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Año 3 151 – 28 de Marzo del 2010

RICARDO BAESSO DE OLIVEIRA      
kargabrl@uol.com.br              
Juiz de Fora, Minas Gerais (Brasil)

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 

Tierra: ¿madre generosa o planeta hostil?


Los últimos desastres geológicos envolviendo particularmente a Haití y Chile los llevan al pensamiento del escritor norteamericano Bill Bryson, en el libro
Breve Historia de casi todo, al escribir que vivimos en un mundo que parece no nos quiere aquí.

La afirmación de Bryson es resultado de una larga reflexión en torno a datos históricos y científicos impresionantes. Por más de ocho veces la Tierra tuvo casi todas las formas de vida dramáticamente destruidas. Cuando se habla de episodios catastróficos se piensa inmediatamente en los dinosaurios y se recuerda que su desaparición hace cerca de 60/70 millones de años está conectado al choque de un grande asteroide. Eso da la falsa impresión de que los desastres con causas externas sería el principal riesgo para nuestra biosfera. El caso de los dinosaurios, sin embargo, es una excepción en medio de un gran número de episodios en los cuales los procesos conducidos por los propios seres vivos acarrearon reducciones dramáticas en la biomasa (el volumen total de seres vivos).

Hace cerca de 250 millones de años, perecieron el 90% de las especies marinas y el 70% del total de la vida en la Tierra en el transcurso del crecimiento exagerado de bacterias productoras de gas sulfúrico, un gas altamente mortífero para plantas y animales. Ese crecimiento bacteriano se dio en virtud del calentamiento del planeta en el transcurso de un efecto invernadero producido por gigantescos volúmenes de magma lanzado por volcanes en los mares y en la tierra por miles de años.

Por lo menos dos docenas de culpables potenciales fueron identificados como causas de las destrucciones masivas: calentamiento global, enfriamiento global, cambio de los niveles de los océanos, agotamiento del oxígeno en los mares, epidemias, fugas gigantescas de gas metano en el fondo del océano, agotamiento del oxígeno en los mares, epidemias,  impactos de meteoritos y cometas, huracanes, volcanes, explosiones solares, etc. Recuerda  el autor citado que en la mayor parte de la historia reciente la Tierra estuvo lejos de ser el lugar estable y tranquilo que nosotros soñamos.  No es, según él, un lugar ameno para un organismo viviente. 

Una teoría conocida, la famosa hipótesis Gaia, propone que la madre naturaleza cuidará de nosotros eternamente si volvemos a su seno 

Las porciones de la Tierra donde hemos preparo la capacidad para vivir son bien modestas: sólo el 12% del área terrestre total, y solamente el 4% de la superficie total si incluimos ahí los océanos. El restante es demasiado frío o demasiado caliente, demasiado alto,  demasiado seco o húmedo,  etc.

Se suma a todo eso la acción irresponsable del más reciente depredador del planeta, el hombre, que, según el periodista André Trigueiro, en el libro Espiritismo y Ecología, tiene participación directa en el cambio climático, en la escasez de recursos hídricos, en la producción monumental de basura, en la destrucción sistemática y veloz de la biodiversidad, en el crecimiento caótico y desordenado de las ciudades, de entre otros.

¿Pero qué pensamos, entonces, de la esperanzada idea de que nuestro planeta es “madre acogedora y generosa”, de manos siempre abiertas para sus hijos, nosotros, Espíritus encarnados?

Una bella discusión filosófica puede ser hecha.

Una de las teorías más difundidas en los últimos cuarenta años, la famosa hipótesis Gaia, propone que la madre naturaleza cuidará de nosotros eternamente si volvemos a su seno. Gaia es una referencia a la diosa Tierra en la mitología griega, cuyo nombre también puede ser traducido como “buena madre”. Según esa hipótesis, aventurada por el científico inglés James Lovelock, la naturaleza tendría compromiso con el mantenimiento de la vida sobre la Tierra, tendiendo a la armonía. Según la teoría citada, los seres vivos colaboran entre sí para mantener las condiciones ambientales dentro de parámetros compatibles con el mantenimiento de la vida, pudiendo incluso mejorar la química de la atmósfera y de los océanos.

Según el paleontólogo americano Petyer Ward, da Nasa e da Universidad de Washington, esa teoría está totalmente equivocada, pues los seres vivos inter-obran con el ambiente de tal manera, que, a largo plazo, la vida tiende a desaparecer. La naturaleza se comporta como Medea, la madre impiadosa que, en la mitología griega, mata a los propios hijos. 

Nuestro desinterés delante del cuidado con el sustento del planeta ha sido responsable por problemas crecientes 

La Doctrina Espírita nos presenta al planeta Tierra como el nido del Espíritu inmortal necesitado de oportunidades para el desarrollo de sus talentos.  Si el planeta nos fuera ofrecido perfecto y en absoluta armonía, ¿dónde encontraríamos los elementos necesarios a nuestro perfeccionamiento? En la medida en que el Espíritu desarrolla la inteligencia y el sentimiento, el planeta que lo acoge va siendo naturalmente cambiado, teniendo sus condiciones de habitabilidad mejoradas.

El notable progreso tecnológico alcanzado por nosotros, en los dos últimos siglos, demuestran que el hombre ha hecho bastante en pro de las mejores condiciones de vida en la Tierra. La expectativa de vida que era en el Hombre de Cro-magnun (hace cerca de 100 mil años) de 30 años, y que subió sólo para 35 años el siglo XIX, llega hoy, en países desarrollados, próxima a los 80 años.

Las comodidades que la tecnología ofrece a cada individuo con electrodomésticos, automóviles y cosas equivalentes corresponden, según estudios de especialistas, al trabajo de 33 esclavos del mundo greco-romano.

No obstante hay mucho por hacer, y las actitudes equivocadas serán realzadas.

Se gastan 18 billones de dólares por año en el mundo en perfumes y cosméticos. Eso bastaría para eliminar el hambre de 800 millones de personas. Se gastan 12 billones de dólares por año en helados en Europa. Eso sería suficiente para proveer con agua de buena calidad a más de 1 billón de personas que no la tienen.

En el capítulo VI del Libro de los Espíritus, que versa sobre la Ley de Destrucción, está el reconocimiento de que muchos flagelos resultan de la imprudencia del hombre.

Nuestro desinterés delante del cuidado con el sustento del planeta ha sido responsable por problemas graves y crecientes.

En el libro Eco-Economía, Lester Brown comenta que ocurrieron tres veces más catástrofes naturales durante los años de 1990 que en los años 1960. Las pérdidas económicas aumentaron ocho veces. Gran parte de ese aumento parece ser debido a catástrofes, incluyendo tempestades, sequías e incendios forestales. 

El ítem 132 de El Libro de los Espíritus dice que compete
 al Espíritu encarnado cumplir su parte en la
obra de la creación
 

Informes recientes de técnicos e investigadores del área informan que eventos extremos como huracanes, inundaciones y tempestades ya ocurren con más intensidad y con intervalos de tiempo más corto. El deshielo de los polos y de las cimas elevadas, la elevación del nivel del mar, el cambio de la configuración de importantes ecosistemas como el Amazona o las inmensas redes de corales submarinos son algunos de los efectos de la monumental descarga de gases de efecto invernadero de origen humano, especialmente la quema progresiva de petróleo, carbón y gas, los desflorestamientos y el manejo inadecuado del suelo y la basura.

Recuerda el periodista André Trigueiro que más importante que cuidar del planeta para nuestros hijos y nietos es cuidar mejor de nuestros hijos y nietos para el planeta. En resumen: es el papel de la educación, también para la cuestión ambiental.

Domenico de Masi, sociólogo italiano, autor del libro El Ocio Creativo, presenta ocho grandes obstáculos al bienestar de la criatura humana, que nos compete superar: la muerte, el dolor, la miseria, el cansancio, la fealdad, la ignorancia, el autoritarismo y la tradición.

Cuando Kardec establece las finalidades de la encarnación en El Libro de los Espíritus, ítem 132 escribe que compete al Espíritu encarnado cumplir su parte en la obra de la creación. O sea, actuar de forma positiva y dinámica en pro del planeta y de todos los seres vivientes.

Joanna de Ângelis, en la obra Actitudes Renovadas, coloca que los compromisos terrenos, aquellos que fomentan el progreso de la sociedad, también forman parte integrante de las altas responsabilidades morales del Espíritu inmortal. Y añade: La tuya es la misión de construir la Tierra mejor y más feliz, iniciando la labor en tu mundo íntimo y ampliándolo más allá de las fronteras que te limitan.

La Tierra (sea Gaia o Medea) es aquello que necesita ser para hacer lo que necesita ser hecho en pro de nuestro desarrollo espiritual.

El benefactor Humberto de Campos, por la psicografía de Chico, así se expresó: No aspire a un mundo que usted aun no merece; trabaje mucho para mejorar el mundo que es el suyo.



 


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