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Estudio Sistematizado de la Doctrina Espirita Português   Inglês
Programa VI: Aspecto Religioso

Año 3 134 – 22 de Noviembre del 2009

THIAGO BERNARDES
thiago_imortal@yahoo.com.br

Curitiba, Paraná (Brasil)  
Traducción
ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org
 

 


La misión de Jesús


Presentamos en esta edición el tema
nº 134 del Estudio Sistematizado de la Doctrina Espirita, que está siendo presentado aquí semanalmente, de acuerdo con el programa elaborado por la Federación Espirita Brasileña, estructurado en seis módulos  y 147 temas.

Si el lector utiliza este programa para el estudio en grupo, sugerimos que las cuestiones propuestas sean debatidas libremente antes de la lectura del texto que a ellas sigue.

Si es destinado solamente para uso por parte del lector, pedimos que el interesado intente inicialmente responder las cuestiones y solo después lea el texto referido. Las respuestas correspondientes a las cuestiones presentadas se encuentran al final del texto abajo.

Cuestiones para debate  

1. ¿En qué consistió, verdaderamente, la misión de Jesús?

2. Dice Mateo que el pueblo israelita admiraba el modo como Jesús hablaba. ¿Por qué?

3. ¿Qué recurso de estilo utilizaba Jesús acostumbradamente en sus predicaciones?

4. Muchas revelaciones nos fueron hechas por Jesús. Mencione, de entre ellas, las que considere más importantes.

5. El Espiritismo no considera milagros ni las curas ni los prodigios operados por Jesús. El verdadero milagro que él operó fue otro. ¿Qué milagro fue ese?

Texto para la lectura 

El pueblo israelita pensaba que Jesús enseñaba como quien tenía autoridad

1. Jesús vino al mundo para, como profetizó Isaías, hacer irradiar la luz a los que se hallaban en la región de la muerte, dar creencia a los que no la tenían, guiar a los que se habían perdido y se hallaban desviados del camino de la vida y, finalmente, presentarse a todos cómo el modelo, el paradigma, el enviado de Dios, el único capacitado para legarnos a nosotros una enseñanza pura y perfecta. Es de ahí que surgiría la conocida sentencia que el evangelista Juan le atribuyó: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida; nadie va al Padre sino por mí” (Juan, 14:6).

2. Descendiendo de una Esfera Superior, Jesús surgió entre los terráqueos, no entre sedas y alabastros, sino en un humildísimo y tosco pesebre. Presentándose como el Mesías anunciado por los profetas de la Antigüedad, fue recibido con desconfianza, incluso por Juan Bautista, el precursor, que cierta vez envió dos emisarios para saber si él era, realmente, el esperado Hijo de Dios. Iniciando la predicación del Reino de los Cielo, no consiguió la comprensión inmediata ni al menos de sus discípulos. Y de ese modo ejercería su ministerio, entre incomprensión y desprecio, amargura y soledad.

3. Nadie ignora la extrema simplicidad, la completa humildad, la pobreza, sin atavíos y la sencillez con que Jesús marcó su presencia y su mesianato en nuestro planeta. Sin tener siquiera donde reclinar la cabeza y sin nada poseer en términos materiales, se cercó de personas incultas y reunió en torno de sí amigos rudos e iletrados de una de las regiones pobres pertenecientes al Imperio Romano. Peregrino paupérrimo, sin bolsa ni pan tosco, jamás ocupó ninguna cátedra y, sin nada haber escrito, dividió las eras terrestres en antes y tras él, como nadie jamás lo hizo, permaneciendo para siempre como la mayor presencia, el más alto marco, de más elevada e inmortal expresión de toda la historia humana, en todas las épocas del mundo.

4. Un hecho, sin embargo, digno de nota es que, a pesar de la resistencia de los israelitas en reconocerlo como el Mesías predicho en las Escrituras, el pueblo que lo escuchaba admiraba su doctrina porque percibía que él enseñaba como quién tenía autoridad, una calidad que no se destacaba en las explicaciones hechas por los escribas (Mateo, 7:28-29).

Verdades transcendentales e importantes nos fueron traidas por Jesús

5. En efecto, los escribas y los rabinos del mosaísmo, al contrario, acostumbraban a ser muy minuciosos en la explicaciones de los ceremoniales y de las prácticas exteriores del culto, pero nunca habían expuesto verdades tan profundas ni le sensibilizaron los corazones con tan expresivos llamamientos a la rectitud del carácter, a la blandura, a la caridad, a la misericordia, al perdón, a la tolerancia y al desapego de bienes terrenos, como Jesús hizo en el sermón de la montaña y en incontables otras ocasiones.

6. Como sabio educador que siempre fue, el Maestro recurría con frecuencia a las parábolas a fin de interesar mejor e impresionar a sus oyentes. Ese recurso hizo que sus enseñanzas alcanzaran directamente las mentes y los corazones de los hombres y, además de eso, se perpetuaran en la memoria de los pueblos a lo largo de los siglos.

7. Verdades transcendentales e importantes nos fueron traídas por Jesús y registradas en los Evangelios. Cristo nos reveló la amorosa paternidad del Dios Eterno, nos concienció de su omnipotente bondad, de su misericordia e infalible justicia, de su presencia omnipotente y perenne, enseñándonos a elevar hasta Él la fuerza de nuestro pensamiento y a confiar con filial devoción en su infatigable providencia.

8. Al proclamar esta síntesis de la justicia indefectible – “Cada uno será dado según sus obras” –, el Cristianismo se afirma como la doctrina de la moralización de las costumbres y de la ética en sus aspectos más excelentes. Lejos de constituirse en una nueva secta o un nuevo partido, es el, en verdad, un código de moral que comprende el derecho de todos y establece, a la vez, la responsabilidad de cada individuo según las condiciones en que se encuentra y la influencia que ejerce en el seno de la colectividad.

El verdadero milagro de Jesús no consistió en las curas que operó

9. Para ser cristiano, en el verdadero sentido de la palabra, es preciso, por encima de todo, ser fiel a Dios, no sólo en los momentos de tranquilidad sino sobre todo en las horas tormentosas, en que todo parece caer y perecer.  El divino legado de Jesús, que la Humanidad aún no consigue entender, es el de un mundo feliz, de paz y de amor, sin injusticias, sin oprobios, sin miseria, sin orfandad, sin crímenes, sin odios, sin fratricidios y sin guerras.

10. En el ejercicio de su misión de amor, Jesús operó fenómenos considerados milagrosos; sin embargo, las curas y los prodigios por él realizados pertenecen en su mayoría a la orden de los fenómenos psíquicos, o sea, fenómenos que tienen como causa primera las facultades y los atributos del alma, razón por la cual muchos de ellos fueron repetidos a lo largo de la historia por individuos diversos, confirmando esta conocida afirmación del Mesías: “Lo que yo hago vosotros podéis hacer también, y mucho más”.

11. Espíritu perfecto y sabio, Jesús operaba prodigios a los ojos de los terrícolas aun ignorantes, sin derogar ninguna ley de la naturaleza. Manipulaba los fluidos como lúcido conocedor de sus propiedades y cualidades y, por lo tanto, no hay por qué hablar de milagros en las curas que operó. (Consúltese sobre el asunto el libro “La Génesis”, de Allan Kardec, cap. XIV y XV.)

12. El verdadero milagro de su pasaje por la Tierra fue otro, o sea, haber conseguido en poco más de tres años, sin nada haber escrito y viviendo en una de las regiones más pobres de su época, modificar la faz espiritual del mundo en que vivimos, el cual, desde entonces, divide su historia en “antes” y “después” de Cristo.

Respuestas a las cuestiones propuestas 

1. ¿En qué consistió, verdaderamente, la misión de Jesús?

Jesús vino al mundo para hacer irradiar la luz a los que se hallaban en la región de la muerte, dar creencia a los que no la tenían, guiar a los que se habían perdido y se hallaban desviados del camino de la vida y, finalmente, presentarse a todos como el modelo, el paradigma, el enviado de Dios, el único capacitado para legar a nosotros una enseñanza pura y perfecta.

2. Dice Mateo que el pueblo israelita admiraba el modo como Jesús hablaba. ¿Por qué?

El pueblo que lo escuchaba admiraba su doctrina porque percibía que él enseñaba como quién tenía autoridad, una cualidad que no se destacaba en las explicaciones hechas por los escribas.

3. ¿Qué recurso de estilo utilizaba Jesús acostumbradamente en sus predicaciones?

El Maestro recurría con frecuencia a las parábolas a fin de interesar mejor e impresionar a sus oyentes. Ese recurso hizo que sus enseñanzas alcanzaran directamente las mentes y los corazones de los hombres y, además de eso, se perpetuaron en la memoria de los pueblos a lo largo de los siglos.

4. Muchas revelaciones nos fueron hechas por Jesús. Mencione, de entre ellas, las que considere más importantes.

Él nos reveló la amorosa paternidad del Dios Eterno, nos concienció de su omnipotente bondad, de su misericordia e infalible justicia, de su presencia omnipotente y perenne, enseñándonos a elevar hasta Él la fuerza de nuestro pensamiento y a confiar con filial devoción en su infatigable providencia. El divino legado de Jesús, que la Humanidad aún no consigue entender, es lo de un mundo feliz, de paz y de amor, sin injusticias, sin oprobios, sin miseria, sin orfandad, sin crímenes, sin odios, sin fratricidios y sin guerras.

5. El Espiritismo no considera milagros ni las curas ni los prodigios operados por Jesús. El verdadero milagro que él operó fue otro. ¿Qué milagro fue ese?

Espíritu perfecto y sabio, Jesús operaba prodigios a los ojos de los terrícolas aún ignorantes, sin derogar ninguna ley de la naturaleza. Pero el verdadero milagro de su pasaje por la Tierra fue otro, o sea, haber conseguido en poco más de tres años, sin nada haber escrito y viviendo en una de las regiones más pobres de su época, modificar la faz espiritual del mundo en que vivimos, el cual, desde entonces, divide su historia en “antes” y “después” de Cristo.

 

 

Bibliografia:

A Gênese,de Allan Kardec, cap. XIV, item 31, e cap. XV, itens 1 e 2.

Boa Nova, de Humberto de Campos, psicografado por Francisco Cândido Xavier, p. 48.

O Espírito do Cristianismo, de Cairbar Schutel, p. 20.

Páginas de Espiritismo Cristão, de Rodolfo Calligaris, pp. 172 e 173.

O Sermão da Montanha, de Rodolfo Calligaris, pp. 209 e 210.

A Caminho da Luz, de Emmanuel, psicografado por Francisco Cândido Xavier, p. 108.

Em Torno do Mestre, de Vinícius, pp. 128, 229, 235 e 304.



 

 

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Revista Semanal de Divulgación Espirita