WEB

BUSCA NO SITE

Edição Atual
Capa desta edição
Edições Anteriores
Adicionar
aos Favoritos
Defina como sua Página Inicial
Biblioteca Virtual
 
Biografias
 
Filmes
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English    
Mensagens na voz
de Chico Xavier
Programação da
TV Espírita on-line
Jornal
O Imortal
Estudos
Espíritas
Vocabulário
Espírita
Efemérides
do Espiritismo
Esperanto
sem mestre
Divaldo Franco
Site oficial
Raul Teixeira
Site oficial
Conselho
Espírita
Internacional
Federação
Espírita
Brasileira
Federação
Espírita
do Paraná
Associação de
Magistrados
Espíritas
Associação
Médico-Espírita
do Brasil
Associação de
Psicólogos
Espíritas
Cruzada dos
Militares
Espíritas
Outros
Links de sites
Espíritas
Esclareça
suas dúvidas
Quem somos
Fale Conosco
 
 
Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 3 124 – 13 de Septiembre del 2009

 
                                                            
Traducción
ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org

 

El angelito de la guarda


 
Marquitos ya era un Espíritu desencarnado

¿Saben lo que eso significa? Quiere decir que Marquitos ya no tenía más el cuerpo de carne. Despidió el cuerpo físico, como una ropa que no sirve más, y había partido para el mundo espiritual, que queda del “lado de allá” de la vida.

Marquitos, sin embargo, continuó del mismo modo que antes: se sentía vivo y amaba la familia que hubo tenido que dejar en la Tierra, los amiguitos, la escuela y los juegos.

Y tan bien se condujo en el plano espiritual, realizando las tareas que le fueron entregadas, que recibió de su Mentora, una tía bonita y buena, una misión muy importante.

- Tú ahora, Marquitos, serás un angelito de la guarda.

Eufórico, el niño exclamó:

- ¿Es verdad? ¡Qué bueno!...

– Tú conquistaste este puesto con tu dedicación y buena voluntad, Marquitos, y ahora irás a proteger a otro chico, aún encarnado, buscando incentivarlo para el bien y orientándolo para que no cometa el mal.

Feliz, Marquitos se invistió entonces en la función de ángel de guardia, sin alas y sin túnica, pero como un “angelito” protector.

Partió junto con la Tía con destino a la casa del chico y, poco tiempo después, llegaron a una ciudad pequeña del interior. Entraron en una residencia pequeña y agradable. En el comedor, se encontraron con un chico de ocho años sentado a la mesa de comer, juntamente con sus padres y dos hermanos más pequeños.

La Mentora apuntó al niño, diciendo:

- Es ese el niño, Marquitos. Se llama Marcelo.

Antes de irse dejando a Marquitos entregado a su tarea, la Tia se despidió:

– Buena suerte, Marquitos. ¡Que Dios te proteja! Volveré dentro de una semana para saber como estás saliendo en la nueva tarea. Si necesitas de alguna cosa, llama a través del pensamiento y ahí estaré en un instante.

Todo animado, Marquitos se dispuso a acompañar a Marcelo rumbo a la escuela, pensando:

- ¡Eso es fácil! ¡¿Qué dificultad podrá presentar este servicio?!...

No debería dejar a Marcelo un instante. En el camino para la escuela, Marcelo decide subir a un muro para robar naranja y, si no fuera por la ayuda de Marquitos, habría caído y tal vez hasta roto una pierna.

Luego enseguida, poco más adelante, encontraron a un grupo de chicos también a camino de la escuela, y Marcelo ya fue creando trato con uno de ellos. Si no fuera por la acción del angelito de la guarda él habría sido atrapado de otro niño, que era mayor. Marquitos, sin embargo, les sopló en los oídos:

– ¡No hagan eso! A Jesús no le gustan los niños que pelean. Vosotros pueden golpearse. ¡Calma!...

Y consiguió apartarlos, cuando la pelea parecía segura.

En la escuela, Marcelo se preparaba para hacer una broma de mal gusto a la profesora, asustándola, y sería castigado en el corrector, si no fuera por la intervención del angelito, que le sugirió no tomara tal actitud para su propio bien.

Llegando a casa, Marcelo peleó con el hermanito y, si Marquitos no acude, se hubiera llevado una paliza “de aquellas” de su padre.

Más tarde, Marcelo decidió jugar al fútbol. Allá va Marquitos con él para el gol, intentando protegerlo de un pelotazo o algún accidente más serio.
 

Al final del día, cuando Marquitos consiguió que Marcelo fuera para la cama, ya hubiera salvado la vida de una ranita, impedido que se cortara con un cuchillo de cocina y librado al chico de una tremenda sacudida eléctrica.

Tirándose en una butaca, el angelito de la guarda exclamó, aliviado:

– ¡Uf! ¡Gracias a Dios! Felizmente conseguimos

pasar el día entero sin que nada serio ocurriera. ¡Pero no sé si voy a aguantarse otro día como este!...

Estaba así, pensativo, cuando vio a la Mentora, que hubo llegado tan despacio que él ni lo había percibido.

Sonriendo, ella preguntó con cara de quien ya sabía la respuesta:

- ¿Cómo pasaste el día, Marquitos?

- ¡Ah! Tía. Yo no lo aguanto más. Estoy exhausto. ¡Ese niño es terrible!

Con cariño, la Mentora pasó la mano por los cabellos de él.

– ¿Ves cómo es difícil ser ángel de la guarda de alguien? Tú también ya fuiste así de travieso, ¿no te acuerdas? Ahora ya aprendiste que no debes hacer cosas malhechas, golpear a las  personas, maltratar a los animales, etc. Pero sólo el tiempo y el aprendizaje hicieron eso.

- ¡Es verdad! – estuvo de acuerdo Marquitos, acordándose de cómo había sido el chico guiado.

– Es preciso tener mucha paciencia, buena voluntad y determinación. Las personas necesitan aprender, sin embargo sólo el tiempo podrá modificarlas realmente. Por eso el trabajo de ayudar alguien es tan difícil. Tenemos que sugerirles ideas más sanas, impulsarlas al bien, al trabajo, al perdón, a la paz. Pero solamente ellas podrán tomar las actitudes y cambiar de comportamiento conforme su propia voluntad, pues no podemos interferir en sus vidas. ¿Entendiste?

-  Entendi.

- ¿Quieres desistir de la tarea?

Marquitos lo pensó bien y respondió, decidido:

- No. Voy a continuar. ¡Y que Dios me ayude!...
 

                                                                   Tía Célia 


 



O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita