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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 3 120 – 16 de Agosto del 2009

 
                                                            
Traducción
ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org

 

Premio al trabajo

 

Cierta vez un Ángel de rutilante belleza descendió a la Tierra.

Estaba buscando a un niño que pudiera servir de conexión entre la Tierra y el Cielo, y que hubiera desarrollado sentimientos nobles, buena voluntad y el amor al prójimo.

Como recompensa, ese niño tendría la ventura de hacer una visita a planos superiores, con la finalidad de aprender y recrearse, durante las horas consagradas al reposo nocturno.
 

Pasando por cierta ciudad, el Ángel vio a un chico que parecía simpático. Se aproximó y lo invitó a ayudar a una familia muy necesitada de los alrededores. El niño respondió:

— ¡Ahora no puedo! Necesito destruir un nido de pájaros que andan estropeando las frutas de nuestro huerto. Tal vez más tarde...

Y, diciendo así, cogió la lanza y se apartó.

El Ángel bajó la cabeza muy triste al ver la MALDAD del niño, y se fue.
 

Más adelante encontró a una niña y se aproximó, esperanzado, invitándola para ayudar a los necesitados. Ella pensó un poco y respondió, pesarosa:

— Ahora no puedo. Es mi hora de juguetear y mis amigos están esperando. Más tarde, tal vez...

El Ángel sonrió levemente al notar el EGOÍSMO de la niña y se apartó, triste.

Más tarde, el Ángel encontró un chico y lo abordó, optimista. El niño, que parecía no tener problema ninguno, vivía en una bella casa y estaba desocupado, respondió inmediatamente:

— ¡Ah! No sé, no. ¿Tiene seguridad de que están necesitados? Vea aquel negro callejero que está en mi portón. Es un vagabundo y busca sólo una manera de aproximarse a mí casa para robar. Esa “gentuza” no me engaña. ¡Fuera! ¡Fuera! ¡Vago! ¡Vete a trabajar!

Al oír las palabras crueles y llenas de ORGULLO del niño, el Ángel se apartó sin decir nada.

Y así, prosiguió en su búsqueda sin encontrar al niño que presentara los requisitos necesarios, es decir, buena voluntad y amor al prójimo.

Estaba casi desistiendo, cuando vio un chico mal vestido. Se aproximó y le hizo la misma invitación, aunque sin mucha esperanza, pues el niño aparentaba ser muy pobre.

Los ojos del niño brillaban al oír la invitación del Ángel y respondió,

— ¡Ah, voy sí! ¿El señor puede aguardarme sólo un poquito? Estoy volviendo del mercado donde fui a hacer unas compras para el almuerzo. Vivo aquí cerca. ¿Vamos hasta casa?

El Ángel lo acompañó más animado, notándole la buena voluntad. Llegando allí, verificó la extrema pobreza en que su familia vivía.

Ya en la entrada, el niño habló amigablemente con los pajaritos y gallinas que vinieron al encuentro.

— ¡Ah, mis amigos! ¿Pensáis que me olvidé de vosotros? Aquí está lo que os traje — y, diciendo así, cogió del bolsillo del pantalón un pedazo de pan duro que había conseguido y lo distribuyó a las aves hambrientas.

Enseguida entró en casa.

— ¡Mamá! — dijo el niño. — Voy a salir para visitar a unas personas necesitadas. ¿Puedo llevarles alguna cosa? Deben estar pasando hambre. Sé que tenemos poco, pero yo no necesito nada, por eso llevaré la parte que me toca. No te preocupes con el trabajo; arreglaré la cocina cuando vuelva. ¿Está bien?

Al oír las palabras del niño, el Ángel comprendió que había encontrado lo que tanto había buscado.

Fue con los ojos húmedos de emoción que acompañó al chico hasta el hogar que necesitaba de ayuda.

Con cariño, el niño atendió a todos: Trató con un enfermo, dio un baño al pequeño de la casa y ayudó a la señora en el servicio doméstico. Cuando terminó estaba cansado, pero feliz.

Dijo a la dueña de la casa:

— No se preocupe. Voy a intentar arreglar un trabajo para su marido. Ayudo de tarde en tarde en una casa muy rica y tengo seguridad que el dueño, que es un hombre muy bueno, podrá arreglar alguna ocupación para él.

Hizo una pausa y concluyó:

- ¡Tenga mucha confianza en Dios! Él no nos desampara nunca.

La pobre mujer, más animada, agradeció sensibilizada la ayuda que había recibido, y el chico se despidió, prometiendo volver cuando pudiera.

El Ángel, profundamente emocionado, al dejar la casa dijo al niño:

— ¡Felicidades! Tú mereces un premio por tú BUENA VOLUNTAD y AMOR Al PRÓJIMO. Recibirás, de hoy en delante, toda la ayuda que te sea necesaria para el proseguimiento de tu tarea de ayuda al semejante, porque Dios necesita del concurso de todas las personas de bien para la implantación de su Reino de Amor en la faz de la Tierra.

En aquella noche el chico tuvo bonitos sueños, siendo llevado para regiones más felices del Plano Espiritual donde recibiría instrucciones para trabajar, despertando al día siguiente con ánimo renovado para enfrentar la vida.

                                                                   Tía Célia 


 



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Revista Semanal de Divulgación Espirita