WEB

BUSCA NO SITE

Edição Atual
Capa desta edição
Edições Anteriores
Adicionar
aos Favoritos
Defina como sua Página Inicial
Biblioteca Virtual
 
Biografias
 
Filmes
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English    
Mensagens na voz
de Chico Xavier
Programação da
TV Espírita on-line
Jornal
O Imortal
Estudos
Espíritas
Vocabulário
Espírita
Efemérides
do Espiritismo
Esperanto
sem mestre
Divaldo Franco
Site oficial
Raul Teixeira
Site oficial
Conselho
Espírita
Internacional
Federação
Espírita
Brasileira
Federação
Espírita
do Paraná
Associação de
Magistrados
Espíritas
Associação
Médico-Espírita
do Brasil
Associação de
Psicólogos
Espíritas
Cruzada dos
Militares
Espíritas
Outros
Links de sites
Espíritas
Esclareça
suas dúvidas
Quem somos
Fale Conosco
 
Especial Português Inglês    

Año 3 123 – 6 de Septiembre del 2009

ROGÉRIO COELHO      
rcoelho47@yahoo.com.br      
Muriaé, Minas Gerais (Brasil)

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 

Cómo nació el diablo

(1ª parte)

Leyenda viva y verdadero anti-héroe, el Demonio se conserva hasta hoy en la imaginación cristiana

 “(...) Creer que Dios haya creado un ser eternamente dedicado al mal, saboteador contumaz de Su obra, es actitud ingenua que alcanza los
límites de la más sórdida blasfemia.” - François C. Liran


Satán, Demo, Belzebu, Cosa Mala, Lucifer, el Bicho, Pie-Rachado, Capeta, Belfegor, tales las denominaciones por las cuales se conoció el diablo, siendo esta última (Belfegor) acuñada por Jean Weier, que imprevisoras autoridades de la Iglesia permitieron se esparciera en los círculos católicos para nombrar los titulares antípodas del Bien, dándoles (¡pásmense!) “status” de rivales de Dios. Incluso Goethe, para Fausto aumentó las ya abundantes denominaciones para indicar al Señor de las Tinieblas, llamándolo Mefistófeles, señor de los vándalos y perversos...

Ser temible engendrado por mentes enfermas y encharcadas por los intereses subalternos, leyenda viva y verdadero anti-héroe, cuya figura se conserva hasta hoy en la imaginación cristiana, tal criatura malhechora ha sido excelente auxiliar de las religiones medievales y contemporáneas que necesitan de ese tipo de terrorismo para que sean aquietadas sus ingenuas ovejas en los estrechos y áridos apriscos dogmáticos.

Tal terrorismo adquiere contornos dramáticos cuando, extrapolando las fronteras del mundo físico, invade el Mundo Espiritual, en el cual, a través de ideoplastias, las criaturas desencarnadas portadoras de clichés mentales creados y nutridos por ellas mismas, acaban quedando frente a frente con esa demoníaca entidad, que en verdad es la fantasía de algún Espíritu malo que de esa forma se muestra para aterrar su indefensa y crédula víctima. Las mismas instrucciones eclesiásticas que mandaron quemar libros espíritas en la hoguera aprobaron (coherentemente) el libro de autoría de Collin de Plancy que trae la descripción minuciosa de diversos demonios.

Silas1 explica que las ideas macabras de la magia vil, cuáles sean las de la brujería y del demonismo que las iglesias denominadas cristianas propagan, a pretexto de combatirlos, manteniendo creencias y supersticiones, al precio de conjuraciones y exorcismos, generan los clichés mentales demoníacos en los desencarnados de cerebros débiles y desprevenidos que incitan tales absurdos, estableciendo epidemias de pavor alucinatorio. Por otro lado, las inteligencias desencarnadas, entregadas a la perversión, se valen de esos cuadros contornados que la literatura fetichista o la predicación sin vigilancia distribuyen en la Tierra, a manos llenas, y les imprime temporal vitalidad, así como un artista del lápiz se aprovecha de los dibujos de un niño, tomándolos por base en los dibujos seguros con que pasa a impresionar el ánimo infantil. 

Mientras más próxima una criatura está de Dios, mayor su inteligencia y su libertad de elección 

Se hace, por lo tanto, evidente y fácil de “reconocer que cada corazón edifica el infierno en que se aprisiona, de acuerdo con las propias obras. De este modo, tenemos con nosotros, los diablos que deseamos, según el figurín escogido o modelado por nosotros mismos”, concluye Silas.

Ahora, si Dios es la Infinita Bondad, (y de eso no podemos dudar), ¿cómo a partir de Él, el Sumo Bien, podría haber surgido un Ser que Le fuera la antítesis? Tal es la polémica surgida en el seno de la Iglesia Católica en la baja Edad Media.

Según ese Padre de la Iglesia, mientras más próxima una criatura está de Dios, mayor su inteligencia y su libertad de elección. Y en el uso de tal libertad incluso los Avatares de la más alta jerarquía, creaciones más perfectas del Todo-Poderoso, pueden escoger libremente entre lo correcto y lo equivocado. Así, el diablo, otro no es sino el Ángel de Luz (Lucifer) que hizo la elección equivocada (¡?!), llevando con él toda una cohorte de áulicos y aduladores. Tal teoría agustiniana no prevalece en los días de hoy cuando el Espiritismo viene a explicar que el Espíritu no retrograda2.

La imaginación de San Agustín (bien entendido el San Agustín encarnado en la Edad Media, aún no iluminado por las claridades del Espiritismo), va más lejos: Con su concepto filosófico de LUZ, (del “Fiat Lux” bíblico), localiza en las claridades del día el momento inicial de la actuación divina. Por contraste, la noche y su oscuridad pasan a incorporar las horas demoníacas, el periodo temporal de mayor vigor del mal, originando ahí la expresión “Espíritu de las Tinieblas”.

Esa diabólica figura mitológica, conservada en la sal insulsa de los dogmas generados en el útero estéril de la Iglesia, experimentó el auge de su fama y gloria con San Tomas de Aquino que la colocó en un pedestal de importancia tan importante que su presencia en la religión acaba rivalizando y no es raro, superando la presencia de Dios, creando, entonces un clima de terror.

En una predicación de menos de veinte minutos, determinados líderes (ciegos guiando ciegos) religiosos mencionan la palabra “diablo” no pocas decenas de veces, quedando bastante descolorida o totalmente nula las reflexiones sobre Dios y/o de Jesús. 

La palabra demonio, originaria de Grecia clásica, no poseía la connotación actual de genio de las tinieblas 

Se hace menester volver siglos en el tiempo para poder asistir al nacimiento del diablo, porque ya al tiempo de Jesús, según una anotación hecha por Marcos, El Tierno Rabí fue acusado de asociarse con él cuando Sus enemigos dijeron3: “(...) Por el príncipe de los demonios expulsa los demonios”.

El diablo es el anti-héroe creado con la finalidad de amedrentar al pueblo ignorante para tenerlo sumiso a los dogmas absurdos y mantener el “status” de la casta sacerdotal con su parasitismo ancestral.

La palabra demonio, de “daïmon”, originaria de la Grecia clásica, no poseía la connotación actual de genio de las tinieblas. Nos recuerda el Maestro Lionés que este verbo no era tomado como la parte mala en la antigüedad tal como lo hemos conocido en los tiempos contemporáneos, una vez que no designaba exclusivamente seres malhechores, pero todos los Espíritus en general, de entre los cuales se destacaban los Espíritus Superiores llamados dioses, y los menos elevados, o demonios propiamente dichos, que se comunicaban directamente con los hombres.

Sócrates decía ser íntimo de un “daïmon” de quien aprendía altos conceptos filosóficos, y afirmaba que después de la muerte, el daïmon (entiéndase Espíritu protector) que nos fuera designado durante la vida, nos lleva a un lugar donde se reúnen todos los que tienen que ser conducidos al Hades, para ser juzgados.

El Maestro Lionés tuvo el celo de estudiar este tema hasta la exhaustación en los capítulos IX y X, 1ª parte, del libro básico: “El Cielo y el Infierno”, donde con su habitual, contundente e indiscutible lógica, concluye que la creencia en la existencia de tal Ser resultaría en el siguiente trágico e inadmisible corolario: Dios Se engañó, luego, sólo podemos con la Iglesia, absurdamente concluir: Dios no es infalible (¡?!).

Con el escoplo de su razonamiento lúcido, Allan Kardec nos lleva a la raíz del nacimiento del diablo al levantar la vieja cuestión del Bien y del Mal. Dice él5:

 “Probada y patente la lucha entre el bien y el mal, triunfante este muchas veces sobre aquel, y no pudiéndose racionalmente admitir que el mal derivara de un benéfico poder, concluyó- por la existencia de dos poderes rivales en el gobierno del mundo. De ahí nació la doctrina de los dos principios, de hecho lógica en una época en que el hombre se encontraba incapaz de, razonando, penetrar la esencia del Ser Supremo. 

El doble principio del bien y del mal fue, durante muchos siglos, la base de todas las creencias religiosas 

¿Cómo comprendería, entonces, que el mal no pasa de un estado transitorio del cual puede emanar el bien, conduciéndolo a la felicidad por el sufrimiento y auxiliándole el progreso? Los límites de su horizonte moral, no permitiéndole ver más allá de su presente, en el pasado como en el futuro, tampoco le permitía comprender que ya hubiera progresado, que progresaría aún individualmente, y mucho menos que las vicisitudes de la vida resultaban de las imperfecciones del ser espiritual en él residente, el cual preexiste y sobrevive al cuerpo, en la dependencia de una serie de existencias purificadoras hasta alcanzar la perfección.

Para comprender como del mal puede resultar el bien es preciso considerar no una, sino,  muchas existencias; es necesario concebir el conjunto del cual — y sólo del cual — resultan nítidas las causas y respectivos efectos.

El doble principio del bien y del mal fue, durante muchos siglos, y bajo varios nombres, la base de todas las creencias religiosas. Lo vemos así sintetizado en Oromase y Arimane entre los persas, y en Jehová y Satán entre los hebreos. Sin embargo, como todo soberano debe tener, las religiones generalmente admitieron potencias secundarias, o buenos y malos genios. Los paganos hicieron de ellos individualidades con la denominación genérica de dioses y les dieron atribuciones especiales para el bien y para el mal, para las adicciones y para las virtudes. Los cristianos y los musulmanes heredaron de los hebreos los ángeles y los demonios. Se concluye, por lo tanto, fácilmente que la doctrina de los demonios tiene origen en la antigua creencia de los dos principios: El Bien y el Mal”.

Por otro lado, el hecho que permitió la génesis de doctrina tan absurda fue la total ignorancia que entonces existía acerca de los verdaderos atributos de Dios: Único, Eterno, Inmutable, Inmaterial, Omnipotente, Soberanamente Justo y Bueno, Infinito en todas las Perfecciones.

Tal el eje en torno al cual – necesariamente – necesita girar todo y cualquier concepto filosófico o doctrinario que quiera alinearse con la verdad y con la lógica.  

Hades representaba la divinidad griega que protegía los ladrones y guardaba también los rebaños 

En un periplo en la historia de las civilizaciones antiguas con el historiador Carlos Roberto F. Nogueira, con base en su libro: “El Diablo en el Imaginario Cristiano”, EDUSC, y en la compañía de Sávio Laterce, graduado en Filosofía por la IFCS-UFRJ, en un reportaje publicado en el Periódico de Brasil, edición de 30.06.2001, podemos observar la eterna e interminable lucha del Mal contra el Bien, con sus respectivos ejércitos y armas de combate, así como la nítida característica anfibiológica de los

dioses, ya que entre los antiguos pueblos orientales, ciertos dioses ya incorporaban potencias destructivas, negativas, e – invariablemente – portaban la típica especialidad de la lógica del mito que los marcaba: la ambigüedad.

Baal era, a la vez, el dios mesopotamio del huracán y de la fecundidad. Hades representaba la divinidad griega que protegía a los ladrones y también la que guardaba los rebaños. Apolo, el dios griego de la belleza, de la música y del equilibrio, tenía su faceta obscura conectada a rituales de adivinación, a la falta de claridad en las palabras y los castigos sumarios.

Hasta el Dios hebraico del Viejo Testamento sigue esa misma línea: es bueno, pero sólo con aquellos que Le son buenos o simpáticos, teniendo un fuerte lado celoso y vengativo. El motivo para tamaña dicotomía no es difícil de presentir: los relatos de origen del Universo en diferentes culturas revelan que es preciso unir fuerzas constructivas, organizadoras, con difusos jorros creativos multidirecionados para la realización de la tarea.

La cultura hebraica que legó herencia a la religión cristiana, se bañó en el caldo cultural afluente de la rica fuente de los primitivos y ancestrales cultos.

 “El pueblo judaico”, - explica Laterce6 - “conectado por raíces a Mesopotamia y al politeísmo, definió, en torno al siglo VI a.C., a Yahvé como Dios único y más perfecto que los dioses de otras culturas.  

Acosados permanentemente por persas, babilonios y mesopotámicos, lo exterior y lo desconocido tienen para los hebreos el carácter de amenaza. El extranjero gira el lugar de las divinidades de segundo orden y también el territorio del adversario, que en hebraico significa Satán. Pero, junto con la promesa del más allá y la idea dualista de dos mundos – influencias de persas y caldeos – surgen las nociones de Cielo e Infierno, la división más marcada de bien y mal y también algunos mitos que narran el viaje para un mundo superior, celeste... El Dios es único, pero el mal está disperso en un agrupamiento de entidades.  

 (Fin de la primera parte. Este artículo será concluido en la próxima edición de esta revista.)

 

[1] - XAVIER, Francisco Cândido. Ação e Reação. [Pelo Espírito André Luiz]. 5.ed. Rio: FEB, 1975, cap. 4.

[2] - KARDEC, Allan. O Livro dos Espíritos. 88.ed. Rio [de Janeiro]: FEB, 2006, q. 118.

[3] - Marcos, 3:22.

[4] - KARDEC, Allan. O Evangelho seg. o Espiritismo. 125.ed. Rio [de Janeiro]: FEB, 2006, Introdução.

[5] - KARDEC, Allan. O Céu e o Inferno. 51.ed. Rio [de Janeiro]: FEB, 2003, IX, itens 4 a 6.

[6] - Sávio Laterce é mestre em Filosofia pela IFCS-UFRJ. 

 

 


Volver a la página anterior


O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita