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Año 5 222 – 14 de Agosto de 2011 

GUARACI LIMA SILVEIRA       
glimasil@hotmail.com  
 
Juiz de Fora, MG (Brasil)

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 

¿Qué hago conmigo? 

Los desafíos no son adversarios; son como continentes que nos compete domar y conquistar 


Iniciaremos este estudio con la cita del evangelista Mateo, 5:24: “Reconcíliate deprisa con tu adversario”. Entonces preguntamos: ¿Quién son nuestros adversarios? El patrón, el vecino, el farolero, la cocinera, el dirigente... Y así va, por una infinidad de personas
y circunstancias que día a día están paralelas con nosotros a lo largo del camino y pueden perturbarnos la paz. Sabemos que no tenemos el derecho ni la posibilidad de cambiar a quien quiera que sea. Estamos todos, como dice Fritjof Capra (foto), “... en la tela de la vida, inter-obrando mutuamente, interdependientes e individuales al mismo tiempo”. En este bailar de acontecimientos no nos cabe imputar a nadie los espinos que por ventura nos alcance. Los espinos son, antes de cualquier cosa, compañeros adecuados a nuestros momentos. Sabemos que en esta “Tela de la Vida” estamos construyendo y destituyendo simultáneamente. Destituyendo complejos emocionales perniciosos que, asomando en nuestro inconsciente, perturban el consciente obligándolo, en muchos casos, a situaciones y comportamientos indeseados. A la vez estamos construyendo nuestro futuro, a partir de otras posturas, conectándonos a avances intelecto-morales, de conformidad con lo que nos aconseja Kardec cuando dice: “Se reconoce al verdadero espírita por lo mucho que hace por domar sus malas inclinaciones

Ahora, si no puedo imputar en el otro mis agruras y si debo domar mis malas inclinaciones, debo, pues, reconciliarme conmigo mismo, quienes saben, mi mayor adversario. Para tal necesito conocerme mejor, a partir de mi constitución mental y de los archivos que traigo, que adoro o que incomodan. Estamos viniendo de un pasado gigantesco donde paulatinamente avanzamos, en un caminar lento, progresivo y espectacular. Dormimos en el mineral, como dijo León Denis. La cuestión 540 de “El Libro de los Espíritus” cita que: “... Es así que todo sirve, que todo se encadena en la Naturaleza, desde el átomo primitivo hasta el arcángel, que también comenzó por ser átomo”. Virtuosamente vinimos evolucionando, pasando después por el reino vegetal, soñando con algo que nos hiciera conexos y listos a vivir con conciencia. Movernos, a continuación, por el reino animal, desde los primeros instantes en los océanos hasta la grandiosa marcha por las montañas, valles y reinos otros que nos capacitaron al despertar, cuando llegamos al hombre. Imaginamos ahí la gama de archivos que construimos a lo largo de este periodo a partir de un arquetipo primordial.

El sentimiento de culpa es siempre un colapso de la conciencia

André Luiz en el libro Evolución en Dos Mundos, concluyendo el tercer capítulo, nos dice, después de un análisis del tiempo de viaje de la monada divina por los reinos de atrás, que: “Pero, para alcanzar la edad de la razón, con el título de hombre, dotado de razonamiento y discernimiento, el ser, automatizado en sus impulsos, en el caminar para el reino angélico, consumió para llegar a los principios de la época cuaternaria, en que la civilización elemental del sílex denuncia algún primor de técnica, nada menos que un billón y medio de años”. Ahora, en el hombre, estamos construyéndonos para llegar a la santidad – camino natural. Así siendo y con las indicaciones espíritas que nos remiten al Evangelio de Jesús, necesitamos parar las carreras para hacer un análisis de nosotros mismos en lo tocante a lo que ya conseguimos de bueno y a lo que necesitamos realizar para que nuestras vivencias sean provechosas en términos de perfeccionamiento ético-moral de consecuencias religiosas. Ideal religión profesada en el interior de cada uno de nosotros en una relación directa con el Padre.

No es raro encontremos en esas investigaciones personales los complejos de las culpas y de los miedos. Según Joanna de Ângelis, incluido en su libro “Conflictos Existenciales”, en el capítulo seis: “La culpa es el resultado de la rabia que alguien siente contra sí mismo, vuelta para dentro, en forma de sensación de algo que fue hecho erradamente”. Aún la propia mentora y en el mismo libro, capítulo tres, dice: “La rabia es un sentimiento que se exterioriza toda vez que el ego se siente herido, liberando ese abominable adversario que destruye la paz en el individuo”. Aprovechando la enseñanza, citamos a André Luiz que, en el libro Entre la Tierra y el Cielo – cap. 23, anotó: “El sentimiento de culpa es siempre un colapso de la conciencia y, a través de él, sombrías fuerzas se insinúan”.

Rabia, culpa y ego. Sabemos que el ego representa un conjunto de ideas, voluntad y pensamientos que mueven a la persona y desarrollan su perspectiva delante de su propia vida. El ego provoca aceptación y admiración propia. Esto, dentro de las informaciones corrientes en varios compendios principalmente de la psicología analítica. Joanna de Ângelis informa que el ego es el “Responsable por la diferencia que el individuo es capaz de realizar entre sus propios procesos internos y la realidad”. Entonces, la culpa por algún comportamiento infeliz va a generar rabia y afectará sobremodo al ego, generando reacciones en el campo individual de relaciones consigo mismo o con otros. En contrapartida y, por excelencia, existe la perspectiva de despertar el Self; o sea: el Dios en sí, el Yo interno.

Errar es del hombre, persistir en el error es una actitud infantil

Continuando nuestros análisis, no queda difícil concluir que los miedos generados por la culpa y por la rabia pueden hacernos seres violentos y agresivos, tanto físicamente como verbalmente, motivados por inseguridades. Inseguridades generan desprotecciones propias y en aquellos que están a nuestra alrededor. Pasamos así a vivir de forma incompleta, siempre observando las reacciones de los otros a nuestro respeto y defendiéndonos, desistiendo, de adversarios visibles e invisibles, personas o circunstancias. De ahí asoman las personas (máscaras) en las cuales nos escondemos temerosos de enfrentar a los adversarios creados y no siempre reales que van surgiendo a medida que no los combatimos. Es sabido que nos es cobrado según nuestras posibilidades. Errar es del hombre, persistir en el error es actitud infantil.

Mientras estamos aprendiendo, experimentando, perfeccionando, el Espíritu se va ajustando para vivir dentro de las Leyes Naturales instituidas por Dios. Cuando pasamos a repetir los errores dentro de las lecciones ya aprendidas y consolidadas en nuestro cognitivo, pasamos a culparnos por aquellas acciones. Ejemplos de eso son los despropósitos de la sexualidad, de las adicciones de la ingestión de drogas alucinógenas, del alcohol, del tabaco, de alimentos en demasía, falacias infelices, juicios a otros y una infinidad de actitudes incoherentes con el hombre espiritual que precisa despertar en sí el Self.

No es raro pasar a ser manipulados por personas y situaciones que nos fuerzan y fuerzan a quién nos quiere bien. Llegados a este punto, necesitamos repensar los efectos dañinos de toda esa implicación psicológica infeliz que nos traen aborrecimientos, dificultándonos una marcha saludable y eficaz. De ahí surge la cuestión de los enfrentamientos.

Es muy interesante cuando leemos en el libro: “Triunfo Personal” de la citada mentora, capítulo cinco: “La madurez psicológica induce al ser humano a los enfrentamientos sucesivos de su proceso de individualización”.  Según Jung “La individualización es un proceso a través del cual el ser humano evoluciona de un estado infantil de identificación para un estado de mayor diferencia, lo que implica una ampliación de la conciencia”. Importante cuando nos colocamos como observadores de nuestro proceso de liberación de las ideas y posturas antiguas, transformándolas en hélices en movimiento, auto-aspirándose para mejor conducirnos en el proceso de la evolución.

Es bueno que perfeccionemos el carácter, sublimando los sentimientos

Antes, renacíamos, crecíamos, trabajábamos y desencarnábamos en sucesivas ocasiones, sin el conocimiento exacto de lo que aquellos eventos nos proporcionaban. De esa forma andábamos, reíamos, trabajábamos en algo y exaltábamos nuestras personas y nos complacíamos con sus empedradas formaciones y consolidaciones. La individualización, con todo, quedaba fuera del contexto o, como mucho, era realizada de manera lenta no siempre consciente. Ahora, con las aperturas que “El Libro de los Espíritus” nos ofrece, vamos a observar que la dinámica de la vida nos exige participación consciente. En la cuestión 23 del referido libro, somos informados que “El espíritu es el principio inteligente del universo”. Cuando pensamos en universo, algo superior aflora en nuestras mentes e inmediatamente viene la reflexión: ¿qué es el universo, para que sirve en nuestras vidas? ¿Por qué los monjes orientales se conectan tanto a él? Y un campo inmenso de investigaciones se presenta a nosotros dentro de nuestro proceso de crecimiento por la individualización.

Para entender todo esto que se nos ofrece por nuevos desafíos es bueno que enfrentemos todas nuestras imperfecciones morales. Es bueno que perfeccionemos el carácter, sublimando los sentimientos. “Los enfrentamientos son campos de lucha, en los cuales el ser crece y desarrolla los inestimable recursos adormecidos en el Self, que se encuentran a su espera para ofrecer la contribución de la paz del Nirvana” – informes de Joanna de Ângelis en el libro “Triunfo Personal”. Vemos, a veces, personas estáticas ante sus culpas. El miedo de enfrentarlas hace que el tiempo pase y ellas nunca salgan de los estados infelices en los cuales están proyectadas. Viven eludiéndose.

Viven deambulando en torno a sí mismas, buscando allí y allá el próximo momento satisfactorio que las harán reír y divertirse de sus carcajadas, para inmediatamente enseguida volver al estado casi, si no completo, de depresión por la inmersión de los sentidos en el valle oscuro de cavernas mentales. He las, pues, amedrentadas. Según Víctor Hugo, en el libro Parias en Redención: “El miedo es verdugo impiadoso de los que le caen en las manos. Produce vibraciones especiales que generan sintonía con otras franjas en la misma dimensión de onda, produciendo el intercambio infeliz de fuerzas deprimentes, congestionadas”. De ahí, muchas veces la persona agrede para defenderse o huye para no luchar. Sabemos que el Espíritu no tiene fin, conforme consta en la cuestión 83 de “El Libro de los Espíritus”. ¿Viviremos infinitamente en este cómputo de inseguridades? Sería un destronar del Proyecto Divino que nos creó para vivir con Dios, en la gloria eterna de la Luz.

El temor no es buena compañía de jornada

Si aún no lo hizo, es hora de enfrentar a sus adversarios, que no están allá fuera y sí dentro de cada uno. Es hora de reconciliarse con ellos, como nos aconseja Jesús. El temor no es buena compañía de jornada. Los cuidados sí. Estos lo son. De esta forma nos debemos preparar para enfrentar con gallardía y bueno sentido nuestras culpas, miedos e inseguridades. De acuerdo con Joanna de Ângelis: “Se hace necesaria una vinculación profunda con el Self, que adquirirá mayor concienciación de las relaciones indispensables con su núcleo en la psiquis”. Bueno investiguemos nuestras compañías, aquellas para las cuales abrimos sonrientes las puertas de nuestras casas o las visitamos contentas, intercambiando regalos e informaciones, brindando en fiestas convulsas esto o aquello. A ellas estamos también abriendo las puertas de nuestros corazones y mentes, archivando hechos que irán a generar reacciones. ¡Que bueno que preservemos nuestros hogares!

Recordémonos de que conocemos a una persona que decía existir en su ciudad natal un niño que hablaba con Dios, en la intimidad de su cuarto. Todos se reían de tal afirmación. Un día paramos para pensar en la validez de aquella historia. Ahora, si Dios está dentro de nosotros, si Su Reino es semilla plantada, necesitando regar, como nos dijo Jesús en la Parábola del Sembrador, entonces podemos, dentro de nuestras particularidades espirituales, hablar sí con el Padre. Él nos responderá de acuerdo con nuestras comprensiones y, de esta forma, estaremos vinculándonos al Self que nos dirá la mejor forma de proceder para salir vencedores en nuestras luchas, venciendo las adicciones y entronizando las virtudes. Haciendo silencios para que ellos puedan aconsejarnos.

”El contenido religioso es de vital importancia en la psicoterapia del enfrentamiento. Conocer la Verdad para, a través de ella, liberarse. Luchar contra las pasiones primitivas, transformando impulsos inferiores en emociones de armonía. No huir, ocultarse de los demás ampliando la amargura contra la sociedad y contra sí mismo.” Además de estas sabias orientaciones, Joanna de Ângelis aún nos informa: “A medida que el ego se hace consciente de los valores implantados en el Self se hace factible una programación saludable para el comportamiento, trabajando cada dificultad, todo desafío, mediante la reconciliación con su realidad eterna”.

Ahora podemos preguntarnos: ¿Qué hago conmigo? ¿Me fustigo ante adversarios o los transformo en continentes que debo domar y conquistar? Es bueno que nos amemos, nos respetemos. Que nos hagamos unos con la Creación, pues somos partes integrantes de un todo de luz, por lo tanto, somos luces. Es bueno que enfrentemos con sensatez nuestros límites, extendiéndolos con placer, siendo victoriosos y, por eso, virtuosos. Nada de cargar el mundo en la espalda y sí caminemos en él con los ojos fijos en los cielos de nuestras conciencias superiores. 




 


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