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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 5 222 – 14 de Agosto de 2011 

 
                                                            
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 

El regalo del Papá

 

Daniel era un niño muy soñador que estaba siempre pensando en lo que podría hacer de diferente, y se imaginaba subiendo montañas, descendiendo las corrientes de un río, volando en ala delta.

Finalmente, él vivía siempre con el pensamiento en las nubes, lejos de su realidad que era ir a la escuela, hacer los deberes, arreglar su cuarto, cuidar del perro y todo lo demás que representaba su día a día.

Y Daniel, después de quedar horas con la mirada perdida a lo lejos, un día pidió al padre:

— Papá, ¿tú me llevarías para escalar una montaña? Lo he visto en la televisión y no parece tan difícil así.

El padre dejó el periódico de lado y respondió, lleno de paciencia:

— ¡Daniel, hijo mío, tú vives con la cabecita en las nubes! Escalar montañas es muy peligroso y, al contrario de lo que tú piensas, es extremadamente difícil y necesita de mucho entrenamiento y fuerza. Desciende para nuestra realidad. Si tú quieres movimiento, ¿por qué no te ejercitas en algún deporte?

El niño pensó un poco y respondió:

— No tengo interés por los deportes, papá. Pero, ¿que tal si la gente fuera a pasar las vacaciones cerca de un río que tuviera corrientes? ¡Encuentro bueno ver a las personas descendiendo en botes por las corrientes!

Nuevamente el padre miró al hijo y consideró:

— Hijo, tú aún no sabes ni nadar, ¿como sueñas en aventurarte en ríos de corrientes peligrosa? Pero ahí hay una cosa interesante: ¡aprende a nadar!...

Irritado, el chico golpeó con el pie el suelo.

— ¡Papá! ¡Tú nunca concuerdas con lo que yo digo! Estás siempre en contra. Yo no quiero aprender a nadar. Además de eso, para andar por las corrientes, ellos van de equipos salva vidas, ¿entendiste?

Desanimado, el niño salió cerca del padre pensando: A mí padre no le gusto. ¡Está siempre contra todo lo que yo quiero hacer! ¡Nunca me ayuda en nada!

Y la distancia entre Daniel y el padre sólo aumentaba porque, intentando traer al hijo de vuelta a la realidad, él cobraba:

— Hijo mío, ¿tú ya hiciste tus deberes de la escuela? ¿Ya diste la ración y agua para tu perro? ¿Arreglaste tu cuarto?

Y Daniel quedaba muy irritado porque no le gustaba hacer sus obligaciones.

Cierto día el padre lo invitó:

— Daniel, ¿quieres acampar? Compré una tienda y todo lo que se necesita para acampar. Tú aún estás de vacaciones y yo también. Entonces, podemos salir mañana pronto y volver el domingo a la tarde. Quedaremos tres días acampando. ¿Qué piensas?

El chico aceptó, entusiasmado. Finalmente el padre hacía una propuesta interesante. No era lo que a él le gustaría hacer, pero ya era un comienzo de aventura.

Se abastecieron de alimentos y todo lo que era necesario. Tras colocar todo en el coche, se despidieron de la madre y partieron.  

El día estaba lindo y soleado. Estacionaron en un parque alejado. Daniel, todo animado, dijo que él montaría la tienda, y el padre concordó y, mientras quitaba las cosas del coche, quedó observándolo.

Los problemas comenzaron. El chico creyó que era fácil, pero después de algún tiempo aún no había conseguido montarla, y reconoció la dificultad. El padre cogió el manual de instrucciones y dijo:

— Aquí está, hijo. Es preciso aprender a montarla.    

Como Daniel ya estaba cansado, el padre lo ayudó. En poco tiempo, la tienda estaba de pie. Ahora tenían que pensar en la comida. El padre pidió al hijo que fuera a coger leña para hacer

una hoguera, lo que él hizo; pero no hallaron fósforos para encender el fuego; lo habían olvidado.

— ¿Y ahora, papá? ¿Cómo vamos a hacer?

El padre dijo al hijo que no se preocupara. Fuera boyscout y sabía como encender el fuego. Luego, con el fuego encendido, cogieron una olla para cocinar macarrones. Pero el agua que habían traído, al retirar del coche se había derramado. Entonces, padre e hijo fueron a buscar agua en el río que quedaba allí cerca, volviendo cansado por el esfuerzo.

Algún tiempo después, consiguieron cocinar la masa. ¡Daniel estaba hambriento y halló bueno los macarrones!

En aquella noche, como no había nada para hacer, ellos estuvieron conversando a la luz de la hoguera. El padre se puso a contar cosas del tiempo en que él era niño y el grupo de boyscout acampaban en medio del bosque. Contó historias graciosas, peligros que  pasaron, lo mucho que él aprendió en esa época y como eso le valiera a lo largo de la vida.

Daniel comenzó a hacerle preguntas, admirado con todo lo que el padre sabía. Veía al padre con otros ojos, alguien que solamente ahora había conocido de hecho y del cual se sentía mucho más próximo.

Durmieron pronto. A la mañana siguiente, cuando Daniel despertó el padre ya había hecho el café y calentado la leche. El niño andaba con hambre y comió con ganas el pan tostado, que en casa habría rechazado.

Fueron a explorar los alrededores y, con el sol calentando, cansados, se aproximaron al río.  Encontrando un pequeño barco, resolvieron pasear. El barco se balanceaba y Daniel casi cayó. Se sentó, asustado, y el padre le entregó uno de los remos, enseñándolo a remar. Después de algún tiempo, el chico estaba exhausto, y ellos volvieron a la margen.

Los días pasaron rápidos y necesitaban volver. En casa fueron recibidos con

alegría por la madre, que los aguardaba ansiosa. Daniel era otro niño y tenía mucho para contar:

— ¡Mamá, yo aprendí a encender fuego, a montar la tienda, a remar, a pescar y mucho más! Y todo eso yo se lo debo a mi padre.    

En ese momento, Daniel se acordó de algo y, mirando al padre con respeto y admiración dijo:

— ¡Papá, hoy es el Día de los Padres! ¡Felicidades por tú día! ¡En verdad, tú merecías un regalo, pero fui yo quien gané el regalo! ¡Gracias por todo! ¡Valió!...

— Estos días que pasamos juntos fue “mí” regalo, hijo.

Y ellos intercambiaron un gran y afectuoso abrazo, felices por la comprensión que hubo pasado a existir entre ambos. Ahora eran más que padre e hijo, eran compañeros para toda la vida.

 

                                                                  MEIMEI

 

(Recebido por Célia X. de Camargo, Rolândia-PR, em 18/7/2011.)   



                                                         
                          



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Revista Semanal de Divulgación Espirita