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Año 4 - N° 191 - 9 de Enero del 2011

NUBOR ORLANDO FACURE      
lfacure@uol.com.br  
Campinas, São Paulo (Brasil)

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 

Dolencias espirituales

(Parte 2 e final)

Corregir los problemas espirituales implica reeducar el espíritu; los tratamientos sintomáticos pueden traer un socorro inmediato o un alivio importante, pero transitorio


Vampirismo
(8)

El mundo espiritual es poblado por una población numerosísima de Espíritus que según informes debe ser cuatro a cinco veces mayor que los 6 billones de almas encarnadas en nuestro planeta. Como la mayor parte de esa población de Espíritus debe estar habitando las proximidades de los ambientes terrestres, donde fluye toda la vida humana, no es de extrañar que esos Espíritus estén compartiendo con nosotros las buenas y malas conductas de nuestro día a día. (9)

Contamos con ellos como guías y protectores que constantemente nos inspiran, pero, en la mayoría de las veces, nosotros los atraemos por las adicciones y ellos nos aprisionan por el placer. Se cuentan a millones los hombres envueltos con el alcohol, el tabaco, las drogas ilícitas, los somníferos, los desarreglos alimentarios y los abusos sexuales. Para todas estas situaciones las puertas de la invigilancia están abiertas de par en par, permitiendo el acceso de entidades desencarnadas que pasan a compartir con nosotros el elixir de las satisfacciones mundanas de la carne.

En esos desvíos de la conducta humana la mente del responsable agrega en torno a sí elementos fluídicos que poco a poco van construyendo “miasmas psíquicos” con extrema capacidad corrosiva del organismo que la hospeda. El alcohólico, el drogadicto o el vicioso de cualquier sustancia construyen para sí mismo los gérmenes que pasan a obstruirle el funcionamiento de las células hepáticas, de los glomérulos renales, de los alvéolos pulmonares, de los conductos prostáticos, haciendo lesiones crónicas que la medicina tiene como procesos incurables.

Las entidades espirituales viciadas comparten los placeres de la adicción que el encarnado les favorece y a su tiempo lo estimulan a permanecer en la adicción. En esta asociación hay una tremenda pérdida de energía por parte del responsable por la adicción, de ahí que la palabra vampirismo sea adecuada para definir esa asociación.

Obsesión

En el transcurso de cada encarnación la misericordia de Dios nos permite usufructuar las oportunidades que mejor nos convienen para estimular nuestro progreso espiritual. Los reencuentros o desencuentros son de cierta manera planeados o atraídos por nosotros para los debidos rescates de compromisos que dejamos para atrás o las facilidades aparecen para cumplir las grandes promesas que diseñamos en el plano espiritual.

Es así que padres e hijos se reencuentran como hermanos, como amigos, como compañeros de una sociedad común en la actividad humana. Marido y mujer que no se respetan, ahora se reajustan como padre e hija, jefe y subalterno o como parientes distantes que la vida les dificulta la aproximación. Madres que despreciaron a los hijos hoy pasan de consultorio en consultorio en una peregrinación donde desfilan dificultades para tener de nuevo sus propios hijos. La vida de una manera o de otra va reeducando a todos. Los obstáculos que a primera vista parecen castigo o punición traen en su enmarañado de pruebas la posibilidad de recuperación de los daños físicos o morales que produjimos en el pasado.

Con frecuencia, ganamos o perdemos en la gran lucha de la supervivencia humana. Ninguno de nosotros recorre esta jornada sin tener que tomar decisiones, sin dejar de expresar sus deseos y sin hacer sus elecciones. Es ahí que muchas y muchas veces contrariamos las decisiones, los deseos y las elecciones de aquellos que conviven próximos a nosotros.

En cada existencia amontonamos personas que no nos comprendieron, amigos que nos abandonaron por contrariarse con opiniones diferentes a las nuestra, socios que no cumplieron sus compromisos con nosotros, parientes o simples conocidos que difamaron gratuitamente nuestro nombre.

En muchas otras ocasiones del pasado, ya tuvimos oportunidad de participar de grandes disputas financieras, de crímenes que la justicia terrena no testificó, del aborto clandestino que las alcobas escondieron y de traiciones que la sociedad repudió o escarneció.

En los rastros de estas maldades humanas, nosotros todos, sin excepción, estamos endeudados y altamente comprometidos con otras criaturas, también humanas y exigentes como nosotros mismos, que ahora están cobrándonos otros comportamientos, a exigirnos la obtención de deudas a que nos evadimos en otras épocas y a persistir en su dominio, buscando dificultarnos la subida más rápida para los más elevados estadios de la espiritualidad.

Aunque la ciencia médica de hoy aún no la traiga en sus registros nosológicos, la obsesión espiritual, en la cual una criatura ejerce su dominio sobre otra, este es de lejos el mayor de los males de la patología humana.

En las obras básicas del Espiritismo, Allan Kardec esclareció que la obsesión se establece en tres dominios de sumisión creciente: la “obsesión simple”, la “fascinación” y la “subyugación”. Los textos clásicos de Kardec y toda la literatura espírita subsiguiente, principalmente de André Luiz y sus abnegados intérpretes, como Marlene Rossi Severino Noble (La obsesión y sus máscaras), son más que suficientes para esclarecernos sobre ese tema.

Mediumnismo

Pretendemos con esta denominación discutir los cuadros de manifestaciones sintomáticas presentadas por aquellos que, incipientemente, inauguran sus manifestaciones mediúmnicas. (10) Con frecuencia, la mediumnidad, para ciertas personas, se manifiesta de forma tranquila y es tenida como tan natural que el médium, casi siempre aun muy joven, mal se da cuenta de que lo que ve, lo que percibe y lo que escucha variado, son comunicaciones espirituales y que sólo él está detectando tales manifestaciones, aunque le parezca ser compartidas por todos.

Otras veces los fenómenos son presentados de forma abundante y el principiante es tomado por el miedo e inseguridad, principalmente por no saber de lo que se trata y, por eso, acostumbra a retraerse, por percibir que es diferente de las personas con quien convive.

En otras ocasiones, tenemos la mediumnidad atormentada por Espíritus perturbadores, y el médium, sin contar con ninguna protección que lo pueda ayudar, se ve alrededor con una serie de cuadros de la psicopatología humana. Frecuentemente ocurren crisis del tipo pánico, histeria o manifestaciones somatiformes que se expresan en dolores, parálisis, anestesias, “hinchazón” de los miembros, insomnio rebelde, somnolencia incontrolable etc.

Una gran mayoría de ellos tienen pequeños síntomas psicosomáticos y se sienten influenciados o acompañados por entidades espirituales. (11) Son médiuns con aptitudes aún muy tímidas que están en fase de aprendizaje y dominio de sus potencialidades. Se trata de una tierna simiente que necesita ser cultivada para abrirse.

Dolencias carmicas

Siempre que por nuestras falta de moderación no consideramos los cuidados con nuestro cuerpo y en las veces que, por agresividad gratuita, alcanzamos el equilibrio físico o psíquico de nuestro prójimo, estamos imprimiendo esos desajustes en las células del cuerpo espiritual que nos sirve.

Es así que, en la patología humana, quedan registrados los cuadros de “lupus” que nos compromete las arterias, del “fuego salvaje” que nos quema la piel, de las “malformaciones” que deforman el corazón o el cerebro, de la “esclerosis múltiple” que nos inmoviliza en la cama o de la demencia que nos compromete la lucidez y nos aparta de la sociedad.

Necesitamos comprender que estas y todas las otras manifestaciones de enfermedad no deben ser tenidas en cuenta como castigos o puniciones. El Espiritismo enseña que estas y todas las otras dificultades que enfrentamos son oportunidades de rescate, las cuales, con frecuencia, fuimos nosotros mismos que las escogemos para acelerar nuestro progreso y nos incentivamos de la retaguardia que a veces nos mantiene distantes de aquellos que nos esperan delante de nosotros.

Más  que la cura de las enfermedades, la medicina tibetana, hace milenios atrás, enseñaba que médico y pacientes deben buscar la oportunidad de la iluminación. Los padecimientos por el dolor y las limitaciones que las enfermedades traen nos posibilitan el esclarecimiento, si nos predisponemos a buscarlo. Más importante que aceptar el sufrimiento en una resignación pasiva y poco productiva, se hace necesario superar cualquier limitación o revuelta, para promover el crecimiento espiritual a través de este descubrimiento interior e individual.

Tratamiento de las dolencias espirituales

Corregir los problemas espirituales implica reeducar el Espíritu. Los tratamientos sintomáticos pueden traer un socorro inmediato o un alivio importante, pero transitorio.

Recorrer las casas espíritas en búsqueda de alivio por el pase magnético, por el agua magnetizada con los fluidos revitalizadores, o para disfrutar de algunos momentos de saludable armonía con la espiritualidad, sólo repite las búsquedas superficiales que el común de la gente hacen en cualquier consultorio medico o recinto de cura de otras instituciones religiosas que prometen curas rápidas.

Trabajar para conocer y tratar la dolencia espiritual exige una reforma interior que demanda esfuerzo, disciplina y dedicación.

En ese sentido, el médico no está allí para controlar la enfermedad de quien lo busca, pero debe comprometerse en desempeñar el papel de orientador seguro, con actitudes coherentes con las que propone al paciente.

El postulado número uno en ese tratamiento debe ser, por lo tanto, un código de conducta moral, que debe partir del compromiso que el médico y cualquier otro terapeuta deba asumir.

Son de gran sensibilidad los consejos de Allan Kardec:

“... Dome sus pasiones animales; no alimente odio, ni envidia, ni celos, ni orgullo; no se deje dominar por el egoísmo; purifíquese, nutriendo buenos sentimientos; practique el bien; no de a las cosas de este mundo la importancia que no merecen”. (12)

En nuestro ambiente de trabajo hemos adoptado una conducta simple que hasta ahora nos ha parecido de gran repercusión en el tratamiento:

Desde la sala de espera, creamos un ambiente donde el paciente ya comienza a percibir que nuestro trabajo está comprometido con la espiritualidad. Sin ninguna ostentación de misticismo vulgar o creencias supersticiosas, en la sala de espera, el paciente lee una invitación para participar de nuestra reunión de “diálogo con el Evangelio” hecha en el periodo de la mañana. Entre otros mensajes, que él puede coger y llevar para una lectura más despacio, hicimos constar la presencia de un “libro de oraciones” donde pueden ser colocados nombres y direcciones para ser encaminados a las “vibraciones” en los días de lectura del Evangelio, que es siempre precedida y cerrada con meditación y oración.

Los cuadros de obsesión y otras patologías en los cuales se suponen interferencias más graves de entidades espirituales deben ser obligatoriamente dirigidos para las casas espíritas, que están preparadas adecuadamente para luchar con esos dramas. 

 

Notas:

8 - Este termo é sugerido por André Luiz. VerMissionários da Luz.

9 - O Livro dos Espíritos. Ver perguntas 456, 457 e 459.

10 - O Livro dos Médiuns. Ver: Capítulo XVIII. “Dos inconvenientes e perigos da mediunidade”.

11 - O Livro dos Espíritos. Ver: “Influência Oculta dos Espíritos em nossos pensamentos e atos”. Perguntas  459 a 472.

12 - O Livro dos Espíritos. Pergunta 257. Ver: Texto de Allan Kardec sobre: “Ensaio Teórico das Sensações nos Espíritos”. Págs. 165 a 170.



 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita