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Año 4 178 – 3 de Octubre del 2010

MARCUS VINICIUS DE AZEVEDO BRAGA  
acervobraga@gmail.com  e
PAULO DE TARSO LYRA

brasiliaespirita@uol.com.br
Brasília, Distrito Federal (Brasil)

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 

La fuerza del Espiritismo

La fuerza del Espiritismo no se hace por sus representantes gubernamentales, por las celebridades que comulgan esa creencia
o por la altura de la cúpula de las casas espíritas;
su fuerza viene de nuestro ejemplo

 

Cierta vez, en un periódico espírita de la década de los 90, leemos la siguiente frase de un articulista: “(...) perdimos la gran oportunidad de elegir a fulano como diputado federal y mostrar la fuerza del Espiritismo”.

¿Será que esa es realmente la fuerza del Espiritismo? ¿Será que el Espiritismo, como religión, necesita de representantes en la estructura de la República?

Esa cuestión siempre vuelve de nuevo en periodos electorales, cuando recibimos e-mails o vemos piezas de publicidad de candidatos que exaltan esa condición, en la búsqueda de ampliar su base de electores por una afinidad religiosa. Además de buscar en el público espírita sus electores, algunos, a veces, se arriesgan a proclamarse representantes del Espiritismo en el plano político. Esa situación no es de las simples e implica diversas cuestiones.

Cuando hablamos de candidatos espíritas, pensamos inmediatamente en situaciones en que la imagen y el buen nombre del Espiritismo no sean afectados, si un candidato dicho "de los espíritas" aparezca en situaciones lamentables en los medios.

Por otro lado, la vida política es saludable y deseable. La política está presente en nuestro día a día, cuando necesitamos hacer elecciones, establecer consensos, negociar, ceder, en pro de un bien mayor. El espírita no puede ser un alienado, él es un "hombre del mundo" – de nada adelanta vivir nuestros días pensando sólo en los sufrimientos o consolaciones futuras.

En tiempos recientes vivimos rellenando nuestras Casas Espíritas con eventos grandiosos de auto ajuda, shows artísticos, largas conferencias y novedades literarias. Queremos descubrir lo que fuimos en el pasado, pero abdicamos de hacer el bien en el presente.

Los espíritas no pueden olvidar que son también ciudadanos, hombres con deberes delante
de la cuestión social

¡Hacer el bien es conectarse a las cuestiones sociales, al colectivo! En ese sentido, no debemos ser omisos. Necesitamos estar empeñados en las luchas sociales, en las cuestiones de la colectividad, en la búsqueda del bien común.

Como diría Bezerra de Menezes, que, de hecho, fue diputado antes de presidir la Federación Espírita Brasileña: “(...) para nosotros, la política es la ciencia de crear el bien de todos. Y en ese principio, nos afirmaremos”.

¡Y en ese campo también es posible hacer el bien! La política también es sementera divina del plantío del progreso.

Esa intervención permanente del Espiritismo en los problemas del mundo se presenta bien en La Génesis, cuando Kardec asevera: “(...) el Espiritismo trabaja con educación. Esta es la base de la propia Doctrina, pues, para practicarla, tenemos que educarnos. Y la educación tiene un contenido extremadamente político, pues cambia nuestra forma de ver el mundo y de actuar en él”. Se reafirma ahí la necesidad de los espíritas que no olviden que son también ciudadanos, hombres de su tiempo, con deberes delante de la cuestión social.

La necesidad de nuestra participación en la vida social es, sin embargo, diferente de la situación de presentarse con la credencial "espírita" para pedir votos. “El Espiritismo se conecta a todos los campos de las actividades humanas, no para entrañarse en ellos, sino para iluminarlos con las luces del Espíritu. Servir al mundo a través de Dios es su función y no servir a Dios a través del mundo”, reitera Kardec en la misma obra ya citada.

No pensamos que sea un buen camino para adoptar
el lema “espírita vota en espírita”

En base a eso, si quisiéramos pleitear la ocupación de un cargo público electivo, debemos redimirnos de asociar esa cruzada político-social a los papeles desempeñados en el movimiento espírita, y, como dijo Kardec, iluminar nuestra jornada política con el Espiritismo y no el Espiritismo con nuestra jornada política. Esa es la diferencia entre ser un espírita-candidato y ser un candidato-espírita.

En cuanto a los electores, nos parece bastante razonable que cada uno escoja aquellos proyectos que, de acuerdo con su foro íntimo, atiendan de manera más adecuada a las necesidades de su colectividad. Y, con bases en esos, escoja a sus candidatos, independientemente de las creencias que esos profesen. ¡Para eso existen partidos políticos, para congregar nuestras ideas en el campo político! Existen varias formas de obtener especio, prestigio o fuerza para defender nuestros principios, que no sea la opción de destacarnos, de entre un numeroso grupo de espíritas, un representante para disputar un cargo electivo.

¡A César lo que es del César! ¡El Estado es laico!

Esa fue una gran lucha de ese país y constituye la base de la democracia. No pensamos que sea un buen camino para adoptar el lema “espírita vota en espírita”. Eso puede redundar en situaciones-límite de pedidos de votos en reuniones públicas, o aún, intervenciones en la opinión política de los frecuentadores de la casa espírita, ambas situaciones que en nuestra visión serían éticamente inconcebibles.

La fuerza del Espiritismo no se hace por sus representantes gubernamentales, por las celebridades que comulgan esa creencia o aún por la altura de la cúpula de las casas espíritas. La fuerza viene del ejemplo y de la difícil tarea de hacerse la reforma íntima para la construcción del hombre de bien. ¡Ese es nuestro desafío!

No debemos votar a alguien por el simple hecho de
traer él en su currículo la condición de espírita

Para eso no conseguimos vislumbrar, sinceramente, la necesidad de tenerse un representante del segmento espírita en cualquier órgano legislativo o del Ejecutivo, como situación que ayude a promover la renovación en la búsqueda del hombre de bien. Somos espíritas y ciudadanos, lo que no son cosas excluyentes. Queremos, sí, por nuestra acción, poblar de hombres de bien las instancias decisorias, sean ellos espíritas o no.

El gran riesgo de esas situaciones, en un país con muchos espíritas como el nuestro, con un número mayor aún de simpatizantes, es el oportunismo de aprovechar el buen nombre que goza el Espiritismo para acarrear votos y la promoción personal en el periodo electoral.

La cuestión de la representatividad es de mano doble. El candidato representa el Espiritismo, pero el Espiritismo es representado por su conducta como político. Si él se empeña en proclamarse representante de la Doctrina, acaba con su imagen representándola para quien lo oye, aunque el movimiento espírita de eso no se dé cuenta.

La decisión de alguien en hacerse candidato es un derecho individual que debe ser respetado. La participación política debe ser una conciencia, bajo pena de hacernos analfabetos políticos, como bien preconizaba Bertolt Brecht. Pero no debemos depositar nuestro voto por la simple razón del panfleto del candidato traer, como currículo, el hecho de ser espírita, adoctrinador, orador o congénere.

El voto debe ser dado por la historia de cada uno, por sus propuestas y por su alineamiento en la esfera política. Si el votado es espírita, o no, eso poco debe importar en ese contexto.



Paulo de Tarso Lyra es periodista y articulista espírita. Marcus Vinicius de Azevedo Braga es pedagogo y uno de los colaboradores de esta revista.
 



 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita