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Especial Português Inglês    
Año 5 206 24 de Abril de 2011

PAULO NETO     
paulosnetos@gmail.com     
Belo Horizonte, MG (Brasil)

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 

Posesión: ¿existe la posesión física del encarnado?

 Parte 1

“Y el hombre que estaba poseso del espíritu malo saltando sobre ellos con tanta violencia, que tuvieron que huir de aquella casa, sin ropas y cubiertos de heridas”. (Actos 19:16.)


Introducción
 

Por varias veces nos deparamos con esa duda, cuando las personas nos preguntaban si, en los casos de obsesión, habría verdaderamente una posesión física del encarnado, o sea, si el espíritu obsesor “entraría” aún en el cuerpo del obsesado, pasando a actuar con el cuerpo de este.

Nuestra propia experiencia nos lleva a creer que, en algunos casos, se tiene aún la nítida impresión que sí. Pero es importante resaltar que, de forma alguna, estamos generalizando para todos los casos de obsesión. Vamos a contar ahora una historia que nos llevó a rever nuestro posicionamiento anterior de que la posesión física no podría ocurrir en ninguna hipótesis.

Realidad x teoría: Un paciente en obsesión

Cerca de año y medio atrás, fuimos llamados para ayudar a una joven que había sido hospitalizada por estar comportándose de manera anormal. Sin embargo, de entre los parientes, algunos percibieron que ella estaba influenciada por espíritus; por eso solicitaron  nuestro auxilio. Llegando al lugar donde ella se encontraba, vimos que la posibilidad de estar aún bajo la influencia espiritual era evidente, pues, además de hablar con voz masculina, hablaba otras cosas que en su estado normal no le era habitual. En aquel momento tenía, cogiéndole los brazos, dos hombres fuertes, limitándole los movimientos, una vez que quería agredirse a sí misma. Por alguno de los presentes en el cuarto, tuvimos noticias de que el párroco de la ciudad había pasado por allá, en una rápida visita. Él, al salir, dijo que, cuando ella quedase buena, él volvería. Como se dice popularmente: ¡ay, hasta nosotros!...

El equipo de médiums que nos acompañaba en aquella atención fraterna, también tuvo esa misma impresión. Pasamos, entonces, a establecer diálogo con los espíritus que la atormentaban. Y, después que varios se presentaron, conseguimos, finalmente, liberarla de aquellas influencias, hecho que la hizo volver a su estado normal.

Pasados algunos días, fuimos, nuevamente, llamados para ayudar a esa joven. Esta vez, estaba en su propia residencia, con los mismos síntomas, hablando con voz que no era la suya, e intentando agredirse, o sea, se comportaba exactamente como la primera vez. En la oportunidad, conversamos con varios espíritus. La situación estaba difícil, pues, apenas acabábamos de convencer a un espíritu a alejarse de la joven, “entraba” otro. Y, así, quedamos por más de una hora. Por fin, dada nuestra incapacidad de resolver la cuestión, recomendamos a los familiares que la llevaran al Hospital Espírita André Luiz, en la capital minera, para una evaluación y tratamiento, si la situación así lo exigiera. El equipo del Hospital constató que la joven, realmente, estaba bajo fuerte influencia espiritual, recomendando que su nombre fuera llevado para la reunión específica de desobsesión y que, semanalmente, por un tiempo largo, tomara pase, además de haber recetado medicamentos para tranquilizar a la paciente, de conformidad con los procedimientos médicos tradicionales para el caso.

De ahí, siempre que fuera posible, la familia la llevaba al Grupo Espírita que frecuentábamos. En la hora del pase era un sufoco, pues la joven cerraba los ojos, y listo: entraba en sintonía con los espíritus que la perseguían. Eso hizo que orientáramos a los pasistas para que no a la dejasen concentrarse, en el momento del pase.

Sin embargo, en una ocasión, después de adentrar a la cámara de pases, entró en transe, en una nítida sintonía espiritual. De hecho, nunca vimos a una persona sintonizarse tan fácilmente como ella. Fuimos inmediatamente llamados para ayudar. Aunque la situación fuera extremadamente inadecuada, de igual modo que en las anteriores, iniciamos el diálogo con el espíritu que la asediaba, y, con mucho coste, conseguimos de él la promesa de que iría a “salir” de la joven. Inmediatamente después de él decir eso, la joven perdió todo el control del cuerpo, cayendo al suelo, sin que pudiéramos hacer absolutamente nada, dada la rapidez con que eso ocurrió. Ayudado por los compañeros, con relativa dificultad, a colocarla en una silla, intentando reanimarla, lo que ocurrió pocos minutos después. Al volver a su normalidad no se acordó de nada de lo que le había ocurrido en ese periodo de tiempo. Salió naturalmente, como entró, de forma que, quién la vio salir de la cámara de pases, no percibió lo que había allá ocurrido.

Fue a partir de ese episodio que pasamos a cuestionar el concepto de que todos los fenómenos mediúmnicos tienen como base la mente; en otras palabras, todo ocurre en nivel de sintonías mentales entre los envueltos, sin cualquier tipo de conexión física. Pero, el hecho ocurrido nos remitía a creer que había realmente una posesión física, lo que, a nuestro ver, justificaba la caída de la joven después de la “salida” del espíritu, si así podemos expresarnos, no consiguiendo, su propio espíritu asumir, a tiempo, el control del cuerpo, de modo a evitar su caída.

Esa cuestión fue ampliamente debatida entre los miembros del Grupo y, en la ocasión, llegó a nuestras manos un texto publicado en la web Portal del Espíritu, en que el articulista defendía, o mejor, demostraba que Kardec había hablado algo acerca de eso. Veamos, entonces, en las obras kardecista lo que podemos encontrar.

El asunto en las Obras Básicas

Iremos a presentar en orden cronológico lo que encontramos de aquello que Kardec dijo, para que quede clara la evolución de su comprensión sobre el asunto.

1) Abr. / 1857 – El Libro de los Espíritus

Abordado en las siguientes preguntas:

473. ¿Puede un Espíritu tomar temporalmente el involucro corporal de una persona viva, es decir, introducirse en un cuerpo animado y obrar en lugar del otro que se halla encarnado en este cuerpo?

“El Espíritu no entra en un cuerpo como entras en una casa. Se identifica con un Espíritu encarnado, cuyos defectos y cualidades sean los mismos que los suyos, a fin de obrar conjuntamente con él. Pero, el encarnado es siempre quien actúa, conforme quiere, sobre la materia de que se halla revestido. Un Espíritu no puede sustituirse al que está encarnado, por eso que este tendrá que permanecer conectado a su cuerpo hasta al término fijado para su existencia material.”

474. Desde que no hay posesión propiamente dicha, es decir, cohabitación de dos Espíritus en el mismo cuerpo, ¿puede el alma quedar en la dependencia de otro Espíritu, de modo a hallarse subyugada u obsesada al punto de su voluntad venir a hallarse, de cierta manera, paralizada?

“A buen seguro, y son esos los verdaderos posesos. Pero, es preciso sepas que esa dominación no se efectúa nunca sin que aquel que la sufre lo consienta, quiera por su flaqueza, quiera por desearla. Muchos epilépticos o locos, que más necesitaban de médico que de exorcismos, han sido tomados por posesos.”

El vocablo poseso, en su acepción vulgar, supone la existencia de demonios, es decir, de una categoría de seres malos por naturaleza, y la cohabitación de uno de esos seres con el alma de un individuo, en su cuerpo. Aunque, en ese sentido, no hay demonios y que dos Espíritus no pueden habitar simultáneamente el mismo cuerpo, no hay posesos en la conformidad de la idea a que esta palabra se halla asociada. El término poseso sólo se debe admitir cómo expresando la dependencia absoluta en que un alma puede hallarse con relación a Espíritus imperfectos que la subyuguen. (KARDEC, 2007a, p. 282)

En esa circunstancia, no hay ningún margen para dudas de que, en aquel momento, no juzgaba que pudiera haber posesión física, pero sí subyugación. Y Kardec justifica el por qué de no querer usar el término posesión, ya que podrían relacionarlo con demonios, seres que no existen para el Espiritismo, sino en la acepción de espíritus imperfectos y aún dedicados al mal.

2) Jan. /1861 – El Libro de los Médiums

En el capítulo XXIII, titulado De la Obsesión, Kardec vuelve nuevamente al asunto.

240. La subyugación es una constricción que paraliza la voluntad de aquel que la sufre y lo hace actuar de mal grado. En una palabra: el paciente queda bajo un verdadero yugo. La subyugación puede ser moral o corporal. En el primer caso, el subyugado es obligado a tomar resoluciones muchas veces absurdas y comprometedoras que, por una especie de ilusión, él juzga sensatas: es como una fascinación. En el segundo caso, el Espíritu actúa sobre los órganos materiales y provoca movimientos involuntarios. Se traduce, en el médium escribiente, por una necesidad incesante de escribir, aún en los momentos menos oportunos. Vimos algunos que, a la falta de pluma o lápiz, simulaban escribir con el dedo, dondequiera que se encontraran, aún en las calles, en las puertas, en las paredes. Va, a veces, más lejos la subyugación corporal; puede llevar a los más ridículos actos. Conocemos a un hombre, que no era joven, ni bello y que, bajo el imperio de una obsesión de esa naturaleza, se veía obligado, por una fuerza irresistible, a ponerse de rodillas delante de una joven a cuyo respecto ninguna pretensión nutría y la pedía en boda. Otras veces, sentía en la espalda y en las caderas una presión enérgica, que lo forzaba, no obstante la resistencia que le oponía, a arrodillarse y besar el suelo en los lugares públicos y en presencia de la multitud. Ese hombre pasaba por loco entre las personas de sus relaciones; estamos, sin embargo, convencidos de que absolutamente no lo era; por cuanto tenía conciencia plena del ridículo que hacía contra su voluntad y con eso sufría horriblemente.

241. Se daba en el pasado el nombre de posesión al imperio ejercido por malos Espíritus, cuando la influencia de ellos iba hasta la aberración de las facultades de la víctima. La posesión sería, para nosotros, sinónimo de la subyugación. Por dos motivos dejamos de adoptar ese término: primero, porque implica la creencia de seres creados para el mal y perpetuamente volcados al mal, mientras que no hay sino seres más o menos imperfectos, los cuales todos pueden mejorarse; segundo, porque implica igualmente la idea del enseñoramiento de un cuerpo por un Espíritu extraño, de una especie de cohabitación, mientras que lo que hay es sólo imposición. La palabra subyugación expresa perfectamente la idea. Así, para nosotros, no hay posesos, en el sentido vulgar del término, hay solamente obsesados, subyugados y fascinados. (KARDEC, 2007b, p. 320-321).

Aún aquí Kardec no cambia de opinión; mantiene la que ya poseía acerca de ese asunto; sólo, como buen educador, esclarece con más detalle lo que había dicho antes.

3) Diez/1863 – Revista Espírita

En este punto Kardec cambia de opinión, rectificando su pensamiento anterior, después de tener una prueba de que hay posesión física, sí. Veamos lo que él narra:

Un caso de posesiónSeñorita Julie

Dijimos que no había posesos en el sentido vulgar de la palabra, sino subyugados; volvemos sobre esta afirmación muy absoluta, porque nos está demostrado ahora que puede allí haber posesión verdadera, quiere decir, sustitución, parcial sin embargo, de un Espíritu errante al Espíritu encarnado. He ahí el primer hecho que es la prueba de esto, y que presenta el fenómeno en toda su simplicidad. […].

[...] Él [el espíritu] declara que, queriendo conversar con su antiguo amigo, aprovechó de un momento en que el Espíritu de la Señora A..., la sonámbula, estaba alejado de su cuerpo, para colocarse en su lugar. […].

P. ¿Qué hizo durante ese tiempo el Espíritu de la señora A…? – R. Estaba allí, al lado, me miraba y reía de verme con ese vestuario. (KARDEC, 2000, p. 373-374).

Como se puede notar, transcribimos sólo lo que nos pareció interesante para nuestro estudio. Sin embargo, partiendo de las propias afirmaciones de Kardec, algunas personas colocan como aún no doctrinaria esa cuestión, por estar sólo en la Revista Espírita. De hecho, es perfectamente aceptable pensar así delante de lo que Kardec dijo en la Introducción de La Génesis: “La Revue, mucha vez, representa para nosotros, un terreno de ensayo, destinado a sondear la opinión de los hombres y de los Espíritus sobre algunos principios, antes de admitirlos como partes constitutivas de la doctrina”. (KARDEC, 2007c, p. 17).

Tendríamos, como la mayoría, también dado ese asunto por concluido, ya que la evidencia era demasiado fuerte para contestar, a pesar de, particularmente, no estar viendo la cuestión de esa forma, pues, para nosotros, el cambio de opinión es clara demás en la Revista Espírita no tratándose de una cuestión que fue allí colocada para ver las opiniones sobre el asunto. Para nosotros, al decir eso, él, Kardec, está haciendo pública su opinión sobre el tema.

Pero, continuando las investigaciones, nos deparamos con algo que no dejará dudas, quedando claro que forma parte, sí, de los principios constitutivos de la Doctrina. Veamos, entonces, lo que encontramos, por último, en aquello que investigamos.

4) Jan./1968 – La Génesis

Kardec vuelve a esa cuestión, ahora en definitiva, en ese libro, en el capítulo XIV, Los Fluidos, cuando, tratando de las obsesiones, dice:

46 - Así como las enfermedades resultan de las imperfecciones físicas que hacen el cuerpo accesibles a las perniciosas influencias exteriores, la obsesión transcurre siempre de una imperfección moral, que da ascendencia a un Espíritu malo. A una causa física, se opone una fuerza física; a una causa moral preciso es se contraponga una fuerza moral. Para preservarlo de las enfermedades, se fortifica el cuerpo; para garantizarla contra la obsesión, se tiene que fortalecer el alma; donde, para el obsesado, la necesidad de trabajar por mejorarse a sí mismo, lo que las más de las veces basta para librarlo del obsesor, sin el socorro de terceros. Necesario se hace este socorro, cuando la obsesión degenera en subyugación y en posesión, porque en ese caso el paciente no es raro que pierde la voluntad y el libre albedrío.

Casi siempre la obsesión expresa venganza tomada por un Espíritu y cuyo origen frecuentemente se encuentra en las relaciones que el obsesado mantuvo con el obsesor, en precedente existencia. En los casos de obsesión grave, el obsesado queda como envuelto e impregnado de un fluido pernicioso, que neutraliza la acción de los fluidos saludables y los repele. Es de aquel fluido que importa deshacerse. Ahora, un fluido malo no puede ser eliminado por otro igualmente malo. Por medio de una acción idéntica a la del médium curador, en los casos de enfermedad, preciso se hace expeler un fluido malo con el auxilio de un fluido mejor.

No siempre, sin embargo, basta esta acción mecánica; cumple, sobre todo, actúar sobre el ser inteligente, al cual es preciso se posea el derecho de hablar con autoridad, que, sin embargo, fallece a quién no tenga superioridad moral. Cuánto mayor esta sea, tanto mayor también será aquella. Pero, aún no es todo: para asegurar la liberación de la víctima, indispensable se hace que el Espíritu perverso sea llevado a renunciar a sus malos designios; que se haga que el arrepentimiento despunte en él, así como el deseo del bien, por medio de instrucciones hábilmente suministradas, en evocaciones particularmente hechas con el objetivo de darle educación moral. Se puede entonces tener la grata satisfacción de liberar a un encarnado y de convertir a un Espíritu imperfecto.

El trabajo se hace más fácil cuando el obsesado, comprendiendo su situación, para él concursa con la voluntad y la plegaria. Otro tanto no sucede cuando, seducido por el Espíritu que lo domina, si ilude con relación a las cualidades de este último y se complace en el error a que es conducido, porque, entonces, lejos de secundarla, el obsesado repele toda asistencia. Es el caso de la fascinación, infinitamente más rebelde siempre, que de la más violenta subyugación. (El Libro de los Médiums, 2ª Parte, cap. XXIII.)

En todos los casos de obsesión, la oración es el más poderoso medio de que se dispone para apartar de sus propósitos maléficos al obsesor.

47. - En la obsesión, el Espíritu actúa exteriormente, con la ayuda de su periespíritu, que él identifica con el del encarnado, quedando este finalmente enlazado por una cómo red y presionado a proceder contra su voluntad. En la posesión, en vez de actuar exteriormente, el Espíritu activo se sustituye, por así decir, al Espíritu encarnado; le toma el cuerpo para domicilio, sin que este, sin embargo, sea abandonado por su dueño, pues eso sólo se puede dar por la muerte. La posesión, consiguientemente, es siempre temporal e intermitente, porque un Espíritu desencarnado no puede tomar definitivamente el lugar de un encarnado, por la razón de que la unión molecular del periespíritu y del cuerpo sólo se puede operar en el momento de la concepción. (Cap. XI, Nº. 18.) De posesión momentánea del cuerpo del encarnado, el Espíritu se sirve de él como si suyo fuera: habla por su boca, ve por sus ojos, opera con sus brazos, conforme lo haría si estuviera vivo. No es como en la mediumnidad parlante, en que el Espíritu encarnado habla transmitiendo el pensamiento de un desencarnado; en el caso de la posesión es mismo el último que habla y obra; quién lo haya conocido en vida, le reconoce el lenguaje, la voz, los gestos y hasta la expresión de la fisonomía.

48. - En la obsesión hay siempre un Espíritu malhechor. En la posesión puede tratarse de un Espíritu bueno que quiera hablar y que, para causar mayor impresión en los oyentes, toma del cuerpo de un encarnado, que voluntariamente se lo presta, como prestaría su vestuario a otro encarnado. Eso se verifica sin cualquier perturbación o incomodidad, durante el tiempo en que el Espíritu encarnado se halla en libertad, como en el estado de emancipación, conservándose este último al lado de su substituto para lo oírlo.

Cuando es malo el Espíritu posesor, las cosas pasan de otro modo. Él no toma moderadamente el cuerpo del encarnado, lo arrebata, si este no posee bastante fuerza moral para resistirle. Lo hace por maldad para con este, a quien tortura y martiriza de todas las formas, yendo al extremo de intentar exterminarlo, ya por estrangulación, ya tirándolo al fuego o a otros lugares peligrosos. Sirviéndose de los órganos y de los miembros del infeliz paciente, blasfema, injuria y maltrata a los que lo cercan; se entrega a excentricidades y a actos que presentan todos los caracteres de la locura furiosa. (Continúa en la próxima edición.)




 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita