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Editorial Português   Inglês    
Año 5 234 – 6 de Noviembre de 2011 


 

Traducción
Elza F. Navarro - mr.navarro@uol.com.br
 



La influencia de la religión en la economía de un país


¿El grado de religiosidad de un pueblo puede afectar la economía de una nación?

Según investigación hecha por el Instituto Gallup en 114 países, la respuesta es sí.  Existiría fuerte correlación entre la renta “per cápita” de una nación y su mayor o menor apego a la religión. La lectura de la investigación está resumida  en la siguiente frase: Cuanto más religioso, más pobre propende a ser un país.

La excepción se queda por cuenta de los Estados Unidos, la mayor economía del mundo, donde 65% de los norteamericanos atribuyen importancia a la religión en su vida diaria, un índice bien superior a la media de los países más ricos, que es de 47%.

No se pueden contestar los números presentados por el Gallup, pero es importante que se diga que hay quien haga de los resultados de esa investigación una lectura diferente.

En el campo de la Sociología, por ejemplo, tradicionalmente se dicen que es la pobreza que facilita la expansión de la religión. No sería la religión que determinaría la penuria de un país, pero, sí, la penuria de un país que favorecería la expansión de los núcleos religiosos. 

Esa afirmativa nos es dada por Ricardo Mariano, de la PUC-RS. He aquí lo que él declaró en entrevista a la Folha de S. Paulo (edición de 27/9/2010): “ En general, las religiones ayudan a sus adeptos a lidiar con la pobreza, explican y justifican su posición social, ofrecen esperanza, satisfacción emocional y soluciones mágicas para enfrentar problemas inmediatos del cotidiano”. “Las religiones de salvación prometen aún compensaciones para los sufrimientos e insuficiencias de esta vida en el otro mundo.”

Otro aspecto que se debe resaltar  en la investigación del Gallup es la innegable disminución del fervor religioso  en los países  más ricos,  con la notable excepción de la nación americana.

En algunos de esos países, como los que hacían parte del bloque liderado por la antigua Unión Soviética, la restricción a la libertad religiosa y el ateísmo estatal contribuyeron para la baja importancia que la población atribuye a la religión, como se da en Estonia y en Rusia.

En Europa Occidental, según Ricardo Mariano, los motivos serían otros. La modernización, el laicismo de las Provincias y el relativismo cultural es que tendrían corroído la religiosidad  del pueblo.

Religiosos diversos oídos por la Folha de S.Paulo (edición mencionada) entienden que la riqueza  puede, de hecho, reducir la inclinación de las personas a la religiosidad.

Para el cura jesuita Eduardo Henriques, “la apertura a Dios es inversamente proporcional a la seguridad ofrecida por la estabilidad económico-financiera, con excepciones, es obvio. Espiritualmente hablando, los pobres se tornan señales más elocuentes de que nadie, pobre o rico, basta a si mismo. Por eso Jesús llamó los pobres de bienaventurados”.

El teólogo evangélico Marcos Noleto no sólo apoya tal pensamiento, pero llega a ser hasta más radical: “Hay una incompatibilidad de la fe práctica con la riqueza. Así como dos cuerpos no pueden ocupar un mismo lugar en el espacio, en la mente del hombre no hay lugar para dos afectos totales. Vea que Dios escogió un carpintero y no un banquero para ser el padre de Jesús”.

La discusión, como se puede ver, envuelve dos conocidas pruebas a que los Espíritus no pueden huir, si quieran realmente progresar.

Según el Espiritismo, Dios concede a unos la prueba de la riqueza, y a otros a de la pobreza, para experimentarlos de modos distintos.

Tanto una cuánto otra son pruebas muy difíciles, porque, si en la pobreza el Espíritu puede ser tentado a la indignación y a la blasfemia contra el Creador, en la riqueza se expone él al abuso de los bienes que Dios le presta, modificando, con ese comportamiento, los objetivos por los cuales la riqueza le fue concedida. 

La pobreza es, para los que sufren, la prueba de la paciencia y de la resignación. La riqueza es, para los que la disfruten, la prueba de la caridad y de la abnegación.

Es necesario que entendamos: la existencia corpórea es pasajera y la muerte del cuerpo priva el hombre de todos los recursos materiales de que eventualmente disponga en el plan terráqueo. Pobres y ricos vuelven, pues, a la vida espiritual en idénticas condiciones, lo que muestra que la posición social del rico o del pobre no pasa de expresión transitoria y no tiene la importancia que la investigación del Gallup, a lo que parece, sugiere.



 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita