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Estudio Sistematizado de la Doctrina Espirita Português   Inglês
Programa VI: Aspecto Religioso

Año 3 – Nº 143 – 31 de Enero del 2010

THIAGO BERNARDES
thiago_imortal@yahoo.com.br

Curitiba, Paraná (Brasil)  
Traducción
ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org
 

 

Amor materno y amor filial 
 

Presentamos en esta edición el tema nº 143 del Estudio Sistematizado de la Doctrina Espirita, que está siendo presentado aquí semanalmente, de acuerdo con el programa elaborado por la Federación Espirita Brasileña, estructurado en seis módulos  y 147 temas.

Si el lector utiliza este programa para el estudio en grupo, sugerimos que las cuestiones propuestas sean debatidas libremente antes de la lectura del texto que a ellas sigue.

Si es destinado solamente para uso por parte del lector, pedimos que el interesado intente inicialmente responder las cuestiones y solo después lea el texto referido. Las respuestas correspondientes a las cuestiones presentadas se encuentran al final del texto abajo.

Cuestiones para debate  

1. ¿El amor material forma parte de las leyes de la naturaleza?

2. La misión de la maternidad no siempre es un mar de rosas. ¿Por qué?

3. ¿Qué deber compete a la madre, relativo a sus hijos?

4. ¿Cómo debemos entender, según las enseñanzas espíritas, el mandamiento “Honrad a vuestro padre y vuestra madre”?

5. Dos causas determinan básicamente la ingratitud de los hijos para con los padres. ¿Cuáles son esas causas?

Texto para la lectura  

La misión materna no siempre es un mar de rosas

1. El corazón materno es, en la expresión de un Espíritu amigo, “un vaso de amor en el que la vida se manifiesta en el mundo”, pero grave es el oficio de la verdadera maternidad. “Se levantan monumentos de progreso entre los hombres y los debemos, en gran parte, a las madres abnegadas y justas, pero se yerguen penitenciarias sombrías y las debemos, en la misma proporción, a las madres indiferentes y criminales”, asevera Sebastián Pires, en “Luz en el Hogar”, cap. 3, pág. 15.

2. Enseña el Espiritismo que la Naturaleza dio a la madre el amor a sus hijos en el interés de la conservación de ellos. Entre los animales, ese amor se limita a las necesidades materiales y cesa cuando los cuidados ya no son necesarios. En el hombre, el persiste por toda la vida y lleva una dedicación y una abnegación que son virtudes, sobreviviendo incluso a la muerte y acompañando al hijo hasta más allá de la tumba.

3. Que no se deduzca del hecho de estar el amor maternal en las leyes de la naturaleza que la misión materna sea siempre un mar de rosas, porque no lo es. Se trata, en verdad, de una tarea espinosa en que la renuncia y las lágrimas hacen morada.

4. No es difícil entender por qué eso se da. Es que habitualmente renacen juntas, bajo los lazos de la consanguinidad, personas que aún no acertaron las ruedas de la comprensión en el carro de la evolución, a fin de trabajar sobre las aristas que les impiden la armonía. Unidos a la máquina de las convenciones respetables, en el instituto familiar, caminan lado a lado, bajo el aguijón de la responsabilidad y de la convivencia compulsiva, para sanar viejas heridas.

5. Existen padres que no toleran a los hijos y madres que se vuelven contra los propios descendientes, tanto como hay hijos que se revelan enemigos de sus padres y hermanos que se exterminan dentro del magnetismo degenerado de la antipatía congénita.

Desde pronto debe la madre preparar a sus hijos para la vida

6. La misión materna se reviste, por lo tanto, de gravámenes sublimes, sobre todo en los hogares donde Espíritus antagónicos, cuando no enemigos, se encuentran temporalmente unidos por los lazos del parentesco. La maternidad exige y desarrolla la sensibilidad, la ternura, la paciencia, aumentando la capacidad de amar en la mujer.  

7. En el ambiente doméstico, el corazón maternal debe ser el exponente divino de toda la comprensión espiritual y de todos los sacrificios por la paz de la familia. La misión materna consiste en dar siempre al hijo el amor que fluye de Dios, porque antes de todo sabemos que nuestros hijos son, de entrada, hijos de Dios.

8. Desde la infancia, compite a la madre prepararlos para el trabajo y para la lucha que los espera. Desde los primeros años, debe enseñar el niño a huir del abismo de la libertad, controlándole las actitudes y reparándole las posiciones mentales, porque esa es la ocasión más propicia a la edificación de las bases de una vida.

9. Enseñará la tolerancia más pura, pero no desdeñará la energía cuando sea necesaria. Se sacrificará de todos los modos a su alcance por la paz de los hijos, enseñándoles que todo dolor es respetable, que todo trabajo edificante es divino y que todo desperdicio es una falta grave.

10. Les enseñará el respeto por la desdicha ajena. Será ella en el hogar el buen consejo sin parcialidad, el estímulo al trabajo y la fuente de armonía para todos. Buscará, finalmente, en la piadosa madre de Jesús el símbolo de las virtudes cristianas.

La familia es el núcleo de mayor importancia en la sociedad

11. Con relación al amor filial, es imperioso recordar que el mandamiento “Honrad a vuestro padre y vuestra madre” es un corolario de la ley general de caridad y de amor al prójimo, si bien el término “honrad” encierre un deber más – el de la piedad filial. Honrar padre y madre no consiste sólo en respetarlos, sino también asistirlos en la necesidad, proporcionarles reposo en la vejez, cercarlos de cuidados tal como hicieron ellos con los hijos durante la infancia.

12. Dos causas determinan básicamente la ingratitud de los hijos para con los padres: unas se deben a las imperfecciones de los hijos; otras resultan de fallos cometidos por los propios padres. En efecto, muchos padres, no preparados para el ministerio familial, cometen errores graves que pueden influir considerablemente en el comportamiento de la prole, que entonces, conforme su carácter, se rebela contra aquellos, crucificándolos en las trabas ásperas de la ingratitud.

13. Muchos padres inmaduros, que transitan en el cuerpo incitados por el tormento de los placeres incesantes, responden por el desequilibrio y desajuste de la prole, en la desenfrenada competición de la moderna sociedad.

14. Hay, sin embargo, hijos que recibieron de los padres las más prolíferas demostraciones de sacrificio y cariño, aspirando a un clima de paz, de salud moral, de equilibrio doméstico, nutridos por el amor sin fraude y por la abnegación sin fingimientos, y aún así se revelan fríos, exigentes e ingratos.

15. A pesar de eso, el hogar – santuario de los padres, escuela de los hijos, taller de experiencias – es el motor maestro que acciona a la Humanidad, y la familia, indiscutiblemente, el núcleo de mayor importancia en el organismo social.

Respuestas a las cuestiones propuestas  

1. ¿El amor maternal forma parte de las leyes de la naturaleza?

Sí. El amor maternal forma, inequívocamente, parte de las leyes que rigen la vida.

2. La misión de la maternidad no siempre es un mar de rosas. ¿Por qué?

El motivo de eso es que habitualmente renacen juntas, bajo los lazos de la consanguinidad, personas que aún no acertaron las ruedas de la comprensión en el carro de la evolución. Unidos a la máquina de las convenciones respetabais, en el instituto familiar, caminan lado a lado, bajo el aguijón de la responsabilidad y de la convivencia compulsoria, para sanar viejas heridas. Y, debido a eso, hay padres que no toleran a los hijos y madres que se vuelven contra los propios descendientes, tanto como hay hijos que se revelan enemigos de sus padres.

3. ¿Qué deber compete a la madre, relativo a sus hijos?

El corazón maternal debe ser el exponente divino de toda la comprensión espiritual y de todos los sacrificios por la paz de la familia. La misión materna consiste en dar siempre al hijo el amor que fluye de Dios, porque antes de todo sabemos que nuestros hijos son, de entrada, hijos de Dios. Desde la infancia, compete a la madre prepararlos para el trabajo y para la lucha que los espera, enseñándoles a huir del abismo de la libertad, controlándole las actitudes y reparándole las posiciones mentales, porque esa es la ocasión más propicia a la edificación de las bases de una vida.

4. ¿Cómo debemos entender, según las enseñanzas espíritas, el mandamiento “Honrad a vuestro padre y vuestra madre”?

Ese mandamiento es un corolario de la ley general de caridad y de amor al prójimo, si bien el término “honrad” concluya un deber más – el de la piedad filial. Honrar padre y madre no consiste sólo en respetarlos, sino también asistirlos en la necesidad, proporcionarles reposo en la vejez, cercarlos de cuidados tal como hicieron ellos con los hijos durante la infancia.

5. Dos causas determinan básicamente la ingratitud de los hijos para con los padres. ¿Cuáles son esas causas?

Unas se deben a las imperfecciones de los hijos; otras resultan de fallos cometidos por los propios padres. En efecto, muchos padres, no preparados para el ministerio familial, cometen errores graves que pueden influir considerablemente en el comportamiento de la prole, que entonces, conforme su carácter, se rebela contra aquellos, crucificándolos en las trabas ásperas de la ingratitud.

 

Bibliografia

O Livro dos Espíritos, de Allan Kardec, questão 890.

O Evangelho segundo o Espiritismo, de Allan Kardec, cap. XIV, item 3.

O Consolador, de Emmanuel, psicografado por Francisco Cândido Xavier, questão 189.

Após a Tempestade, de Joanna de Ângelis, psicografado por Divaldo P. Franco, pp. 32 e 33.

Terapêutica de Emergência, por Espíritos diversos, psicografado por Divaldo P. Franco, p. 58.

Luz Viva, de Joanna de Ângelis e Marco Prisco, psicografado por Divaldo P. Franco, p. 55.

Luz no Lar, por Espíritos diversos, psicografado por Francisco Cândido Xavier, cap. 3 e 5.


 

 

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Revista Semanal de Divulgación Espirita