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Año 4 155 – 25 de Abril del 2010

VINÍCIUS LOUSADA    
vlousada@hotmail.com   
Bagé, Rio Grande do Sul (Brasil) 

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 

La pobreza y la atención espiritual en la Casa Espírita


“Estos principios, para mí, no existen sólo en teoría, pues los pongo en práctica; hago tanto bien cuanto lo permite mi posición; presto servicios cuando puedo; los pobres nunca fueron repelidos de mi puerta, o tratados con dureza; fueron recibidos siempre, a cualquier hora, con la misma benevolencia; jamás me quejé de los pasos que he dado para hacer un beneficio (...).” - Allan Kardec. (1)

La caridad como paradigma

En el epígrafe arriba encontramos un tramo seleccionado de pensamientos íntimos del maestro Allan Kardec acerca de la caridad, constante en una obra publicada después de su desencarnación que, por su parte, contiene la colección de una serie de manuscritos póstumamente presentados en la Revista Espírita: periódico de estudios psicológicos.

En ese texto, en especial, vemos a Kardec resaltar que la caridad para él no era mera máxima o palabra bien puesta en los labios, era una praxis, o sea, una actitud conectada al ejercicio del razonamiento sobre la misma.

Destaca, aún, que realizaba algo en pro del prójimo siempre que era posible, denotando que su diminuto tiempo libre era dispuesto en el servicio al otro y, aún, en una apertura de corazón a los más pobres cuyo acogimiento no tenía hora para ocurrir.    

En mi comprensión, aquí tenemos un legado moral del maestro lionés que debe servir de paradigma – modelo – para nuestras acciones en el mundo e, igualmente, en las actividades de la casa espírita, principalmente aquellas que se refieren al acogimiento de personas en condición de pobreza o inclusión precaria en el sistema social vigente, tan marcado por el egoísmo y por la lógica economista.

Para hacer entender el concepto de inclusión precaria (2), recurro al sociólogo José de Souza Martins que, al encarar la cuestión de las desigualdades sociales como un problema más sociológico que económico, generado por las formas de desarrollo anómalo (que produce la pobreza y afirma cínicamente como coste necesario a su efectividad), defiende la tesis de que la desigual distribución de bienes sociales, culturales y políticos excluye una extensa legión de personas de los procesos de participación y provoca la integración en formas inhumanas de supervivencia y de ínfimo protagonismo social, como modos privilegiados de aquella y no como la concretización de derechos.

Así, el referido autor tiene el deseo de polemizar la calificación seductora y patológica de ese modelo de desarrollo que incluye a los pobres en procesos concretamente precarios de acceso a los bienes sociales, culturales y económicos.  

Nos recuerda aun que, en las sociedades complejas, las pobrezas se multiplicaron, alcanzando dimensiones de la existencia humana que jamás identificaríamos como manifestaciones de carencias fundamentales y, en ese sentido, el desafío está en percibir que tenemos otros modos de diferenciación social que imponen a ciertas personas lugares sociales subalternos.

De ese modo, si la opción del Espiritismo es hacer a la criatura humana feliz, cabe al espiritista que trabaja con personas que viven expuestas a la pobreza comprometerse con la superación de las situaciones límites que las impiden de ser más, sin pensarse salvador del mundo, pero alguien que, por los saberes que detenta, y teniendo a Jesús por inspiración mayor, tiene el compromiso social de realizar algo de concreto en ese sentido.

Tal comprensión nos lleva a creer que la atención espiritual en la casa espírita necesita extender la mano al hermano pobre y, en una escucha sensible, identificar las miserias ocultas, haciendo lo mejor a su alcance, sin cualquier forma de discriminación o indiferencia.  

Hacer lo mejor significa cumplir el deber ya señalado por Kardec cuando escribió: “El verdadero espírita jamás dejará de hacer el bien. Suavizar corazones afligidos; consolar, calmar desesperaciones, operar reformas morales, esa es su misión. Es en eso también que encontrará satisfacción real.” (3)

La sugestión del Espíritu Cheverus

En El Evangelio según el Espiritismo, verdadero código de bien vivir, Kardec publica la comunicación de un Espíritu que firma Cheverus (4). Según él, delante del sufridor la primera acción es el alivio. Cuando recibimos alguien en la casa espírita cuyo corazón está tomado por dramas personales, son inútiles discursos largos doctrinarios o exposiciones alargadas sobre las normas y dinámica de la institución.

Es una cuestión de buen sentido: primero aliviemos el sufrimiento de nuestro hermano, abrazándolo fraternalmente y manifestando de tal modo nuestro sentimiento de acogida que, a través de nuestro mirar atento, de la escucha y del diálogo esclarecedor, sea posible establecer el lazo de confianza esencial para poder ayudarlo.

Para la segunda etapa de la atención, Cheverus nos propone que nos informemos acerca de la situación transitoria de sufrimiento del compañero que nos ruega auxilio. Destaco la transitoriedad para que no caigamos en posturas estigmatizantes que nombran al pobre como “desgraciado”, no viendo en él las potencialidades de Espíritu inmortal y de individuo capaz de, con las debidas oportunidades, proveer dignamente la propia existencia.

De ahí la importancia del diálogo de la atención fraterna en la casa espírita que debe ser orientada por la importancia de la escucha. No incautamos las circunstancias que cercan la vida del solicitante si no le escucháramos la narración y, para tanto, necesitamos dejar atrás cualquier ansiedad de conversión del otro a nuestra creencia.  

De hecho, por dos motivos: el Espiritismo es una doctrina de libre adhesión por el razonamiento y por la madurez del sentido moral y, también, el momento de la atención fraternal no es sino para consolar mediante breves esclarecimientos o por la vía del socorro improvisado, conforme la carencia de aquel que busca la atención espiritual en la casa espírita

Pero el conocimiento de forma más profundizada, sin invasión de privacidad o humillación, de las condiciones en que vive nuestro hermano de camino preso a la pobreza material, pide el encaminamiento, después de - insisto – la ayuda inmediata, al departamento de la casa espírita especializada en las tareas de acción social capaces de asistir a las familias pobres y, a la vez, ejercer una pedagogía de generación de trabajo y renta a fin de contribuir con la emancipación de las clases populares al lado de la espiritualización de los individuos.

Así, el benefactor espiritual recomienda otro punto a ser observado en el guión de ayuda cristiana: que nos informemos de tal forma acerca del individuo y de sus luchas materiales y verifiquemos si la oferta de trabajo, de consejos guiados por la Filosofía Espírita y si nuestra afecto no será más eficaz que la pura y simple limosna en su favor, por su liberación.

La limosna, manifestación de una lógica de asistencia, es una acción que atiende la necesidad material sin intencionalidad educativa y que rebaja la humanidad del sujeto, adiestrándolo a la condición de la mendicidad o de la dependencia. Como tal, no atiende al proyecto regenerador del Espiritismo para la humanidad.

De ese modo, creo ser interesante que el equipo de voluntarios de la casa espírita tome conocimiento de bellas iniciativas dentro y fuera del movimiento espírita acerca de las redes de economía solidaria (5), aquella que surge como una respuesta posible al sistema social vigente que tanto deshumaniza – tirando multitudes al abismo de la sociedad de consumo – en cuanto produce una crisis ecológica sin precedentes en nuestra Historia.

Más adelante, Cheverus propone que difundamos, como debemos hacer con los socorros materiales, los principios del amor de Dios, del amor al trabajo, el amor al prójimo, colocando nuestros recursos en las buenas obras. Y, como no podría dejar de hacer, sugiere que los recursos intelectuales que vengamos a poseer sean dispuestos a la instrucción del pueblo.

Ese mensaje actualísimo registrado por Allan Kardec, en una de las obras fundamentales de la Doctrina de los Espíritus, presenta efectivamente una acción pedagógica de acogimiento de las clases populares en la casa espírita. Sin embargo, es preciso decir que esa acción educativa, que comienza en el acogimiento, encontrará su ápice en el instante en que, en las demás actividades interdependientes de la agremiación espírita, aquellos que están excluidos socialmente encuentren soporte para vivir con dignidad, trabajando, produciendo y conviviendo en régimen de fraternidad cristiana.

Invitar a los pobres

El Maestro de la Cruz (6) en cierta fecha orientó a los discípulos para que, al realizar una fiesta, invitaran a los pobres, los inválidos, los cojos y a los ciegos. Y, aun, hubo resaltado que en la adhesión de esos a la fiesta es cuando los discípulos serían felices, pues los pobres no tendrían como retribuir la gentileza de modo alguno y que es en la vida futura que encontrarían resarcimiento del bien llevado a efecto en la experiencia terrestre.

Según Allan Kardec (7), el festín, en la actualidad, no son las ruidosas fiestas del mundo y, sí, el reparto en la abundancia de que disfrutamos junto a los saberes espíritas. Para tanto, necesitamos de participar “homeopáticamente” la espiritualidad subyacente al Espiritismo con nuestros hermanos estigmatizados por la exclusión que traban contacto con nosotros, en particular, en la casa espírita.

Nos cabe extenderles la atención espiritual – el acogimiento de la recepción, el diálogo fraterno, la conferencia y los pases – sin cualquier distinción por ser aun la casa espírita la escuela de la mente popular, según su propia finalidad, sin embargo, al tomar conciencia de los dolores morales y sufrimientos materiales del prójimo, no podemos congelarnos en la indiferencia porque, en una ética altruista como la propuesta por el Espiritismo, somos corresponsables por la felicidad ajena.

Estudiando a Kardec

 “Amigos, de mil maneras se hace la caridad. Podéis hacerla por pensamientos, por palabras y por acciones. Por pensamientos, orando por los pobres abandonados, que murieron sin hallarse siquiera en condiciones de ver la luz. Una plegaria hecha de corazón los alivia. Por palabras, dando a vuestros compañeros de todos los días algunos buenos consejos, diciendo a los que la desesperación, las privaciones alteran el ánimo y llevaron a blasfemar el nombre del Altísimo: ‘Yo era como sois; sufría, me sentía desgraciado, pero creí en el Espiritismo y, ved, ahora, soy feliz’.” (8) 

 

Referências: 

(1) Kardec, Allan. Obras póstumas. Rio de Janeiro: Federação Espírita Brasileira, 2005, p. 407.

(2) MARTINS, José de Souza. A sociedade vista do abismo: novos estudos sobre exclusão, pobreza e classes sociais. Petrópolis, RJ: Vozes, 2002.

(3) Kardec, Allan. O Livro dos médiuns. 71. ed. Rio de Janeiro: Federação Espírita Brasileira, 2003, p.51.

(4) KARDEC, Allan. O Evangelho segundo o Espiritismo. 120. ed. Rio de Janeiro: Federação Espírita Brasileira, 2002, p. 334.

(5) GADOTTI, Moacir. Economía solidaria como praxis pedagógica. São Paulo: Editora y Librería Instituto Paulo Freire, 2009El educador Moacir Gadotti define economía solidaria como un conjunto de acciones pedagógicas para el trabajo que puede ser caracterizada como un sistema que va mucho además de los emprendimientos solidarios. “Ella es, sobre todo, la adopción de un concepto. La economía solidaria respeta el medio ambiente, produce correctamente sin utilizar de la mano de obra infantil, respeta la cultural local y la lucha por la ciudadanía y por la igualdad. La economía solidaria implica comercio justo, cooperación, seguridad en el trabajo, trabajo comunitario, equilibrio de género y consumo sustentable (producido sin el sufrimiento de personas o animales). Además de eso, el margen del logro es discutido colectivamente. La economía solidaria envuelve personas comprometidas con un mundo más solidario, ético y sustentable. Por eso la economía solidaria está estrechamente conectada a la educación transformadora (...).” (GADOTTI, 2009, p.24).

(6) Lucas 14: 12 a 14.

(7) KARDEC, Allan. O Evangelho segundo o Espiritismo. 120. ed. Rio de Janeiro: Federação Espírita Brasileira, 2002, p. 271.

(8) KARDEC, Allan. O Evangelho segundo o Espiritismo. 120. ed. Rio de Janeiro: Federação Espírita Brasileira, cap. 13, item 10.


 


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