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Año 4  167 – 18 de Julio del 2010


 

Traducción
ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org
 

 

La desencarnación
y sus aspectos


Muerte física y desencarnación son hechos distinguidos que no ocurren simultáneamente. Una persona muere cuando el corazón deja definitivamente de funcionar, admitiéndose hoy en diversos países como válido el óbito si es registrada la muerte encefálica.

Desencarnación es otra cosa. El alma desencarna cuando se completa el desligamiento, lo que puede llevar algunas horas o algunos días.

Enseña el Espiritismo que, de un modo general, el alma continúa conectada al cuerpo mientras son en ella muy fuertes las impresiones de la existencia corpórea.

Individuos materialistas se quedan retenidos por más tiempo, hasta que la impregnación fluídica animalizada de que se revisten sea reducida a niveles compatibles con el desligamiento. La tardanza en ese desprendimiento es, a veces, necesaria para que el desencarnado tenga más pequeñas dificultades para ajustarse a la realidad espiritual.

Ernesto Bozzano, en el libro La Crisis de la Muerte, tras examinar 18 casos documentados sobre las fases inherentes al trance de la muerte, enumeró en 12 puntos sus conclusiones. De entre ellos, destacamos los tres siguientes:

  • Todos los que desencarnan afirman que, durante algún tiempo, ignoraron lo que, de hecho, les ocurrió.
  • Casi todos informan haber pasado, después de la muerte, por una especie de “sueño reparador”
  • Los que desencarnan gravitan automáticamente y fatalmente para la esfera espiritual que les habla al respecto, de obediencia a la “ley de afinidad”.

León Denis, en el libro Después de la Muerte, dice que la separación que se da entre el alma y el cuerpo es seguida por un periodo de perturbación, periodo ese que es breve para las almas justas y buenas, que inmediatamente se separan, pero largo, a veces muy largo, para las almas culpables, impregnadas de fluidos groseros.

El asunto fue examinado también por Allan Kardec en El Libro de los Espíritus, en que podemos leer en las cuestiones 149 a 165 que el estado de perturbación es un hecho natural en todas las personas y varía de acuerdo con el grado de elevación moral del desencarnado.

El desprendimiento del alma – que es lo que caracteriza la desencarnación – comienza por las extremidades del cuerpo y se va completando en la medida en que son desconectados los lazos fluídicos que prenden el alma al vehículo somático.

Hay, según leemos en el cap. XIII del libro Obreros de la Vida Eterna, de André Luiz, psicografiado por Francisco Cândido Xavier, tres regiones orgánicas fundamentales que demandan un grande cuidado en los servicios de liberación del alma: el centro vegetativo, conectado al vientre; el centro emocional, acogido en el tórax, y el centro mental, localizado en el cerebro. En esa orden es que a obra citada describe cómo se procesó el desprendimiento de Dimas, uno de los personajes del libro.

La oración es muy importante en ese proceso y debería, pues, estar presente siempre en los llamados velatorios. Kardec relata a propósito, en el libro El Cielo y el Infierno, un interesante caso ocurrido en 1863 con Augusto Michel, que pidió a un médium fuera hasta el cementerio a orar en su túmulo. El fallecido suplicó tanto, que el médium acabó atendiéndolo y, en el propio cementerio, fue intermediario de un mensaje del Espíritu, agradecido por quedar aliviado de la constricción que antes lo tenía prendido a la materia. Comentando el caso, Kardec indaga si la costumbre casi general de orar al pie de los difuntos no provenía de la intuición inconsciente que se tiene de ese efecto.
 


 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita