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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 5 - N° 209 – 15 de Mayo de 2011

 
                                                            
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 

La pereza de Pedrito

 

Pedrito es un niño bueno y tiene sólo cinco años, pero él tiene un gran defecto: la pereza.

Pedrito tiene pereza de tomar el baño, de mudarse, de limpiar los dientes y, principalmente de calzar los tenis. Cada día era una dificultad hacerlo prepararse para ir a la escuela. Y él protestaba para la mamá:

— ¿Por qué tengo que vestir uniforme? ¿Por qué tengo que calzar tenis? ¿Por qué tengo que limpiar los dientes? ¿Por qué?... ¿Por qué?...

Y la mamá explicaba, con inmenso cariño:

— Hijo mío, todos nosotros tenemos que hacer estas mismas cosas la vida entera, y aprendemos en la infancia. La mamá, el papá, sus hermanos, sus amiguitos, todos. Así, creamos hábitos de una vida saludable que nos acompañan durante toda la existencia.  

Pero Pedrito replicaba:

— ¡Pero no me gusta hacer las mismas cosas todos los días, mamá!

La madre, con paciencia, colocó al hijo en brazos y explicó:

— Pedrito, los hábitos de higiene son necesarios hasta para no quedar enfermos. ¡Piensa! ¿Y si tú no tomaras baño, no cambiaras de ropas, no limpiaras los dientes? ¿Qué va  a ocurrir?

— ¡Voy a quedar sucio, hum!...

— Exactamente. Y, en poco tiempo, estará oliendo tan mal que nadie va a querer estar cerca de ti. ¿Entendiste?

— Entendí, mamá. Tú tienes razón. No quiero ser llamado cerdo.

La madrecita dio una carcajada y concordó:

— ¡Es eso mismo, Pedrito! ¿Pero sabes que ni a los cerdos les gusta la suciedad?  Ellos viven en el lodo porque, por mucho tiempo, se juzgó que a ellos les gustaba la suciedad. Después, descubrieron que, en verdad, ellos se revuelcan en el lodo intentando lavarse, quedar limpios. ¡Por eso, hoy, hay cerdos que son bien tratados y viven en lugares limpios! Pero ahora basta de conversación, hijo. Tenemos que apresurarnos o tú llegarás retrasado a la escuela. Pedrito fue para la escuela, pero la conversación que él tuvo con la madre no le salía de la cabeza, a la hora de dormir, mientras se ponía el pijama, él hablaba solo:

— Mamá tiene razón, tomar baño, colocar ropas limpias, lavar los dientes, todo es importante. ¿Pero, calzar tenis? ¡Debería tener un modo más fácil sin que la gente necesitara amarrar!

La verdad es que Pedrito sentía pereza de amarrar y desamarrar los zapatos. Entonces, en ese instante, él pensó:  

¿Y si yo pusiera cola en los tenis? ¡Ellos no saldrían más! ¡Buena idea!...

Pensando así, el niño se durmió.

Despertó y, sin que nadie lo viera, Pedrito buscó un pegamento que la madre guardaba en un armario, bien escondido, y esparció dentro del calzado. ¡Quedó feliz! ¡Había resuelto su problema!
 

Luego, Pedrito percibió que no conseguía retirarlos de los pies; intentó quitar los calcetines, pero tampoco lo consiguió. Estaba todo pegado, pies, calcetines, tenis. A La noche, el modo fue dormir calzado.

En la mañana siguiente, la madre extrañó verlo acostado con los tenis, pero creyó que él ya los hubiera calzado. A La hora del baño, Pedrito intentó quitar de los pies y no consiguió; fue obligado a entrar bajo la ducha con los tenis.  

Al ver al hijo tomando un baño con calcetines y tenis, la madre preguntó:

— ¿Qué está ocurriendo, Pedrito?

Lleno de miedo, el niño tuvo que explicar para la madre que hube pasado pegamento y que ahora no conseguía quitarlos. Ella quedó muy preocupada, pues el pegamento que él había usado era bien fuerte y resistente. Sin embargo, tras informarse, la madre se tranquilizó, entendiendo que era necesario esperar que terminara el efecto de la cola.

Entonces, Pedrito hacía todo con tenis: dormía, tomaba baño, iba para la escuela etc. El calzado y los calcetines mojaban y enjugaban en sus pies. En virtud de eso, él pasó a exhalar un mal olor dañino y, al saber la razón, los compañeros se alejaban riendo y ofendiéndolo.

Pedrito, desesperado, lloró, lloró mucho. Se sentía bastante avergonzado y no soportaba más esa situación. ¡No quería más ni ir para la escuela! Entonces, en lágrimas, él pidió:

— ¡Jesús, ayúdame! ¡No aguanto más!... 

Y llorando, él gritaba:

— ¡Mamá! ¡Mamá!...

La madre entró en el cuarto, aterrorizada con los gritos del hijo:

— ¿Qué pasó, Pedrito? ¿Por qué estás gritando así?

Entonces, Pedrito despertó en su cama, en lágrimas:

— ¡Ay, mamá! ¡No aguanto más quedarme con estos tenis! ¡Ese mal olor me hace mal! ¡No voy más para la escuela!...

— ¡Cálmate, hijo mío! ¿De qué tenis estás hablando?...

Pedrito, aún descontrolado, quitó la sábana y miró para sus pies. Para su sorpresa, él vio que estaba descalzo y no sintió más aquel horrible mal olor. ¡Estaba todo normal!

— Mamá, pero yo puse cola en los pies y no conseguía quitarme más los tenis…

La madrecita comprendió lo que había pasado.

— Fue sólo un sueño, hijo mío. ¡Ya pasó! Cálmate…

¡Entonces, aliviado, Pedrito entendió que todo fue realmente un sueño!...

— ¡Mamá! Tuve un sueño horrible esta noche. Nunca más voy a tener pereza de calzar tenis. Y contó a la madrecita lo que había soñado. Después, más que deprisa, él corrió para tomar el baño y quedar bien limpio. La madre, satisfecha, entendió que él hubo recibido una lección, y mentalmente agradeció a Jesús por la ayuda que su hijo recibió.

Satisfecho y animado, el niño prometió:

— Aprendí la lección, mamá. De aquí para adelante, voy a hacer todo bien del modo que tú me enseñaste. Nunca más voy a tener pereza de nada, ¡especialmente de calzar tenis!... 

                                                                  Meimei


(Recebida por Célia Xavier de Camargo em 11 de abril de 2011.)         
 



                                                          
                          



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