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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 4 200 – 13 de Marzo de 2011

 
                                                            
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 

El puñado de barro

 

A Ricardo le gustaba juguetear con su amigo Pedro. Eran vecinos y tenían más o menos la misma edad. Pasaban por la cerca que separaban sus casas y jugueteaban, ahora en la casa de uno ahora en la casa del otro.

De tarde en tarde, como es natural entre niños, ellos se desentendían y quedaban días sin hablarse. Pero ambos sólo estaban contentos cuando estaban juntos.

Cierto día, ellos tuvieron una pelea y Pedro dijo unas palabrotas a Ricardo.

— ¡Boca sucia! — gritó el otro.

Después, lleno de rabia, y aún no contento con la respuesta que hube dado al amigo, Ricardo miró para el suelo buscando alguna cosa para golpear a Pedro, pero nada encontró.

Sin embargo, como llovió en la víspera, aún había barro en el patio. Entonces, Ricardo agarró un puñado de barro y se preparaba para tirarlo al vecino.

En ese momento la madre de Ricardo, desde la puerta de la cocina, vio lo que él pretendía hacer, y corrió al patio.

— Hijo mío, ¿qué estás haciendo tú?

El niño miró a la madre, después para sus manos y dijo:

— ¡Yo iba a tirar el barro a Pedro!... ¡Él me llamo cosas muy feas, mamá!

La madre llegó cerca del hijo y consideró:

— ¿Y tú estarás más feliz tirándole barro a él?

— ¡Ah!... ¡Por lo menos, yo lo dejaré bien sucio!...

La madre miró bien para el hijo, y preguntó:

— Hijo mío, suciedad por suciedad, ¡mira tus manos!... ¿Notaste que tú te ensuciaste primero, Ricardo?

El chico miró para las manos embarradas, sorprendido, como si sólo ahora lo notase.

— ¡Pero él me ofendió, mamá!
 

— Yo sé, hijo, pero cuando Pedro te dirigió palabrotas, antes de alcanzarte, la boca de él quedó toda sucia. ¡Además de eso, tú también replicaste!

El niño quedó pensativo y la madre prosiguió:

— Cuando hacemos mal a alguien, hijo mío, nos alcanzamos primero a nosotros mismos.

— Es verdad. Mis manos están sucias y aún no le tiré el barro a Pedro. ¿Entonces, qué hago mamá?

La señora hizo una caricia en la cabeza del hijo y dijo:

— Piensa. ¿Qué actitud es la mejor para tomar?

El chico pensó, pensó y después pareció haber encontrado la solución: Si al hacer mal a alguien yo me alcanzo primero a mí mismo, entonces si yo hago el bien, la respuesta será la misma. ¡Seré el primero a ser beneficiado!...

Entonces, Ricardo miró para sus manos y vio el barro que estaba endureciendo. Corrió hasta la fuente del jardín y las lavó bien. Después, miró por la cerca y vio a Pedro que, del otro lado, con los ojos bien abiertos esperaba su reacción.

Se dirigió hasta donde estaba el vecino y lo sorprendió diciendo:

— Pedro, pelear es feo y no resuelve la situación. Al contrario, nosotros dos quedamos solos y no tenemos con quién jugar.

El otro, avergonzado de lo que había hecho, replicó:

— Yo no quería ofenderte, Ricardo. ¡Cuando vi, ya había hablado! Te pido disculpas.

Ricardo oyó al vecino y admitió:

— Yo también erré, Pedro. Te llamé boca sucia y quería llenarte de barro. ¡Menos mal que no lo tiré! Aprendí con mi madre que, cuando deseamos el mal de nuestro prójimo, somos los primeros a ser alcanzados

Ricardo extendió la mano para el otro y dijo:

— ¿Amigos?

— ¡Amigos!

Ambos, muy contentos, fueron a contar a la madre de Ricardo que habían hecho las paces.

La señora sonrió y abrazó a ambos.

— Hacer las paces es la mejor cosa. Conservad la amistad de vosotros y jamás tendréis de que arrepentiros.

Los chicos se abrazaron y prometieron que nunca más iban a pelear. 

Ricardo y Pedro crecieron, cambiaron de escuela, fueron para la facultad, pero jamás se olvidaron de aquella lección. 

Y por toda la vida, cada vez que surgía un desentendimiento con alguien, luego el problema era resuelto a través del diálogo, con comprensión, tolerancia y paz. 

 

MEIMEI


(Mensagem recebida por Célia Xavier de Camargo em 21/2/2011.)
 



                                                          
                          



O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita