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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 3 131 1º de Noviembre del 2009

 
                                                            
Traducción
ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org

 

La gota de agua


 

Una gota de agua, limpia y cristalina, cayó un día en la tierra reseca ayudando a humedecer el suelo.

Insatisfecha, sin embargo, deseaba liberarse de la tierra que la sofocaba.

Uniéndose  a  otras  gotas  de agua, caminó bajo el

suelo hasta encontrar un pequeño chorro de agua que descendía de la montaña. Se incorporaron a él y siguieron juntos, cantando entre las piedras.

Al poco se fue cansando del bello paisaje y del juego. Pero inmediatamente llegaron a un pequeño riacho y se unieron a él, ayudando a aumentarlo y a aumentarle la fuerza. A ella no le gustaban, sin embargo, los peces, insectos y animales diversos, que venían a refrescarse y beber el agua del riacho.

Caminando siempre, inmediatamen-te encontraron un río y ella quedó fascinada con la cantidad de gotas de agua que allí vivían. Creyó que la vida en el río sería muy divertida. Pero inmediatamente percibió que los problemas eran los mismos, un montón de troncos de árboles que de vez en cuando descendían en su lecho, de pequeños barcos de pescadores   y   de   personas   que

en busca de diversión.

En poco tiempo, siempre insatisfecha, estaba aburrida y suspirando por una vida diferente.

Un día divisó un vasto lienzo de agua que parecía no tener fin. Parecía que toda la tierra se había transformado en agua. ¡Ella exultou! Era el mar.

Sumergida en el océano, ella se vio separada de sus amigas. Sintió un gusto diferente: era la sal.

Todos eran extraños a su alrededor y, aunque el mar fuera bellísimo, con muchas novedades y distracciones, ella se sintió muy sola. Era sólo una pequeña gota de agua, en un mar de gotitas. Y, tristemente, comenzó a recordar su vida pasada. Se acordó con nostalgia de cuando había caído en el suelo. Con su ayuda, había nacido una linda plantita que le había quedado profundamente agradecida. Después, en aquel chorro de agua, hubo tenido tantas oportunidades de ayudar a las plantas en el margen y los insectos que venían a beber agua.

Se acordaba con nostalgia del riacho, de los árboles que sacudían sus ramas haciéndole cosquillas, de las ranas que jugueteaban a esconderse en sus márgenes.

En el río también, a fin de cuentas, fue feliz, aunque no lo supiera. Los animales que venían a matar la sede y refrescarse en las aguas eran amigos y siempre la trataron con delicadeza. Y los pajaritos, con sus gorgojeo, le alegraban la vida.

Suspiró, triste y desalentada. Se sentía inútil.

¡Si pudiera volver atrás, me gustaría hacer tantas cosas que no había hecho! No hubo aprovechado las oportunidades que Dios le había dado y ahora se arrepentía.

Lloró... lloró... y mirando para el cielo, suplicó al Padre Celestial que le diese una nueva oportunidad.

Mientras hacía la plegaria, comenzó a sentirse ligera... ligera... ligera... y percibió que era transportada para un mundo diferente. Se acomodó a una nube blanda, ligera, y se adormeció contenta.

Algunos días después, una gota de agua, luminosa y linda, cayó  del  cielo  en forma de rocío en la corola

de una flor.  


 
                                                                   Tía Célia 


 



O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita