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Editorial Português   Inglês    
Año 5 212 5 de Junio de 2011 


 

Traducción
Elza F. Navarro - mr.navarro@uol.com.br
 

 

Cuidado con las previsiones,
he aquí el consejo de Kardec


El desconocimiento del pasado y nuestra ignorancia con relación al futuro son dos bendiciones que Dios nos concedió, aunque ni siempre las tratemos con la circunspección necesaria. 

Con relación al olvido del pasado, sugerimos al lector leer el estudio que publicamos en la edición 83 de esta revista, donde se puede obtener informaciones pulsándose en http://www.oconsolador.com.br/ano2/83/esde.html 

En lo tocante al futuro, nuestra ignorancia a respeto es explicada con clareza en la principal obra del Espiritismo – El Libro de los Espíritus.  

Kardec preguntó a los inmortales (L.E., 869): ¿Con qué fin el futuro se conserva oculto al hombre? 

Los Espíritus contestaron: “Si el hombre conociese el futuro, se tornaría negligente con el presente y no obraría con la libertad con que lo hace, porque lo dominaría la idea de que, si una cosa tiene que ocurrir, inútil será ocuparse de ella, o entonces procuraría impedir que ocurriese. No quiso Dios que así fuera, a fin de que cada uno concurra para la realización de las cosas, hasta de aquellas a que desearía oponerse. Así es que tú mismo preparas muchas veces los acontecimientos que han de sobrevenir en el curso de tu existencia”. 

Está evidente, como leemos en la cuestión siguiente a la mencionada, que Dios permite que el futuro nos sea revelado cuando eso pueda facilitar la ejecución de una cosa, en vez de estorbar, obligando el hombre a actuar diversamente de la manera con que actuaría, si no le fuera dado saber lo que lo espera. Pero la revelación puede constituir, también, una prueba. “La perspectiva de un acontecimiento puede sugerir pensamientos más o menos buenos”, afirmaron los inmortales (L.E., 870).  

“Si un hombre sepa, por ejemplo, que va a recibir una herencia, con que no cuenta, puede ser que la revelación de ese hecho despierte en él un sentimiento de codicia, por la perspectiva de que se tornen posibles mayores gozos terrenos, por la ansia de poseer más deprisa la herencia, deseando tal vez, para que tal se ocurra, la muerte de aquél de quien heredará. O, entonces, esa perspectiva le inspirará buenos sentimientos y pensamientos generosos. Si la predicción no se cumple, ahí esta otra prueba, consistente en la manera porque soportará  la decepción. Ni por eso, entre tanto, le cabrá menos el merito o el demerito de los pensamientos buenos o malos que la creencia en la ocurrencia de aquel hecho le hizo nacer en el íntimo” (L.E., cuestión mencionada). 

Se percibe por el propio contenido de la respuesta arriba que la predicción puede cumplirse o no, hecho que nos sugiere que tengamos el máximo cuidado con cualquier tipo de previsión, venga de donde venga.   

Si ella viene de una personalidad desencarnada, es bueno tener en mente la lección que Kardec consignó en el ítem 267 d´El Libro de los Médium:   

“(…) los Espíritus buenos “hacen que las cosas futuras sean presentidas, cuando ese presentimiento convenga; nunca, sin embargo, determinan fechas”. “La previsión de cualquier acontecimiento para una época determinada es indicio de mistificación” (El Libro de los Médium, ítem 267, 8º párrafo, p.334). 

El otro cuidado que debemos tener dice respeto a la cualidad del emisario – encarnado o desencarnado – que nos presente revelaciones pertinentes al futuro, atentos a la lección que Emmanuel, a través de Chico Xavier, consignó en la cuestión 144 de su libro El Consolador, obra publicada en 1942: 

“Los Espíritus de nuestra esfera no pueden intentar descubrir el futuro, considerando esa actividad una característica de los atributos del Creador Supremo, que es Dios. Tenemos de considerar, todavía, que las existencias humanas están subordinadas a un mapa de pruebas generales, donde la personalidad debe movilizarse con su esfuerzo para la iluminación del porvenir, y, dentro de ese  esquema, los mentores espirituales más elevados pueden organizar los hechos premonitorios, cuando convengan a las demostraciones de que el hombre no se resume a un aglomerado de elementos químicos, de conformidad con la definición del materialismo disolvente” (El Consolador, 144)

¿Sería Emmanuel un instructor capacitado para tal ardua tarea? 

Él mismo ya había dicho que no en la primera de sus obras – Emmanuel –, publicada en 1938, en la cual afirmó  taxativo: “Los seres de mi esfera no conocen el futuro, ni pueden interferir en las cosas que le pertenecen” (Emmanuel, cap. XXXIII, FEB, 7ª edición, pág. 166). 




 


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O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita