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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 3 – Nº 143 – 31 de Enero del 2010

 
                                                            
Traducción
ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org

 

Aprendiendo a hacer el pan

 

Carmina entró en casa, tiró la mochila sobre el sofá de la sala, y fue para la cocina.

— Hola, ¡hija mía! ¿Tienes hambre? Tu padre debe estar llegando y ya voy a servir el almuerzo. Por favor, llama a Tiago que está jugando en el jardín y ayúdalo a lavarse las manos.

Contra la voluntad del hermanito, Carmina lo trajo, lo llevó para el baño, le lavó las manos y después volvió, colocándolo a su lado.

El padre llegó sonriente y luego estaban todos alrededor de la mesa. Después de una oración, la madre sirvió a los hijos.

— ¿Cómo fue tú día hoy? – preguntó a Carmina, notando a la hija callada y de mal humor.

— ¡Pésimo! – replicó la niña.

— ¿Pasó alguna cosa? – preguntó el padre.

La chica se desahogó:

— No soporto más a mí clase, papá. Los alumnos juegan, discuten y no obedecen a la profesora. ¡Con el ruido, a veces no consigo entender lo que ella dice!

Los padres cambiaron una mirada, preocupados.

— ¿Ya intentaste hablar y entenderos? – preguntó la madre.

— La profesora lo ha intentado de todas las maneras, sin resultado.

— Bien, generalmente son sólo algunos alumnos los que causan tumulto. No te preocupes. Para todo existe una solución. Vamos a almorzar en paz.

Después del almuerzo, Carmina ayudó a la madre a arreglar la cocina. Enseguida, la señora cogió harina, huevos y leche, poniéndolo encima de la mesa.

— ¿Qué vas a hacer, mamá? – quiso saber la niña, curiosa.

— Voy a amasar pan, hija mía. ¿Quieres ayudar?
— Claro, mamá.

La madre puso harina en una vasija, añadió los huevos, un poco de sal y de azúcar. Enseguida, calentó una taza de leche, y juntó un poco de algo que Carmina no conocía.

— ¿Qué es eso, mamá?

— Es la levadura, hijita.

— ¡Ah!... ¿Y por qué necesita levadura?

— Para que la masa crezca y quede blando y suave.

— ¡Pero es muy poco! ¿Sólo esa cantidad de levadura pones?

— Sí. Eso es suficiente. Vas a ver.

Acabaron de mezclar los ingredientes y la madre dejó la masa en la vasija, cubriéndola con un paño.

— Ahora vamos a esperar a que la masa crezca para después llevarla al horno.

Carmina fue para el cuarto y estuvo entretenida en leer un libro de historias. Algún tiempo después su madre vino a avisar que la masa esta lista.

La chica se quedó sorprendida al ver como la masa creció. ¡Estaba enorme, casi cayendo por fuera de la vasija!

Cogiendo un poco de la masa, la madre la enseñó a enrollar un panecillo, colocándolo en una bandeja cuando todos estaban listos, fueron llevados al horno caliente.

No tardó mucho y el olor delicioso de pan caliente lleno toda la casa.

Carmina corrió para ver a su madre retirar la   bandeja  del  horno.   ¡Los   panecillos

estaban cocidos y bonitos! ¡Deberían estar apetitosos!

La madrecita no se resistió. Como estaba en la hora de la cena, la madre abrió un panecillo, le pasó manteca y se lo dio a la hija.

— El olor está delicioso, mamá. Mira como la manteca se derrite en el pan caliente.

Después de comer, Carmina comentó:

— ¡Qué delicia, mamá! Los panes quedaron buenos. ¿Cómo puede una cantidad de levadura tan pequeña hacer crecer toda la masa? ¡No entiendo!

— Es verdad, querida mía. ¡Sin embargo, es la función de la levadura! Jesús también habló sobre eso, diciendo que el reino de los Cielos es semejante a la levadura que ponemos en la masa y que es suficiente para hacerla crecer. Así también es nuestro ejemplo en la vida. Cuando damos un buen ejemplo y tenemos un comportamiento correcto, las personas que nos rodean acabaran por obrar como nosotros.

Carmina pensó un poco y dijo:

— Entendí. Quieres decir que nosotros podemos ser la levadura que va a hacer crecer toda la masa, ¿no es así?

— Eso mismo.

Los ojos de la chica brillaban de entusiasmo.

— ¡Mamá! Ya sé cómo obrar en mi clase. En verdad, cuando mis compañeros juegan o discuten entre sí, yo entró en la pela y discuto también. Ahora sé que no es esa la actitud correcta. Mi actitud también era mala.

Hizo una pausa y, mirando a la madre, consideró:

— ¡Jamás pensé que aprender a hacer pan pudiese enseñarme tanto!

De aquel día en adelante la situación cambió en la clase.

Carmina comenzó a cambiar su conducta, manteniéndose tranquila y equilibrada, y ayudando a la profesora a pacificar a los alumnos más rebeldes. Al poco, los compañeros de buen comportamiento fueron ganando terreno y, después, los indisciplinados quedaron en desventaja, siendo obligados a cambiar también, pues no encontraban más apoyo en los compañeros.

Después de esa conquista, Carmina pasó a obrar de esa manera en cualquier área de su vida, y siempre comentaba:

— ¡Nunca pensé que aprender a hacer pan fuese tan importante! 

(Mensaje de Meimei, recibido por Célia Xavier de Camargo, el 25/10/2005.)

                                                                  
 
                                                                   Tía Célia 


 



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Revista Semanal de Divulgación Espirita