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Año 3 124 – 13 de Septiembre del 2009

ROGÉRIO COELHO      
rcoelho47@yahoo.com.br      
Muriaé, Minas Gerais (Brasil)

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 

Cómo nació el diablo

(Parte 2 e final)

Leyenda viva y verdadero anti-héroe, el Demonio se conserva hasta hoy en la imaginación cristiana

 “(...) Creer que Dios haya creado un ser eternamente dedicado al mal, saboteador contumaz de Su obra, es actitud ingenua que alcanza los
límites de la más sórdida blasfemia.” - François C. Liran


Según Carlos Roberto Nogueira, la concentración del mal en un personaje sólo queda visible en el Nuevo Testamento. Ahí Satán (sustantivo) para ser Satanás (nombre propio). De un adversario se vuelve Adversario. El modelo del enemigo de Jesús, aquel que coloca Su bondad a la prueba, está compuesto.

Griegos – Con la unificación religiosa realizada por Roma en el siglo 4 d.J.C., el Cristianismo, de secta perseguida (recordemos que Paulo de Tarso hasta tener su visión divina en el desierto sirio era un soldado romano que cazaba cristianos), pasa a perseguir: se transforma en el culto oficial y obligatorio de todo Imperio. Pleno de corrientes divergentes en su comienzo gana cada vez más el aspecto cerrado y generalizado del catolicismo (católico = universal). Pagano pasa a ser todo el pasado y el presente ajeno al Imperio Romano.

Con el creciente poderío latino cristiano, tenemos un caso a parte: la tentativa de exterminio de toda la tradición cultural griega. Algunas manifestaciones son fácilmente visibles, como los oráculos destruidos y las narices y brazos rotos de las esculturas griegas, tal como lo hicieron en un pasado reciente los líderes “religiosos” de Afganistán, destruyendo las enormes estatuas representativas del Budismo. Cualquier forma de cultos paralelos conectados a la fecundidad y a la Naturaleza, como las fiestas rurales sagradas de la primavera, pasan a ser terminantemente prohibidas. Sólo que la prohibición muchas veces era sin éxito. Por no conseguir cohibir esas prácticas de la forma como gustaría, el cristianismo usa las armas del enemigo. Mantiene el Dios único allá encima, pero produce una multiplicidad en un nivel más bajo: los santos”.

Es evidente que los santos de hoy son los sucedáneos de los antiguos ídolos paganos una vez que la Iglesia no consiguió erradicar la idolatría. Es la vieja historia: si no se puede con el enemigo, mejor unirse a él. Ni aún las antiguas fiestas rurales dejaron de ocurrir: fueron sustituidas por las fiestas urbanas que sobrevivieron hasta hoy. Basta ver lo que ocurre alrededor de las Iglesias católicas los meses de mayo y junio.

Entonces, en verdad, lo que tenemos hoy día no difiere de lo que los paganos tenían en su tiempo. Era, de hecho, – absolutamente -, necesario el advenimiento del “Consolador prometido” para colocar orden en la Casa Planetaria que nos acoge.

Tomás de Aquino potencia la figura del diablo en un orden tal que inventa una ciencia para combatirlo: la demonología

A pesar del destaque creciente que el demonio va ganando dentro del Cristianismo, hasta ahí la victoria de Dios sobre el Diablo es considerada incontestable. Este último existe en el mundo para ser superado y dar más gloria al poder absoluto celestial. El cuadro sólo cambia en un momento histórico bien posterior con otro gran teórico de la religión cristiana: San Tomás de Aquino.

Estamos en el siglo XIII y la Iglesia Católica

vive el apogeo de su dominio territorial, político y económico. Para mantenerse así, necesita demostrar su poder con cada vez más visibilidad, podríamos aún decir: con atrevida y violenta ostentación. En ese contexto, y en esa imperiosa necesidad de la Iglesia sostener su dominio esclavizador, San Tomás de Aquino potencialaza la figura del diablo en un orden tal que, a partir de las simbologías del folclore popular, inventa una ciencia para combatirlo: la demonología. En ese festival de ignorancia los católicos aún consiguen ser superados por los dichos Evangélicos (protestantes) donde la “mise-en-scéne” de los pastores raya por la violencia en el intento de expulsar el dicho de lo que del cuerpo de las aterrorizadas ovejas de sus dóciles rebaños de razonamiento obturado.

De este modo, pasan a existir reglas bien definidas para identificación del personaje del mal, que sólo podría ser derrotado con la imprescindible ayuda de la fe cristiana. Así el diablo gana contornos físicos más precisos, inclusive con la ayuda de grandes pintores que trabajaban para la Iglesia con exclusividad, no economizando los recursos para colorear con los colores fuertes de la ignorancia los paneles infernales destinados a aterrar.

 “El hibridismo hombre/animal” – continúa esclareciendo Laterce5-, “forma de los antiguos pueblos orientales representen lo sobrenatural, va a ser la base para componer una figura esencialmente deformada. Una presencia recurrente son las patas de cabra, que era el animal escogido por muchas culturas pre-cristianas para rituales de sacrificio y alabanza a los dioses (de ahí la expresión chivo expiatorio).

Además de eso, un dios griego particularmente amenazador para los dogmas del Cristianismo era Dionísio, patrono del baile, de la música, del teatro y de la embriaguez; o sea, el desequilibrio propio de la efervescencia caótica de la creación artística. ¿Y cuál es la

característica más importante en la apariencia de Dionísio? Sus patas de cabra. La presencia de esos miembros inferiores en el imaginario popular, ayudaría a colocar, de una sólo vez, la tradición religiosa griega y oriental en una íntima conexión con las fuerzas malignas.

Una familia fue condenada a la hoguera por la “Santa” Inquisición por cambiar la ropa de cama un viernes 

De esta forma, el diablo vuelca una obsesión omnipresente y va dejando de ser un individuo para caracterizarse como un grupo de combatientes (legión de demonios) y, por lo tanto, cualquiera en cualquier lugar puede estar “poseído”, y consecuentemente necesitado de la ayuda exorcista de la Iglesia.

Las persecuciones de la “Santa” Inquisición alcanzan a todos aquellos que divergen del patrón pre-determinado de cristiano, y que en el parecer de las atentas autoridades eclesiásticas tenían parte con el demo. Cualquier fruto filosófico que comenzara a florecer y despuntará por encima del rígido contexto dogmático impuesto era presto y sin piedad cortado. Las acusaciones que veía de regla llevaban el condenado a la muerte se constituían en los más absurdos, proscribáis y arbitrarios libelos: Una familia fue condenada a la hoguera por intercambiar a ropa de cama un viernes; los pelirrojos tienen en el color de los cabellos una señal de la relación con el fuego de los infiernos y deficientes físicos constituyen, por analogía, deformados espirituales y olvidados de Dios, por lo tanto, ¡hoguera para ellos!

El siglo XIV, un movimiento “incesante” por la Iglesia para aumentar su poderío en dirección al Oriente, las Cruzadas (el dibujo de la esvástica nazista está constituido por dos cruces superpuestas, esto es: “cruzadas” - ¡¿Coincidencia?!...) tenía como lema el concepto de Guerra Santa contra el paganismo y como objeto la expulsión de los árabes de la región donde nació y vivió Jesús. La composición del diablo gana nuevos ítems: perilla y tono de piel oscuro, característica de los moros. Y así, nutrido por la placenta de la ignorancia y de los inconfesables intereses subalternos, el diablo va siendo dirigido hasta alcanzar su “status” actual.

El modelo monárquico absolutista de la Edad Media ayuda a componer la idea del líder de todo el ejército demoníaco: Satán es ahora el Príncipe de las Tinieblas, el reverso de Cristo, el Anticristo, que un día reinaría sobre la Tierra.

Pero había aún un motivo más importantísimo – económico – que navegaba en las corrientes subterráneas de ese realce de las fuerzas demoníacas: la lucrativa venta de las indulgencias.

Expliquemos: El Apocalipsis bíblico parecía estar concretándose en virtud de la instalación de las guerras y del surgimiento de la peste. Y con los paneles infernales siendo pintados de lo alto de los púlpitos con las tintas fuertes del terror, estaba ahí creada la dependencia necesaria de la cual la Iglesia  utilizó hartamente para obtener lucro: pasajes garantizados para el Cielo podían ser comprados a partir de la venta de las indulgencias a peso de oro para los nobles. Ahí tenemos el diablo nombrado ministro de la economía de la Iglesia. Sin él, no habría terrorismo y nadie se interesaría por el precioso “pasaporte”. 

Gravitar para Dios, he ahí el objetivo de la Humanidad y tres cosas le son necesarias: la justicia, el amor y la ciencia 

Sin embargo, como no hay situación que dure para siempre, a partir del siglo XVI, con el avance de la ciencia moderna y los nuevos conceptos filosóficos humanistas, tenemos un reducimiento de la importancia de la religión en la vida cotidiana. Con eso, el diablo también perdió espacio...

Hoy, a pesar de nuestro mundo cada vez más racionalista y desacralizado, él está presente en rituales de algunas corrientes protestantes, en cultos satánicos y en el mundo de la ficción en un número razonable de películas de calidad dudosa, entre los cuales se salvan “El Bebé de Rosemary”, de Roman Polanski, y “El Exorcista”, de William Friendkin”.

Hoy, a pesar de nuestro mundo cada vez más racionalista y desacralizado, él está presente en rituales de algunas corrientes protestantes, en cultos satánicos y en el mundo de la ficción en un número razonable de películas de calidad dudosa, entre los cuales se salvan “El Bebé de Rosemary”, de Roman Polanski, y “El Exorcista”, de William Friendkin”.

Finaliza Laterce1 con sabiduría filosófica:

 “La Lectura del Diablo en el imaginario cristiano lleva a pensar que nuestra voluntad siempre fue transportar el mal para un mundo distante de nosotros, trascendente, sólo que cada vez más tenemos evidencias de que él es aún del orden humano”.

En la conclusión de “El Libro de los Espíritus”, Pablo de Tarso dejó la siguiente neo-carta para todos nosotros, cristianos de la actualidad:

Gravitar para la unidad divina, he ahí el fin de la Humanidad. Para alcanzarlos, tres cosas son necesarias: la Justicia, el Amor y la Ciencia. Tres cosas le son opuestas y contrarias: la ignorancia, el odio y la injusticia. ¡Pues bien! os digo, en verdad, que mentís a estos principios fundamentales, comprometiendo la idea de Dios, con la exageración de la severidad. Doblemente la comprometéis, dejando que en el Espíritu de la criatura penetre la suposición de que hay en ella más clemencia, más virtud, amor y verdadera justicia, de lo que atribuís al ser infinito. ¡Destruís aún la idea del infierno, haciéndolo ridículo e inadmisible a vuestras creencias, como lo es a vuestros corazones el horrendo espectáculo de las ejecuciones, de las hogueras y de las torturas de la Edad Media! ¡Pues vaya! ¿Cuándo proscrita se halla para siempre de las legislaciones humanas la era de las ciegas represalias, es que esperáis mantenerla en el ideal? ¡Oh! creedme, creedme, hermanos en Dios y en Jesucristo, creedme: u os resignáis a dejar que perezcan en vuestras manos todos vuestros dogmas, de preferencia a que se modifiquen, o, entonces, vivirlos, abriéndolos a los benefactores efluvios que los Buenos, en este momento, derraman en ellos. La idea del infierno, con sus hornos ardientes, con sus calderas hirviendo, pudo ser tolerada, es decir, perdonable en un siglo de hierro; sin embargo, el siglo diecinueve, no pasa de vano fantasma, propio, como mucho, para amedrentar a criaturitas y en que estas, creciendo un poco, luego dejan de creer.”

El castigo sólo tiene por fin la rehabilitación, la redención. Quererlo eterno es negarle toda la razón de ser 

Si persistierais en esa mitología aterradora, engendraréis la incredulidad, madre de toda la desorganización social. Tiemblo, entreviendo toda una orden social sacudida y desmoronarse sobre sus fundamentos, por falta de sanción penal. Hombres de fe ardiente y viva, vanguardistas del día de la luz, manos a la obra, no para mantener fábulas que envejecieron y se desacreditaron, pero para reavivar, revivificar la verdadera sanción penal, bajo formas reajustadas con vuestras costumbres, vuestros sentimientos y las luces de vuestra época.

“¿Quién es, en efecto, el culpable? Es aquel que, por un desvío, por un falso movimiento del alma, se aleja del objetivo de la creación, que consiste en el culto armonioso de lo bello, del bien, idealizado por el arquetipo humano, por el Hombre-Dios, por Jesucristo.

“¿Que es el castigo? La consecuencia natural, derivada de ese falso movimiento; una correcta suma de dolores necesaria a disgustarlo de su deformidad, por la experimentación del sufrimiento. El castigo es el aguijón que estimula el alma, por la amargura, a doblarse sobre sí misma y a buscar el puerto de salvación. El castigo sólo tiene por fin la rehabilitación, la redención. Quererlo eterno, por una falta no eterna, es negarle toda la razón de ser. “¡Oh! en verdad os digo, cesad, cesad de poner en paralelo, en su eternidad, el Bien, esencia del Creador, con el Mal, esencia de la criatura. Fuera creada una penalidad injustificable. Afirmad, al contrario, el ablandamiento gradual de los castigos y de las penas por las transgresiones y consagraréis la unidad divina, teniendo unidos el sentimiento y la razón.” (PABLO, apóstol.)

Creado con fines lucrativos y para atender al ansia de dominación de una casta parásito, el diablo fue muerto y sepultado por el conocimiento espírita que nos informa de manera limpia y cristalina que no es creíble que nuestro Padre Celestial, el Dios de Amor y Bondad, pueda crear un ser eternamente dedicado al mal, afirmando, por otro lado, que todos los Espíritus son creados simples e ignorantes, siendo los malos simplemente Espíritus de evolución aún incipiente, pero susceptibles de alcanzar a los más altos puestos de la jerarquía espiritual en el transcurrir de lo infinito de los tiempos.

 

[1] - Sávio Laterce é mestre em Filosofia pela IFCS-UFRJ.

 

 


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O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita