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Año 4 - N° 190 - 2 de Enero del 2011

NUBOR ORLANDO FACURE      
lfacure@uol.com.br  
Campinas, São Paulo (Brasil)

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 

Dolencias espirituales

(Parte 1)

Corregir los problemas espirituales implica reeducar el espíritu;
los tratamientos sintomáticos pueden traer un socorro
 inmediato o un alivio importante, más transitorio

 

El Objetivo Espírita

El Espiritismo es una doctrina que introduce al nivel del conocimiento médico un vastísimo campo de estudio ampliando diagnósticos e introduciendo una nueva comprensión para justificar la razón del sufrimiento que la enfermedad nos trae. Sin embargo, el Espiritismo no vino para competir con cualquier especialidad médica y su principal actuación no es la de producir curas. Con mucha frecuencia, sus adeptos lo utilizan con esos propósitos, sugiriendo en su búsqueda el consuelo y la cura de las enfermedades. Su papel primordial es el de iluminar y esclarecer, para que cada criatura promueva por sí mismo su reeducación espiritual. Sin reforma íntima no va ocurrir progreso ni cura. En ese sentido, las enfermedades son comprendidas como lecciones con gran potencial de transformación y traen oportunidades de renovación y crecimiento espiritual.

Una Anamnesis Volcada para la Espiritualidad

La mayoría de nuestros pacientes acepta muy bien un diálogo con el médico sobre su espiritualidad. De manera general nuestro pueblo, por superstición o sabiduría aún, reconoce que muchas enfermedades tienen alguna cosa que ver con la espiritualidad, o como causa, o como proceso benéfico para su cura. Podemos explorar el interrogatorio médico de tal modo que el paciente perciba que hablar sobre la espiritualidad no implica comprometerse con una religión y que una y otra pueden ser perfectamente separadas.

Método de Evaluación

Aprendemos a adoptar un criterio arbitrario en que la espiritualidad del paciente es evaluada en tres dominios (1):

El dominio de la creencia: Aquí, el paciente revela sus creencias o no en la existencia de Dios, en la existencia e inmortalidad del alma, en el mundo invisible donde habitan los espíritus, en la posibilidad de su comunicación con su Dios, en la reencarnación, en la comunicación de los espíritus con nosotros.

Esta relación con la espiritualidad a que los pacientes acostumbran a referirse es, casi siempre, muy específica e individual, siendo, a veces, muy difícil de ser expresadas en palabras, ya que está conectada a una creencia que es intransferible, sagrada para cada uno que la acepta, e implica, como exigencia máxima, el respeto que cada uno espera tener para con su convicción propia.

El dominio de la práctica: Se refiere al comportamiento que cada uno desarrolla en relación a sus creencias o a la religión que dice adoptar. Así, identificaremos a los frecuentadores ocasionáis y los asiduos, los participantes y los indiferentes, los curiosos y los inquisidores, todos ellos con mayor o menor empeño en poner en práctica lo que oyen de las lecciones que su religión se dispone a enseñar.

El dominio de la experiencia trascendente: Es la participación, frecuentemente “traumática”, episódica, ocasional o persistente y controlada que ciertas personas disfrutan con la espiritualidad. Tenemos ejemplos de personas que son sorprendidas por la visión de una entidad espiritual, cosa que pueda haberle ocurrido sólo una vez en la vida pero que la marcó profundamente. Otros, en un momento de fuerte estrés, como un accidente de automóvil o la caída de avión, en que fueron los únicos supervivientes, se sintieron, a partir de ahí, tocados por una actuación privilegiada de las divinidades que lo protegen. Están en este grupo, también, aquellos casos de relatos de las experiencias fuera del cuerpo, que traducen un desdoblamiento del cuerpo espiritual, con un desplazamiento más o menos tardado por el mundo espiritual. En estos casos, puede o no haber conciencia de contactos con entidades que los amparan en esos desplazamientos “fuera del cuerpo”. Entre tanto otros ejemplos, necesitan ser destacados, también, con énfasis, toda la fenomenológia mediúmnica que la doctrina espírita tiene el privilegio de esclarecer en sus pormenores, revelando los insondables caminos de la mediumnidad cuyos canales de comunicación nos ponen en contacto con la espiritualidad. En la experiencia trascendente de la mediumnidad, la disciplina moral ejerce un papel productivo en el grado de elevación espiritual del fenómeno.

La Fisiopatogenia

La posibilidad de existir una enfermedad espiritual sólo puede ser aceptada con la creencia en un nuevo paradigma que la doctrina espírita introduce en sus fundamentos (2).

El Espiritismo enseña que Dios es la “Inteligencia Suprema del Universo” y todo lo que existe forma parte de su creación. Cada uno de nosotros es un Espíritu encarnado que está en proceso de aprendizaje que, necesariamente, va llevarnos a la perfección, tras un número inimaginable de reencarnaciones en este y en otros mundos donde también existe la vida.

Cuando el cuerpo perece, el alma que lo anima pasa a vivir en el mundo espiritual donde están todos los otros Espíritus que nos precedieron. El mundo espiritual está en estrecha conexión con el mundo material que habitamos, y los Espíritus que ahí viven ejercen constantemente una fuerte interferencia en nuestras vidas. Además del cuerpo físico, cada uno de nosotros se sirve de otro cuerpo de naturaleza intermediaria entre nuestra realidad física y el mundo espiritual. Ese cuerpo espiritual o periespíritu es consolidado por el “fluido cósmico” disponible en cada uno de los mundos habitados.

El pensamiento es fuerza creadora proveniente del Espíritu que lo impulsa. Aún conociendo muy poco sus propiedades, sabemos que la energía mental que el pensamiento exterioriza ejerce total influencia en el cuerpo espiritual, modificando su forma, su apariencia y su consistencia. Por eso es por lo que Allan Kardec afirmó que se sitúa en el periespíritu la verdadera causa de muchas enfermedades y la Medicina tendría mucho que  ganar cuando comprendiera mejor su naturaleza (3). Cada uno de nosotros vive en sintonía con el ambiente espiritual que, por medio de sus actitudes y sus deseos, construye para sí mismo.

Diagnóstico de la Dolencia o Manifestación Espiritual

Nos parece que tenemos en el medio espírita dos adicciones de interpretación de las manifestaciones de la espiritualidad. Casi siempre aquel que busca en el centro espírita una orientación delante de sus problemas va a oír que su caso es de “obsesión” o como mínimo de “mediumnidad” y que él “necesita desarrollar”.

Es preciso reconocer que, mientras criaturas humanas que somos, recorriendo una encarnación más en el planeta, pertenecemos a un vastísimo grupo de Espíritus que, sin excepción, aún está muy endeudado y comprometido con sus rescates, para imaginar que alguno de nosotros pueda aventurarse a decir que no tiene cualquier problema espiritual.

En el medio médico, los alemanes acostumbran a decir que “sólo tiene salud aquel que aún no fue examinado”. Del punto de vista espiritual una afirmación de este tipo, lejos de ser una exageración de la exigencia minuciosa de los germánicos, es una verdad que sólo aquel que no se detuviese en examinar su conciencia puede contestar.

Clasificación

Considerando la fisiopatogenia de las enfermedades espirituales acostumbramos adoptar el siguiente conjunto de diagnósticos (4):

1 – Dolencias espirituales autoinducidas:

·                    Desequilibrio vibratorio

·                    auto-obsesión

2 – Dolencias espirituales compartidas:

·                    Vampirismo

·                    Obsesión

3 - Mediumnismo

4 – Dolencias carmicas.

Desequilibrio Vibratorio

El periespíritu es un cuerpo intermediario que permite al Espíritu encarnado ejercer sus acciones sobre el cuerpo físico. Su conexión es hecha célula a célula, alcanzando de más profunda intimidad a los átomos que constituyen la materia orgánica del cuerpo físico. Esa conexión se procesa a costa de las vibraciones que cada uno de los dos cuerpos, el físico y el espiritual, poseen (5). Se comprende entonces que este “ajuste” exige una determinada sintonía vibratoria. El periespíritu no es prisionero de las dimensiones físicas del cuerpo de carne y puede manifestar sus acciones además de los límites del cuerpo físico por la proyección de sus fluidos. La sintonía y la irradiación del periespíritu son dependientes únicamente de las proyecciones mentales que el Espíritu elabora. Así, la apariencia y la relación entre el cuerpo físico y el cuerpo espiritual son dependientes exclusivamente del flujo de ideas que construimos.

Debemos reconocer que, de manera general, el ser humano aún pierde mucho de sus días comprometido con la crítica a los semejantes, el odio, la maledicencia, las exigencias insensatas, la ociosidad, la cólera y los celos, entre tantas otras reclamaciones livianas contra la vida y contra todos. El Orad y Vigilad aún está distante de nuestra rutina y la tentación de enumerar los defectos del prójimo aún es muy grande.

Son estos los motivos que desajustan la sintonía entre el cuerpo físico y el periespíritu. Es esta desarmonía que desencadena las acostumbradas sensaciones de malestar, de “fatiga” desproporcional, la fatiga sistemática, la disnea con suspiros donde el aire parece siempre faltar, los músculos que duelen y parecen no aguantar el cuerpo (6), la jaqueca que el médico no consigue eliminar, la digestión que nunca se acomoda y tantas otras manifestaciones tenidas a  cuenta de “enfermedades psicosomáticas”. Son tantos a buscar a los médicos, pero muy pocos a dedicarse a una reflexión sobre los perjuicios de sus  mezquinas actitudes.

La Auto-obsesión

El pensamiento es energía que construye imágenes que se consolidan en torno a nosotros diseñando un “campo de representaciones” de nuestras ideas. A costa de los elementos absorbidos del “fluido cósmico universal”, las ideas toman formas, sostenidas por la intensidad con que pensamos en lo que tales ideas proponen. La materia mental (7) construye en torno a nosotros una “atmósfera psíquica” – la psicosfera – en que están representados nuestros deseos. En este escenario están los personajes que en nos aprisionan el pensamiento por el amor o por el odio, por la envidia o por la codicia, por la indiferencia o por la protección que proyectamos para aquellos a quien queremos bien. 

De la misma forma, los miedos, las angustias, las amarguras no resueltas, las ideas fijas, el deseo de venganza, las opiniones cristalizadas, los objetos de seducción, el poder o los títulos codiciados también se estructuran en “ideas-formas”. A partir de ahí seremos prisioneros del propio miedo, de los fantasmas de nuestra angustia, de las imágenes de nuestros adversarios, de la falsa ilusión de los placeres terrenos o del brillo ilusorio de las vanidades humanas. La materia mental produce la “imagen” ilusoria que nos esclaviza. Por capricho nuestro, somos, pues, “obsesados” por los propios deseos.

Las Dolencias Espirituales Compartidas

Incluimos aquí el vampirismo y la obsesión. Decimos compartidas porque son ellas producidas por la asociación perturbadora de un Espíritu desencarnado y su víctima, estando ambos sufriendo un mismo proceso psicopatológico. La participación como víctima o como reo frecuentemente se alterna entre ellos. (Continúa en la próxima edición de esta revista.) 

 

Referências:

1 - Ver Willian Miller: Integrating Spirituality into Treatment: Resource for Practioners

2 - Ver “Paradigmas Espíritas na Prática Médica”  no meu livro “Muito Além dos Neurônios”.

3 – O Livro dos Espíritos. Allan Kardec.

4 - A classificação que aqui adotamos é arbitrária. Nós a temos divulgado em várias ocasiões, sempre que falamos sobre “Doenças Espirituais”. O livro Missionários da Luz, de André Luiz/Chico Xavier, serviu de inspiração para a descrição dos quadros aqui apresentados.

5 - Mecanismos da Mediunidade. André Luiz/Chico Xavier.

6 – O Livro dos Espíritos, pergunta 471.

7 - Mecanismos da Mediunidade. André Luiz/Chico Xavier.
 



 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita