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Año 4 195 – 6 de Febrero de 2011

GUARACI LIMA SILVEIRA      
glimasil@hotmail.com  
 
Juiz de Fora, Minas Gerais (Brasil)

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org


¡Sí, estamos reencarnados!

“Lo que existe, ya había existido: lo que existirá, también ya existió.”
 (Ecl, 3, 15)

“Yo era un joven de buenas cualidades y tuve la suerte de tener una buena alma,  o mejor, siendo bueno, vine a un cuerpo sin mancha” (Sb, 8, 19.)

“Porque nosotros somos de ayer y nada sabemos…”. (Job, 8, 9.)


El espiritualismo y otras religiones antiguas trataron la reencarnación como una verdad. En los silencios de los monasterios, en paredes cerradas de las doctrinas secretas o en subsuelos diversos donde los estudios transcendentales eran llevados a efecto, la reencarnación fue siempre el punto de referencia para la comprensión de las diversas leyes naturales, de entre ellas la ley de causa y efecto. Ciertamente nuestros antepasados tuvieron razones de sobra para velar tal conocimiento de mentes aún infantiles para asunto tan complejo. En el evangelio de Jesús el punto de referencia para la comprensión de las diversas leyes naturales, de entre ellas la ley de causa y efecto. Ciertamente nuestros antepasados tuvieron razones de sobra para velar tal conocimiento de mentes aún infantiles para asunto tan complejo. En el evangelio de Jesús el asunto es tratado diversas veces, siendo lo más notable el diálogo de Jesús y Nicodemos inscrito en el Cap. 3 v. 1 a 12 del evangelio de Juan. Cupo, sin embargo, al Espiritismo la tarea de levantar el velo del asunto y lo expuso de forma clara para que todos pudieran entender y transformarse con miras a los procesos de la evolución continua. En el presente la ciencia viene tratando del asunto, lo que ha llevado a varios segmentos de los medios a incorporar en sus informativos, artículos, entrevistas o series televisivas la pauta de la reencarnación. De tan necesario o su entendimiento, el hombre moderno no puede quedar más al margen de este conocimiento.

Los investigadores Betty Repacholi y Alison Gopnik de la Universidad de California, en Estados Unidos, descubrieron recientemente que niños de un año y medio pueden entender que yo puedo querer una cosa mientras usted quiere otra, en contraposición a la propuestas del filósofo John Locke del siglo XVII y Jean Piaget, psicólogo educador del siglo pasado, que afirmaron ser el niño una página en blanco donde se inscribe los caracteres familiares y culturales para la formación de su personalidad. Los investigadores citados arriba afirman aunque a los cuatro años de edad la comprensión de psicología cotidiana del niño es aún más refinada. Consiguen explicar, por ejemplo, si una persona está actuando extrañamente porque cree en algo que no es verdad. Lo más impresionante aún es que los niños usan estadísticas, como los científicos, para coger conclusiones sobre el mundo, de acuerdo con los estudios de Fei Xu, también de la Universidad de California, que hizo experiencias utilizando balones de baloncesto de los colores blancos y rojos, concluyendo que “…los bebés son analistas estadísticos habilidosos. Niños de cuatro años son peritos en interpretar evidencias para desvelar causas y efectos”.

Como sabemos, la ciencia camina para la confirmación
del proceso reencarnatorio

Estudios y descubrimientos como esos sólo confirman el proceso de los renacimientos. Sí, hay una vida anterior, o vidas anteriores. Se sabe que el cerebro con toda su complejidad es fruto de milenios de experiencias de la monada divina en sus varias existencias a partir del mineral, como nos es informado por la espiritualidad. En la cuestión 171 de “El Libro de los Espíritus” leemos que: “Todos los Espíritus tienden a la perfección, y Dios les suministra los medios de alcanzarla a través de las pruebas de la vida corporal. Sin embargo, en su justicia, Él les reserva – para sus nuevas existencias – la realización de aquello que no pudieron hacer o cumplir en una primera prueba” de acuerdo con los comentarios de Kardec.

Así, la ciencia camina para la confirmación del proceso reencarnatorio. Ian Stevenson, eminente profesor y doctor de la Universidad de Virginia, también de Estados Unidos, peregrinó por el mundo a la cata de pruebas científicas de la reencarnación a través de relatos de niños que se decían eran reencarnados, apuntando antiguas familias, detallando sus vivencias anteriores y confirmados por los ex-familiares y personas conectadas al asunto, tales como vecinos y parientes. El libro “Reencarnación – Veinte Casos” de Ian Stevenson debe ser leído y analizado por todos aquellos que se interesan por el asunto, creyentes o escépticos. Conclusiones a que hoy se llegan acerca del asunto por los investigadores científicos dan cuenta de que los “Neuro-científicos comenzaron a entender algunos mecanismos cerebrales que permiten todo ese aprendizaje. El cerebro de bebés es más flexible que el de adultos. Tiene mucha más conexiones entre neuronas, aunque ninguna de ellas sea particularmente eficiente, pero con el pasar del tiempo ellos desatan los conectores inutilizados y fortalecen los útiles. El cerebro del bebé también tiene un nivel elevado de aquellas substancias químicas que cambian fácilmente las conexiones. La región cerebral llamada córtex pre-frontal es distintamente humana y lleva un tiempo largo para madurar. Capacidades de concentración, planificación y acciones eficientes de los adultos son gobernadas por esa área y dependen del largo aprendizaje que ocurre en la infancia. Puede ser que a los veinte años aún no estén completamente desarrollados”, conforme enfatiza Alison Gopnik.

Infancia y dedicación son fundamentales para
nuestra cualidad de seres humanos

Aquí vale el comentario sobre el largo aprendizaje que ocurre en la infancia. Ya decía Platón que: “conocer es recordar la verdad que ya traemos en nosotros, inherente al aparato racional e intuitivo de que somos desde el nacimiento dotados. En ese sentido, aprender es mismo descubrir lo que ya sabemos”. Entonces, en la fase supra citada, el Espíritu está realizando el proceso del avivamiento de los recuerdos del pasado a través de los conocimientos del presente, todo de acuerdo con sus necesidades en la actual existencia. “La falta de control pre-frontal detectado en los niños parece ser un enorme obstáculo, pero en la realidad puede ser tremendamente útil para el aprendizaje. Inhibe pensamientos o acciones irrelevantes, lo que puede ayudar a los bebés y niños pequeños a explorar el mundo libremente. Lejos de ser meros adultos inacabados, los bebés y los niños pequeños son primorosamente proyectados para la evolución, para cambiar y crear, aprender y explorar. Nuestras realizaciones más valiosas son posibles porque ya fuimos niños dependientes e indefensos. Infancia y dedicación son fundamentáis para nuestra cualidad de seres humanos. Yo decidí investigar casos que llamaron mi atención y pasé a publicar informes sobre ellos. Renació en mí el antiguo interés sobre la reencarnación”, afirma aún el Dr. Ian Stevenson. La profesora Dalva Silva Souza es miembro de la Federación Espírita del Estado de Espirito Santo. En su libro: “Los Caminos para el Amor”, editado por la FEB en el 2005, nos habla que “... cada uno es, antes de todo, heredero de sí mismo, y el medio en que el individuo renace tiene que ver con su historia anterior, es determinado por el riguroso mecanismo de la ley de acción y reacción que rige el mundo moral. Comprendemos, así pues, que todo renacimiento representa un proyecto de renovación y crecimiento para todos los que están envueltos afectivamente padres e hijos.

El Dr. Alison Gopnik, psicólogo que actúa en la U. de California, en un artículo recientemente publicado, comenta que: “niños pequeños saben, viven y aprenden mucho más que científicos creyeron ser posible”. Dice aunque en el fin del siglo XX algunos científicos ya argumentaban que los bebés deben nacer conocedores de mucha cosa que los adultos saben sobre comportamiento de objetos y personas. “Están lejos de ser páginas en blanco. Ellos aprenden sobre el mundo que los cerca a través de las propias experiencias”, concluye. Susan A. Gelman – U. Michigan – descubrió que ellos creen que animales y plantas tienen una esencia. Andrew N. Meltzoff – U. Washington – demostró que los recién nacidos ya entienden qué personas son especiales e imitarán sus expresiones faciales.

En una sola existencia es imposible conocer y
librarnos de tantos errores

Los bebés miran más demoradamente para situaciones nuevas e inesperadas que para las previsibles. Los investigadores utilizan ese comportamiento para descubrir cuál es su expectativa. Henry Wellman, de la U. de Michigan, y Ann Arbor analizaron grabaciones de conversaciones infantiles espontáneas para obtener pistas sobre como los pequeñitos piensan. Los científicos descubrieron que los bebés saben de mucha más cosas acerca del mundo que los cerca de lo que se piensa. Renée Baillargeon de la U. de Illinois y Elizabeth S. Spelke, de la U. Harvard, constataron que los bebés entienden relaciones físicas elementales como trayectorias de movimiento, gravedad y contención. Miran con más atención para un cochecito que parece atravesar una pared sólida que para situaciones que se encajan en principios fundamentáis de la Física cotidiana. Entre tres y cuatro años, los niños tienen ideas básicas sobre biología y una comprensión inicial de crecimiento, herencia y enfermedad. Así van sin embargo de las apariencias perceptivas superficiales cuando piensan sobre objetos.

Todas esas contribuciones de la ciencia moderna acerca de bebés y niños pequeños vienen al encuentro de los estudios sobre reencarnación. Ahora, si un bebé o un niño pequeño participa de forma tan activa del mundo que le cerca, ¿de dónde viene esa capacidad? ¿Herencia biológica? ¿Herencia cultural? ¿Herencia familiar? Pero aún no hubo tiempo para tanto. Las herencias son adquiridas a lo largo del tiempo y de las experiencias, del trabajo, de la dedicación y de la fidelidad de heredero. ¿Cómo entender las afirmaciones científicas arriba tan solamente teniéndose en cuenta la teoría de la existencia única? El apóstol Pablo de Tarso afirmó que nacemos una única vez. Sí.

Una única vez Dios nos creó y nos ofreció las varias existencias corporales para nuestro perfeccionamiento. En una sólo existencia es imposible conocerlo todo y, principalmente, librarnos de tantos errores e imperfecciones. Allan Kardec en su computo de instrucciones asevera que la reencarnación “Es la vuelta del alma o Espíritu a la vida corpórea, pero en otro cuerpo especialmente formado para él y que nada tiene en común con el antiguo”. Joanna de Ângelis en sus datos afirma que “Conocida como palingenesia entre los pueblos de la antigüedad y ahora denominada metensomatosis por los modernos investigadores, la reencarnación es expresiva donación divina para el ennoblecimiento del Espíritu en evolución”. Ney Lobo, emérito profesor y respetado compañero de las luchas espíritas, en su libro Filosofía espírita de la educación, coloca que “la ontogénesis biológica es repetida en muchas existencias sucesivas de cada Espíritu humano en nuevos cuerpos físicos generados por los padres”.

Entendamos que las leyes naturales son la expresión
de la verdad instituida por Dios

Varias son las preguntas hechas sobre la tesis del olvido temporal de las vidas pasadas. Sí, muchos no entienden el por qué de ese olvido ya que soy heredero de mí mismo. Pero, vale la pregunta siguiente: Y si supiéramos lo que fuimos anteriormente, ¿será que ayudaría en el proceso presente? Tenemos que considerar que las leyes naturales son la expresión de la verdad instituida por Dios. Así, muchas veces nuestras indagaciones deben partir de ese principio divino. Ahora, si Dios optó por olvidar temporalmente nuestros hechos anteriores, ciertamente tenía varias razones para eso. Saliendo de la propuesta de los “misterios divinos”, vamos a intentar entender. Valiéndonos de las anotaciones del Padre Marchal, en su libro “El Consolador”, leemos que: “El olvido del pasado, este bien mayor de la vida, sería un velo equilibrante evitando las naturales desarmonías si participáramos de las otras vivencias pasadas; nuestra actual celebración no soportaría tamaña carga de emociones que impedirían nuevas construcciones psicológicas”. Emmanuel refuerza anotando que: “El olvido temporal del pasado, en esas existencias fragmentarias, obedeciendo a la leyes superiores que presiden el destino, representa la disminución del estado vibratorio del Espíritu, en contacto con la materia”.

Citando el celebre capítulo “La Reencarnación de Segismundo”, inscrito en el libro “Misioneros de la Luz”, Alexandre, instructor de André Luiz, comenta que: “El Espíritu que odia o que se coloca en posición negativa delante de la Ley de Dios, no puede crear vida superior en parte alguna. Hay fecundaciones físicas y fecundaciones psíquicas. Las primeras exigen las disposiciones de las formas y las segundas se efectúan en los resplandecientes dominios del alma, en proceso maravilloso de eternidad. No hay creación sin fecundación. Las formas físicas descienden de las uniones físicas. Las construcciones espirituales proceden de las uniones espirituales”.

Es complejo el fenómeno de la reencarnación. Menos mal que el Espiritismo nos suministra elementos para su estudio. No basta un dogma. No basta afirmar que algo existe. Es necesario que pase por la criba del empirismo. Él puede confirmar o aproximar la realidad, o no, de lo que se afirma. El Espiritismo también es ciencia, está de brazos juntos con ella. Sus postulados necesitan ser comprobados para que en la humanidad haya pilares firmes donde establecer su futuro.

Somos seres renacidos a través de un proceso impar de sintetización de la forma

En una importante revista de ciencias, sus editores colocan que “Treinta años atrás, psicólogos, filósofos y psiquiatras juzgaban que bebés y niños pequeños eran irracionales, egocéntricos y amorales. Creían que se limitaban a lo concreto del aquí y ahora – incapaces de comprender causas y efectos, imaginar las experiencias de otras personas, o apreciar la diferencia entre realidad y fantasía. Frecuentemente aún son vistos como adultos imperfectos. Treinta años  atrás descubrieron que saben mucho más de lo que se pueda imaginar. Desvelan el mundo de modo muy semejante al del científico: experimentos, análisis estadísticos y formación de teorías intuitivas en el ámbito de los mundos físicos, biológicos y psicológicos”. Aún reportando al libro Misioneros de la Luz, es notable el momento en que Segismundo es llevado para el útero de su futura madre. Relata André Luiz lo que le fue dicho a él: “Sintonice relativamente a la forma pre-infantil. ¡Mentalice su vuelta al refugio maternal de la carne terrestre! ¡Acuérdese de la organización fetal, hágase pequeñito! ¡Imagine su necesidad de volver a ser niño para aprender a ser hombre! Segismundo parecía cada vez menos consciente, no nos miraba con la misma lucidez y sus respuestas a nuestras preguntas afectuosas no se revelan completas. Con gran asombro verifiqué que la forma de nuestro amigo se asemejaba a la de un niño”.

El relato emociona. Somos renacidos a través de un proceso impar de sintetización (1) de la forma. Los científicos de acá reconocen la grandeza del acontecimiento y nos dicen: “El prolongado desamparo y la impotencia de bebés pueden ser un precio evolutivo, una consecuencia necesaria de tener un cerebro equipado para hazañas prodigiosas de aprendizaje y creatividad”.

Nos resta siempre el quantum positivo de las investigaciones tanto en libros como orales. Cuántas veces vamos a los centros espíritas y asistimos a una conferencia, seminario, encuentro sobre el asunto y no nos detenemos para la grandeza del mismo. ¡Sí, estamos reencarnados! Esto es verdad. Una verdad que necesitamos establecer en definitiva en nuestras conciencias para que podamos juzgar mejor nuestros actos diarios, pues todo es y será de acuerdo con la ley de causa y efecto y la ciencia. A pasos anchos, cada vez más se aproxima la confirmación de la reencarnação y ahí seremos libres de muchas amarras, y la contribución a la psicología, antropología y sociología serán de tal forma que el hombre verá el mundo de forma diferente y establecerá para sí nuevos patrones de vida y conducta.

 

(1) Sinterización. S. f. Quím. Proceso en que dos o más partículas sólidas se aglutinan por el efecto del calentamiento a una temperatura inferior a la de fusión, pero suficientemente alta para posibilitar la difusión de los átomos de las dos redes cristalinas.   




 


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O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita