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Estudio Metódico del Pentateuco Kardeciano Português   Inglês

Año 5 234 – 6 de Noviembre de 2011 

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 

El Libro de los Espíritus

Allan Kardec

(Parte 26)

Continuamos con el Estudio Metódico del Pentateuco Kardeciano, que focalizará las cinco principales obras de la Doctrina Espírita, en el orden en que fueron inicialmente publicadas por Allan Kardec, el Codificador del Espiritismo.

Las respuestas a las preguntas presentadas, fundamentadas en la 76ª edición publicada por la FEB, basadas en la traducción de Guillon Ribeiro, se encuentran al final del texto.

Preguntas para debatir

A. ¿En qué consiste la adoración y cuál es la forma de adoración que Dios prefiere?

B. ¿Qué es la oración y cuál es su finalidad? La oración ¿hace mejor al hombre?

C. Considerando que podemos orar por los demás, inclusive por los que ya se encuentran desencarnados, ¿puede la oración cambiar la naturaleza de nuestras pruebas?

D. ¿Dónde se originan los sacrificios humanos practicados por los hombres con el objetivo de agradar a Dios?

E. ¿Son agradables a Dios los sacrificios de animales y personas?

Texto para la lectura

365. La adoración es el resultado de un sentimiento innato, como el sentimiento de la existencia de Dios. La conciencia de su debilidad lleva al hombre a inclinarse ante Aquél que lo puede proteger. (L.E., 650 y 652)

366. Nunca hubo pueblos formados por ateos. Todos comprenden que hay un Ser Supremo por encima de todo. (L.E., 651)

367. La adoración verdadera es la del corazón. En todas vuestras acciones, recordad siempre que el Señor tiene su mirada sobre vosotros. No obstante, la adoración externa será también útil si no constituye un simple simulacro. Los que la hacen por afectación y amor propio, desmintiendo con su proceder la piedad aparente, dan mal ejemplo y no imaginan el mal que causan.  (L.E., 653 y 653-a)

368. Todo aquél que profese una religión y la practique por interés y ambición, se vuelve despreciable a los ojos de Dios y de los hombres. A Dios no pueden agradarle los que fingen humillarse ante Él solamente para granjearse el aplauso de los hombres. (L.E., 655)

369. Reunidos por la comunión de pensamientos y sentimientos, los hombres tienen más fuerza para atraer a los Espíritus buenos. Lo mismo sucede cuando se reúnen para adorar a Dios. Sin embargo, no pensemos que la adoración particular sea menos valiosa.  (L.E., 656)

370. Quien pasa todo el tiempo en la meditación y la contemplación no hace nada meritorio a los ojos de Dios, porque vive una vida personal e inútil, y Dios le pedirá cuentas del bien que no haya hecho.  (L.E., 657)

371. La oración es siempre agradable a Dios cuando es dictada por el corazón, pues para Él la intención lo es todo. Él prefiere la oración íntima a la oración leída, por más bella que ésta sea, si fuera leída más con los labios que con el corazón. La oración le agrada sobre todo cuando es hecha con fe, con fervor y sinceridad. La oración del hombre vano, orgulloso y egoísta sólo le conmueve cuando significa un acto de sincero arrepentimiento y de verdadera humildad. (L.E., 658)

372. La oración no redime las faltas. Aquél que pide perdón a Dios por sus faltas sólo lo consigue cambiando de conducta. Las buenas acciones son la mejor oración, porque los actos valen más que las palabras. (L.E., 661)

373. Podemos orar de manera provechosa por los demás. El Espíritu de quien ora actúa por su voluntad de practicar el bien y atrae hacia él, mediante la oración, a los Espíritus buenos que se asocian al bien que desea hacer. (L.E., 662)

374. Es útil orar por los muertos y por los Espíritus que sufren. La oración no puede tener por efecto cambiar los designios de Dios, pero el alma por la cual se ora experimenta alivio, un consuelo, por haber encontrado almas caritativas que se compadecen de sus dolores. Así, puede abreviar su pena si, por su parte, él secunda la oración con buena voluntad. El deseo de mejorar despertado por la oración, atrae junto al Espíritu que sufre a mejores Espíritus que lo esclarecerán, consolarán y le darán esperanzas. (L.E., 664 y 665)

375. Se puede orar a los Espíritus buenos por ser los mensajeros de Dios y los ejecutores de su voluntad. Pero su poder está en razón a la superioridad que hayan alcanzado y emana siempre del Señor de todas las cosas, sin cuyo permiso nada se hace. (L.E., 666)

376. La concepción de la existencia de un Dios único resultó del desarrollo de las ideas humanas. En el principio, todo lo que parecía exceder los límites de la inteligencia común era, para el hombre, una divinidad. Todo lo que no comprendía debía ser obra de una potencia sobrenatural. De allí a creer en tantos poderes distintos como efectos sucediesen, fue un paso. En todos los tiempos, sin embargo, existieron hombres instruidos que comprendieron que era imposible la existencia de esos poderes múltiples para gobernar el mundo sin una dirección superior: he ahí el germen de la concepción de un Dios único. (L.E., 667)

377. La palabra dios tenía entre los antiguos una acepción muy amplia. Era una calificación genérica que se daba a todo ser existente fuera de las condiciones de la Humanidad. Ahora bien, habiéndoles revelado las manifestaciones espíritas la existencia de seres incorpóreos, dieron a esos seres el nombre de dioses, así como nosotros le damos actualmente el nombre de Espíritus. (L.E., 668)

378. Los pueblos fanáticos que promueven las llamadas guerras santas son empujados por los Espíritus malos y sus actos contrarían la voluntad de Dios, que manda que cada uno ame a su hermano como a sí mismo. Debemos esforzarnos por difundir la doctrina del Salvador mediante la persuasión y la dulzura, nunca a sangre y fuego.  (L.E., 671)

379. La oración pronunciada desde el fondo del alma es cien veces más agradable a Dios que todas las ofrendas que le podáis hacer. (L.E., 672)

380. Dios bendice siempre a los que hacen el bien. El mejor medio de honrarlo consiste en aliviar los sufrimientos de los pobres y los afligidos. El hombre que se limita a las apariencias externas y no al corazón es un Espíritu con miras estrechas. (L.E., 673)

Respuestas a las preguntas propuestas

A. ¿En qué consiste la adoración y cuál es la forma de adoración que Dios prefiere?

En el sentido espiritual, adoración significa elevación del pensamiento a Dios. La adoración verdadera es la del corazón, por eso Dios prefiere a los que lo adoran desde el fondo del corazón, con sinceridad, haciendo el bien y evitando el mal, y no a los que creen honrarlo con ceremonias que no los vuelven mejores para con sus semejantes. Sólo en los labios y no en el alma está la  religión en aquél que profesa adorar a Dios, pero es orgulloso, envidioso y celoso, duro e implacable para con los demás, o ambicioso de los bienes de este mundo. (El Libro de los Espíritus, preguntas 649, 650, 653, 654 y 657.)

B. ¿Qué es la oración y cuál es su finalidad? La oración ¿hace mejor al hombre?

La oración es un acto de adoración. Orar a Dios es pensar en Él; es acercarse a Él; es ponerse en comunicación con Él. Tres cosas podemos proponernos en la oración: alabar, pedir, agradecer. La oración hace mejor al hombre porque aquél que ora con fervor y confianza se hace más fuerte contra las tentaciones del mal y Dios le envía Espíritus buenos para que le asistan. (Obra citada, preguntas 658 a 660 y 663.)

C. Considerando que podemos orar por los demás, inclusive por los que ya se encuentran desencarnados, ¿puede la oración cambiar la naturaleza de nuestras pruebas?

Las pruebas a las que nos sometemos están en las manos de Dios y hay algunas que deben ser soportadas hasta el final; pero Dios siempre toma en cuenta la resignación. La oración atrae hacia nosotros a los Espíritus buenos y, dándonos éstos fuerzas para soportarlas con valentía, nos parecen menos duras.  Con relación a las personas por quienes oramos, la oración no puede tener por efecto cambiar los designios de Dios, pero el alma por quien se ora experimenta alivio, porque recibe así un testimonio del interés que inspira a aquél que por ella pide, y también porque el desdichado siente siempre alivio cuando encuentra almas caritativas que se compadecen de sus dolores. Por otro lado, mediante la oración, aquél que ora induce al infeliz al arrepentimiento y al deseo de hacer lo  necesario para ser dichoso. En este sentido, se le puede abreviar la pena, si por su parte él secunda la oración con buena voluntad. El deseo de mejorar, despertado por la oración, atrae junto al Espíritu que sufre a mejores Espíritus que lo irán a esclarecer, consolar y le darán esperanzas. Jesús oraba por las ovejas descarriadas, mostrándonos de esa manera que seremos culpables si no hacemos lo mismo por aquellos que más necesiten de nuestras oraciones. (Obra citada, preguntas 662, 663 y 664.)

D. ¿Dónde se originan los sacrificios humanos practicados por los hombres con el objetivo de agradar a Dios?

Fueron dos los motivos que llevaron a los hombres a esa práctica. El primero es que los pueblos más antiguos no comprendían a Dios como fuente de bondad, porque el sentido moral en ellos mismos no se había desarrollado. El segundo motivo es que creían que una criatura animada tendría más valor, a los ojos de Dios, que un cuerpo material o inanimado. Fue por eso que, al principio, comenzaron a inmolar a animales y más tarde a hombres. Conforme a la falsa creencia que poseían, pensaban que el valor del sacrificio era proporcional a la importancia de la víctima. No fue, por lo tanto, el sentimiento de crueldad el que motivó tales prácticas, pero sí la falsa idea de que agradarían a Dios actuando de aquella manera. (Obra citada, preguntas 669 y 670.)

E. ¿Son agradables a Dios los sacrificios de animales y personas?

No, nunca lo fueron. Pero Dios juzga la intención. Siendo los hombres ignorantes, era natural que supusiesen que practicaban un acto loable al inmolar a sus semejantes. En esos casos, Dios se fijaba únicamente en la idea que presidía el acto y no en éste mismo. A medida que fueron progresando, los hombres reconocieron su error y, por fin, abolieron esas prácticas de sus costumbres. (Obra citada, preguntas 669 a 673.)

 

 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita