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Año 4 171 – 15 de Agosto del 2010

NUBOR ORLANDO FACURE       
lfacure@uol.com.br         
Campinas, São Paulo (Brasil)

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

  

   

Metaneurología

Una visión espiritual del cerebro

(Parte 2 e final)

Los sueños – la neurología ya nos esclareció los ritmos que transitamos durante el sueño y algunos mecanismos químicos conectados a él. Ya fueron identificados centros en el hipotálamo que estimulan el lóbulo frontal manteniéndonos despiertos y núcleos de  neuronas  situadas  en el

puente que nos induce al sueño. Sabemos, también, que durante algunos periodos de sueño, los ojos se mueven, revelando que en este instante estamos soñando. Dormir y soñar son indispensables a nuestra propia supervivencia. Conseguimos quedar más tiempo sin comer que sin dormir. El soñar está íntimamente relacionado con la consolidación de memorias. Nuestra víspera no será recordada si no durmiéramos y produzcamos sueños, algunos de ellos conectados a los últimos momentos de la fiesta que nos animaba.

El estudio de la mente  

Gran parte de la actividad cerebral es fácil de ser reconocida y definida. Por ejemplo, reflejos son respuestas que el sistema nervioso produce reaccionando a estímulos. Comportamientos pueden ser reducidos a un conjunto de actitudes. Emoción es un estado de humor. Cuando vamos a definir la mente, no habrá términos competentes ni acuerdo entre los especialistas. Clásicamente la mente es vista como un conjunto de funciones complejas que incluye memoria, percepción, lenguaje, conciencia y emoción. De cualquier manera, la mente es producto de una actividad compleja del cerebro.

El “cuerpo mental”

La neurología entiende que para todos los fenómenos psicológicos existe un substrato biológico que se revela en la actividad cerebral. Neuronas que se despolarizan, circuitos que se organizan en redes, áreas cerebrales que se especializan en movimientos y sensaciones y regiones que se agrupan componiendo funciones más o menos complejas, construyendo la memoria y componiendo el lenguaje. La mente sería resultado inmanente de esa actividad compleja del cerebro. Sin el cerebro no existiría la mente.

Mi propuesta sobre el “cuerpo mental” se basa en evidencias clínicas. Ejemplos neurológicos sugieren la existencia de un cuerpo que compone, construye y expresa los fenómenos de la mente. Con la “meta-neurología pretendemos sedimentar la idea de que podemos investigar y añadir, paulatinamente, conocimiento sobre la anatomía y la fisiología de ese “cuerpo mental”.

La neurología consiguió fragmentar diversas funciones cerebrales. Sabemos, por ejemplo, donde el cerebro decodifica las características físicas de un objeto, pero no sabemos como el cerebro hace la integración de esas informaciones. ¿Cómo el cerebro integra nuestras memorias para ofrecernos una identidad única y permanente?

El “cuerpo mental” puede resolver todas esas cuestiones.

La investigación de lo que ocurre en cuadros clínicos como en la histeria, en el trance sonambúlico, en la narcolepsia, en el miembro fantasma nos permite creer en la existencia de una fisiología específica de ese “cuerpo Mental”. Así, podemos considerar que el no se aprisiona en los límites de nuestro cuerpo físico; no se limita a los circuitos y vías de la anatomía cerebral y circula por ambientes que transcienden la realidad física que conocemos.

Funciones del “cuerpo mental”

La visión – El ojo humano registra el impulso luminoso que nos permite identificar los objetos a nuestro alrededor. El “cuerpo mental” ve sin la necesidad de luz. Él se apodera de las propiedades de los objetos. Vamos a considerar que estamos delante de una moneda. Con nuestros ojos vamos a saber de su tamaño, color, forma, tal vez su procedencia y su valor. Vamos a decir que se trata de una moneda del tiempo del Imperio. Con el “cuerpo mental”, independiente de la luminosidad que clarea la moneda, vamos a identificar, además de las características físicas relatadas, podemos registrar todos los acontecimientos relacionados con esta moneda. El ambiente de su fabricación y las manos por donde ella fue negociada incontables veces. El “cuerpo mental” registra los aspectos físicos y los eventos psicológicos a ella relacionados.

El ojo humano no es el instrumento de visión del “cuerpo mental”. Como lo que él detecta es la vibración de los cuerpos, los objetos son percibidos en cualquier parte del “cuerpo mental” como, por ejemplo, las puntas de los dedos que tocan ese objeto.

El lenguaje hablado – la capacidad para hablar, leer y escribir están íntimamente inter-relacionadas. Para cada una de estas funciones el cerebro usa un conjunto de módulos que se conectan por vías de asociación. El niño aprende a hablar oyendo a las personas a su alrededor, aumentando progresivamente su vocabulario. Para leer y escribir el tendrá que absorber el significado de los símbolos que representan las cosas y las ideas traducidas en palabras. Existen cuadros clínicos en pacientes neurológicos que ilustran didácticamente el comportamiento de esas funciones. Tenemos lesiones capaces de producir incapacidad para reconocer las palabras – agnosia visual; para escribir – agrafia; para leer – dislexia y para hablar – afasia. En el cuerpo mental esas capacidades están conectadas a la percepción del contenido mental de las ideas, independiente de la forma como ellas son expresas. Vamos a considerar ahora que estamos delante de un libro. Necesitamos leer todo su contenido para enterarnos de su contenido. Con el “cuerpo mental” nos apoderamos de las ideas expresadas en el libro, de los eventos con el relacionados y con su autor.

La memoria – El individuo común es capaz de memorizar una secuencia de siete números, retiene algunos teléfonos familiares, sabe dirección de algunos amigos, recuerda  sus nombres y es capaz de relatar lo que hizo los últimos días. Cuando hace relatos de eventos antiguos como fiestas o encuentros con amigos, los relata de manera más o menos incompleta, resaltando que algunos de esos encuentros quedaron más marcados y son tenidos como inolvidables. Cada uno de esos relatos, cuando son confrontados con el testimonio de terceros, tiene siempre el coloreado de otras versiones más o menos enfáticas. Describir una fiesta de graduación tiene tantas versiones como el número de graduados.

La memoria de un ordenador nos permite abrir un texto ya escrito y revisarlo para corregir o añadir detalles. La memoria del “cuerpo mental” nos permite abrir el escenario del ambiente vivido durante los acontecimientos que presenciamos. El nos permite revivir el pasado como si lo trajésemos para el presente. Viviendo un hecho por una segunda vez podemos añadir elementos que no nos habíamos dado cuenta en la primera ocasión en que ocurrió. Un detective podría ver un asalto y de esa vez anotar la placa del coche que gira para salir huyendo.

Los sueños – El “cuerpo mental” no es prisionero del cuerpo físico y, durante el sueño, él tiene posibilidad de liberarse más o menos parcialmente. La emancipación del “cuerpo mental” facilitada por el sueño pone el “cuerpo mental” delante de otras realidades que él incauta conforme su nivel de conocimiento. Una persona sin experiencia colocada delante de un ambiente desconocido percibirá muy poco de lo que está presenciando. Sin experiencia quedaremos totalmente perdidos en la UCI de un hospital, en medio de una bosque cerrado, en el mando de un avión o entre la multitud en un país extraño. Y será así que esas vivencias tendrán que ser relatadas después de pasar por el filtro del cerebro físico. Es ese el contenido extraordinario de los sueños, una percepción espiritual filtrada por el cerebro físico. De vez en cuando, en situaciones especiales, conseguiremos registrar una copia fiel de acontecimientos que vivimos soñando, fijándola con completa lucidez.

La mente – Tenemos, como hipótesis, que la mente es una entidad que se corporifica en una estructura organizada que denominamos “cuerpo mental”. Ese cuerpo tiene existencia extra-cerebral y propiedades que se diferencian de las funciones cerebrales conocidas.

La semiología neurológica, analizando determinados cuadros clínicos, puede revelar funciones que confirman claramente la existencia del “cuerpo mental”. Podemos percibir que la fisiología del “cuerpo mental” nos da informaciones confiables que lo sitúa más allá del cerebro físico. Explorando sus memorias podemos revivir claramente el pasado. Confirmamos que su sensibilidad es afectada por la vibración de las substancias. Su forma de percepción nos posibilita contacto con el contenido y significado de los objetos, más  que con la forma, y el lenguaje se procesa por la transmisión de ideas.

El “cuerpo mental” inaugura un nuevo paradigma para la neurociencia clínica.



 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita