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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 3 112 – 21 de Junio del 2009

 
                                                            
Traducción
ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org

 

La lección de la hormiga

 

En la escuela de Octavio se organizaba una fiesta y los alumnos, animados, ultimaban los preparativos. Algunos colgaban enormes cordones de banderitas coloridas, otros hacían carteles, otros barrían el suelo, otros limpiaban las mesas y sillas.

En la cocina se preparaban tartas y pasteles, dulces y salados, para ser servidos durante la fiesta.

Trabajaban con amor, mientras hablaban y se divertían.

Octavio era el único que no quiso colaborar en nada.

La profesora, atenta y dedicada, le solicitó varias veces que ayudase en ese o aquel sector de servicio, pero él se negaba terminantemente a ayudar en el esfuerzo de todos.

En cierto momento, la profesora le ordenó severa:

- Ya que tu te niegas a colaborar en la organización de nuestra fiesta, a ejemplo de los demás, tendrás otra tarea: deberás entregarme mañana, sin falta una redacción sobre el tema: La Vida de las Hormigas.

- ¡Pero profesora, eso no es justo! – protesto el niño. - ¿Sólo yo tengo que hacer ese trabajo?

- Engaño tuyo, Octavio. No es justo que tú estés sin hacer nada mientras tus compañeros trabajan y se esfuerzan para beneficio de todos.

Hizo una pausa y, viendo la indecisión de Octavio, completó:

- Puedes comenzar ya, en caso contrario no conseguirás terminar hasta mañana.

- ¿Pero, cómo hacer eso? ¡No sé por donde comenzar! – replicó el niño.

- Es simple. ¡Observa las hormigas en el jardín!

Muy contrariado, Octavio se encaminó para el jardín de la escuela. Suspirando, se sentó en el suelo y pensó: ¡Caramba! ¿Dónde voy a encontrar hormigas?

En eso, vio una hormiguita que pasó rápida entre sus pies. La siguió con la mirada y enseguida reparó en otras dos que seguían rápidas, en el mismo sentido.

Curioso, se levantó y las acompañó. Un poco adelante, vio una hormiga que volvía cargando un pedazo de pan que, a pesar de ser pequeño, era muchas veces mayor que ella.

Sonrió divertido y, al mismo tiempo admirado: - ¿Adónde será que ella va a llevar aquel pedacito de pan duro? – pensó.

Miró a su alrededor y, un poco más allá, vio un gran pedazo de sándwich que alguien tiró. Alrededor de él, decenas de hormigas trabajaban diligentes. Algunas cortaban pedazos pequeños y otras los transportaban.

Cuando el pedazo era aun muy pesado para sus pequeñas fuerzas, unían los esfuerzos y lo cargaban juntas.

Siguiendo el trayecto que hacían, Octavio notó que entraban en un hormiguero, dejaban la

carga y volvían al trabajo.  

- ¡Qué interesante! – murmuró Octavio, impresionado con la cooperación y la unión existente entre las pequeñas operarias. - ¡Son tan pequeñas y tan unidas y trabajadoras!

En ese momento, se acordó de la fiesta de la escuela y que sólo él no estaba colaborando. Se levantó, avergonzado, buscó a la profesora pidiendo que le diese una tarea.

Sonriente, la maestra preguntó:

- ¡Muy bien! ¿Pero qué hizo que tú cambiaras de idea, Octavio?

- Las hormigas que la señora mandó que yo investigase. Viven unidas en un sistema de cooperación fraterna y amiga. Si ellas pueden trabajar, yo también puedo.

Paró de hablar, mirando a la profesora y dijo:

- Sólo que, ayudando en la fiesta, no tendré mucho tiempo para preparar la redacción. ¿Necesito entregarla mañana mismo?

La maestra sonrió satisfecha y, colocando la mano sobre la cabeza del niño habló, con cariño:

- No, Octavio. No hay necesidad de hacer la redacción. Tú ya aprendiste tu lección.

                                                                   Tía Célia 

 
 



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Revista Semanal de Divulgación Espirita