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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 4 199 – 6 de Marzo de 2011

 
                                                            
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 

Un poco de levadura

 

Guilherme, de doce años, llegó de la escuela y vio que su madre estaba en la cocina.

La madre lo saludó alegre, pero notó que él estaba un poco molesto. Para animarlo, pues sabia que al hijo le gustaba ayudar, le pidió que cogiera los huevos para ella, lo que él hizo rapidito. 

— ¿Qué vas a hacer, mamá? — preguntó echándose sobre la mesa.

— ¡Un bizcocho! Aquel bizcocho de chocolate que a ti tanto te gusta.

— ¡Ah!... ¡Que bueno!...

Viéndolo más animado, la madre aprovechó para preguntar por qué él había llegado molesto. Guilherme explicó:

— Sabes, mamá, no me gusta cuando los compañeros maltratan o hacen poco caso de alguien. En mi grupo está Tiago, que es muy tímido, casi no habla y, por eso, algunos compañeros se aprovechan para humillarlo, sabiendo que él no reacciona.

— ¿Y tú,  hijo mío,  qué haces?

— Yo no hago nada, aunque me guste Tiago. Y eso me deja descontento conmigo mismo, ¿entiendes?

La madre continuó  mezclando la masa del bizcocho, pensativa, después dijo:

— Guilherme, pásame la levadura.

El chico cogió la levadura y se la dio a la madre, que lo incorporó a la masa, mezclando todo cuidadosamente. Observando lo que la madre hacía, él preguntó:

— ¿Por qué tú usas levadura en la masa?

— Tú ya vas a ver, hijo mío.

Después la masa comenzó a crecer, aumentando de volumen. Admirado, el chiquillo miraba muy interesado.

— ¡Caramba!... ¡Como actúa ella rápido!

Y la madre aprovechó para explicar:

— Así como nuestras acciones, hijo mío, que siempre tienen consecuencias. Cada día emitimos sugerencias para el bien y para el mal, y ellas son como la levadura, que crece y se esparce. Tú viste que un poco de levadura fue suficiente para actuar en toda la masa. Y así ocurre con nosotros en la vida. Aun ayer vimos un hecho en la televisión que ilustra bien lo que estoy diciéndote. ¿Tú sabes cuál?

El chico pensó un poco y de repente recordó:

— Ayer, en el juego de fútbol, algunos hinchas, descontentos con su equipo que estaba perdiendo, ¡comenzaron a gritar y a romper todo! Fue horrible...

— Exactamente, hijo mío. Fue la levadura del mal. Bastaría que alguien tuviera un gesto de paz, conteniendo a los agresores en aquella hora y nada de aquello habría ocurrido. ¿Y tú conoces algún ejemplo de la levadura del bien?

El chico se quedó pensando, pensando, hasta que se acordó:

— Mamá, hace poco tiempo yo vi en la televisión el caso de una mujer que era viciosa en las drogas y que estaba en el fondo del pozo, como ella dijo, y buscó vencer la adicción y lo consiguió. Después, llena de piedad de los viciosos, pues había allí hasta niños y adolescentes, ella decidió ayudarlos, y hoy tiene una entidad de ayuda y recuperación para los viciosos.

— ¡Que lindo ejemplo, hijo mío! Es la levadura del bien actuando sobre las personas. Entonces, ¿tú entendiste la importancia de la levadura, no sólo para bizcochos y panes?  

Pensando en el amigo Tiago, él respondió:

— Entendí, mamá. Y el mayor ejemplo fue Jesús, cuya levadura sólo actuó para el Bien y el Amor a todas las criaturas.           

El bizcocho fue para el horno y Guilherme de tarde en tarde miraba por el visor y veía que había crecido tanto que estaba casi desparramándose. No tardó mucho, estaba cocido. Un olor delicioso se esparcía por toda la casa y Guilherme lo saboreó, con placer.   

Algunos días después, los alumnos tenían que llevar una redacción sobre Ecología.

El profesor preguntó si todos habían hecho la redacción. Delante de la respuesta afirmativa, pidió a algunos alumnos que leyeran su texto. El último en ser escogido fue Tiago que, temblando de miedo, caminó al frente de la sala.

Él comenzó tímido, con voz baja, pero a después fue ganando confianza y cuando terminó de leer su redacción, toda la clase estaba sorprendida. Los chicos más atrevidos de la sala intercambiaron una mirada y Guilherme vio que ellos se preparaban para humillar a Tiago.

Antes que ellos tuvieran tiempo para actuar, Guilherme comenzó a tocar las palmas. En el comienzo fue sólo él;  después  otros  compañeros  se  asociaron  a  él e

inmediatamente casi todos tocaban las palmas, y decían:

— ¡Muy bueno!

— ¡Felicidades!

— ¡El mejor texto que yo ya vi!

Al ver la reacción de la clase, Tiago quedó emocionado y agradecido a Guilherme por haber tomado su defensa, pues él también hube notado que los abusadores no perderían la oportunidad de humillarlo.

Los dos gamberros quedaron con la cabeza baja, sin poder hacer nada.

El profesor, que vio con agrado la manifestación del grupo, consideró:

— Tus compañeros tienen razón, Tiago. ¡Tu redacción está excelente! Aún no vi todas las redacciones, pero creo que la tuya es la mejor. ¡Felicidades! Inclusive, yo voy a mandarla para ser publicada no sólo en el boletín de la escuela, sino también en el periódico de nuestra ciudad, para que todos puedan tener conocimiento de ella.

Los alumnos volvieron a tocar las palmas, animados.

La campañilla tocó y los alumnos se prepararon para dejar la clase.

Quedando el último, Guilherme arreglaba su material, cuando percibió a Tiago a su lado. El chico estaba emocionado y, colocando la mano en el hombro del compañero, dijo:

— ¡Guilherme, gracias!

— Tú no tienes que darme las gracias, Tiago. ¡Tú texto es realmente muy bueno!

Tiago tenía ahora una expresión diferente, más firme y confiada.

— Pero yo tengo que agradecerte, sí. Si no fuera por ti, aquellos chicos me habrían tirado para bajo de nuevo. Si ellos comenzasen con las bromas de siempre, los demás irían a estar con ellos, porque tienen miedo. Pero tú no, tu tomaste mi defensa y la clase te siguió. ¡Gracias!

Guilherme acabó de cerrar la mochila, y mirando para el compañero explicó:

— ¡Es a causa de la levadura!

Tiago abrió los ojos, espantado:

— ¿El quê?... ¡No entendí!...

— Yo te explico. Pasa en casa por la tarde y vas a comer un bizcocho delicioso que mi madre hace.   

 

Meimei

 
(Mensagem psicografada por Célia Xavier de Camargo en 14/2/2011.)



                                                          
                          



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Revista Semanal de Divulgación Espirita