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Año 4 169 1º de Agosto del 2010


 

Traducción
ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org
 

 

El perdón hace bien a la salud

 


 
Es conocida la advertencia evangélica acerca del perdón. Nos enseñó Jesús que constituye medida saludable la búsqueda de nuestros adversarios y la reconciliación con ellos, antes de ofrecer a Dios nuestras ofrendas y plegarias.


La doctrina enseñada por los Espíritus superiores incluye el perdón de las ofensas, la indulgencia para con las imperfecciones ajenas y la benevolencia para con todos entre las virtudes que forman el concepto de caridad tal como la entendía Jesús.


Como la caridad es, conforme la Doctrina Espírita, el camino único de la salvación – pues no existe otra manera de interpretar la máxima Fuera de la caridad no hay salvación, adoptada por Kardec –, el perdón hace bien en cualquier circunstancia, sobre todo a los que lo conceden. Los espiritistas, todas las veces que examinaban esa cuestión, jamás pensaron en beneficios materiales.


El bien resultante del perdón fue considerado siempre una recompensa para el Espíritu eterno, aunque no significara ventaja alguna en términos puramente materiales.


Usemos un ejemplo cogido de la vida.


Una persona es expoliada por alguien, sufriendo por eso un enorme perjuicio. Al perdonar a su verdugo, ella no obtiene, con ese gesto, ninguna compensación material o financiera, una vez que sus beneficios serán tan solamente de orden espiritual.


Ese era el pensamiento dominante cuando se hablaba del valor del perdón, hasta que un hecho nuevo vino a mostrar que el efecto de perdonar a los que nos perjudican u ofenden va además de una simple satisfacción interior que ennoblece el alma capaz de ese gesto.


La novedad nos vino de Michigan (Estados Unidos), donde investigadores del Hope College, situado en la mencionada ciudad, garantizan que perdonar las ofensas es una forma de mantener la salud y puede ser incluso crucial para la supervivencia de la especie.


Comparándose los latidos cardíacos, la cantidad de sudor y otras reacciones de personas expuestas al sufrimiento o a la rabia que consiguieron o no perdonar, fue que los investigadores americanos concluyeron que perdonar hace bien al cuerpo y no solamente al alma, algo que Jesús, con toda seguridad, sabía.


Si fuera de otro modo, el Maestro no habría insistido tanto en el asunto, que tuvo por bien incluir incluso en el modelo de plegaria que pasó a la posteridad con el nombre de Oración Dominical.


Es fácil, pues, comprender esta sencilla lección que Joanna de Ângelis insertó en el cap. 23 de su libro Episodios Diarios, psicografiado por Divaldo Franco:

“Sólo los hombres de pequeño porte moral se vengan, tumbado en un foso más profundo  que aquel en que se encuentra su perseguidor.

Si disculpas al acusador, eres mejor que él.  

Si perdonas al enemigo, te encuentras en más feliz situación que la de él. Si ayudas a quién te hiere, sea por el motivo que sea, lograste ser un hombre de bien, un verdadero cristiano.

¡Venganza, jamás!”
 


 


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O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita