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Año 5 215 – 26 de Junio de 2011  

ANSELMO FERREIRA VASCONCELOS       
afv@uol.com.br              
São Paulo, SP (Brasil)

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 


Desmitificando el fenómeno de la muerte
 

Según Kardec, en la partición de la felicidad, a que todos aspiran, no pueden estar confundidos los buenos y los malos
 

Lo inevitable del fenómeno de la muerte es un asunto que incomoda y asusta a buena parte de la población del planeta. Incluso entre nosotros espíritas el tema causa – para usar un eufemismo – cierta incomodidad en muchos. El sentido común sugiere que la convincente mayoría de las personas – es decir, Espíritus encarnados - no se prepara debidamente para enfrentar ese momento. En general, “aplazamos” tanto como es posible pensar sobre el tema. Y tal comportamiento no deja de ser un tanto como paradojal ya que 60% de los brasileños creen que existe vida después de la muerte, según una investigación por la Data Folha.1

De cualquier manera, somos constantemente recordados – a través de incontables acontecimientos que nos rodean - de que a nuestra vez también llegará a la corta o a la larga. Puesto esto, el fin de la existencia física (corporal) debe ser encarado de forma racional por todos nosotros. A fin de cuentas, el cuerpo humano, como toda la máquina orgánica, con el tiempo presenta señales de fatiga, extenuación, y las células inician el proceso de desagregación hasta la extinción completa del fluido vital.

No hay como detener indefinidamente ese proceso, no obstante los cada vez más expresivos avances de la ciencia, medicina y estética que han ayudado en la prolongación de la existencia humana con efectos benéficos en la calidad de vida en general. En ese sentido, cabe resaltar el significativo aumento en la expectativa de vida de los brasileños, de acuerdo con el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE). Informes de esa institución revelan, de hecho, que, en 1940, se vivía una media de sólo 45 años en el país. Ya para el corriente año la previsión saltó para 73,7 años y, para el final de siglo, se estima que viviremos en torno del 84,3 años.2

En resumen, todos tenemos un tiempo pre-determinado para cumplir nuestra misión aquí en la Tierra, aunque no sepamos de cuánto es. Sin embargo, como bien pondera el Espíritu Hermano José:

“La essência sobrevive. Muere la semilla y nace la flor, perece la flor y viene el fruto, que concluye, en sí, la propia inmortalidad”. 3

El Maestro apareció a sus discípulos amados en varias ocasiones

Además, asevera también el mentor que Nada desaparece en la economía del Universo”.4

Por lo tanto, lo fundamental es que sepamos que viviremos, finalmente, para siempre. Nuestra individualidad prevalecerá aunque en contextos o dimensiones diferentes. A los que aún calman dudas – a pesar de las incontables evidencias científicas - vale recordar, por ejemplo, la gloriosa visión del Tabor – atestiguada, además, por los apóstoles Pedro, Tiago y Juan – relatada en el Evangelio:

“Y se transfiguró delante de ellos; y su rostro resplandeció como el sol, y sus vestiduras se hicieron blancas como la luz. Y he ahí que les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él” (Mateo, 17: 2-3).

Es importante destacar que en aquel episodio descrito por el apóstol, Jesús dialogó con dos personajes que hacia mucho habían dejado el “mundo de los vivos”. Explicando mejor, Moisés hubo vivido entre 1592-1474 a.C. y Elías entre 874-852 a.C. Por lo tanto, el recado de la inmortalidad del Espíritu fue absolutamente claro. El episodio fue tan importante – constituyendo, a buen seguro alguna, una de las mayores manifestaciones mediúmnicas de que se tiene noticia - que Pedro, extático, “... tomando la palabra, dijo a Jesús: Señor, bueno es que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres tabernáculos, uno para ti, uno para Moisés, y uno para Elías. Y, estando él aún hablando, he ahí que una nube luminosa los cubrió. Y de la nube salió una voz que decía: Este es mi amado Hijo, en quien me complazco; escuchadlo” (Mateo, 17:4-5).

Además de eso, el capítulo 20 del Evangelio de Juan es todo dedicado a la resurrección del Maestro. En el versículo 17, por ejemplo, leemos un diálogo singular entre Jesús y María Magdalena. Cupo a ella, de hecho, probablemente como un premio a su esfuerzo ingente de autoiluminación, la honra de ser la primera persona en ver a Jesús después de su muerte, o sea: “Le dijo Jesús: No me detengas, porque aún no subí para mi Padre, pero ve para mis hermanos, y diles que yo subo para mi Padre y tu Padre, mi Dios y tu Dios”.

El Maestro apareció posteriormente a sus discípulos amados en varias ocasiones. Llegó incluso a invitar a Tomás, en una de ellas, a tocarle las manos ya que este era dado al escepticismo. Tal vez en la más importante de todas sus apariciones post-muerte, él surgió a los llamados 500 de Galilea, conforme describió el Espíritu Humberto de Campos en la referida obra Buena Nueva.
La noción del purgatorio no forma parte de las concepciones islámicas

El Espíritu Joanna de Ângelis, por su parte, esclarece que el recelo de la muerte transcurre “... de la ignorancia acerca de la vida”. Y añade aún: “El miedo de la muerte, de alguna forma, es atávico, procedente de la caverna, cuando el fenómeno biológico sucedía y el hombre primitivo no entendía, desconociendo la razón de su ocurrencia” 5

Por otro lado, las ancoras religiosas lanzaron más oscuridad que luz sobre el tema. Sin tener la pretensión de hacer un estudio comparativo sobre las varias corrientes y, desde ya reconociendo el valor de cada una, podemos recordar algunos aspectos centrales de algunas de ellas en lo tocante al asunto bajo aprecio. De ese modo, las religiones cristianas – vale fijar - no aceptan la posibilidad de una segunda oportunidad o reencarnación. Para ellas, de hecho, el infierno es para siempre y, tras el Juicio Final, las almas del cielo y del purgatorio irán a resucitar.

De manera similar, el Islamismo también acepta que la muerte lleva a la eternidad. O sea, el alma queda igualmente a la espera del día del Juicio Final en que será juzgada por el Creador. Enseguida podrá ir para el cielo o el infierno, dependiendo del comportamiento en vida. La noción de purgatorio no forma parte de las concepciones islámicas. En el Judaísmo, los muertos son conducidos para el Sheol, una especie de limbo, para aguardar el Juicio Final (como vemos, tal noción está presente en varias religiones populares). Para los judíos ortodoxos, no obstante, la esperada vuelta del Mesías va a resucitar a todos.

Las religiones espiritualistas, por su parte, proporcionan un nivel de esclarecimiento muy parcial sobre el tópico. Con efecto, en el Hinduismo se cree que la reencarnación ocurre inmediatamente después de la muerte, lo que no es correcto. En el Budismo, a su turno, el ser desencarnado puede alcanzar la llamada Tierra Pura – espacio de sabiduría iluminada. El tipo de reencarnación que se sucederá en el futuro dependerá de cada uno. En la visión budista, el individuo puede volver en reinos celestiales, humanos o animales. La idea de que un ser humano reencarne en el cuerpo de un perro (metempsicosis), por ejemplo, sería condenar a alguien que ya alcanzó el reino hominal a un injustificable e inaceptable retroceso, es decir, algo totalmente incompatible con las leyes de evolución. En el Espiritismo, por fin, el alma vuelve al mundo espiritual6 donde, conforme aseveró Jesús, “En la casa de mí Padre existen muchas moradas…” (Juan, 14:2).

La realidad de la vida futura es fruto de nuestros actos en la vida presente

De hecho, el Espíritu André Luiz descubrió en sus investigaciones en el plano espiritual que pocos encarnados consiguen cumplir exactamente el tiempo previsto. De hecho, a lo largo de la encarnación vamos generalmente haciendo muchas cosas inadecuadas, así como siguiendo un estilo de vida que acaba “abreviando nuestro tiempo”. En casos más extremos, cometemos el auto suicidio. Siendo así, todos nosotros vamos a desencarnar sea con ocasión de enfermedades incurables, muerte violenta, deficiencia incorregible de algún órgano, accidente inesperado (colectivo o individual), negligencia con nuestra propia salud (toxicómanos y alcohólicos están en este grupo), por desgaste absoluto de la máquina orgánica o suicidio.

De ese modo, no debemos temer la muerte propiamente dicha, ya que ella es inevitable, sino lo que vendrá después. O sea, ¿bajo cuáles condiciones volveremos a la patria espiritual? Si por las razones expuestas no podemos interrumpir la muerte, debemos prepararnos para la etapa siguiente. Muy apropiadamente, la cuestión nº 961 del Libro de los Espíritus aborda esa problemática – o sea: “¿Cuál es el sentimiento que domina la mayoría de los hombres en el momento de la muerte: la duda, el temor, o la esperanza? La duda, en los escépticos empedernidos; el temor, en los culpables; la esperanza, en los hombres de bien”.

En la cuestión nº 962, Allan Kardec fue aún más incisivo, sino veamos:

“¿Cómo puede haber escépticos, una vez que el alma trae al hombre el sentimiento de las cosas espirituales? “Ellos son en número mucho más pequeño de lo que se juzga. Muchos se hacen espíritus fuertes, durante la vida, solamente por orgullo. En el momento de la muerte, sin embargo, dejan de ser tan fanfarrones”.7

Kardec concluyó que la realidad de la vida futura es decurrente de nuestros actos en la vida presente. Él también argumentó con lucidez: “Nos dice la razón y la justicia que, en el reparto de la felicidad a que todos aspiran, no pueden estar confundidos los buenos y los malos. No es posible que Dios quiera que unos gocen, sin trabajo, de bienes que otros sólo alcanzarán con esfuerzo y perseverancia”.8

Nadie conseguirá esquivar la muerte, por más que lo intente

Por lo tanto, nada más sintonizado con la noción de realidad espiritual que el pensamiento de Pablo, según el cual Dios nos recompensará de acuerdo con nuestras obras. En ese sentido, Jesucristo nos orientó de forma muy clara a no juntar “... tesoros en la Tierra, donde la traza y la herrumbre todo consumen, y donde los ladrones minan y roban” (Mateo 6:19). Sino para juntar “... tesoros en el Cielo, donde ni la traza ni la herrumbre consumen, y donde los ladrones no minan ni roban” (Mateo 6:20). Por lo tanto, tenemos que preocuparnos, fundamentalmente, con lo que estamos construyendo del lado de allá.

Kardec concluyó que la realidad de la vida futura es derivada de nuestros actos en la vida presente. Él también argumentó con lucidez: “Lo dicen la razón y la justicia que, en el reparto de la felicidad a que todos aspiran, en el pueden estar confundidos los buenos y los malos. Por lo tanto, nada más sintonizado con la noción de realidad espiritual que el pensame. A rigor, deben temer la vida futura los orgullosos y autoritarios ya que “La soberbia precede a la ruina, y la altivez del espíritu precede a la caída” (Proverbios 16:18). Deben preocuparse con la realidad espiritual los mezquinos y avarientos, los libidinosos y depravados, los perpetradores de excesos de todo orden, los transgresores de las leyes y los malvados, los agentes de la destrucción y de la villanía, los hipócritas y maledicientes, los inconsecuentes, irresponsables y suicidas.

Siendo así, cabe recordemos la triste condición que el Espíritu André Luiz - a quién tanto debemos acerca de los altamente esclarecedores relatos de la vida en el más allá de la tumba – retornó a la patria espiritual. André, a propósito, padeció ocho años en el Umbral. Cuando pudo ser atendido por un médico del más allá, el diagnóstico fue irrefutable, dado que el aparato gástrico del infeliz compañero había sido destruido a causa de excesos en la alimentación y en la ingestión de bebidas alcohólicas, aparentemente sin importancia. La sífilis le había consumido las energías vitales. Lamentablemente, la condición de André era la de un suicida inconsciente. 9

Por fin, nos esclarece Joanna de Ângelis que “Nadie conseguirá esquivar la muerte, por más que lo intente”.10 Más podemos y debemos esforzarnos para volver al mundo mayor en mejores condiciones.
 


Notas bibliográficas:

1. SALVADOR, A. O Brasil esotérico. Veja, n. 2182, 15 set. 2010, p. 144.
2. IBGE. Projeção da População do Brasil por sexo e idade 1980-2050 revisão 2008. Disponível 3. BACCELLI, C.A. (Pelo Espírito Irmão José). Dias melhores. Uberaba: MG, Liv. Espírita Edições “Pedro e Paulo”, 2004, p. 183.
4. Idem, ibidem, p. 184.
5. FRANCO, D.P. (Pelo Espírito Joanna de Ângelis). Entrega-te a Deus. Catanduva: SP, Intervidas, 2010, p. 89.
6. CARELLI, G. Os vivos e as outras vidas. Veja, n. 1904, 11 mai. 2005, p. 116-117; MENDONÇA, M. O novo Espiritismo, Época, n. 424, 3 jul. 2006, p. 68-69.
7. KARDEC, A. O livro dos Espíritos. (Tradução de Guillon Ribeiro). Versão digital. FEB, 2007, p. 307.
8. Idem, ibidem.
9. XAVIER, F.C. (Pelo Espírito André Luiz). Nosso lar. 9ª edição. Rio de Janeiro: RJ, p. 27-28, 1965.
10. FRANCO, D.P. Op. cit, p. 90.


 


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