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Año 3 119 – 9 de Agosto del 2009

ORSON PETER CARRARA    
orsonpeter@yahoo.com.br   
Matão, São Paulo (Brasil)

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 

Discernimiento y buen sentido

 Los espíritas deben siempre reflexionar sobre lo que leen, lo que hacen y cómo hacen, y su criterio de discernimiento y bueno sentido debe apoyarse en la lógica

 
He ahí vocablos que nunca pueden faltar en la práctica espírita. Una persona sin discernimiento es alguien que actúa sin pensar, sin reflexión; discernimiento es exactamente una apreciación previa de hechos y situaciones, prudencia en el actuar, reflexionando con antelación. Bueno sentido es la facultad de discernir, de juzgar, de razonar.

Como espíritas somos siempre invitados a reflexionar sobre lo que leemos, lo que hacemos, cómo hacemos. El criterio de discernimiento y buen sentido debe estar apoyado en la lógica, pero especialmente conectado al bien general. Esto exige atención, madurez, conocimiento.

Allan Kardec, El Codificador de la Doctrina Espírita, es reconocido por los espíritas como el "bueno sentido encarnado", tan grande su capacidad de reflexionar con análisis – que bien demostró en sus escritos – delante de los fenómenos que tuvo oportunidad de presenciar y estudiar. La propia aceptación personal de la realidad de las manifestaciones estuvo sujeta a esta característica de su personalidad, acostumbrada al análisis ponderado y cuidadoso de hechos, situaciones y novedades que la vida le presentaba. Es interesante ponderar sobre este aspecto de la personalidad del entonces profesor Rivail, pues el detalle fue de máxima importancia en la organización del cuerpo doctrinario del Espiritismo, ya que él todo sometía al análisis previo de la razón, de la lógica y del bueno sentido.

Encarando los fenómenos presentados por las manifestaciones de los Espíritus, Allan Kardec los estudió y los sometió a un riguroso método científico de observación, optando por la publicación de aquello que quedó conocido como la "universalidad de las enseñanzas", quiere decir: las enseñanzas fueron las mismas, aunque recibidos por médiums desconocidos entre sí, de diversos puntos del planeta, y primaban por la concordancia entre sí. Hecho notable ese, pues esa concordancia es la que da garantía de las enseñanzas.

Los Espíritus superiores quieren que nuestro juicio se ejercite en discernir lo verdadero de lo falso

De esas reflexiones, destacamos un tramo importante cogido en la Revista Espírita (1): "Sabemos que los Espíritus están lejos de poseer la soberana ciencia y que se pueden engañar; que, a veces emiten ideas propias, justas o falsas; que los Espíritus superiores quieren que nuestro juicio se ejercite en discernir lo verdadero de lo falso, aquello que es racional de aquello que es ilógico. Por eso es por lo que nada aceptamos a ciegas. Así, no habría enseñanza provechosa sin discusión. Pero, ¿cómo discutir comunicaciones con médiums que no soportan la más pequeña controversia, que se molestan con una observación crítica, con una simple observación, y hallan sólo que no se aplaudan las cosas que reciben, aun aquellas lanzadas de groseras herejías científicas? Esa pretensión estaría desplazada si lo que escriben fuera producto de su inteligencia; es ridícula desde que ellos no son más que instrumentos pasivos, pues se asemejan a un actor que quedaría ofuscado, si nosotros halláramos malos los versos que tiene que declamar. Su propio Espíritu no se puede chocar con una crítica que no lo alcanza; entonces es el propio comunicante que se ofende y transmite al médium su impresión. Por esto el Espíritu traiciona su influencia, porque quiere imponer sus ideas por la fe ciega y no por el razonamiento o, lo que da en lo mismo, porque sólo él quiere razonar. De eso resulta que el médium que se halla con tales disposiciones está bajo el imperio de un Espíritu que merece poca confianza, desde que muestra más orgullo que saber. Así, sabemos que los Espíritus de esa categoría generalmente alejan sus médiums de los centros donde no son aceptados sin reservas.

Ese capricho, en médiums así alcanzados, es un gran obstáculo al estudio. Si sólo buscáramos el efecto, esto no tendría importancia; pero como buscamos la instrucción, no podemos dejar de discutir, aún con el riesgo de disgustar a los médiums. (...) A sus ojos, los obsesionados son aquellos que no se inclinan delante de sus comunicaciones. Algunos llevan su susceptibilidad a punto de formalizarse con la prioridad dada a la lectura de las comunicaciones recibidas por otros médiums. ¿Por qué una comunicación es preferida a la suya? Se comprende el malestar impuesto por tal situación. Felizmente, en el interés de la ciencia espírita, no todos son así (...)". (2)

Debemos tener el buen sentido de analizar con criterio

 todo lo que venga de los Espíritus

Observen los lectores que la simple citación, en el inicio del texto, indicando que los Espíritus no saben todo, que pueden engañarse y emitir ideas propias, ya por sí sólo invita al bueno sentido de analizar con criterio todo que venga de los Espíritus. Este simple cuidado es capaz de alejar toda embestida de misticismo que pueda haber por iniciativa de los Espíritus o aún en el comportamiento que venga de los encarnados, una vez que sabiendo, por anticipado, que los Espíritus están aún en estadios de evolución y limitados en su saber y moralidad, tendremos el cuidado de evaluar y reflexionar, usando el discernimiento y el buen sentido en esas evaluaciones.

Por otro lado, sin envolverse directamente con los fenómenos derivados de la mediumnidad, la propia vida del espírita, en particular, sus acciones e implicación en el movimiento espírita también solicitan la aplicación de esos dos principios. Sea en la conducta, sea en la vida social o familiar, pues son principios guias de una vida equilibrada. Usándolos, siempre tendremos donde apoyarnos.

La continuidad del texto presentado por Kardec, arriba parcialmente trascrito, permite ensanchar el horizonte de observación para otro aspecto marcador de este tesoro espiritual llamado Espiritismo. Es que, estudiándolo metódicamente – con el mismo sentido observador y crítico, característico del discernimiento y del bueno sentido – alcanzaremos un escalón importante en la comprensión de su propuesta: seremos adeptos esclarecidos, conscientes, coherentes.

El espírita tiene el deber de obrar en favor de sus hermanos, en cuanto obra por el propio progreso

Adeptos esclarecidos, conscientes, coherentes formarán la propia conciencia espírita; esta conciencia espírita permitirá saber que rumbo tomar, que directrices usar, identificar irregularidad en la práctica espírita – inclusive de dirigentes, que también son seres en perfeccionamiento y experiencias necesarias – para actuar con seguridad.

Ahora, es esta misma conciencia espírita que hace al espírita comprender el deber de actuar en favor de sus hermanos, mientras actúa concomitantemente por el propio progreso; es ella misma que toma posiciones, que no se deja abatir por los obstáculos, que no se aleja de la Doctrina en virtud de comportamientos equivocados de compañeros espíritas, finalmente que ya despierta para el grave compromiso de estar reencarnados.

Efectos naturales de una conciencia espírita formada por el estudio y envuelta por las virtudes del discernimiento y del bueno sentido, caminos seguros para el espírita consciente. Y ya que el Espiritismo no está restringido a la práctica mediúmnica, el campo es vasto y pide un ponderado análisis de lo que estamos haciendo.

 

Referências:

1. Publicação fundada por Allan Kardec em 1858.

2. Trecho parcial de discurso de Allan Kardec na Sociedade Parisiense de Estudos Espíritas, na abertura do ano social, em 1º de abril de 1862 (extraído da Revista Espírita de junho de 1862, ano V, vol. 6, edição EDICEL).


 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita