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Editorial Português   Inglês    
Año 5 235 – 13 de Noviembre de 2011 


 

Traducción
Elza F. Navarro - mr.navarro@uol.com.br
 


Las tentaciones y la experiencia de Paulo de Tarso


El tema tentación, bastante conocido en el medio espirita, ya fue tratado anteriormente en este mismo espacio. Como ya dijimos, según las enseñanzas espiritas, nadie en la Tierra es perfecto; luego, estamos todos sujetos a las tentaciones, que nos acompañan por la vida toda hasta que tengamos integral dominio sobre ellas, motivo por lo cual no podemos olvidarnos, en ningún momento de nuestra existencia, esta conocida lección enseñada por Jesús:” Vigiad y orad para que no caigáis en tentación”.

Si no tuviéramos tal idea presente en nuestra mente, de manera continua, no tengamos duda: podremos caer nuevamente en las mismas redes en las cuales ya sucumbimos en el pasado.

Toda vez que se habla en tentación nos viene a mente la palabra obsesión. Es común el pensamiento de que la tentación nos acomete por influencia de alguien, quién sabe un espíritu que nos desea el mal o que, estando infeliz, nos quiere ver también infeliz.

Esa idea es, sin embargo, falsa. Como ya alertara Tiago en su extraordinaria carta apostólica (1:14), “cada uno es tentado, cuando atraído y engatusado por su propia concupiscencia”.  (del latín concupiscentia) significa deseo intenso de bienes o gozos materiales, apetito sexual.

No es necesario,  por lo tanto, a un hombre, que trae para la existencia actual tendencias e inclinaciones sembradas en sucesivas experiencias, ayuda de nadie. Sus propias perturbaciones le bastan, lo que ciertamente fue el motivo que llevó Kardec a decir que el hombre no raro es el obsesor de si mismo.

Las tentaciones, como sabemos, no se limitan a la cuestión de los apetitos sexuales. Hay quien no consigue reprimir el deseo intenso de jugar, de la misma manera que existen personas que no consiguen vivir lejos del alcohol o del cigarrillo.

Las experiencias relatadas por Paulo de Tarso en sus cartas pueden servir de estimulo para aquellos que desean sobreponerse a las tentaciones que los asedian.

En cierto momento de su vida, de acuerdo con lo que escribió en la carta a los Romanos (7:15-20), Paulo dice: “No entiendo, absolutamente, lo que hago, pues no hago lo que quiero; hago lo que aborrezco”. Y más adelante: “No hago lo bien que querría, pero el mal que no quiero. Así, si hago lo que no quiero, ya no soy yo que lo hago, pero sí el pecado que en mi habita”.

Los años se pasaron y, gracias a sus esfuerzos en la práctica del bien y de la madurez que la experiencia le trajo, Paulo se transformó de manera notable, como él propio dice en su carta a los Gálatas (2:20): “ Ya estoy crucificado con Cristo; y vivo, no más yo, pero Cristo vive en mí; y la vida que ahora vivo en carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, lo cual me amó, y se entregó a sí mismo por mi”.

Acordémonos de la experiencia de Paulo y, delante de los pensamientos equivocados que ciertamente nos asediarán a lo largo de la jornada, fijemos en nuestra mente – además de “Vigiad y orad” recomendado por Jesús – esta otra importante lección firmada igualmente por el Apóstol de los Gentíos: “Todas las cosas me  son lícitas, pero ni todas las cosas me convienen. Todas las cosas me  son lícitas, pero yo no dejaré dominarme por ninguna”. (1ª Epístola a los Corintios, 6:12.)



 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita