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Ano 4 - N° 181 - 24 de Octubre del 2010

VICTOR MANOEL VENTURA SECO      
victorventura@ig.com.br     

São Paulo, SP (Brasil)

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 

¿Todo es obsesión?

La obsesión, como las enfermedades y todas las tribulaciones de la vida, debe ser considerada prueba o expiación y como tal aceptar

(Parte 1)

 

¿Será así que todo es obsesión? Una enfermedad imprevista. Un accidente de coche. Una discusión familiar. Una dificultad financiera. ¿Será todo obsesión? Una pelea de pareja. Una maledicencia en la casa espírita. Un pariente envolviéndose con drogas. La vecina fue agredida por el marido. Aquella falta de energía el lunes por la mañana. ¿Será que eso es obsesión? Mi planta se secó, mi pececito del acuario murió, mi gato tosió, mi perro enfermó. Creo que fue un obsesor desencarnado, que proyectó fluidos maléficos en el pececito que yo tanto adoraba, sólo para que el muriese y provocase una depresión en mí.

Es..., ¡ese obsesor está queriendo desequilibrarme así! ¿Pero será así que todo es obsesión? ¡Ah! ¡Espere un poco! ¡Eso es una exageración! ¡Eso ya es demasiado! Claro que existen obsesiones, pero creer que todo es obsesión no es ser espírita, ¡es ser neurótico! ¡Es ser fanático religioso! ¡Es interpretar todo lo que ocurre por la óptica restringida del Espiritismo! Es tener pensamiento fijo. Eso sí es, en verdad, crear una auto-obsesión. ¡Todo neurótico necesita sí, es de un buen tratamiento para curarse! Está bien. Concuerdo. Pero, antes del tratamiento, hago la siguiente propuesta: ¿vamos a estudiar un poco juntos? Sin querer agotar el tema, quién sabe si los esclarecimientos traídos por la doctrina espírita para auxiliarnos, proporcionando una mejor comprensión. Si deseamos saber si todo es obsesión o no, ¿vamos a comenzar por el principio? ¿Qué es obsesión? ¿Cuál es el concepto?

El codificador nos esclarece en el Evangelio según el Espiritismo:

La obsesión es la acción persistente que un Espíritu malo ejerce sobre un individuo. Presenta caracteres muy diversos, desde la simple influencia moral, sin perceptibles señales exteriores, hasta la perturbación completa del organismo y de las facultades mentales. Destruye todas las facultades mediúmnicas; se traduce, en la mediumnidad escribiente, por la obstinación de un Espíritu en manifestarse, con exclusión de todos los otros. (1)

Queda claro que la obsesión es ejercida por un Espíritu malo (léase y entiéndase: aún transitoriamente inferior, un Espíritu ignorante, pues ignora lo que es el bien), generalmente desencarnado, con persistencia, con una graduación muy amplia, desde una simple influencia moral hasta la perturbación completa del organismo y de las facultades mentales.

¿Pero de qué forma es realizada esa influencia moral?

En la cuestión 456 del LE, nos enseñan que los Espíritus desencarnados pueden ver todo lo que hacemos, desde que presten atención, y que constantemente nos rodean. En la LE 457 afirman que los Espíritus conocen nuestros más secretos pensamientos y actos, y cuando nos hallamos solos es común tengamos una multitud de Espíritus que nos observan. En la LE 459 afirman que los Espíritus influyen en nuestros pensamientos y actos más frecuentemente de lo que imaginamos, que de ordinario son ellos los que nos dirigen. Y en la LE 460 confirman que frecuentemente sufrimos, en el mismo instante, influencia de los pensamientos de los Espíritus y que esos pensamientos, no de extrañar, sean contrarios unos a los otros (pensamientos del bien y del mal), están mezclados en nuestras mentes con nuestros propios pensamientos.

La obsesión es como una guerra constante
entre el bien y el mal

Por lo que nos fue enseñado en El Libro de los Espíritus, en las preguntas arriba citadas, queda evidente que desde la influencia moral simple hasta la perturbación completa del organismo y de las facultades mentales, y toda su graduación intermediaria, presentadas por Kardec en el concepto de obsesión, ambas se efectúan por una influencia constante del pensamiento del obsesor sobre el pensamiento del obsesado. Pensamientos estos que inducen al obsesado a desvíos morales y las acciones consecuentes de esos desvíos, pensamientos que tienen por objetivo la perturbación de la armonía del cuerpo y de la mente del obsesado.

Haciendo una analogía, la obsesión es como una guerra constante entre el bien y el mal, cuyo campo de batalla es nuestra mente. Las luchas de esa guerra se expresan por los pensamientos, articulados por el Espíritu de cada uno de nosotros, que, utilizándose del libre albedrío que posee, conduce a la responsabilidad de los pensamientos, decisiones y actos.

Desde el momento en que Dios nos creó, simple e ignorantes (LE 115), somos seres pensantes. No hay un sólo momento en las veinticuatro horas del día, y en todos los días de nuestra vida, en que nuestro Espíritu no esté pensando. Nuestra alma es un Espíritu que piensa (LE 460). Desde el momento en que alcanzamos, a través de la evolución, la conciencia de nosotros mismos, alcanzamos el libre albedrío de nuestros pensamientos y actos. Para que el libre albedrío sea perfecto no hay ninguna influencia que sobrepuje la otra, ni del bien sobre el mal, y ni del mal sobre el bien. O sea, hay un equilibrio de influencias que sobrepuje a la otra, ni del bien sobre el mal, y ni del mal sobre el bien. O sea, hay un equilibrio de influencias para que el Espíritu pueda realmente decidir por su libre voluntad (LE 122) y así ser el único responsable por sus actos. Kardec pregunta en la cuestión LE 122 a y b:

a)      ¿De dónde vienen las influencias que sobre él se ejercen? “De los Espíritus imperfectos, que buscan apoderarse de él, dominarlo, y que se alegran con  hacerlo sucumbir. Fue eso lo que se intentó simbolizar en la figura de Satanás.”

b)      ¿Tal influencia sólo se ejerce sobre el Espíritu en su origen?  “Lo acompaña en su vida de Espíritu, hasta que haya conseguido tanto imperio sobre sí mismo, que los malos desisten de obsesarlo.” (2)

Es curioso observar como algunos trabajadores y dirigentes espíritas, a pesar de tantas lecturas y estudios, piensan que están inmunes a las obsesiones. Creen que son inmunes a la influencia espirituales de los Espíritus imperfectos. Argumentan que el trabajo diario en la casa espírita, sea en el pase, en la orientación, en la exposición del evangelio, en la desobsesión, en la asistencia social, en las visitas a los hospitales, guarderías, asilos, sea en chabolas, finalmente, todas las acciones de caridad verdadera crean un aura de protección tan intensa y amplia que se hace imposible una obsesión. Sí, es verdad que tenemos protección espiritual intensa y amplia. Sí, es verdad que atraemos a los buenos Espíritus, y que la presencia de ellos aleja la presencia de los Espíritus inferiores. Sí, es verdad que, cuando estamos en un trabajo activo y sincero en la Siembra del Maestro Jesús, andamos con nuestro pensamiento equilibrado, sintonizado con los benefactores espirituales, y eso aleja los malos pensamientos que puedan sernos sugeridos por los obsesores. ¿Pero será que poseemos íntegramente ese control del pensamiento en las veinte cuatro horas del día?

Los Espíritus malos pululan alrededor de
la Tierra porque son inferiores

¿Será que olvidamos que somos Espíritus imperfectos caminando en el largo camino de la evolución, y que nuestras imperfecciones atraen constantemente los Espíritus que poseen afinidad vibratoria con nosotros? ¿Será que ya conseguimos “tanto imperio sobre nosotros mismos, que los malos desistieron en obsesarnos”? (LE 122 b). ¿Será que ya podemos dispensar el “Orad y Vigilad”? Algunos argumentan que los Espíritus inferiores quedan aislados y restrictos sólo a los lugares donde son atraídos por personas con la misma afinidad moral, con la misma afinidad de pensamientos y de acciones. ¿Más cuál es la afinidad moral de la gran mayoría de los habitantes de nuestro planeta? Kardec nos esclarece ese punto con mucha sabiduría.

 “Los Espíritus malos pululan en torno a la Tierra, en virtud de la inferioridad moral de sus habitantes. La acción malhechora que ellos desarrollan forma parte de los flagelos con que la Humanidad se ve a brazos en este mundo. La obsesión, como las enfermedades y todas las tribulaciones de la vida, debe ser considerada prueba o expiación y como tal aceptar.” (1).

Muchos de nosotros se olvidan de que en el transcurrir de nuestra encarnación aquí en la Tierra estamos expiando débitos pasados y siendo probados de diversas formas, en el trabajo, en la familia, en la sociedad, en las relaciones afectivas, y también en nuestras tareas en el campo religioso.

Sujetos a la influencia espiritual negativa, a los ataques espirituales, finalmente, sujetos a la obsesión estamos todos nosotros, caminantes de la evolución. Combates espirituales entre el bien y el mal son trabados por todos nosotros, en los diversos estadios evolutivos. Hasta los Espíritus más elevados enfrentan a los de más pequeña elevación en el transcurrir de sus misiones, para la implantación del bien en el universo. Emmanuel pondera sobre la intensa batalla espiritual que el Divino Maestro entabló contra los enemigos de su Evangelio:

“Se olvidan, sin embargo, de que la vida de Jesús, en la Tierra, fue una batalla constante y silenciosa contra obsesiones, obsesados y obsesores.

El combate comienza en el amanecer del apostolado divino.

Tras la resplandeciente consagración en el pesebre, el Maestro encuentra el primero gran obsesado en la persona de Herodes, que decreta la matanza de pequeñitos, con el objetivo de aniquilarlo. (4)

Sujetos a las tentaciones y a las obsesiones también estuvieron los apóstoles, Espíritus escogidos antes de reencarnar para la misión maravillosa de divulgar el Evangelio de Jesús al mundo. Espíritus que con certeza poseían la fe viva y operante, que poseían una conexión especial con el Maestro de los Maestros, pero, por encima de todo, aún eran Espíritus imperfectos, sujetos a las tentaciones, pruebas y expiaciones que son necesarias a la evolución de todos nosotros.

Todos nosotros poseemos aquí enemigos
de existencias pasadas

Emmanuel nos presenta las siguientes ponderaciones:

“Entre los que le comulgan el camino, surgen obsesiones y psicosis diversas. María de Magdala, que se haría la mensajera de la resurrección, fue víctima de entidades perversas.

Pedro sufría de obsesiones periódicas.

Judas era cegado en una obsesión fulminante.

Caifas se mostraba paranóico.

Pilatos tenía crisis de miedo.

El día de la crucificación, vemos al Señor rodeado por obsesores de todos los tipos, a punto de ser considerado, por la multitud, inferior a Barrabás, malhechor y obseso vulgar.

Y, por último, como si quisiera deliberadamente legarnos una preciosa lección de caridad para con los alienados mentales, declarados o no, que examinan en el mundo, el Divino Amigo prefiere partir de la Tierra en la intimidad de dos ladrones, que la Ciencia de hoy clasificaría por cleptomaníacos pertinaces”. (5)

Sabemos que somos Espíritus inmortales, seres milenarios y que ya pasamos por numerosas reencarnaciones (LE 169 y LE 196), acumulando en nuestro patrimonio espiritual victorias y derrotas, venciendo o sucumbiendo a las pruebas a que estuvimos sometidos. Es natural entendamos, por lo tanto, que somos todos deudores espirituales acumulando errores y más errores cometidos en esas numerosas encarnaciones.

Reforzando ese concepto, André Luiz nos enseña armoniosamente:

“Todos poseemos desafectos de existencias pasadas, y, en el estadio de evolución en que aún respiramos, atraemos la presencia de entidades menos evolucionadas, que se nos ajustan al clima del pensamiento, perjudicando, no es raro, involuntariamente, nuestras disposiciones y posibilidades de aprovechamiento de la vida y del tiempo.” (6)

“Todos los encarnados son médiums y antiguos deudores unos de los otros” (7)

Y Emmanuel también nos presenta sabiamente algunos pasajes con esa enseñanza:

“Contra nuestro anhelo de claridad, tenemos milenios de sombra. Anteponiéndonos a la más humilde aspiración de crecer en el bien, vigorizan los siglos en que nos complacíamos en el mal.” (8)

“Para todos nosotros, que hemos errado infinitamente, en el camino largo de los siglos, llega siempre un minuto en que suspiramos, ansiosos, por el cambio de vida, fatigados de nuestras propias obsesiones.” (9)

La obsesión es siempre el resultado de una
imperfección moral

Es difícil para todos nosotros, después de años y años de actuación en el estudio y en la práctica de la caridad, comprendamos y aceptemos que somos imperfectos y deudores del pasado, finalmente, que somos Espíritus obsesados. Porque las obsesiones encuentran guarida en nuestras imperfecciones y en nuestros débitos del pasado, como pondera Kardec en el siguiente pasaje:

“De igual manera que las enfermedades resultan de las imperfecciones físicas, que hacen el cuerpo accesible a la influencias perniciosas exteriores, la obsesión es siempre el resultado de una imperfección moral, que da acceso a un Espíritu malo. Las causas físicas se oponen a fuerzas físicas; a una causa moral, se tiene que oponer una fuerza moral. Para preservarlo de las enfermedades, se fortifica el cuerpo; para redimirlo de la obsesión, es preciso fortificar el alma, por lo que necesario se hace que el obsesado trabaje por su propia mejoría, lo que las más de las veces basta para  librarse del obsesor, sin recurrir a terceros”. (1)

Esa concienciación, a pesar de necesaria y saludable, al principio sacude nuestra autoestima, trayendo una sensación interior de malestar. La mayoría de nosotros prefiere, entonces, negar esa realidad, manteniendo una auto-imagen irreal conectada a la santidad. Es más cómodo hallarse santo que concienciarse de lo contrario, y tener que esforzarse en la práctica de la reforma íntima.

A pesar del problema grave de la obsesión, presentado por Kardec como “el mayor escollo en la práctica del Espiritismo” (10), Dios sabiamente nos concedió también las herramientas de la terapéutica espírita para su control, el remedio al lado de la enfermedad. Entre ellas la plegaria, el pase, el estudio, la orientación, la explicación del evangelio, la mediumnidad con Jesús, la práctica de la caridad en todas sus formas, y la herramienta más específica que es la sesión de desobsesión. En todas esas actividades recibimos apoyo del plano espiritual superior. Eliminando fluidos negativos y recibiendo fluidos positivos. Recibimos orientaciones bienhechoras que irán a sustituir en nuestras mentes ideas malhechoras, ideas que habitan nuestras mentes hace siglos. Que nosotros mismos creamos (auto-obsesión) y, así, establecemos un hilo de simpatía con los Espíritus inferiores, o ideas que fueron introducidas (obsesión) hábilmente en nuestras mentes, de forma sutil y gradual, por obsesores especializados. Todas las herramientas de la terapéutica espírita buscan darnos apoyo y fuerzas para que podamos ejecutar nuestra reforma íntima, creando, así, un aura de protección contra la obsesión.

Entre los escollos que presenta la práctica del Espiritismo, se cumple coloque en la primera línea la obsesión, es decir, el dominio que algunos Espíritus logran adquirir sobre ciertas personas.

Nunca es practicada sino por los Espíritus inferiores, que procuran dominar. (10)

En todos los casos de obsesión, la plegaria es el más poderoso auxiliar de quien haya de actuar sobre el Espíritu obsesor. (1) 

(Este artículo será concluido en la próxima edición de esta revista.)

 

LE – Abreviatura de “El Libro de los Espíritus” - Edición FEB – 76ª Edición; En las citas de arriba donde aparece LE seguido de un número, este es la indicación en el número de la pregunta de “El Libro de los Espíritus” citada.

Victor Manoel Ventura Seco es estudiante de la Doctrina Espírita hace aproximadamente dos décadas, habiendo frecuentado diversas casas espíritas en la ciudad de São Paulo. ES colaborador de la web  www.espiritismoemdebate.com.br.



 


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