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Año 5 232 – 23 de Octubre de 2011 
CHRISTINA NUNES        
cfqsda@yahoo.com.br      
Rio de Janeiro, RJ (Brasil)
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 

Consideraciones sobre el suicidio

Parte 2 y final
 

 

A finales de la primera parte de este artículo dijimos que en este mundo, por imposición del poder religioso, nos habituamos a concebir el funcionamiento de la existencia humana como un viaje que comienza en la cuna y acaba inapelablemente en la tumba, teniendo como único bienestar la esperanza de que, tal vez, ¡si fuéramos buenecitos y libres de pecados, podremos ir para el cielo!

Ahora, ser libre de pecados es juego perdido en el nacimiento, ya que el concepto de pecado es apenas estructurado, y el real crecimiento se prende, antes, y obligatoriamente, a ensayo y error –  ¡a aquel mismo tipo de mecanismo simplista que dice al niño que no debe colocar la mano en el fuego para no quemarse!

El ser humano nace, entonces, y pronto se descubre, o cargado demasiado de culpas para alcanzar el hipotético cielo (¡ya que la recompensa viene siempre después, sólo después, y de modo alguno en el aquí y ahora!), y, por lo tanto, ya destinado al limbo o al tal infierno, o - se disponga de un espíritu más lúcido y sofisticado en comprensión, pero, por otro lado, tan perdido de comprensión de las realidades mayores de la Vida como cualquier religioso ingenuo - inmediatamente se ve saturado de un tedio natural y decurrente de la situación de quien está como sellado dentro de una caja de zapatos apretada, sin salida, sin alternativas. En la riqueza o en la pobreza, todo lo que tiene en mano es lo que la fugaz trayectoria en este mundo perdido en el Cosmos ofrece: sus limitaciones humanas, sus deseos no satisfechos, sus flaquezas y alegrías pasajeras, y sus bienes, que inmediatamente pasarán a las manos de otros, cuando se de la despedida de este mundo...

Y entonces, a veces, el individuo, en el intento de suplir un vacío que a él mismo es ininteligible, subyugado por descontado tipo de compulsiones... va acumulando más bienes, y más, en los casos en que la riqueza material lo favorece.

Sólo que eso no llena el extraño vacío. Así como las teorías acerca de sólo una sola vida, y el cielo y el infierno, no atienden a la comprensión de aquellos que, meras marionetas en la masa poblacional en el mundo, no atinan con el propósito mayor de las cosas, y con este engranaje aparentemente arbitrario que les gobierna las vidas, tirándose así, por instinto, vencidos, a la mediocridad alienante de la lucha por la supervivencia, sin ni al menos una parada para la reflexión.

Les resta, por lo tanto, el cansancio espiritual a inspirarles, vuelta y media, el mismo tedio avasallador que a otros sugiere la extraña falta de sentido en una existencia confinada entre las paredes de la inmensa caja que es este mundo - nuestro objetivo único, según las explicaciones insuficientes ventiladas por los creadores de la fe ciega.

¡La vida es eterna! Y, en el panorama material, la expresamos  dentro de variadas situaciones

Este, por lo tanto, el estrago supremo en las mentalidades de todos los últimos siglos de un oscurantismo de orden espiritual, otorgado a pulso de los intereses de poder y de manipulaciones religiosas. Se robó del ser humano el conocimiento puro y simple de un mero mecanismo evolutivo en la jornada del hombre rumbo a la luces mayores de la vida; mecanismo, sin embargo, donador de libertad y de una auto-suficiencia que nos enseña, a través de las lecciones de nuestro propio día a día, que somos nosotros los creadores, en último análisis, de nuestros destinos, y que toda la historia, en función de eso, posee desdoblamientos, siendo mucho más vasta de lo que sugiere el pequeño enredo de una sola vida vivida en nuestro tímido mundo, diminuto entre los gigantes del cielo estrellado e infinito; que no necesitamos  desesperarnos, porque la fuerza y la capacidad de superación de las dificultades en nuestro aprendizaje comienza y termina en nosotros mismos, así como las directrices de lo que vendrá después, en consecuencia - y no en algún dios humanizado, despótico y arbitrario, más aún que nosotros lo somos en nuestras limitaciones - puniendo y recompensando en alguna situación atemporal ajena al presente, según contrariemos o no sus ininteligibles caprichos;  que, finalmente, no necesitamos cometer la idiotez de dejarnos engañar por el intento vano de dar fin al que, de sí, no tiene fin: la Vida, que ha de latir en nosotros y a pesar de nosotros, en cualquiera dimensiones donde nos encontraremos en el transcurso de nuestras decisiones, movidas o no por desesperación, y cobrándonos, ¡siempre y en cualquier época, posicionamiento ante las consecuencias de nuestras elecciones!

¡La vida es eterna! Y, en el panorama material, la expresamos dentro de variadas situaciones y papeles desempeñados ocasionalmente, en medio a nuestro infinito recorrido evolutivo. En este menester, creamos, literalmente, las causas más o menos dramáticas en nuestro camino, por intermedio del uso de las elecciones de nuestro libre albedrío, que - ¡sólo estas! - atraen para nosotros todo tipo de consecuencia bien o mal aventurada, ¡por ley de efecto respondiendo a una causa, y por nada más!

Es un concepto y tanto en lo tocante a la responsabilidades que nos caben en cuanto a nuestros propios actos y pensamientos, y que, por eso mismo, cobran honda madurez espiritual de cada uno de nosotros. ¡Porque pone un basta definitivo a ángeles, a demonios y a un tipo de Dios despótico y vengador que nada más hace que juzgarnos durante todo el tiempo! Es la noción de una libertad ilimitada y maravillosa que, sin embargo, como todo, cobra su precio: el de enfrentarse todo sin desfallecimientos, ya que, aquí o en cualquier lugar, nunca encontraremos el fin del túnel - y haremos de la vida exactamente lo que queremos que ella sea.

Suicidio inconsciente fue la causa de la desencarnación del autor del libro Nuestro Hogar

En Nuestro Hogar, obra psicografiada por el añorado Chico Xavier, y que tuvo su deslumbrante versión cinematográfica el año pasado, el autor espiritual, André Luiz - ¡vale repetir! - relata sus angustias, vividas al ser recibido como suicida inconsciente por tutores y médicos amables y lúcidos en la ciudad espiritual, después de un demorado estadio de sufrimiento en los parajes del umbral. (1)

“ – Es de lamentar que haya venido por el sucidio.

(...) Sentí que singular asomo de revuelta me hervía en el interior. ¿Suicidio? Recordé las acusaciones de los seres perversos de las sombras. No obstante el caudal de gratitud que comenzaba a acumular, no callé la incriminación.

- Creo que hay engaño - aseveré, susceptible - Mi regreso del mundo no tuvo esta causa. Luché más de cuarenta días, en la Casa de Salud, intentando vencer la muerte. Sufrí dos operaciones graves, debido a una oclusión intestinal...

- Sí - esclareció el médico (...) -, pero la oclusión se erradicaba en causas profundas (...) El organismo espiritual presenta en sí mismo la historia completa de las acciones practicadas en el mundo (...) La oclusión derivaba de elementos cancerosos, y estos, por su parte, de algunas liviandades de mi estimado hermano, en el campo de la sífilis (...) Su modo especial de convivir, mucha vez exasperado y sombrío, captaba destructoras vibraciones en aquellos que lo oían. ¿Nunca imaginó que la cólera fuera manantial de fuerzas negativas para nosotros mismos? (...) (Obra citada, pág. 32.)

Útil a cualquier época que de tiempo en tiempo echemos mano de estas vertientes valiosas de enseñanzas venidas de la espiritualidad asistente a los reencarnados, para ponderar acerca de aspectos de nuestro comportamiento de molde a que tal vez, e inadvertidamente, mañana o después nos veamos, para nuestra desagradable sorpresa, incluidos en el cuadro lamentable descrito sin temor por el autor desencarnado, de la obra arriba mencionada.

Además de la explicación destacada en el extracto, el médico de la ciudad de las dimensiones invisibles a los reencarnados aún advierte André Luiz sobre una serie de otros factores cruciales a los cuales no dio la debida atención mientras estaba entretenido con los aspectos de la vida material, y que determinaron su muerte precoz en tal estado íntimo precario.

La despreocupación en considerar la vida de una óptica más válida, acordándose de la Autoría Suprema de la creación, actitud que naturalmente nos evoca reverencia y respeto por todas las manifestaciones de vidas circundantes - por encima de todo en nuestro prójimo - nutriéndose las virtudes de la tolerancia y de la compasión, que espontáneamente  refuerzan los vínculos de amor.

La displicencia con relación al tabaco muchas veces utiliza  alegaciones cuestionables

La liviandad de vivir con hábitos alimentarios y de conducta sobrias, sin el celo exagerado de placeres autodestructivos como el de la bebida, del tabaco, o de cualquier adicciones de modo a provocar desequilibrios en el organismo espiritual, a partir del cual, en verdad, se enraízan las desarmonías vibratorias que terminan por desencadenar las molestias más graves, de orden físico…

¡¿Cuántas veces, inadvertidamente, no nos abandonamos a ímpetus, excesos, o a hábitos perjudicáis, en primer lugar, a nosotros mismos, comprobando aún aquí, y en corto intervalo de tiempo, los resultados desalentadores?!

Cuánta amargura y rencor íntimo alimentados en proceso casi inconsciente, sin atender debidamente que tales emociones vibran en patrón tan pesado y deletéreo que las repercusiones, invariablemente, alcanzan en primer lugar nuestro estado de ánimo - y por consiguiente el desempeño saludable del sistema inmunológico - boqueándonos en depresión continua y en adicciones comportamentales lamentables y reincidentes, ¿como los de quejarse demasiado o arengar continuamente con los de nuestra convivencia?

En cuantas situaciones la displicencia con el tabaco, bajo alegaciones cuestionables: “- ¡Mi abuelo murió con ochenta y cinco años y fumó toda la vida entera!" - olvidándose convenientemente que el mismo abuelo podría tal vez haber usufructuado una sobrevida de más de cinco o diez años, si no fuera por el hábito lúgubre de intoxicación del delicado aparato respiratorio con lo que visualmente, en exámenes cuidados, nos revelan resultados en forma de residuos de lama que, si fuese antevisto a la adicción indeseable, ciertamente lanzarían al fumador en dudas sinceras sobre lo de ensuciar de esta forma agresiva el cuerpo, ¿de cuyo equilibrio y salubridad depende todo el repertorio de la calidad de vida que sostendrá durante su periodo de vida?

¿Cuántas adicciones degradantes y de repercusiones futuras desesperantes no empiezan con la impensada primera dosis?

¿Cuántas actitudes apenas sopesadas, y tenidas en cuenta del contexto común de lo cotidiano agitado de las poblaciones, no van a desencadenar un crecimiento de otros episodios que habrán de escapar por completo del control, con resultados infelices de dimensiones inimaginables a corto o medio plazo?

El suicidio inconsciente se construye en el proceso paulatino, día a día, gota a gota

Cuántas intrigas por la adicción del mal uso de la palabra contra el semejante; cuántos embates familiares que destruyen diariamente el sosiego íntimo de personas que en poco tiempo, y sin atinar con las causas atraídas por las leyes energéticas de la sintonía, se ven lanzadas a síntomas insidiosos y de difícil solución: en jaquecas repetidas, dolores diversos, descontrol nervioso, mal funcionamiento intestinal, males cardíacos, finalmente, todo un cortejo de molestias que, más que supuestamente determinadas por los factores conectados a la deficiencias recurrentes de la calidad de vida del mundo actual, con sus sobresaltos, ansiedades, cuestionables patrones alimentarios y de consumo, se fundamentan, en gran suma, en hábitos adoptados, por invigilancia, ¡antes de todo por nosotros mismos!

Es recurrente que individuos habituados a gastar más de la mitad del tiempo hablando y  atemorizándose acerca de enfermedades y fatalidades acaben siendo víctimas exactamente por aquellos mismos fantasmas que aterran su universo mental. Quién habla demasiado de dolores, inconscientemente atraviesa los días dentro de consultorios médicos detrás de terapias y de tratamientos para un inmenso cortejo de dolores; los que oscilan repetidamente para acontecimientos drásticos, sorprendentemente vuelta y media nos llegan con noticias de fatalidades y de actos pungentes de los cuales se vuelven víctimas. Para ejemplo, mencionamos el caso de una señora de nuestro círculo personal de amistades que, después de largos años  temiendo accidentes en autobuses, recelo que proclamaba en verso y prosa en cada conversación con conocidos, casi todo el día, terminó por sufrir un accidente dentro de uno de esos colectivos, saliendo del episodio con varias heridas.

El suicidio inconsciente, del que podemos aprender de la enseñanza valiosa de los mentores de la invisibilidad y de la observación ofrecida por nuestras vivencias, se construye en proceso paulatino, gota a gota. Oportuno, por lo tanto, que la cuestión sea examinada a tiempo y sin temor por cada uno de nosotros, porque, en siendo así, nunca será tarde para el auto-examen que nos prevenga de incurrir en el perfil indeseable descrito por André Luiz, en la obra esclarecida de los requisitos íntimos fundamentales a que aportemos, mañana o después, en las colonias o estancias de las dimensiones inmateriales, para la continuidad de un aprendizaje, tanto como sea posible, orientado por bases saludables adquiridas durante nuestras vivencias más recientes - y no como réprobos de nosotros mismos, por el envilecimiento voluntario del precioso don de la Vida. 

(1) Umbral – esfera espiritual próxima a la superficie, de baja condición vibratoria.



 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita