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Año 4  157 – 9 de Mayo del 2010

JOSÉ CARLOS MONTEIRO DE MOURA             
jcarlosmoura@terra.com.br 
Belo Horizonte, Minas Gerais (Brasil)

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 
 

Ética en la comunicación social espírita 

Es necesario mantenerse fiel a los principios doctrinarios, sin permitir que eso se transforme en pretexto para disputas personales

   

“Lenguaje sano es irreprensible para que el adversario se avergüence, no teniendo ningún mal que decir de nosotros.” –  Paulo (Tito, 2:8.)

 “La mayor caridad que practicamos con la Doctrina Espírita es su propia divulgación.” – Emmanuel

La ética o moral constituye la llamada “filosofía del actuar”, de cuño eminentemente práctico, y busca alcanzar el bien puro y simple del hombre, según el concepto desarrollado por Jacques Maritain (INTRODUCCIÓN GENERAL A La FILOSOFÍA, Ed. Actuar, Río de Janeiro, 1953, p. 151). Dentro de esa idea general, ella se vuelve mucho más para el hombre, en el particular aspecto de su bondad o perfección, en base de su capacidad de ejercitar el libre albedrío.

Las obras preparadas y producidas por él solamente interesan desde que se muestren reveladoras de su “actuar”, entendido como el “libre uso de nuestras facultades” (op. cit. p. 151). De ahí la razón por qué se dice que la Ética es la Filosofía Práctica por excelencia. 

Las normas morales no se imponen coercitivamente al hombre, al contrario de lo que se verifica en el ámbito del Derecho. Las sanciones derivadas de sus violaciones se presentan como el efecto inevitable de la reacción de la conciencia de cada uno delante del mal provocado, siendo irrelevante el hecho de la justicia terrena no pronunciarse al respecto.

En relación a ellas es enteramente pertinente la recomendación de Pablo en la primera carta a los Corintios: “Todas las cosas me son lícitas, pero no todas las cosas me convienen. Todas las cosas me son lícitas, pero yo no me dejaré dominar por ninguna”. (I Color., 6:12.)

De ahí se percibe la gran distancia que aun existe entre los campos de la moral y del derecho, de que los romanos ya daban noticia en el famoso aforismo: “Non omne quod licet honestum est” (ni todo lo que es lícito, es honesto).

No siempre lo que la ley de los hombres permite es adecuado a los propósitos superiores del Espiritismo

Todas las actividades humanas se sujetan a los dos ordenamientos legales: el ético y el jurídico.  Las situaciones que se hallan expresamente disciplinadas por los llamados Códigos de Ética – destinados específicamente a profesionales de determinadas áreas – interesan más al Derecho que a la Ética propiamente dicha, por cuanto cuidan de establecer normas reguladoras del ejercicio de la profesión y de definir las infracciones cometidas por esos profesionales, imponiéndose las sanciones respectivas. Algunas son de tamaña gravedad que se transforman en objeto de tratamiento jurídico-penal, a ejemplo de lo que ocurría hasta abril del año pasado, cuando el Supremo Tribunal Federal, en decisión como mínimo discutible, revocó, al cuestionable argumento de que hería los principios de la verdadera democracia (sic), la llamada Ley de Prensa (Ley 5250/67).

Eso, sin embargo, no implica una facultad absoluta que asegure a los profesionales de la prensa un liviano, amplio y total derecho de desconocer los más simples principios de ética y de buen sentido que los deben obrar, sujetándolos, ineludiblemente, a la sanciones previstas en el Código Penal, y que buscan la protección de la honra ajena.

Tales consideraciones se aplican a todos los que trabajan en el área de la comunicación, sea como profesionales, sea como simples colaboradores eventuales. De ellas no escapan, por lo tanto, los que se encuentran de alguna forma comprometidos con la divulgación de la Doctrina de los Espíritus, sobre los cuales, inclusive, recae una enorme responsabilidad. Mientras que a los que se dedican a la comunicación en sentido genérico basta, en la gran mayoría de las veces, el acomodamiento a la comodidad formal de sus acciones, sin mayores preocupaciones con su aspecto, al comunicador espírita eso no es suficiente. La advertencia de Pablo habrá de estar siempre al frente de todas sus actividades, recordándole que no siempre la actitud permitida por la ley de los hombres está convenientemente adecuada a los propósitos superiores del Espiritismo. 

Los medios de comunicación espírita no pueden reducirse a la condición de terreno de los conflictos personales

Las polémicas de cuño doctrinario, que ya se hicieron un lugar común en algunos órganos de la prensa espírita, y que hoy ganan fuerza y alcance desmedidos a través de Internet, enfrentan violentamente los postulados de la verdadera ética. Ningún beneficio traen para el Espiritismo y, como acciones reveladoras del “actuar” de sus autores, demuestran que ellos permanecen estacionados en aquella situación mencionada por Kardec en El LIBRO DE LOS MÉDIUMS, cuando se refirió a la poca comprensión, por un gran número de adeptos, de la verdadera esencia de la Doctrina, indispensable a la creación de un “lazo fuerte” que prenda entre sí todos sus trabajadores (op. cit. ítem 334, p. 430).

Eso, con todo, no significa la prohibición o la censura a las discusiones serias acerca de algunos temas modernos, y que no pueden ser desconocidos u omitidos por los espíritas, como es el caso, por ejemplo, de la cuestión relativa a la investigaciones con embriones vivos, del aborto, de la eutanasia y del reconocimiento oficial de las llamadas uniones homo afectivas, que, en nuestro modo de ver, son enteramente incompatibles con el Espiritismo. 

Referidas polémicas acaban, siguiendo la línea natural de episodios de esta naturaleza, por transformarse en un instrumento de agresiones recíprocas. Por otro lado, no consiguen esconder que se prestan mucho más al indeseable trasbordar del orgullo y vanidad de sus participantes que la divulgación del Espiritismo.

Los medios de comunicación espírita no pueden ser reducidos a la condición del terreno de los conflictos personales, aun mismo cuando tales contiendas vengan enmascaradas de una postura de intransigente defensa de los postulados kardecistas. Los que actúan de esa forma, no obstante la buena intención que los mueve, se olvidan de que el Codificador siempre recomendó la tolerancia en base de opiniones y conceptos divergentes. Su divisa - trabajo, tolerancia, solidaridad - se encuentra presente en todas sus acciones ypronunciamientos, de entre los cuales merece especial referencia el constante de La Constitución del Espiritismo, in verbis: “Si tengo razón, todos acabarán por pensar cómo yo; si estoy en error, acabaré por pensar como los otros”. (OBRAS PÓSTUMAS, p. 349).

Crear, alimentar o fomentar disputas de contenido doctrinario constituye un mal servicio a la Doctrina

Compite, pues, a todos cuantos se hallan comprometidos con la Comunicación Social Espírita la consciente utilización de los recursos que la tecnología ofrece, a fin de colocar el Espiritismo a servicio de toda la humanidad, como doctrina de consolación y esperanza. El empleo de esos recursos, aunque bien intencionado, para crear, alimentar o fomentar disputas de contenido doctrinario, implica un disfrazable mal servicio a la Doctrina, aun porque hace público lo que debería permanecer limitado a los recintos internos de las instituciones espíritas.

Las divergencias que posiblemente existan entre sus adeptos, deberán ser resueltas en torno al diálogo y de la comprensión. Delante de las incongruencias de Pedro, de las pretensiones absurdas de Juan y André, de la incredulidad de Tomás o de la alevosía de Judas, Jesús no se utilizó de las armas de la replica, no discutió con ellos, ni se puso a alardear públicamente sus defectos. En sus sermones – que eran el medio de que disponía, en la comunicación con las masas –, jamás hizo públicos esos procedimientos y actitudes, aunque haya corregido, hasta con severidad, a sus autores, como en el episodio en que Pedro demostró su inconformismo e incomprensión en base de la misión del Maestro: - “Él, sin embargo, volviéndose, dijo a Pedro: Para tras de mí, Satanás, que me sirves de escándalo; porque no comprendes las cosas que son de Dios, sino sólo las que son de los hombres”. (Mat., 16: 23.) 

El mayor desafío del área de la Comunicación Social Espírita habla respecto a la imperiosa exigencia de hacerse con que el bueno sentido esté presente en todas sus actividades. En su caso específico, ética y buen sentido se identifican y que resultan algunos parámetros dentro de los cuales sus acciones deben desarrollarse.

Aunque el escándalo se haga muchas veces necesario, el responsable sufrirá las consecuencias

Divulgar, sin polemizar.

Mantenerse fiel a los principios doctrinarios, sin permitir que eso se transforme en pretexto para disputas personales.   

Reconocer, en la noble tarea de llevar el Espiritismo al alcance de un mayor número de personas, una oportunidad de rescate personal y no un favor que se presta a los destinatarios de las informaciones.

Nunca omitir que, por mayor que sea el grado de conocimiento doctrinario alcanzado, nadie puede, en base de la propia indigencia espiritual de toda la humanidad, atribuirse en la condición de Maestro.

Jamás dejarse envolver por el sensacionalismo, por el ansia del foco de reportaje, por la divulgación, en primera mano, de la novedad, una vez que, a ese respecto, Kardec fue incisivo al afirmar: “Si es correcto que la utopía de la víspera se hace muchas veces la verdad del día siguiente, dejemos que el día siguiente realice la utopía de la víspera, sin embargo, no estorbemos la Doctrina de principios que puedan ser considerados quiméricos y hacer que la repelan los hombres positivos”. (La Constitución del Espiritismo, OBRAS PÓSTUMAS, p. 348.)

Finalmente, tener siempre en mente que, aunque el escándalo se haga muchas veces necesario, el responsable por su causa no se exime de sufrir las serias consecuencias derivadas de la inexorable ley de causa y efecto.


 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita