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Año 3 135 – 29 de Noviembre del 2009

LEDA MARIA FLABOREA 
ledaflaborea@uol.com.br
São Paulo, SP (Brasil)
 

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 

 

La extraña moral
de Jesús

 Sabemos que Jesús no dejó nada escrito y por eso muchas palabras atribuidas a Él no concuerdan con su forma amorosa de enseñar. Más  aquellos que combaten el Cristianismo en general y el Espiritismo, en particular, usan esos argumentos para contestarlo

 

Volvamos un poco al tiempo que antecedía la venida de Jesús. Los conceptos éticos aún no definidos, no estructurados, crecían en un contexto perverso.  

- predominancia del derecho de la fuerza sobre la fuerza del derecho;

- esclavitud política, social, económica, de credo y de raza;

- la familia sometida al patriarcado soberano y a veces cruel;

- los intereses girando en torno a la posesión, fuera de bienes materiales o de personas.

Por otro lado, en la religión ocurrían transformaciones acentuadas:

- el paganismo, culto a varios dioses, entraba en decadencia;

- el sacrificio humano para aplacar la furia divina era sustituido, en Israel, por el sacrificio de animales, transformados en valiosos recursos para absolución de los pecados y ofrenda de gratitud a Dios.

El discernimiento y la valorización de la criatura ya se iniciaba, pasando ella a ser vista como imagen y semejanza de Dios.

Ese proceso, que aún continúa en nuestros días, tendría que superar todos los impulsos agresivos que constituyen la naturaleza humana, víctima por la herencia animal resultante del proceso evolutivo como ser biológico, social y psicológico, al cual aún estamos sometidos. Es en ese momento, en que las primeras señales para la adquisición de la conciencia individual y colectiva aparecen, es que llega Jesús para auxiliar y facilitar la transición de la barbarie para la civilización.

Para enfrentar la sombra colectiva en que aquella sociedad estaba sumergida, y también romper con las raíces que aún prendían al hombre a los sentimientos más agresivos, Jesús necesitó traer una doctrina de comprensión y bondad, ternura y compasión, que no podía ser comparada a cualquier actitud de agresividad interna o externa, fuera ella ostensiva o disfrazada.

Era preciso usar de energía y valor moral para enfrentar los desafíos que surgían con la intención de impedir la marcha para la revolución espiritual que Él traía. Y Él no cedió en ninguna de las directrices que trazó para el cumplimiento de su tarea: romper con las estructuras del pasado donde debería haber: supremacía de la humildad sobre el orgullo; supremacía del altruismo sobre el egoísmo; supremacía de la comprensión y de la bondad sobre la intolerancia.

Esa era, como mínimo, una nueva y extraña moral, por ser diferente de todo lo que existía y por contrariar todas las convicciones que prevalecen.

Para usar las enseñanzas de Jesús como recursos en la superación de nuestras dificultades, necesitamos estudiarlos

Infelizmente, para la gran mayoría de nosotros, esa doctrina continúa siendo extraña porque viene de frente a nuestros intereses personales, a nuestros deseos y caprichos egoístas. “No es mi incumbencia”, dicen unos. “No tengo paciencia para quedarme oyendo o leyendo”, dicen otros, justificando la total incapacidad de comprender y mucho menos de aceptar las invitaciones que Jesús nos hace para la transformación de nuestros sentimientos, para la liberación de los comportamientos desajustados y enfermos.

Aún entre los espíritas, esa incapacidad existe. Muchas veces se comprende la necesidad de cambiar, pero no poseemos, aún, los instrumentos íntimos para enfrentar nuestra realidad.  Por eso es por lo que aún necesitamos de las enseñanzas de Jesús.

Él, en verdad, nos invita a la terapia de la renovación espiritual.

Cuando entendemos esa invitación, preguntamos: ¿Jesús alejará nuestras cruces?    Ciertamente que no, pero sus enseñanzas se transforman en instrumentos poderosos para dejarlas más leves. Pero, para usar las enseñanzas como recursos en la superación de nuestras dificultades, necesitamos estudiarlos a fin de comprenderlos y, comprendiéndolos, reflexionar sobre ellos para, que después, podamos vivirlos en plenitud.

Sabemos que Jesús no dejó, él mismo, nada escrito y por eso muchas palabras atribuidas a Él no concuerdan con su forma amorosa de enseñar. Aquellos que combaten el Cristianismo en general y el Espiritismo, en particular, usan esos argumentos para sus contestaciones.

Es posible esclarecer algunas de esas contradicciones, quitando algunas dudas. En primer lugar, necesitamos saber si Jesús, efectivamente, las pronunció, con miras a no haber dejado nada por escrito. Y, en caso afirmativo, saber cuál era el significado de esas palabras en la lengua en que se expresaba, pues, al leer o estudiar un texto antiguo, no importa cual  sea, no podemos usar los mismos significados de hoy. En el caso específico de Jesús, la lengua hebraica no era rica y una palabra podría tener más de un significado. Tenemos dos ejemplos que pueden ayudar:

·        en el Génesis, libro del Viejo Testamento, las frases que indican la creación del mundo podían significar un periodo cualquiera y el periodo diurno. Con el pasar del tiempo, la tradición se encargó de colocar el mundo físico creado en seis días.

·        Otro ejemplo puede ser encontrado en el Nuevo Testamento, cuando Jesús enseña que es más fácil que un “camello” pase por el agujero de una aguja que un rico alcance el cielo. En ese caso el término que significa camello también significa cabo. Así, un error cometido una única vez permaneció hasta nuestros días. Eso muestra que la traducción de una lengua para otra puede traer engaños que alteran todo el real significado que se pretende dar al que se escribe.

La idea de abandono de la familia no concuerda con la doctrina de Jesus; es, antes, su negação

Tenemos que observar, aún, la naturaleza particular de cada lengua, el cambio del significado con el tiempo, los errores de los copistas de aquella época (analfabetos, sólo diseñaban lo que estaba a su frente; cualquier observación que hubiera sido escrita al margen del documento sería por ellos copiada como si formara parte del cuerpo del texto), la traducción literal que muchas veces altera el significado real.

El cap. 23 de El Evangelio según el Espiritismo trae cuatro de esos ejemplos y que deben ser comprendidos de forma figurada y no tomados al pie de la letra:

1) Si alguien viene a mí y no odia a su padre, a su madre... no es digno de mí. (Lucas, XIV: 25-27,33).

Si pensáramos en la palabra odia dentro del significado moderno del término, la frase no tendrá sentido, pues ahí no encontramos la forma bondadosa con que Jesús enseñaba. Sin embargo, si consideráramos la posibilidad de significar amar menos o estimar poco, podremos comprender que hubo engaños en la interpretación, porque en la doctrina amorosa de Cristo no había espacio para la palabra odiar como la concebimos hoy.

     2) Abandonar padre, madre, esposa, hijos, haciendas... para  Seguirlo.

La idea de abandono de la familia no concuerda con la doctrina de Jesús. Es, antes, su negación. Pero, si pensamos que la enseñanza contenida en ese pasaje es para que aprendamos a colocar el interés de la vida futura por encima de la vida material, entonces, hay concordancia con la esencia de la enseñanza.

Queda claro que Jesús pretendió concienciarnos de que la vida futura, o sea, la vida del Espíritu es más importante que la vida de la materia. Es interesante notar que existe la necesidad de separación para el progreso. ¿Quién podría condenar al hijo o la hija que se separen de sus padres para casarse? ¿Y qué decir de los hijos que dejan a sus familias para defender su país?

Emmanuel, en el libro Fuente Viva, en la lección 58, dice, refiriéndose a ese pasaje, que abandonar es renunciar. Es una renuncia personal. Ejemplifica diciendo que “si tus padres no buscan la intimidad de Cristo, renuncia a la felicidad de verlos comulgar contigo el divino banquete de la Buena Nueva, y ayuda a tus padres”.  Recuerda él que renuncia con Jesús no quiere decir abandono, sino expresa dedicación, pues él mismo, olvidado por muchos, relegado a las agonías de la negación, sintiendo las angustias del Amor no amado, no se alejó de la convivencia de sus discípulos. Vuelve y dice confiado: “He ahí que estaré con vosotros hasta el fin de los siglos”.

El respeto por los muertos no debe prenderse a la materia, más se realiza por el recuerdo del Espíritu ausente


    3) “Dejad que los muertos entierren a sus muertos y tú ve y anuncia el Reino de Dios”.
(Lucas, IX: 59-60).

Difícil imaginar que Jesús censurase al hijo que quería cumplir su obligación de piedad filial. ¿Cuál es el sentido de esa enseñanza?

Respeto por los muertos no puede quedar circunscrito a la materia. La verdadera vida es la vida del Espíritu libre del cuerpo físico.

El sufrimiento por la pérdida no nos permite percibir que el tiempo para el cumplimiento de la encarnación se concluyó: prisionero que cumple pena no es suelto; prisionero que no cumple pena es suelto.

Queda claro en ese pasaje que el respeto por los muertos no debe prenderse a la materia, más se realiza por el recuerdo del Espíritu ausente.

    4) “No vine a traer la paz, sino la espada”. (Lc, XII: 49-53 y Mt, X: 35-36)

Enseñanza: Él se refiere ahí al resultado que advendría del establecimiento de su doctrina.

Joanna de Ângelis nos dice que la extraña moral de Jesús vino como una espada, para separar la mentira de la verdad; la posesión violenta de la conquista honrosa; en los hogares, vino para derrumbar las construcciones rígidas del egoísmo, del patriarcado sombrío, del orgullo de clan y de raza; que la espada vino a herir, fuertemente, la ignorancia, el orgullo, los prejuicios de cada nuevo adepto, con luchas íntimas, por la no aceptación por parte de los entes más queridos, de la nueva elección hecha.

Ejemplo de eso fue Pablo de Tarso, rechazado por la familia y tenido como loco por los antiguos compañeros de tribuna.

La doctrina de Jesús no trajo aún la paz, pues surgieron opositores férreos, ayer y hoy, tales como los detentores del poder, los explotadores de la credulidad general, los usurpadores de bienes y de recursos, los perseguidores de los ideales de elevación humana (dentro de los propios hogares). Sin embargo, los mayores opositores están en el interior de cada uno de nosotros. Son los más difíciles, pues es necesaria la espada de la decisión para superarlos y de ellos nos liberemos.

Es verdad que Jesús separó padres e hijos, cónyuges, hermanos, por hacer oposición a la decisión de aquellos que se entregaron a las transformaciones morales, pero también los transformó en puente para tocar otros corazones, por los ejemplos que dan aun hoy.

Concluyendo: La nueva y extraña moral minaba las bases del status quo de los poderosos – como aún hoy. Muerto Jesús, muerta la idea. Pero Jesús sabe que la paz vendrá, que la fraternidad se consolidará a través de la fe esclarecida. Por eso prometió y cumplió enviándonos El Consolador, el Espiritismo, para enseñarnos lo que Él no pudo hacerlo antes, a causa de nuestra poca comprensión, y para acordarnos de aquello que ya había nos había enseñado y que, a causa de nuestro egoísmo y orgullo, olvidamos.



 


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O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita