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Año 4 - N° 193 - 23 de Enero del 2011

VINÍCIUS LOUSADA      
vlousada@hotmail.com 
Bagé, Rio Grande do Sul (Brasil)
 

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org


 

El Libro de los Médiums en sus 150 años

Lanzada en enero de 1861, esa obra, que integra el llamado Pentateuco Kardecista, continúa siendo fundamental a los que – médiuns y dirigentes – actúan en el área de la mediumnidad


En la actualidad, no hay compendio de Espiritismo experimental más oportuno que El Libro de los Médiuns o Guía de los médiuns y de los evocadores de autoría del maestro Allan Kardec. Venia a la luz los días iniciales de enero de 1861 y editada por el Sr. Didier, esa obra, según el Codificador 1, consistía en el complemento del Libro de los Espíritus, con su carácter científico. Más tarde, Kardec va a considerarla en el rol de las obras fundamentales del Espiritismo.

A su tiempo, podía ser adquirida en la Librería del Sr. Didier, tanto como en la oficina de la Revista Espírita, situado en el pasaje Saint-Anne, en París, en un gran volumen in-18, de 500 páginas. En pocos meses del mismo año el libro tuvo una segunda edición, con nuevo formato y enteramente revisada por los Espíritus, con numerosas observaciones valerosas de su labor, de tal forma que las palabras de Kardec manifiestan que la obra era tanto de ellos como de su autor 2.

Quedo imaginándome la emoción, en 1861, de médiuns y dirigentes de grupos espíritas serios al encuentren en la producción kardecista orientación segura para el desarrollo y direccionamiento feliz de la mediumnidad, al servicio de una comprensión más profunda del mundo invisible por ser iluminada por los saberes producidos en la colaboración inter-existencial entre el maestro lionés y los Espíritus Superiores, por su parte comandados por el Espíritu de Verdad.

Un guía seguro para luchar con la mediumnidad

No se trata solamente de un libro más; es una obra indispensable en el campo de estudios y meditaciones en torno a la mediumnidad para que su ejercicio se haga servicio al semejante, sea por la constatación veraz de la inmortalidad    del alma y la identificación de nuestra naturaleza espiritual, sea por el diálogo creativo y moralizador con los siempre vivos, y aún por el esclarecimiento que se puede dar a los sufridores desencarnados, cuya infelicidad a que se prenden aguarda la terapéutica del Evangelio de Jesús en el verbo fraterno de los reencarnados, bajo los auspicios de los Benefactores Espirituales.

Ese trabajo llevado a buen término por Allan Kardec es resultado de una larga investigación experimental con Espíritus y médiums, donde el científico, al establecer un método de experimentación en consonancia con el objeto investigado – el mundo de los Espíritus y la filosofía enseñada por los Inmortales –, considera a sus informadores espirituales no como reveladores predestinados, sino como compañeros de estudios, cada cuál contribuyendo relativamente a su estado evolutivo.

En El Libro de los Médiums el Codificador exitosamente esclarece todo lo que era referente a las manifestaciones espíritas físicas e intelectuales, en su contexto histórico, de acuerdo con los Espíritus Superiores, a fin de desarrollar una teoría espírita explicativa de los fenómenos más variados, producidos por los habitantes del Más Allá, como también de las condiciones de su reproducción y control metodológico.

En el anuncio que hace de la obra en la Revue Spirite destaca que “sobre todo la materia relativa al desarrollo y al ejercicio de la mediumnidad mereció de nuestra parte una atención toda especial.” 3

De ese modo, ya en esa consideración del autor somos invitados a tener en cuenta que podemos, sobre todo los Espíritas, recoger en su contenido un norte para el desarrollo seguro de la mediumnidad (en el sentido kardecista, un proceso educativo del médium) y para el uso saludable de esa predisposición orgánica, natural y erradicada en el Espíritu en su capacidad comunicativa, cuando manifiesta de forma ostensiva.

El lector estudioso de esa obra en ella encuentra condiciones de comprender la fenomenológia que rodea la mediumnidad de que pueda ser portador, los recursos teóricos para lidiar con éxito en la vereda de la convivencia lúcida con los Espíritus y para el enfrentamiento adecuado de sus desafíos y obstáculos que, al ser encarados sin el debido conocimiento, generan decepciones y tristes resultados, como la obsesión o el uso inmoral de la mediumnidad.

Por otro lado, en la formación del dirigente y/o del “adoctrinador” (evocador, como Kardec designaba al responsable por dialogar con los Espíritus en las reuniones espíritas) la obra es igualmente de sumo valor para que llevemos con rectitud los diálogos siempre instructivos que se pueden obtener con los desencarnados, siendo posible presentarles cuestiones en pro del esclarecimiento moral e intelectual de todos nosotros, para lo que nos orienta Kardec 4.

Finalmente, el espiritista convencido encuentra en ese libro subsidio para entender mejor el Espiritismo en su complejidad, en la medida en que la obra revela aspectos esenciales del carácter experimental de la Doctrina de los Espíritus, no raramente sin considerar.  

En pro de la Moral y de la Filosofía Espírita

Con el advenimiento de El Libro de los Espíritus el Espiritismo abandonaba su periodo de curiosidad, caracterizado por la especulación no siempre seria, en nivel de entretenimiento en que eran colocados los fenómenos espíritas por mucha gente en Europa del siglo XIX, y adentraba el periodo de observación o filosófico en el cual “El Espiritismo es profundizado y se depura, tendiendo a la unidad de doctrina y constituyéndose en Ciencia.” 5

Kardec veía el Espiritismo como una Ciencia Moral y, al escribir El Libro de los Médiums, deja un legado inolvidable, previendo de antemano las críticas celosas o personalistas que querían hacer valer sistemas particulares para la conducción de las luchas mediúmnicas, o aún, en la explicación exclusivista de estas, sin el sello de la enseñanza colectiva de los Espíritus.

Además de eso, el científico de lo invisible da una razón de ser grave a la fenomenológia mediúmnica para que se recojan con los Espíritus enseñanzas serias y útiles a nuestra felicidad en la vida espiritual, evitándose el desvío del fin providencial de la mediumnidad en las practicas espíritas.

Respondiendo a sus críticos que tal vez supusieran innecesaria la severidad de los principios y consejos obtenidos en esa obra, sin querer fundar escuela, sino propagar el direccionamiento dado por los Espíritus Superiores a la mediumnidad en el Espiritismo, Kardec coloca en la fachada principal de esa propuesta su carácter moral y filosófico, sobre todo en pro de los que se perciben necesitados de las esperanzas y consolaciones que pueden obtener en la Doctrina y en los resultados de la actividad mediúmnica bajo la orientación mayor de Jesús.

Este año de conmemoraciones del sesquicentenario del Libro de los Médiums busquemos estudiar con profunda gratitud, en el plano individual y colectivo, ese libro esencial en el campo de la mediumnidad con Jesús y Kardec.

Estudiando a Kardec

 “Nosotros mismos pudimos constatar, en nuestras excursiones, la influencia saludable que esta obra ejerció sobre la dirección de los estudios espíritas prácticos; así, las decepciones y mistificaciones son mucho menos numerosas que otrora, porque ella enseñó los medios de frustrar las artimañas de los Espíritus engañadores.” 7

 

Vinícius Lousada es pedagogo, conferenciante y escritor espírita.

 


 

[1] KARDEC, Allan. Revista Espírita: jornal de estudos psicológicos. Ano IV. Rio de Janeiro:  
Federação Espírita Brasileira, 2006, pág. 22.

[2] Idem, pág. 518.

[3] Idem.

[4] KARDEC, Allan. O Livro dos Médiuns. 71. ed. Rio de Janeiro: Federação Espírita Brasileira, 2003, Cap. XXVI.

[5] KARDEC, Allan. Revista Espírita: jornal de estudos psicológicos. Ano I. Rio de Janeiro: Federação Espírita Brasileira, 2005, pág. 369.

[6] LOUSADA, Vinícius. Em busca da sabedoria. Porto Alegre: Editora Francisco Spinelli, 2010, p. 104.

[7] KARDEC, Allan. Revista Espírita: jornal de estudos psicológicos. Ano IV. Rio de Janeiro: Federação Espírita Brasileira, 2006, pág. 517.




 


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