y poco después, Amélia, tú llegaste! — exclamó perpleja, al ver la confirmación de lo que la hija había dicho.

— ¡Interesante! Mi marido necesitó venir a esta región, y yo aproveché para visitaros a vosotras. Él me dejó aquí y viene a buscarme a la tarde. Así, tenemos mucho tiempo para poner los asuntos al día. ¡Y, por lo que veo, yo llegué en la hora adecuada!    

Y Amélia contó a la hermana que se había hecho espírita, lo que la ayudó bastante a comprender quién somos, de dónde vinimos, qué estamos haciendo aquí y para donde vamos. Y completó  afirmando: Ahora soy  otra persona.  

Admirada con las palabras y la convicción de la hermana, Vilma le pidió algunas explicaciones, lo que Amélia dio de buena voluntad. A La hora de la cena, cuando el padre de Daniela llegó, tuvo la grata sorpresa de ver a la cuñada y al marido. En clima de alegría transcurrió la reunión, bastante agradable. Al final de la noche, al despedirse, Amélia invitó a los presentes para hacer una plegaria, pidiendo el amparo de Jesús para toda la familia. Después de la oración, Daniela informó:

— Mi bisabuelo está contento. Manda un abrazo a todos y dijo que ahora ya puede irse, porque todo fue esclarecido. Él dio un adiós con la mano, y desapareció — dijo la niña mirando para él.

Al día siguiente, interesados, Vilma y el marido buscaron un centro espírita, agradecidos por tener ahora los ojos abiertos para la realidad del mundo espiritual. 

                                                                  MEIMEI 


(Recebida por Célia X. de Camargo em Rolândia-PR, em 12/09/2011.)   



                                                         
                          



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Revista Semanal de Divulgación Espirita