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Año 3 120 – 16 de Agosto del 2009


 

Traducción
ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org
 

Lo que no puede faltar en la práctica de la mediumnidad

 
 
Aunque la historia de la mediumnidad se pierda en la noche de los tiempos, fue a buen seguro con el advenimiento del Espiritismo que ella se popularizó en nuestro mundo.

De acuerdo con Emmanuel, mediumnidad no es más que aquella luz que sería “derramada sobre toda carne y prometida por el Divino Maestro en los tiempos del Consolador”.

Se trata, sin embargo, de una facultad que no debe ser fruto de precipitación en ese o en aquel sector de la actividad, ya que las tareas mediúmnicas son, en verdad, dirigidas por los mentores del plan espiritual.

El hombre tiene que someterse a una compleja preparación y observar ciertas reglas de conducta para desarrollar en sí el don de la mediumnidad. Le es preciso para eso, a la vez, la cultura de la inteligencia, la meditación, el recogimiento y el desprendimiento de las cosas humanas.

Enseña la práctica espírita que corre peligro quien se entrega sin reservas y cuidados a las experimentaciones espíritas. Si la persona tiene el corazón recto y la razón esclarecida, muchas consolaciones y preciosas enseñanzas con seguridad recogerá en el intercambio mediúmnico, pero aquel que sea inspirado sólo por los intereses materiales, o esté movido solamente por el deseo de divertirse, puede hacerse objeto de una infinidad de mistificaciones y un instrumento de Espíritus pérfidos que le traerán, en consecuencia, decepciones y burlas.

Disciplina, equilibrio, conducta recta y caritativa, he ahí los elementos que no pueden faltar en el desarrollo de esa facultad.

El mejor medio de desarrollar la mediumnidad, enseñaba la añorada médium Yvonne A. Pereira, es no preocuparse con su desarrollo, sino prepararse de entrada, moral y mentalmente, para poder asumir el compromiso de hacerse médium desarrollado. Esa preparación no podrá ser rápida y debe resultar, en último análisis, del perfeccionamiento de la criatura en sí misma, una vez que el perfeccionamiento del instrumento permitirá naturalmente a los Espíritus manifestarse en mejores condiciones.

De acuerdo con la doctrina espírita, las comunicaciones espíritas son tanto más seguras mientras más serias sean las cualidades del médium. Los defectos que dan más acceso a los malos Espíritus son el orgullo y la envidia. En un médium en que haya orgullo, envidia y poca caridad hay más oportunidades de ser engañado.

Merece la pena recordar aquí la distinción que Kardec hizo entre ser “médium” y ser “buen médium”. “Nadie podrá hacerse buen médium – afirma el Codificador – si no conseguir despojarse de las adicciones que degradan a la humanidad. Todas esas adicciones se originan en el egoísmo; y como la negación del egoísmo es el amor, toda virtud se resume en esta palabra: Caridad”.

Evidentemente, todo hombre puede hacerse médium, pero la cuestión no es ser médium; es ser buen médium, lo que depende de las cualidades morales del medianero. (Lea sobre el asunto la Revista Espírita de 1860, pp. 186 y 187, y la Revista Espírita de 1863, pp. 213 y 214.)



 


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O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita