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Estudio Metódico del Pentateuco Kardeciano Português   Inglês

Año 5 231 – 16 de Octubre de 2011

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 

El Libro de los Espíritus

Allan Kardec

(Parte 23)
 

Continuamos con el Estudio Metódico del Pentateuco Kardeciano, que focalizará las cinco principales obras de la Doctrina Espírita, en el orden en que fueron inicialmente publicadas por Allan Kardec, el Codificador del Espiritismo.

Las respuestas a las preguntas presentadas, fundamentadas en la 76ª edición publicada por la FEB, basadas en la traducción de Guillon Ribeiro, se encuentran al final del texto.

Preguntas para debatir

A. ¿Puede un individuo ruin hacer mal a su prójimo, valiéndose de la ayuda de un  Espíritu malo?

B. ¿Existen personas dotadas del don de curar a través de un simple contacto?

C. ¿Desempeñan los Espíritus alguna actividad, más allá de la búsqueda de su mejoramiento personal, o sólo los más elevados tienen ocupaciones útiles en la erraticidad?

D. ¿Se inmiscuyen los Espíritus en nuestras actividades y placeres?

E. ¿En qué consisten las misiones asignadas a los Espíritus errantes? ¿Y cuál es la misión de los Espíritus encarnados?

Texto para la lectura

299. Algunas personas tienen  un poder magnético muy grande, del cual pueden hacer mal uso, si su Espíritu fuera malo, y en tal caso podrán ser secundadas por otros malos Espíritus. (L.E., 552)

300. Todas las fórmulas -en relación al intercambio con los Espíritus- son charlatanería; no existe ninguna palabra sagrada, ningún signo cabalístico, ningún talismán que ejerza alguna acción sobre los Espíritus, porque ellos son atraídos sólo por el pensamiento y no por las cosas materiales. (L.E., 553)

301. La naturaleza del Espíritu atraído depende de la pureza de la intención y de la elevación de los sentimientos  -de quien lo llama-. (L.E., 554)

302. Esos a quienes llamáis hechiceros son personas, cuando dotadas de buena fe, que poseen ciertas facultades, como el poder magnético y la doble vista. Entonces, como hacen cosas que no comprendéis, las creéis dotadas de un poder sobrenatural. (L.E., 555)

303. Todos los Espíritus deben recorrer los diferentes grados de la escala para perfeccionarse. Dios, que es justo, no podría haber dado a unos la sabiduría sin trabajo, mientras que otros la adquieren sólo de manera penosa. (L.E., 561)

304. Los Espíritus del orden más elevado, que no tienen que nada más aprender, no se quedan en estado de reposo, sino tienen muchas ocupaciones. La ociosidad eterna sería un suplicio perpetuo. Sus ocupaciones consisten en transmitir las órdenes de Dios por todo el Universo y velar por su ejecución.  (L.E., 562 y 562-a)

305. Las ocupaciones de los Espíritus son incesantes, si entendemos que su pensamiento está siempre en actividad, pues ellos viven por el pensamiento. Pero es necesario no equiparar las ocupaciones de los Espíritus con las ocupaciones materiales de los hombres. Su misma actividad es un placer, por la conciencia que ellos tienen de ser útiles. (L.E., 563)

306. Los Espíritus inferiores tienen ocupaciones apropiadas a su naturaleza. ¿Confiáis al peón y al ignorante los trabajos del hombre culto?  (L.E., 563-a)

307. Hay entre los Espíritus los que son ociosos, pero ese estado es temporal y está subordinado al desarrollo de su inteligencia. Hay entre ellos, como ocurre entre los hombres, los que sólo viven para sí mismos; pero esa ociosidad les pesa, y tarde o temprano el deseo de progresar les hace experimentar la necesidad de la actividad, y entonces se sienten felices de ser útiles. (L.E., 564)

308. Un Espíritu que practicó un arte en la existencia en que lo conocisteis, puede haber practicado una diferente en otra existencia, porque es necesario que lo sepa todo para llegar a ser perfecto. (L.E., 566)

309. Los Espíritus que tienen misiones que cumplir, las cumplen en estado errante y cuando están encarnados. Para algunos Espíritus errantes, esa es una gran ocupación. (L.E., 568)

310. No siempre los Espíritus comprenden los designios que están encargados de ejecutar. Hay los que son instrumentos ciegos; pero otros saben muy bien con qué objetivo actúan. (L.E., 570)

311. ¿La misión de un Espíritu es impuesta o depende de él? – Él la pide y se alegra de obtenerla. Hay siempre muchos candidatos, pero no todos son aceptados. (L.E., 572 y 572-a)

312. Las personas que sólo viven para sí mismas y no saben hacerse útiles son pobres seres a los que debemos compadecer, porque expiarán cruelmente su voluntaria inutilidad, y su castigo comienza con frecuencia en este mundo, por el tedio y el disgusto de la vida. (L.E., 574)

313. Entre los Espíritus los hay también perezosos, que retroceden ante una vida de trabajo. Dios les deja hacer; comprenderán más tarde, y a sus expensas, los inconvenientes de su inutilidad y serán los primeros en pedir recuperar el tiempo perdido. (L.E., 574-a)

314. ¿Como se puede reconocer que un hombre tiene una misión real en la Tierra? – Por las grades cosas que realiza, por el progreso que hace que sus semejantes realicen. (L.E., 575)

315. Los hombres que tienen una misión importante que cumplir poseen a veces conocimiento de ella, pero la mayoría de las veces lo ignoran. Sólo tienen un objetivo vago al venir a la Tierra; su misión se diseña después de su nacimiento y según las circunstancias. Dios los impulsa por la vía en la que deben cumplir sus designios. (L.E., 576)

316. Todo lo que el hombre hace no es el resultado de una misión predestinada; frecuentemente él es el instrumento del que un Espíritu se sirve para hacer ejecutar algo que considera útil. (…) Debe decirse además que, durante el sueño del cuerpo, el Espíritu encarnado se comunica directamente con el Espíritu errante, y que se ponen de acuerdo para la ejecución. (L.E., 577)

Respuestas a las preguntas propuestas

A. ¿Puede un individuo ruin hacer mal a su prójimo, valiéndose de la ayuda de un  Espíritu malo?

No. Dios no lo permitiría. (El Libro de los Espíritus, preguntas 551, 552 y 557.)

B. ¿Existen personas dotadas del don de curar a través de un simple contacto?

Sí. El poder magnético de esas personas puede llegar a ello, cuando está secundado por la pureza de los sentimientos y un ardiente deseo de hacer el bien, porque entonces los Espíritus buenos vienen en su ayuda.  (Obra citada, preguntas 552, 555 y 556.)

C. ¿Desempeñan los Espíritus alguna actividad, más allá de la búsqueda de su mejoramiento personal, o sólo los más elevados tienen ocupaciones útiles en la erraticidad?

Ellos cooperan a la armonía del Universo, ejecutando la voluntad de Dios, cuyos ministros son. La vida espírita es una ocupación constante, pero no tiene nada de penosa como la vida en la Tierra, porque no hay en ella fatiga corporal ni las angustias de las necesidades. En el mundo espiritual, todos tienen deberes que cumplir, sea cual fuere el grado evolutivo que hayan alcanzado. (Obra citada, preguntas 558, 559, 562 y 563)

D. ¿Se inmiscuyen los Espíritus en nuestras actividades y placeres?

Los Espíritus vulgares, sí. Ellos nos rodean constantemente y con frecuencia toman parte activa en lo que hacemos, según su naturaleza. Es preciso que así suceda porque, para que los hombres sean empujados por los diferentes caminos de la vida, es necesario que se les estimulen o moderen las pasiones. (Obra citada, pregunta 567)

E. ¿En qué consisten las misiones asignadas a los Espíritus errantes? ¿Y cuál es la misión de los Espíritus encarnados?

Tales misiones son tan variadas que es imposible describirlas. Las misiones de los Espíritus tienen siempre por objeto el bien. Ya sea como Espíritus o como hombres, están encargados de ayudar al progreso de la humanidad, de los pueblos o de los individuos, dentro de un círculo de ideas más o menos amplias, más o menos especiales, y de velar por la ejecución de determinadas cosas. Algunos desempeñan misiones más restringidas y, en cierto modo, personales o enteramente locales, como asistir a los enfermos, los agonizantes, los afligidos, velar por aquellos de quienes se convierten en guías y protectores, dirigirlos dándoles consejos o inspirándoles buenos pensamientos. Se puede decir que hay tantos géneros de misiones como clases de intereses que proteger, tanto en el mundo físico como en el moral, y el Espíritu progresa según la manera en que desempeña su tarea.

Cuando están encarnados, su misión es instruir a los hombres, ayudarles en su progreso y en mejorar sus instituciones por medios directos y materiales. Pero las misiones son más o menos generales e importantes. El que cultiva la tierra desempeña tan noble misión, como lo que gobierna o el que instruye. Todo se encadena en la Naturaleza. Al mismo tiempo que el Espíritu se depura por la encarnación, coopera de esa forma en la ejecución de los designios de la Providencia. Cada cual tiene su misión en este mundo, porque todos pueden ser útiles en algo. (Obra citada, preguntas 569 a 577.)

 

 

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Revista Semanal de Divulgación Espirita