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Año 5 233 – 30 de Octubre de 2011 
PAULO NETO        
paulosnetos@gmail.com      
Belo Horizonte, MG (Brasil)
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 

¿El alma duerme en el mineral?

 Parte 1

Es común que oigamos la frase: "El alma duerme en la piedra, sueña en el vegetal, se agita en el animal y despierta en el hombre", cuya autoría es atribuida a León Denis. Sólo que, curiosamente, hasta hoy nadie nos demostró que, de hecho, él haya dicho exactamente eso. Pero, en la búsqueda en que nos empeñamos para encontrarla, acabamos por depararnos con la frase verdadera, veámosla: En la planta, la inteligencia dormita; en el animal, sueña; sólo en el hombre despierta, se conoce, se posee y se hace consciente; a partir de ahí, el progreso, de alguna suerte fatal en las formas inferiores de la Naturaleza, sólo se puede realizar por el acuerdo de la voluntad humana con las leyes Eternas. (DENIS, 1989, p. 123.) (Negrita nuestra.)

Inicialmente recurriremos a lo que él, Kardec, dijo en la Introducción de la primera edición de El Libro de los Espíritus:

Cualquiera que sea, es un hecho que no se puede contestar, pues es un resultado de observación, es que los seres orgánicos tienen en sí una fuerza interior que produce el fenómeno de la vida, mientras esa fuerza existe; que la vida material es común a todos los seres orgánicos y que ella es independiente de la inteligencia y del pensamiento: que la inteligencia y el pensamiento son facultades propias de ciertas especies orgánicas; finalmente, que entre las especies orgánicas dotadas de inteligencia y de pensamiento, hay una dotada de un sentido moral especial que le da incontestable superioridad sobre las otras, es la especie humana.

Nosotros llamamos, finalmente, inteligencia animal al principio intelectual común a los diversos grados en los hombres y en los animales, independiente del principio vital, y cuya fuente nos es desconocida. (KARDEC, 2004, p. 3.) (Grifo nuestro.)

Los seres orgánicos nacen, crecen, se reproducen por sí mismos y mueren

Eso fue necesario sólo para verificar que, ya desde la primera edición de ese libro, Kardec, sin medias palabras, afirma que “la inteligencia y el pensamiento son facultades propias de ciertas especies orgánicas”, definiéndolas de esta forma:

Los seres orgánicos son los que tienen en sí una fuente de actividad interior que les da la vida. Nacen, crecen, se reproducen por sí mismos y mueren. Son provistos de órganos especiales para la ejecución de los diferentes actos de la vida, órganos esos apropiados a las necesidades que la conservación propia les impone. En esa clase están comprendidos los hombres, los animales y las plantas. (KARDEC, 2007a, p. 91.) (Negrita nuestra.)

Y, para que podamos separarlos de los inorgánicos, traemos también la definición de esos: Seres inorgánicos son todos los que carecen de vitalidad, de movimientos propios y que se forman sólo por la agregación de la materia. Tales son los minerales, el agua, el aire, etc. (KARDEC, 2007a, p. 91.) (Negrita nuestra.)

Entonces, según Kardec, podemos clasificar los seres orgánicos en hombres, animales y plantas. Cuando, en el libro La Génesis, él estudia el Instinto y la Inteligencia (Capítulo III), hace diversas consideraciones, en las cuales vamos a encontrar alguna cosa para dirimir posibles dudas.

Dice ahí:

El instinto es la fuerza oculta que impulsan a los seres orgánicos a actos espontáneos e involuntarios, con miras a la conservación de ellos. En los actos instintivos no hay reflexión, ni combinación, ni premeditación. Es así que la planta busca el aire, se vuelve para la luz, dirige sus raíces para el agua y para la tierra nutriente; que la flor se abre y cierra alternativamente, conforme se le hace necesario; que las plantas trepadoras se enroscan en torno a aquello que les sirve de apoyo, o se le agarran con los apéndices.

Es por el instinto que los animales son avisados de lo que les conviene o perjudica; que buscan, conforme la estación, los climas propicios; que construyen, sin enseñanza previa, con más o menos arte, según las especies, lechos blandos y abrigos para sus progenies, trampas para atrapar la presa de que se nutren; que manejan diestramente las armas ofensivas y defensivas de que son provistos; que los sexos se aproximan; que la madre protege a los hijos y que estos buscan el seno materno.

En el hombre, sólo en el comienzo de la vida el instinto domina con exclusividad; es por instinto que el niño hace los primeros movimientos, que toma el alimento, que grita para expresar sus necesidades, que imita el sonido de la voz, que intenta hablar y andar. En el propio adulto, ciertos actos son instintivos, tales como los movimientos espontáneos para evitar un riesgo, para huir a un peligro, para mantener el equilibrio del cuerpo; tales como el parpadear de los párpados para moderar el brillo de la luz, el abrir maquinal de la boca para respirar, etc. (KARDEC, 2007b, p. 89.) (Negrita nuestra.)

El instinto varía en sus manifestaciones, conforme a las especies y a sus necesidades

En esa decir de Kardec queda claro que él admite el instinto en las plantas, en los animales y en los hombres. Pero, “¿qué tiene que ver instinto con inteligencia?”, podría alguien preguntarnos. Pues bien, esa duda fue respondida por los Espíritus, que afirmaron que el instinto es una especie de inteligencia, una inteligencia no racional (respuesta a la pregunta 73).

Un poco más al frente, al comentar la respuesta a la pregunta 75, el codificador explica:

El instinto es una inteligencia rudimentaria, que difiere de la inteligencia propiamente dicha, en las que sus manifestaciones son casi siempre espontáneas, mientras que las de la inteligencia resultan de una combinación y de un acto deliberado.

El instinto varía en sus manifestaciones, conforme a la especies y a sus necesidades. En los seres que tienen la conciencia y la percepción de las cosas exteriores, él se alía a la inteligencia, es decir, a la voluntad y a la libertad. (KARDEC, 2007a, p. 97.) (Negrita nuestra.)

Por lo tanto, por orden, las plantas, los animales y los hombres poseen el principio inteligente, variando sólo en cuanto al grado de su manifestación. Sin embargo, hasta ahora, no hay nada atribuyendo también a los minerales ese principio, o que el haya,  alguna vez, estacionado en seres inorgánicos. Cosa difícil de entender, ya que esos seres no poseen vitalidad; por lo tanto, no están sujetos al “nacer, crecer y morir”, ciclo indispensable, según creemos, para que ocurra el progreso intelectual de ese principio.

La destrucción no pasa de una transformación, que tiene por fin la renovación de los seres vivos

El esclarecimiento acerca del instinto de conservación va a ayudarnos a esclarecer más aún esa cuestión. Leemos en El Libro de los Espíritus:

702. ¿Es ley de la Naturaleza el instinto de conservación?

“A buen seguro. Todos los seres vivos lo poseen, cualquiera que sea el grado de su inteligencia. En unos, es puramente maquinal, razonado en otros.”

703. ¿Con qué fin otorgó Dios a todos los seres vivos o instinto de conservación?

“Porque todos tienen que concursar para el cumplimiento de los designios de la Providencia. Por eso fue que Dios les dio la necesidad de vivir. Resalta que la vida es necesaria al perfeccionamiento de los seres. Ellos lo sienten instintivamente, sin percibirse de eso  .”

728. ¿Es ley de la Naturaleza la destrucción?

Preciso es que todo se destruya para renacer y regenerarse. Porque, lo que llamáis destrucción no pasa de una transformación, que tiene por fin la renovación y mejoría de los seres vivos.” (KARDEC, 2007a, p. 378 y 389.) (Negrita Nuestra.)

De lo que concluimos que todos los seres vivos poseen la inteligencia en algún grado, que la vida es necesaria a su progreso y que la destrucción es necesaria para que eso ocurra; entonces, en lo que concerniente a los minerales, creemos que nada de eso se aplica.

Volviendo al libro La Génesis, iremos a encontrar unas palabras de Kardec que, a nuestro ver, pone un punto final sobre cómo él veía el asunto.

Vejamos cuando él habla de la “Unión del principio espiritual e de la materia”, en el capítulo XI, ítem 10:

Teniendo la materia que ser el objeto de trabajo del Espíritu para el desarrollo de sus facultades, era necesario que él pudiera actuar sobre ella, por lo que vino a habitarla, como el leñador habita el bosque. Teniendo la materia que ser, a la vez, objetivo e instrumento del trabajo, Dios, en vez de unir el Espíritu a la piedra rígida, creó, para su uso, cuerpos organizados, flexibles, capaces de recibir todos los impulsos de su voluntad y de prestarse a todos sus movimientos.

El cuerpo es, pues, simultáneamente, el envoltorio y el instrumento del Espíritu y, a medida que este adquiere nuevas aptitudes, reviste otro envoltorio apropiado al nuevo género de trabajo que debe ejecutar, tal cual se hace con el obrero, a quién es dado un instrumento menos grosero, a medida que él se va mostrando apto a ejecutar una obra más bien cuidada. (KARDEC, 2007b, p. 241-242.) (Negrita nuestra.)

La materia inerte, que constituye el reino mineral, sólo tiene en sí una fuerza mecánica

Por lo que podemos deducir de esa decir, no hay como admitir que el principio inteligente haya  estacionado en los minerales, a no ser contrariando lo que aquí fue dicho por Kardec.

En la explicación de la respuesta a la pregunta 71, del libro de los Espíritus, el codificador hace la siguiente consideración:

La inteligencia es una facultad especial, peculiar a algunas clases de seres orgánicos y que les da, con el pensamiento, la voluntad de actuar, la conciencia de que existen y de que constituyen una individualidad cada uno, así como los medios de establecer relaciones con el mundo exterior y de proveer a sus necesidades.

Pueden distinguirse así: 1º. - los seres inanimados, constituidos de materia, sin vitalidad ni inteligencia, que son los cuerpos brutos; 2º. - los seres animados que no piensan, formados de materia y dotados de vitalidad, sin embargo, destituidos de inteligencia; 3º. - los seres animados pensantes, formados de materia, dotados de vitalidad y teniendo además un principio inteligente que les da la facultad de pensar. (KARDEC, 2007a, p. 96.) (Negrita nuestra.)

Se clasifican, por lo tanto, los reinos de la naturaleza en tres: el mineral, el vegetal y el animal, en el orden citado por Kardec. Así, queda claro, por lo que él dice, que el reino mineral no tiene vitalidad ni inteligencia, lo que aún se confirma en este tramo: “La materia inerte, que constituye el reino mineral, sólo tiene en sí una fuerza mecánica”. (KARDEC, 2007a, p. 327.) (Negrita nuestra.)

Buscando también la cuestión 136a, veremos que la hipótesis de la presencia del principio inteligente en el mineral es del todo improbable, por cuanto: “La vida orgánica puede animar un cuerpo sin alma, pero el alma no puede habitar un cuerpo privado de vida orgánica”. (KARDEC, 2007a, p. 125.) (Negrita nuestra.)

La escala orgánica sigue en todos los seres, del pólipo al hombre, la progresión de la inteligencia

En la Revista Espírita 1868, Kardec teje algunos comentarios sobre la creencia de que la Tierra tendría un alma, que es de interés a nuestro estudio.

Veamos:

[…] ¿La Tierra es un ser vivo? Sabemos que ciertos filósofos, más sistemáticos que prácticos, consideran la Tierra y todos los planetas como seres animados, fundándose sobre el principio de que todo vive en la Naturaleza, desde el mineral hasta el hombre. De inicio, creemos que hay una diferencia capital entre el movimiento molecular de atracción y de repulsión, de agregación y de desagregación del mineral y el principio vital de la planta; hay efectos diferentes que acusan causas diferentes, o por lo menos una modificación profunda en la causa primera, si ella fuese única. (Génesis, cap. X, nº 16 a 19.)

Pero admitamos por un instante que el principio de la vida tenga su fuente en el movimiento molecular, no se podría contestar que sea más rudimentario aún en el mineral que en la planta; ahora, de ahí a un alma cuyo atributo esencial es la inteligencia, la distancia es grande; nadie, creemos, pensó en dotar una roca o un pedazo de hierro de la facultad de pensar, de querer y de comprender. Aún haciendo todas las concesiones posibles a ese sistema, quiere decir, colocándonos en el punto de vista de aquellos que confunden el principio vital con el alma propiamente dicha. El alma del mineral no estaría sino en el estado de germen latente, una vez que en el no se revela por ninguna manifestación.

Un hecho no menos patente que aquel que acabamos de decir es que el desarrollo orgánico está siempre en relación con el desarrollo del principio inteligente; el organismo se completa a medida que las facultades del alma se multiplican. La escala orgánica sigue constantemente, en todos los seres, la progresión de la inteligencia, desde el pólipo hasta el hombre; y eso no podría ser de otra manera, una vez que falta al alma un instrumento apropiado a la importancia de las funciones que ella debe llenar. ¿De qué serviría a la ostra tener la inteligencia del mono sin los órganos necesarios para su manifestación? Si, pues, la Tierra fuera un ser animado sirviendo de cuerpo a un alma especial, esta alma debería ser aún más rudimentaria que la del pólipo, una vez que la Tierra no tiene aún la vitalidad de la planta, mientras que por el papel que se atribuye a esa alma, sobre todo en la teoría de la incrustación, de ella se hace un ser dotado de razón y del libre albedrío más completo, un Espíritu superior, en una palabra, lo que no es ni racional ni conforme a la ley general, porque jamás el Espíritu fue más aprisionado y más dividido.

(El presente artículo será concluido en la próxima edición de esta revista.) 

 

Referências bibliográficas:

DENIS, L. O Problema do Ser, do Destino e da Dor. Rio de Janeiro: FEB, 1989.

KARDEC, A. A Gênese. Araras-SP: IDE, 1993.

KARDEC, A. O Livro dos Espíritos – Primeira edição de 1857. Itaim Bibi, SP: Ipece, 2004.

KARDEC, A. O Livro dos Espíritos. Rio de Janeiro: FEB, 2007.

KARDEC, A. Revista Espírita 1865. Araras, SP: IDE, 2000a.

KARDEC, A. Revista Espírita 1866. Araras, SP: IDE, 1993b.

KARDEC, A. Revista Espírita 1868. Araras, SP: IDE, 1993a.

XAVIER, F. C. Evolução em Dois Mundos. Rio de Janeiro: FEB, 1987.

XAVIER, F. C. No Mundo Maior. Rio de Janeiro: FEB, 1984.

NETO SOBRINHO, P. S. A alma dos animais: estágio anterior da alma humana?. Divinópolis-MG: Panorama Espírita, 2006.

 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita