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Estudio Sistematizado de la Doctrina Espirita Português   Inglês
Programa VI: Aspecto Religioso

Año 3 145 – 14 de Febrero del 2010

THIAGO BERNARDES
thiago_imortal@yahoo.com.br

Curitiba, Paraná (Brasil)  
Traducción
ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org
 

 

Los caracteres de la perfección y sus obstáculos

 
Presentamos en esta edición el tema
nº 145 del Estudio Sistematizado de la Doctrina Espirita, que está siendo presentado aquí semanalmente, de acuerdo con el programa elaborado por la Federación Espirita Brasileña, estructurado en seis módulos  y 147 temas.

Si el lector utiliza este programa para el estudio en grupo, sugerimos que las cuestiones propuestas sean debatidas libremente antes de la lectura del texto que a ellas sigue.

Si es destinado solamente para uso por parte del lector, pedimos que el interesado intente inicialmente responder las cuestiones y solo después lea el texto referido. Las respuestas correspondientes a las cuestiones presentadas se encuentran al final del texto abajo.

Cuestiones para debate   

1. ¿En qué consiste la perfección humana, según las enseñanzas de Jesús?

2. ¿Cuál es la virtud más meritoria?

3. ¿Cuál es, de las dos características de la imperfección, la más grave?

4. ¿Hay diferencia entre vicio y pasión?

5. ¿La educación puede ejercer un papel importante en el progreso moral del individuo? 

Texto para la lectura 

Qué apego a las cosas materiales es señal notoria de inferioridad

1. Cuando se habla en perfección humana, se piensa en una perfección relativa y no absoluta, porque solamente Dios posee la perfección infinita en todas las cosas. Si fuera dado a la criatura humana ser tan perfecta como el Creador, ella se haría igual a este, lo que es obviamente inadmisible.   

2. La perfección humana consiste, según las enseñanzas de Jesús, en amar a nuestros enemigos, en hacer el bien a los que nos odian, en orar por los que nos persiguen, lo que deja claro que la esencia de la perfección es la caridad en su más amplia acepción, ya que implica la práctica de todas las otras virtudes.

3. Evidentemente, según el Espiritismo, toda virtud tiene su mérito propio, por cuanto indica progreso del individuo en la senda del bien. Hay virtud siempre que resistimos voluntariamente al impulso al mal y a las malas inclinaciones; pero, la sublimidad de la virtud es el sacrificio del interés personal en beneficio del prójimo, sin ningún pensamiento oculto. La más meritoria es la que se asienta en la más desinteresada caridad.

4. Se reconoce la imperfección espiritual por algunas señales. La más grave de ellas es el interés personal. De hecho, el desinterés real, verdadero, es algo tan raro en la Tierra que, cuando se hace patente,  todos lo admiran como si fuera un fenómeno.

5. El apego a las cosas materiales constituye señal notoria de inferioridad. Y mientras más se aferra a los bienes de este mundo, tanto menos comprende el hombre su destino. Con el desinterés, al contrario, él demuestra que encara de un punto más elevado el futuro. Es, sin embargo, indispensable no confundir desinterés con prodigalidad. Si el desinterés es una virtud, la prodigalidad irreflexiva constituye siempre una falta de juicio.

La pasión no es, en su origen y en su esencia, un mal

6. Hacerse un hombre de bien es el primer paso para quien desea alcanzar la perfección, teniéndose en cuenta que hombre de bien es aquel que practica la ley de justicia, amor y caridad en su mayor pureza y usa siempre de la comprensión y de la misericordia para con el prójimo.

7. El egoísmo, cual gusano roedor, continúa siendo un mal que se arrastra por todas partes y del cual cada persona es más o menos víctima. Es preciso, pues, combatirlo, como se combate una enfermedad epidémica.

8. Además de combatir las adicciones que posiblemente aún presente, debe el Espíritu imperfecto luchar también contra cualquier subyugación por las pasiones.

9. En ese sentido, una distinción entre adicción y pasión se hace aquí necesaria. Adicción es todo lo que es contrario a la virtud, como el egoísmo, el orgullo, la vanidad, el exhibicionismo, la ira, la maledicencia, la hipocresía, la avaricia, los celos, la envidia, la pereza, además de los hábitos que generan dependencia física y psíquica.

10. La pasión no es, en su origen y en su esencia, un mal, por cuanto el principio que le da origen fue puesto en el hombre para el bien y puede llevarlo a la realización de grandes cosas. Las pasiones son como un corcel, que sólo tiene utilidad cuando es gobernado y que se hace peligroso cuando pasa a no ser gobernado. El abuso de ellas es, así pues, lo que causa el mal.

La educación constituye la llave del progreso moral

11. Las pasiones son alabanzas que duplican las fuerzas del hombre y lo auxilian en la ejecución de los designios de la Providencia; pero el hombre invigilante, en vez de dirigirlas, permite que ellas lo dirijan y cae de ese modo en los excesos, hecho que puede dañarlo, porque se verifica entonces, en último análisis,  la exageración de una necesidad o de un sentimiento.

12. Combatiendo las adicciones y no dejándose dominar por las pasiones, el individuo caminará de modo firme en dirección a la perfección, lo que, evidentemente, no se realizará de un momento para otro.

13. Conocidas las causas e identificado el mal a combatir, el remedio se presentará por sí mismo, cabiendo a él tan solamente destruirlo, si no totalmente, al menos parcialmente.

14. Podrá ser largo el proceso, desde que numerosas sean las causas, pero no infinito. La cura, sin embargo, sólo se obtendrá si el mal es atacado en su raíz, o sea, por la educación, no por esa especie de educación que se preocupa tan solamente en hacer a los hombres instruidos, sino por la que tiende a hacerlos hombres de bien.

15. La educación convenientemente entendida constituye la llave del progreso moral. Cuando se conoce el arte de manejar los caracteres, como se conoce el arte de manejar las inteligencias, se conseguirá corregirlos, de igual manera que se enveredan las plantas nuevas. Ese arte exige, sin embargo, mucha, mucha experiencia y profunda observación.

Respuestas a las cuestiones propuestas   

1. ¿En qué consiste la perfección humana, según las enseñanzas de Jesús?

La perfección humana consiste, según Jesús, en amar nuestros enemigos, en hacer el bien a los que nos odian, en orar por los que nos persiguen, lo que deja claro que la esencia de la perfección es la caridad en su más amplia acepción, ya que implica la práctica de todas las otras virtudes.

2. ¿Cuál es la virtud más meritoria?

Toda virtud tiene su mérito propio, por cuanto indica progreso del individuo en la senda del bien, pero la más meritoria es la que se asienta en la más desinteresada caridad.

3. ¿Cuál es, de las señales características de la imperfección, la más grave?

La más grave de esas señales es el interés personal. El apego a las cosas materiales constituye señal notoria de inferioridad.

4. ¿Hay diferencia entre vicio y pasión?

Sí. Adicción es todo lo que es contrario a la virtud, como el egoísmo, el orgullo, la vanidad, el exhibicionismo, la ira, la maledicencia, la hipocresía, la avaricia, los celos, la envidia, la pereza, además de los hábitos que generan dependencia física y psíquica. La pasión no es, en su origen y en su esencia, un mal, por cuanto el principio que le da origen fue puesto en el hombre para el bien. Las pasiones son como un corcel, que sólo tiene utilidad cuando es gobernado y que se hace peligroso cuando no es gobernado. El abuso de ellas es, así pues, lo que causa el mal.

5. ¿la educación puede ejercer un papel importante en el progreso moral del individuo?

Evidentemente. La educación convenientemente entendida constituye la llave del progreso moral. Cuando se conozca el arte de manejar los caracteres, como se conoce el arte de manejar las inteligencias, se conseguirá corregirlos, de igual manera que se enveredan las plantas nuevas.

 

 

Bibliografia: 

O Livro dos Espíritos, de Allan Kardec, questões 893 a 896, 907, 908, 917 e 918.

O Evangelho segundo o Espiritismo, de Allan Kardec, cap. XVII, itens 2, 3 e 8.

Religião dos Espíritos, de Emmanuel, psicografado por Francisco Cândido Xavier, p. 124.


 

 

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Revista Semanal de Divulgación Espirita