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Año 5 205 17 de Abril de 2011


 

Traducción
Elza F. Navarro - mr.navarro@uol.com.br
 

 

La matanza del Río


Es difícil entender, examinando los hechos desde lejos, lo que tenía provocado el ataque descargado por el joven Wellington Menezes de Oliveira en el día 17 pasado, que dejó 12 niños muertos en la Escuela Municipal Tasso da Silveira, en Realengo, Río de Janeiro.
 

¿Tendría el asesino tenido un brote psicótico? ¿Estaría él bajo el efecto de drogas alucinógenas? ¿Puede tener ocurrido, en el caso, alguna influencia de naturaleza obsesiva? 

Como, en condiciones normales, difícilmente alguien comete actos de ese porte, es probable que haya ocurrido en el caso una o más de una de las hipótesis sugestionadas.  

Gerson Simões Monteiro comenta, en artículo publicado en esta misma edición, un caso narrado por Allan Kardec en la Revista Espirita de 1859, en lo cual la propia victima informó que el criminoso actuara bajo la influencia directa de un Espíritu. Esta es, pues, una hipótesis posible, hecho que ha llevado el articulista a sugerir, en la parte final de su artículo, que debemos vigilar siempre los pensamientos malévolos, una vez que estos tienen la propiedad de atraer entidades vueltas al mal. 

Son, de acuerdo con el Espiritismo, realmente innegables las influencias que los desencarnados ejercen sobre las criaturas humanas.  

El asunto es tratado en la cuestión 459 de “El Libro de los Espíritus”, en que Kardec indagó:  ¿Influyen los Espíritus en nuestros pensamientos y en nuestros actos? Los inmortales contestaron: “Mucho más de lo que imagináis. Influyen a tal punto que, de ordinario, son ellos que os dirigen”. 

En la Revista Espirita de 1858, al relatar el caso ocurrido con el joven F…, que sufriera un doloroso proceso de fascinación, el Codificador del Espiritismo juntó las siguientes explicaciones:

1. Los Espíritus ejercen sobre los hombres una influencia saludable o perniciosa; no es necesario, para eso, ser médium.

2. No teniendo la facultad, ellos actúan de mil y una maneras.

3. La influencia de los Espíritus sobre nosotros es constante, y todos se encuentran expuestos a ella, creyendo o no.

4. Tres cuartas partes de nuestras acciones malas y de nuestros malos pensamientos son frutos de esa sugerencia oculta.

5. No hay otro criterio, sino el sentido común, para discernir el valor de los Espíritus. Cualquier que sea la fórmula dada para ese fin por los propios Espíritus es absurda y no puede emanar de Espíritus superiores.  

En muchos de los pensamientos que tenemos nos surgen en determinadas situaciones, ideas diferentes acerca del mismo tema y, por veces, ideas que se contradicen. Con certeza estamos siendo, en esos momentos, mira de la influencia de los Espíritus, hecho que ni todos percibimos, especialmente cuando ella  se da  de manera sutil y oculta, como se averiguó en el conocido caso de Custodio Saquarema, relatado por el Espíritu de Humberto de Campos en su libro “Cartas y Crónicas”, psicografíado por el médium Francisco Cándido Xavier.  

Una manera de distinguir nuestros pensamientos de los que son sugeridos es comprender que, normalmente, pertenece a nosotros el primer pensamiento que nos ocurre. Pero el más importante es saber que, independientemente de las sugerencias o no, la responsabilidad por los actos es nuestra, cabiéndonos el merito por el bien que de ahí resulta el demerito, si la acción fuera negativa.    

Si la distinción en lo que se refiere al origen de los pensamientos ni siempre es posible, neutralizar la influencia espiritual es algo factible, como enseñan los Espíritus Superiores en la respuesta dada a la cuestión 469 de “El Libro de los Espíritus”.   

Dijeron los inmortales: 

“Haciendo el bien y poniendo vuestra confianza en Dios, rechazareis la influencia de los Espíritus inferiores y destruiréis el dominio que sobre vosotros intentan ejercer. 

Guardaos de escuchar las sugerencias de los Espíritus que os suscitan malos pensamientos, que os insuflan la discordia y que os inducen a las malas pasiones. 

Desconfiad sobre todo de los que exaltan vuestro orgullo, pues que os agarran por el punto débil. Por eso Jesús os hace repetir en la Oración Dominical: “No nos dejéis caer en tentación, pero libradnos del mal”. 

Es interesante  también que el lector lea con atención lo que enseña la cuestión 122 “b” de  “El Libro de los Espíritus”, que nos asegura que los malos Espíritus desisten de obsesionar a las personas que consiguen elevarse moralmente y conquistan, de esa manera,  el autocontrol, el equilibrio, la armonía interior que caracterizan el verdadero hombre de bien. 

Esos cuidados faltaron ciertamente al joven  Wellington, que, al suicidarse, escapó a la justicia de los hombres, pero no a la justicia divina, a la cual deberá prestar cuentas, sea cual sea el motivo que lo tenga llevado  a matar a los indefensos niños del Realengo.     



 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita