WEB

BUSCA NO SITE

Edição Atual
Capa desta edição
Edições Anteriores
Adicionar
aos Favoritos
Defina como sua Página Inicial
Biblioteca Virtual
 
Biografias
 
Filmes
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English    
Mensagens na voz
de Chico Xavier
Programação da
TV Espírita on-line
Rádio Espírita
On-line
Jornal
O Imortal
Estudos
Espíritas
Vocabulário
Espírita
Efemérides
do Espiritismo
Esperanto
sem mestre
Divaldo Franco
Site oficial
Raul Teixeira
Site oficial
Conselho
Espírita
Internacional
Federação
Espírita
Brasileira
Federação
Espírita
do Paraná
Associação de
Magistrados
Espíritas
Associação
Médico-Espírita
do Brasil
Associação de
Psicólogos
Espíritas
Cruzada dos
Militares
Espíritas
Outros
Links de sites
Espíritas
Esclareça
suas dúvidas
Quem somos
Fale Conosco

Especial Português Inglês    

Ano 4 - N° 187 - 5 de Diciembre del 2010

ROGÉRIO COELHO
rcoelho47@yahoo.com.br 
Muriaé, Minas Gerais (Brasil)

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 

Embellecimiento moral

Parte 2 e final

Cada reencarnación enseña al Espíritu un progreso intelectual y moral

"Os digo que así habrá alegría en el Cielo por un pecador que se arrepiente, más del que por noventa y nueve justos que no necesitan de
arrepentimiento."
-  Jesús. (Lc., 15:7.)
 

Acompañemos, para completar el cuadro de nuestro razonamiento, las oportunas ilaciones del ilustre coterráneo y continuador de la obra de Kardec, León Denis, registradas en el capítulo XIII de la 2ª. parte de la singular obra: "El Problema del Ser, del Destino y del Dolor":

"(...) Renacer no es más extraordinario que nacer; el alma vuelve a la carne para en ella someterse a la leyes de la necesidad; las precisiones y las luchas de la vida material son otros tantos incentivos que la obligan a trabajar, aumentan su energía, le vigorizan el carácter. Tales resultados no podrían ser obtenidos en la vida libre del Espacio por Espíritus juveniles, cuya voluntad es vacilante. Para avanzar, se hacen precisos el látigo de la necesidad y las numerosas encarnaciones, durante las cuales el alma va a encontrar, a recogerse en sí misma, adquirir elasticidad, el impulso indispensable para describir más tarde su inmensa trayectoria en el Cielo. La finalidad de las encarnaciones es, pues, de alguna suerte, la revelación del alma a sí misma o, antes, su propia valorización por el desarrollo constante de sus fuerzas, de sus conocimientos, de su conciencia, de su voluntad.

 (...) Antes de nuevamente entrar en contacto con la materia y comenzar la nueva carrera, el Espíritu tiene que escoger el medio donde va a renacer para la vida terrestre; pero, esa elección es limitada, circunscrita, determinada por causas múltiples. Los antecedentes del ser, sus deudas morales, sus aficiones, sus méritos y deméritos, el papel que está apto para desempeñar, todos esos elementos intervienen en la orientación de la vida en preparación; de ahí la preferencia por una raza, tal nación, tal familia... Las Almas terrestres que hemos amado los atraen; los lazos del pasado se reatan en afiliaciones, alianzas, amistades nuevas. Los propios lugares ejercen sobre nosotros su misteriosa seducción y es raro que el destino no nos reconduzca muchas veces a las regiones donde ya vivimos, amamos y sufrimos. Los odios son fuerzas también que nos aproximan a nuestros enemigos de otrora para borrar, con mejores relaciones, las enemistades antiguas. Así, hacemos al encontrar en nuestro camino la mayor parte de aquellos que constituyeron nuestra alegría o hicieron nuestros tormentos.

Sucede lo mismo con la adopción de una clase social, con las condiciones de ambiente y educación, con los privilegios de la fortuna o de la salud, con las miserias de la pobreza. Todas esas causas tan variadas, tan complejas, van a combinarse para asegurar al nuevo encarnado las satisfacciones, las ventajas o las pruebas que conviene a su grado de evolución, a sus méritos o a sus faltas y a las deudas contraídas por él.

Sin embargo, el interesado tiene siempre la libertad de aceptar o aplazar la hora de las reparaciones ineludibles. En el momento de conectarse a un germen humano, cuando el alma posee aún toda su lucidez, su Guía desarrolla delante de ella el panorama de la existencia que la espera; le muestra los obstáculos y los males de que será erizada, le hace comprender la utilidad de esos obstáculos y de esos males para desarrollarle las virtudes o expurgarle de sus adicciones.

(...) En la hora de las resoluciones supremas, antes de volver a descender a la carne, el Espíritu percibe, alcanza el sentido general de la vida que va a comenzar, ella le aparece en sus líneas principales, en sus hechos culminantes, modificabais siempre,  sin embargo, por su acción personal y por el uso de su libre albedrío; porque el alma es señora de sus actos; pero, desde que ella decidió, desde que el lazo se da y la incorporación se esboza, todo se apaga, se desvanece todo. La existencia va desarrollándose con todas sus consecuencias previstas, aceptadas, deseadas, sin que ninguna intuición del futuro subsista en la conciencia normal del ser encarnado. El conocimiento anticipado de los males o de las catástrofes que nos esperan paralizaría nuestros esfuerzos, asustarían nuestra marcha para el frente.

Nuestro futuro está en nuestras propias manos

Artífice de su propio destino, el alma tiene que sujetarse al estado de cosas que preparó, que escogió... Sin embargo, tras haber hecho de su conciencia un antro tenebroso, una cueva del mal, tendrá que transformarlo en templo de luz. Las faltas acumuladas harán nacer sufrimientos más vivos; se sucederán más penosas, más dolorosas las encarnaciones; el círculo de hierro se apretará hasta que el alma, triturada por el engranaje de las causas y de los efectos que haya creado, comprenderá la necesidad de reaccionar contra sus tendencias, vencer sus pasiones ruines y de cambiar de camino. Desde ese momento, por poco que el arrepentimiento la sensibilice, sentirá nacer en sí fuerzas, impulsos nuevos que la llevarán para medios más adecuados a su obra de reparación, de renovación, y paso a paso irá haciendo progresos. Rayos y efluvios penetrarán en el alma arrepentida y enternecida, aspiraciones desconocidas, necesidades de acción útil y de dedicación han de despertar en ella. Sin embargo, no será sin coste que ella se levantará, pues el ascenso no proseguirá sin dificultades... Las faltas y los errores cometidos repercuten como causas de obstrucción en las vías futuras y el esfuerzo tendrá que ser tanto más enérgico y prolongado mientras más pesadas sean las responsabilidades, mientras más extenso haya sido el periodo de la resistencia y obstinación en el mal. En la escabrosa y ardua subida, el pasado dominará por mucho tiempo el presente, y el peso hará curvarse más de un golpe los hombros del caminante; pero, de lo Alto, manos piadosas se extenderán para él y lo ayudarán a transponer los pasajes más escarpados.

Por reconocer la inmensa dificultad de que está contagiada la emancipación espiritual y los superlativos esfuerzos que deben emplear los Espíritus duros en el afán de lograrla es que Jesús afirmó: "Hay más alegría en los Cielos por un pecador que se arrepiente que por cien justos que perseveran”. Nuestro futuro está en nuestras manos y nuestras facilidades para el bien aumentan en la razón directa de los esfuerzos para practicarlo; de ahí también que Jesús afirmara2, que “dársela al que ya tiene y este quedará en la abundancia”

Toda vida noble y pura, toda misión superior, es el corolario de un pasado de luchas acerbas, de derrotas sufridas, de continuos recomienzos, de victorias ganadas contra nosotros mismos; es el remate de trabajos largos y pacientes, la acumulación de frutos de ciencia y caridad cogidos, uno por uno, en el transcurso de las Edades. Cada facultad brillante, cada virtud sólida, reclamó existencias múltiples de trabajo oscuro, de combates violentos entre el Espíritu y la carne, la pasión y el deber... Para llegar al talento, al genio, el pensamiento tuvo que madurar lentamente a través de los siglos”.

Según enseñanza de León Denis, 3 cada vez que el Espíritu desencarna, volviendo al Mundo Espiritual, "(...) se procede al balance de los logros y pérdidas; se evalúan y se firman los progresos. El ser se examina y se juzga; investigar minuciosamente su historia reciente, en sí mismo se afirma; pasa en revista los frutos de experiencia y sabiduría que su última vida le proporcionó, para más profundamente señalarles la sustancia.

La vida del Espacio es, para el Espíritu que evolucionó, el periodo de examen, de recogimiento, en que las facultades, tras haberse consumido en el exterior, se reflejan, se aplican al estudio íntimo, al interrogatorio de la conciencia, al inventario riguroso de la belleza o fealdad que hay en el alma. La vida del Espacio es la forma necesaria y simétrica de la vida terrestre, vida de equilibrio, en que las fuerzas se reconstituyen, en que las energías se fortifican, en que los entusiasmos se reaniman, en que el ser se prepara para las futuras tareas; es el descanso tras el trabajo, la bonanza tras la tormenta, la concentración tranquila y serena tras la expansión activa o del conflicto ardiente."

Sócrates veía la reencarnación como medio de evolución

A través de experiencias de regresión de memoria con varios individuos, concluyó el Coronel A. de Rochas que la palingenesia favorece el proceso evolutivo de los Espíritus. A medida que hacia la regresión a varias encarnaciones anteriores, él observaba, según Denis1, el espectáculo de "(...) una serie de individualidades cada vez menos adelantadas moralmente, a medida que remontaba el curso de las edades. En cada existencia se expiaba, por una especie de "pena del talión", las faltas de la existencia precedente y el tiempo que separaba dos encarnaciones se pasaba en un medio más o menos luminoso, según el estado de adelantamiento del individuo”.

Notemos que esas experiencias llevan a sancionar y ratificar la enseñanza espírita sobre la necesidad de la reencarnación para el embellecimiento moral de las criaturas, dando énfasis al proceso histórico del progreso del Espíritu que sólo es admisible por ese medio,  que en sólo una encarnación el Espíritu no alcanza el nivel de perfección que lo redime de los ciclos palingenésicos.

Ya Sócrates hace dos milenios antes de la Codificación Espírita poseía la noción del principio de la reencarnación como medio de evolución de los Espíritus4: "El alma impura, en ese estado, se encuentra oprimida y se ve de nuevo arrastrada para el Mundo Invisible. Yerra, se dice, en torno a los monumentos y túmulos, junto a los cuales ya se tienen almas que dejaron el cuerpo sin estar aún enteramente puras, que aún conservan alguna cosa de material, lo que hace que la vista humana pueda percibirlas.

No son las Almas de los buenos; son, sin embargo, las de los malos, que se ven forzadas a vagar por esos lugares, donde continúan vagando hasta que los apetitos inherentes a la forma material de que se revistieron las reconduzcan a un cuerpo. Entonces, vuelven a las mismas costumbres que durante la primera vida constituían objeto de sus predilecciones”.

Allan Kardec2 aduce el siguiente comentario: "No solamente el principio de la reencarnación se halla ahí claramente expresado, pero también el estado de las Almas que se mantienen bajo el yugo de la materia es descrito cuál lo muestra el Espiritismo en las evocaciones. Más aún: en el tópico arriba se dice que la reencarnación en un cuerpo material es consecuencia de la impureza del alma, mientras las Almas purificadas se encuentran redimidas de reencarnar. Otra cosa no dice el Espiritismo, añadiendo sólo que el alma, que buenas resoluciones tomó en la Erraticidad y que posee conocimientos adquiridos, trae, al renacer, menos defectos, más virtudes e ideas intuitivas  que tenía en su existencia precedente. Así, cada existencia le marca un progreso intelectual y moral”.

En los ítems VI y VII de su profesión de fe del siglo XX, León Denis afirma: "El fin del alma, en su evolución, es alcanzar y realizar en sí y en vuelta de sí, a través de los tiempos y de las estaciones ascendentes del Universo, por el desvelar de las potencias que posee en germen, esa noción eterna de lo Bello y del Bien, que expresa la idea de Dios, la propia idea de la perfección.

De la ley de la ascensión, bien entendida, deriva la explicación de todos los problemas del ser: la evolución del alma que recibe, de entrada, por la transmisión atávica, todas sus cualidades ancestrales, después las devuelve por su acción propia, para añadirles nuevas cualidades; la libertad relativa del ser relativo en el Ser Absoluto; la formación lenta de la conciencia humana a través de los siglos y sus desarrollos sucesivos en los infinitos del porvenir; la unidad de esencia y la solidaridad eterna de las Almas, en marcha para la conquista de las Altas Cimas”.

Jesús nos advirtió: ¡Vosotros sois la Luz del Mundo!

El Dr. Alexandre Papaderos, teólogo y educador, narra: "Yo aún era niño cuando explotó la guerra. Un día, en medio de la carretera, encontré pedazos de un espejo partido y guardé conmigo el mayor. Comencé entonces a juguetear con él y quedé fascinado al descubrir que podía hacer reflejar luz en los lugares oscuros donde el Sol nunca brillaba - agujeros hondos, surcos.

Guardé para siempre el pequeño espejo y, al hacerme adulto, percibí que no se trataba sólo de un juego de niño, pero sí de una metáfora que iría a servir de lema para toda la vida: Soy un fragmento de un espejo, cuyo todo desconozco. Con aquello que tengo, puedo reflejar luz, verdad, comprensión, conocimientos, para los lugares oscuros del corazón del hombre y modificar ciertas cosas en determinadas personas. Tal vez otros individuos puedan ver y hacer como yo”.

Exhorta un Espíritu Amigo: 5 "(...) Operoso, señal, valiente, manos a la obra, limpie el suelo ingrato con el esfuerzo de su voluntad,  lábrelo hondo con el auxilio del arrepentimiento y de la esperanza, lance en él, confiado, la semilla que haya preparado, por buena, de entre las malas, riéguelo con su amor y su caridad, y Dios, el Dios de Amor y de Caridad, dará a aquel que ya hubo recibido. Verá él producir cien y otros mil. ¡Ánimo trabajadores! Tomad de vuestros arados y de vuestras herramientas; labrad vuestros corazones; arrancad de ellos la cizaña; sembrad la buena semilla que el Señor os confía y el rocío del amor le hará producir frutos de caridad”.

Atendamos también a la aclamación del ilustre hijo de Foug: 6 "(...) ¡elevemos los pensamientos, los corazones, las voluntades! ¡Abramos nuestras Almas a los grandes soplos del Espacio! Levantemos nuestras vistas para el Futuro Sin Límites; acordémonos de que ese Futuro nos pertenencia, nuestra tarea es conquistarlo”. A los tesalonicenses, Paulo enseñó: "(...) Porque todos vosotros sois Hijos de la Luz e Hijos del Día; no somos de la noche ni de las tinieblas”.

Y Jesús completa8: “¡Vosotros sois la Luz del Mundo! ¡Así, resplandezca vuestra Luz delante de los hombres!”

 


 

 


[1] - Lc., 15:7.

[2] - Mt., 13:12.

[3] - DENIS, Léon. O Problema do Ser, do Destino e da Dor. Rio: FEB, 20008, cap. XIII, 2ª. parte.

[4] - KARDEC, Allan. O Evangelho segundo o Espiritismo. 125. ed. Rio: FEB, 2006, Introdução, tomo IV.

[5] - KARDEC, Allan. O Evangelho segundo o Espiritismo. 125. ed. Rio: FEB, 2006, cap. XVIII, item 15.

[6] - DENIS, Léon. O Problema do Ser, do Destino e da Dor. Rio: FEB, 20008, cap. XXVII, 3ª. parte.

[7] - I Tes., 5:5.

[8] - Mt., 5:14 e 16.



 


Volver a la página anterior


O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita