WEB

BUSCA NO SITE

Edição Atual Edições Anteriores Adicione aos Favoritos Defina como página inicial

Indique para um amigo


O Evangelho com
busca aleatória

Capa desta edição
Biblioteca Virtual
 
Biografias
 
Filmes
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English    
Mensagens na voz
de Chico Xavier
Programação da
TV Espírita on-line
Rádio Espírita
On-line
Jornal
O Imortal
Estudos
Espíritas
Vocabulário
Espírita
Efemérides
do Espiritismo
Esperanto
sem mestre
Divaldo Franco
Site oficial
Raul Teixeira
Site oficial
Conselho
Espírita
Internacional
Federação
Espírita
Brasileira
Federação
Espírita
do Paraná
Associação de
Magistrados
Espíritas
Associação
Médico-Espírita
do Brasil
Associação de
Psicólogos
Espíritas
Cruzada dos
Militares
Espíritas
Outros
Links de sites
Espíritas
Esclareça
suas dúvidas
Quem somos
Fale Conosco

Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 5 232 – 23 de Octubre de 2011 

 
                                                            
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 

El pavito orgulloso

 

Era una vez un pavito que vivía en una hacienda muy bonita, pero extremadamente orgulloso y vanidoso de su imagen.

Lalau, el pavito, vivía exhibiéndose y haciendo poco caso de los otros habitantes de la hacienda.

Cuando la gallina rojiza decía: — ¡Lalau, ven a ayudarme a cargar ese maíz!

— ¡No puedo! ¡Voy a ensuciarme! ¿Tú no ves como soy bonito? — él respondía  pavoneándose todo.

Cuando el patito lo invitaba para jugar, él decía:

— No voy. ¡No quiero estropear mi ropa!

Cuando el cerdito lo llamaba para jugar a  esconderse, él respondía mal educado:

— ¿Tú no te ves?? ¡No juego con cerdos!

A nadie le gustaba él. La lechuza, que era muy sabida, siempre aconsejaba:

— Lalau, un día tú vas a arrepentirte. ¡Tenemos

que tener amigos y ayudar a los otros, pero tú sólo piensas en ti mismo!...

Un bello día, Lalau no vio una cáscara de banana y tuvo una caída enorme. ¿Y saben dónde él fue a caer? ¡Dentro de un gran pozo de barro!

Todos se reían de él y nadie fue a ayudarlo a levantarse.

— Ved como el Lalau quedó todo sucio. ¿Donde está su belleza? —dijo la vaca.

Lalau lloraba de rabia, tristeza y humillación. Todo mojado y lleno de barro, sus lindas plumas coloreadas quedaron horribles.

Avergonzado, él protesto para su madre, llorando:

— Todos están burlándose de mí. ¡A nadie le gusto!

Y la madre decidió aprovechar el momento para decirle la verdad:

— ¿Estás viendo, Lalau, como es duro no tener amigos? Fuiste tú quien lo quiso así, hijo mío. Siempre fuiste orgulloso, egoísta y vanidoso. Plantantes y ahora estás cogiendo los resultados de tu comportamiento.

Lalau bajó la cabeza, reconociendo que su madre tenía la razón.

Pero los amiguitos, que en verdad tenían pena por él, se aproximaron y el conejito gentilmente le extendió la pata:

— Lalau, ¿vamos a ser amigos?

El pavito aceptó el generoso ofrecimiento muy feliz. Y, desde ese día en adelante, él buscó modificarse.

Cuando alguien pedía su ayuda, él decía:

— Pues cómo no. ¡Con mucho gusto!

Cuando los amiguitos lo llamaban para jugar, él iba todo satisfecho.

Así también ocurre con nosotros. Cada uno coge lo que planta. Para tener amigos es preciso que sepamos esparcir amistad a nuestro alrededor.

Si fuéramos buenos, ayudemos a los otros, estemos siempre alegres y bien humorados, todos a nuestro alrededor también quedarán felices, y nosotros nos sentiremos satisfechos y en paz.  
 

                                                                  TIA CÉLIA



                                                         
                          



O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita