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Año 4 195 – 6 de Febrero de 2011


 

Traducción
Elza F. Navarro - mr.navarro@uol.com.br
 

 

Los objetivos de nuestro pasaje por el mundo


En su libro Socialismo y Espiritismo, obra publicada por la Casa Editora El Clarín, León Denis dice que la solución de los graves problemas que asuelan nuestro mundo pasa por un proceso educativo que explique al hombre el por qué de su presencia y de su pasaje sobre la Tierra. Con efecto – observó Denis -,  ¿De que sirve al hombre conquistar los aires, las aguas y todas las fuerzas materiales, si él no aprende a conocer, a discernir las finalidades de su vida?

El objetivo de la encarnación de los Espíritus en planetas como el nuestro es algo bien definido en la doctrina codificada por Allan Kardec. 

El Codificador del Espiritismo preguntó a los inmortales: - ¿Cuál es la finalidad de la encarnación de los Espíritus? Ellos contestaron: “Dios les impone la encarnación con el fin de hacerlos llegar a la perfección. Para unos, es expiación; para otros, misión. Pero, para que alcancen esa perfección, tienen que sufrir todas las vicisitudes de la existencia corporal: en eso es que está la expiación. Visa aún otro fin la encarnación: lo de poner el Espíritu en condiciones de soportar la parte que le toca en la obra de la creación. Par ejecutarla es que, en cada mundo, toma el Espíritu un instrumento, de armonía con la materia esencial de ese mundo, a fin de ahí cumplir, de aquel punto de vista, los órdenes de Dios. Es así que, concurriendo para la obra general, él propio se adelanta” (El Libro de los Espíritus, cuestión 132).

En otro momento, Kardec indagó: - ¿Cómo puede el alma acabar de depurarse? Respuesta: “Sometiéndose a la prueba de una nueva existencia”. La finalidad de la reencarnación es, pues: “Expiación, mejoramiento progresivo de la Humanidad. ¿Sin eso, donde estaría la justicia?” (El Libro de los Espíritus, 166 y 167). 

En un artículo publicado en Revue Spirite en 1863 Kardec examinó la tesis de que los Espíritus no tendrían sido criados para encarnarse. La encarnación no sería sino el resultado de una falta. El Espiritismo dice lo contrario, o sea, que la encarnación es una necesidad para el progreso del Espíritu y del propio planeta en lo cual él vive, y no una manera de castigo, como enseña de modo equivocado el roustainguismo. 

Comunicación obtenida en 1864 en la Sociedad Espirita de Sens dice que la reencarnación es factor indispensable al progreso espiritual, en la cual Kardec agrega que, trabajando para sí mismo, el Espíritu encarnado trabaja para el mejoramiento del mundo en que habita. 

En Paris, el mismo tema fue centrado por otro Espíritu, que explicó que la reencarnación es necesaria en cuanto la materia dominar el Espíritu. Del momento en que el Espíritu pasa  a dominar la materia, la reencarnación no se torna más necesaria; es el estado de los llamados Espíritus puros. El texto puede ser leído en Revue Spirite de 1864, pp. 48 a 50.  

De esta última comunicación destacamos las enseñanzas siguientes: I) A la medida que las sensaciones corporales del hombre se tornan más requintadas, sus sensaciones espirituales también despiertan y crecen. II) Siendo los fluidos los agentes que ponen en movimiento nuestro cuerpo, son ellos los elementos de nuestras aspiraciones, pues existen fluidos corpóreos y fluidos espirituales. III) Esos fluidos componen el cuerpo espiritual del Espíritu que, una vez encarnado, actúa por medio de ellos sobre la máquina humana, que él debe perfeccionar. IV) El Espíritu posee libre albedrío y busca siempre lo que le es agradable y satisface. Si es un Espíritu inferior y material, busca sus satisfacciones en  materialidad y así da un impulso a los fluidos materiales. V) Como necesita de depuración y ésta sólo es alcanzada por el trabajo, las encarnaciones escogidas le son más penosas, porque – después de haber dado supremacía a la materia y a sus fluidos – debe constreñirla, luchar con ella y dominarla.    

Comentando el mensaje, Kardec enseña que, considerada del punto de vista del progreso, la vida de los Espíritus presenta, así, tres periodos principales:

  • El periodo material, en lo cual la influencia de la materia domina la del Espíritu.

  • El periodo del equilibrio, en lo cual ambas las influencias se ejercen simultáneamente.

  • El periodo espiritual, en lo cual, teniendo dominado completamente la materia, el Espíritu no más necesita de la encarnación y su trabajo pasa a ser enteramente espiritual; es el estado de los Espíritus en los mundos superiores.   

Reafirmando la necesidad del proceso reencarnatorio, Emmanuel dice en la cuestión 96 del libro El Consolador que la reencarnación representa, en si misma, una estación de tratamiento y de cura de ciertas enfermedades del alma, a veces tan persistentes que pueden necesitar varias estaciones sucesivas, con la misma intensidad en los procesos regeneradores. 

Y es exactamente eso que nos enseñan las trovas siguientes, psicografíadas por Chico Xavier, constantes del libro “En la Era del Espíritu”, cap. 4: 

                                           “Para quien sufre en el más Allá

                                           Bajo la culpa en lloro sin gloria

                                           El regreso al hogar terrestre

                                           Es la bendición del purgatorio” (Oscar Leal)

                      “No adelanta huir

                      Del debito  que se retrasa,

                      Reencarnación llega luego

                      Cobrando dentro de casa” (Cornelio Pires)

                                           "Cuando un sabio de las Alturas

                                           Necesita  reencarnar

                                           Nadie consigue impedir

                                           Ni adelanta evitar” (Casimiro Cunha)

                      “De cualesquiera pruebas en la Tierra

                      La que más amansa la gente:

                      Enemigo reencarnado

                      Bajo la forma de pariente” (Lulu Parola).



 


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O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita